sábado, 27 de noviembre de 2010

EL YO TRASCENDENTAL

No es un Yo psicológico. El Yo de la auto observación, es un Yo psicológico mas profundo, pero siempre es un filtro frente a las percepciones, no es un Yo trascendental, siempre tiene conciencia del Yo.

El Yo trascendental pierde personalidad, se difunde en el espacio, es un Yo donde tu no importas.

La estructura y esa suma de sensaciones, más algo que configura la conciencia: es un Yo psicológico, la estructura de la personalidad. No es un Yo trascendental.

El Yo trascendental tiene que ver con el centro de gravedad. Ese Yo Trascendental, que no vela o no opera radiantemente ni hace maravillas, ese Yo trascendental comienza a percibirse cuando uno experimenta que se ha formado en su interior un algo... indefinible, y nosotros decimos, cuando te das cuenta de tus emociones, te das cuenta en tu aprendizaje de que otra cosa esta aprendiendo, de que otra cosa esta sintiendo, de que hay algo mas interno, que no es lo que esta movido por las emociones, movido por las ideas, movido por... eso interno es la presencia del Centro de Gravedad. Cuando en el desarrollo del trabajo tengas ese indicador de que te das cuenta de que si, te das cuenta de que te emocionas, te indignas, bufas, saltas, ríes, y además piensas, haces cálculos, pero cuando percibas en tu trabajo interno que hay un centro mas interno, de que todo aquello es como una película, no estamos hablando de auto observación, estamos hablando del afianzamiento de un Centro de Gravedad, ahí esta surgiendo eso que luego se manifiesta en el trabajo como Yo trascendental, que no es tocado por las percepciones.

EL CENTRO DE GRAVEDAD Y LA TRASCENDENCIA

¿Cómo se sabe si el hombre es inmortal? No se sabe, pero ¿qué fundamenta la posibilidad de la inmortalidad?, esto de la posibilidad es mucho más interesante. La posibilidad está dada por lo siguiente: si este campo energético, que en ocasiones produce manifestaciones independientemente del cuerpo, las produce externamente al cuerpo y a los sentidos, si ese doble energético puede manifestarse a distancia y actuar sobre la materia, sobre la energía, incluso trasladarse en el tiempo y anticiparse a fenómenos que todavía no han sucedido, si este doble energético, por la onda, la vibratoria que está trabajando, por la frecuencia que está trabajando, puede operar independizándose de los sentidos, si eso sucede, es probable que a la disolución del cuerpo, de entrada se disuelva eso, pero si esto tiene cierta “compactidad”, un cierto centro de gravedad propio, pueda manifestarse aun mas allá de la disolución del doble y cuerpo.

Cuando hayamos logrado un centro de gravedad que sustituya al sillar material. Si tal cosa es posible, entonces las puertas de la inmortalidad son posibles.

Hay distintos centros en el hombre, los centros están conectados entre si, si su Centro Intelectual va en una dirección, su Emotivo va en otra y su Motricidad va en otra, en ustedes hay desintegración descendente, hay líneas centrifugas, entonces seria conveniente que usted ordenara su Motricidad, su Emoción y su Intelecto y usted formaría un centro de gravedad interno que le permitiría ser armónico en la vida cotidiana.
Efectivamente a la gente le sirve armonizar eso y desde otro punto de vista, al hacer semejante cosa vamos creando un centro de gravedad en el sentido que hemos venido hablando, por una parte, y al crear correntadas centrípetas que consolidan ese algo, ese yo interno, eso que después nos permite controlar fenómenos de otra naturaleza.

Apuntes tomados de la charla de caracas – Silo.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Una excelente reflexiòn del Maestro SILO

En cuanto tratas de entender quién eres, cuando tratas de pensar quién soy, empiezas a hacer, sin darte cuenta, un análisis, una división, mentalmente vas dividiendo.
Yo no soy el de ayer, sin embargo hay algo que se conserva en mí desde que era niño. Pero yo no soy ya ese niño. Qué es lo que se conserva en mí desde que era niño que me permite decir que soy el mismo? Sin embargo no soy el mismo, hay una alucinación permanente (risas) hay algo que me permite decir; sí, sí soy el mismo pero no soy el mismo. Bueno pongámonos de acuerdo (risas). Hay algo que no cambia, y qué no cambia? hasta la ropa cambia, la ropa de antes me queda chica, en poco tiempo más me va a quedar grande (risas).
Bueno qué permanece entonces? El nombre permanece, algo externo, un documento de identidad (risas). Qué más? qué es lo que me da identidad? Quién soy yo, el nombre soy yo? No, el nombre no. Mis experiencias me dan identidad? O yo me recuerdo de un modo muy distinto en un momento y en un modo muy distinto en otro momento.
Resulta que ni siquiera mi memoria me da permanencia, mis proyectos han cambiado, es decir, mi imaginación de cosas a futuro ha cambiado.Entonces quién soy yo?
Tal vez yo sea simplemente una ilusión. Yo en cuanto yo, tal vez no exista, tal vez sea una sumatoria de cosas, que me producen el registro del Yo, un Yo que no cambia, como si fuera una unidad. Pero si en cambio empiezo a descubrir que ese yo es cambiante, y determino también que si este Yo cambia, no tiene permanencia, es ilusorio, es una sumatoria de cosas, es memoria, es imagen, es recuerdo, es proyecto, pero no es una cosa. Pero yo creí hasta ahora que mi Yo es permanente. Y cuando digo Yo soy el centro del mundo (risas) y lo digo Yo. Ese es el registro de lo universal en mí. Bueno, no es así! (risas). Pero claro, no mortifiquemos a la gente, para qué habríamos de mortificar a la gente?. Porque si ese Yo es ilusorio todas las cosas que creo... bueno, también son un poco ilusorias y todas las cosas por las que sufro también soy un poco ilusorias. Pero no mortifiquemos a la gente porque si lo que creo, lo que pienso y lo que siento es ilusorio y si mis sufrimientos son también ilusorios, esto que estamos diciendo no ayuda a la gente. Entonces cuando me preguntas por eso yo le escapo a esa pregunta (risas) porque crea muchos problemas, pero de todos modos un pequeño trabajo por preguntarme a mí mismo quién soy yo, me hace reflexionar por cosas que no son tan permanentes, tan seguras, tan inconmovibles y me hace pensar sobre el sentido, pero sin mortificarse, suave, suave.

¿De dónde vengo? es una revisión. ¿Adónde voy? y no lo sé, no lo tengo tanto claro, sería interesante ir aclarando este camino como si en esa reflexión se fuera poco a poco perfilando un futuro. Pero sin mortificarme, si no, crea muchos problemas esa reflexión llevada a la profundidad.

Vamos despacio y entonces este camino es un camino para ir despacio, no para meterse en profundidades en donde termino descubriendo que el Yo desaparece, que mis aspiraciones están movidas por cosas efímeras, que mi sufrimiento se basa en cosas efímeras, que lo que quiero lograr y lo que temo perder, sufro por imaginación, sufro por el recuerdo, sufro por las impresiones de un Yo que móvil. No vale la pena sufrir así! (risas) no vale la pena tener un Yo. Más vale que tengamos un nosotros (risas) y que se faciliten las cosas en la gente en nosotros y no Yo metido dentro de mi mismo. Solo yo en una isla mental, donde todo lo que pienso, lo que siento, lo que me pasa es ilusorio y sufriente. No es negocio. En fin, pero así está bien considerar suavemente quién soy yo a dónde voY

sábado, 6 de noviembre de 2010

¡PÓNGALE CHISPA A LA VIDA

Muchos tienen fósforos en su interior, pero pocos saben encenderlos. Aunque usted no lo crea, nuestra vida es como varios cerillos juntos que tienen la capacidad de volverse fosforescentes con sólo rasparlos.
Esa energía representa nuestra verdadera alma, una materia luminosa que ‘arde’ sin consumir nuestro cuerpo.
Es como la sazón de la vida que, por desgracia, olvidamos saborear.
Y es que, así tengamos los cerillos suficientes, sólo de nosotros depende encender nuestro brillo interior.
Esa luz es la que en realidad debemos tener para emprender alguna cosa o cualquier cambio. Cuando usted hace algo con alma, descubre cuanta alegría le proporciona conseguir sus objetivos.
Sin alma, las cosas se vuelven amargas. Tal vez por eso hay gente aburrida en las oficinas, hay alumnos cansados de ir a la escuela y hay docenas de parejas que terminan ‘presas’ de la rutina.

Sueñe y viva el cambio

Usted puede soñar ‘con los pies en la tierra’ y asimilar que puede cambiar.
Soñar no sólo afloja la eterna tensión de los nervios; sino que además le permite identificar partes de su vida que quedan veladas por el destello de la rutina. Es como una película en donde usted puede ser el director, el protagonista, el productor e incluso el espectador de su propia vida.
Para algunos el sueño es un arte poético involuntario donde la imagen que captamos, más allá de su acostumbrada exageración, es un libreto que debemos interpretar.
Ojo, no se trata de traducir al día siguiente lo que soñó y, como si se tratara de un horóscopo, esperar que todo se haga realidad.
Es otra cosa lo que se plantea con el tema de hoy.
Es convertirse en un actor de cambio y llevar a escena el libreto de su sueño, al menos hasta cristalizarlo con una obra real.
La idea es que si usted tiene un deseo de realizar algún sueño en la vida, debe empezar por asumir el papel de ‘soñarlo despierto’.
¿Si otros con mayores problemas en la vida han vencido, usted por qué no va a poder?
Lo que sí debe tener claro es que hay que ser moderado. De igual forma, no se puede quedar sólo en el sueño escueto o en esas imágenes que llegan a su mente después de un día duro.
El sueño que Dios quiere para usted, sólo se realiza cuando usted lo asume como suyo.
No olvide esta reflexión: a lo mejor el otoño ya llegó a su vida. Incluso es probable que las hojas que caen le recuerden hoy que tiene mucho por hacer y por cambiar. Es hora de convertir sus sueños en realidad.

CAMBIO ‘A JURO’
Es bueno traer a la memoria una historia de la vida real, que nos retrata la palabra ‘cambio’ y su resistencia a él. Ocurrió en una ciudad de Colombia, hace ya 13 años.
En ese entonces, a Luis Montaña, un hombre que se definía como el ser de mil batallas, una puntilla le hizo una herida en un dedo de su pie derecho.
Él, en su peculiar ‘constitución de vida’, siempre tuvo una máxima que no violaba jamás y que rezaba así: “no voy al médico por pendejadas”.
¡Por supuesto! no iba ir a un centro asistencial por un pinchazo en el pie: “Un poco de alcohol, una ‘curita’ y listo. Problema resuelto”, decía.
Al final, la herida se le infectó, pues él no previó la profundidad de la cortada en su piel. Como el pie le dolía mucho, se enfrentó a sus dos únicas opciones: ir al médico o hacerse remedios caseros con el riesgo de que el mal se le propagase.
Se decidió por la última opción; es decir, optó por resistirse de manera obstinada al cambio en su sagrada ‘constitución’.
Luis hizo lo que siempre había hecho: pasarse la vida luchando contra lo inevitable. Sólo que esta vez, la resistencia le resultó inconveniente: el médico, cuando le diagnosticó la infección que tenía, terminó amputándole el pie.
¡Tremendo cambio el de su vida!
El muñón en que quedó convertida su pierna, todos los días le mostraba que se le había ‘quebrado’ el principal artículo de su constitución.
Ahora, Luis ve la vida distinta, sin acartonamientos y sobre todo sin preceptos inviolables. Y es que después de la amputación, se convirtió en el paciente más entusiasta del hospital de su tierra.
Luchó por todos los medios para lograr la prótesis que su cuerpo necesitaba: consultó a varios médicos e incluso a varios abogados, pues tuvo que demandar al Estado para que lo atendieran.
¡Y lo logró! Hoy, Luis recorre en su bicicleta todos los días uno de los cerros más altos de su ciudad. Él dice que ¡cambió para bien! Aunque nunca había hecho deporte, ahora le encuentra sentido a montar en su bicicleta, así sea con la prótesis.
Él tuvo el coraje suficiente para ver la vida de otra forma. Al fin y al cabo el cambio le enseñó valiosas lecciones.

Días de Otoño

Cuando el otoño empieza, nos damos cuenta de que no hay tanta claridad como había antes.

Las hojas de los árboles, por citar sólo un ejemplo, notan tal estación, pues no reciben tanta luz como acostumbraban. Además, la clorofila para ellas empieza a decrecer y es entonces cuando el verde de las hojas cambia por colores que las hacen ver con matices ‘añejos’.
Ocurre con nuestras vidas, sólo que no lo percibimos del todo. En aquellos días de otoño, tan frecuentes en muchos de los que se deprimen, aparecen algunas manchitas que nos hacen ver el mundo algo opaco. Mejor dicho: el verde esperanza empieza a desvanecerse y otros colores se pintan sobre nuestros rostros.
Algunas de las tonalidades que se esconden en las hojas son: marrones, que pueden significar que ellas están muriendo; amarillas o naranjas, las cuales advierten de la imperiosa necesidad de cambiar; y las violetas, que les hacen caer en cuenta a los árboles que algo está mal.
Tal como ocurre con esas hojas, el otoño nos trae algunos mensajes claves a nuestro mundo. En aquellos días comprobamos que estamos inmersos en la rutina o, algo más grave, percibimos que algo se nos muere.
¿Sentimos esas cosas por estos días?
Las conclusiones son claras: son épocas de cambio.
Y eso no es malo. De hecho nuestras vidas son un constante desfile de cambios: los hay en la moda, en el tiempo, en los puestos de trabajo, en las costumbres de la gente e, incluso, en la forma de hacer política.
Podríamos decir que el cambio puede llegar a ser un hechizo. Sólo que el truco está en la forma como agitemos esa varita mágica para que las cosas se modifiquen de una manera positiva.
La forma como asimilemos las variaciones de la vida, nos puede hacer sentir dos tipos de situaciones:
Primera: que veamos la vida como si nos hubiéramos ganado una ‘lotería’.
Segunda: que nos montemos en un pálido cortejo fúnebre.
Sea como sea, durante estos tiempos de otoño debemos cambiar para bien y ¡qué mejor que creer que las cosas son posibles!

CONVIENE CAMBIAR

Nuestras vidas se resumen a constantes cambios. Todo gira: la tierra, la moda, el trabajo, la política, el dinero y hasta el amor.
De hecho, cuando nos enamoramos, por citar sólo un ejemplo, el primer gran atractivo es lo nuevo que apreciamos en ese ser que recién conocemos y que, sin explicación aparente, nos llega directo al corazón. Tanto, que nos hace cambiar.
No en vano escuchamos a muchas novias decir, “ese hombre me cambió la vida”; o a los chicos advertir, “esa mujer me movió el piso”.
El cambio es un ‘hechizo’. La clave está en la forma como agitemos esa varita mágica para que las cosas cambien de manera positiva.
La forma como asimilemos las variaciones de la vida, nos puede hacer sentir dos tipos de cosas:
Una es que veamos la vida como si nos hubiéramos ganado una ‘lotería’.
Y la segunda es que nos montemos en un pálido cortejo fúnebre.
Sea como sea, en esto del cambio, hay un ‘axioma’: si buscamos el crecimiento personal inherente a cualquier nuevo periodo de la vida, el cambio nos favorece.

ADIÓS A LA ‘BASURA’

Si siente que la rutina lo ha atrapado en una ‘digestión moral’, empiece a conjugar la singular filosofía de los aseadores.
¿Cuál es? es una máxima que, de una manera breve, reza así: ¡basura dentro, basura fuera!
Se trata de un limpio ejercicio que tiene la particularidad de desechar la peor enfermedad que acostumbra a apoderarse del espíritu y que se conoce con el nombre de “aburrimiento”.
Para ello, usted debe tachar la negatividad de su agenda y mandar a la cesta de la basura todo aquello que no lo deje progresar.
Esa relación que usted tiene y no le produce ningún tipo de amistad o de cariño, ¡deséchela!
Esa conversación que no le despierta el mayor grado de confianza, ¡termínela!
Es un ejercicio que, con cierta frecuencia, practican los recolectores de la basura. Ellos, quienes se ‘untan de basura hasta las orejas’, sostienen que “por más mugre que les caiga, siempre se mantienen limpios”.
¡Bueno! ellos sólo recogen lo que les sirve; lo que pueden reciclar. El resto lo entierran.
O sea que los basuriegos lo único que hacen es pensar de una manera positiva y, de esta forma, le sacan más provecho a su digno trabajo.
Si usted se acostumbra a poner el pensamiento negativo al comienzo de su agenda, debe aprender a eliminarlo de una.
¿Cómo se logra?
Un alma fuerte logra maravillas en un cuerpo débil; un pensamiento agradable, destruye un momento triste; y una sonrisa oportuna, es un remedio preciso para una enfermedad.
Haga el ejercicio con lo que esté haciendo ahora y verá los resultados.
Empiece por acercar la cesta de la basura de su oficina o de su cuarto y recuerde esto:
basura que entre a su vida, basura que sale de inmediato de su agenda

Pese al temporal, algo bueno vendrá

Es dentro de usted, justo en ese espacio interno, valioso y trascendental que existe en su corazón, en donde está la chispa de su vida. Allí se encuentran todas las respuestas que necesita.
Por eso, ante cualquier situación difícil por la que atraviese, debe tener confianza y aprender a escuchar a su ser interior.
La vida le trae de manera cotidiana diferentes situaciones, unas más difíciles que otras. Sin embargo, le corresponde buscar soluciones apropiadas, las cuales se convertirán en escalones para su crecimiento.
Cada cosa que le sucede es, de manera literal, un espejo en donde se puede mirar. Si el aguacero de la angustia llena el horizonte de su pensamiento, sencillamente verá nubes grises por doquier.
En cambio, si la calma viene a sentarse en medio de su pecho, verá cómo la tranquilidad se mece al vaivén de sus grandes anhelos.
Mejor dicho: si su cabeza es una ‘guarida’ oscura en donde se esconden pensamientos de odio, de rencor o de envidia; cuando camine por la vida, sólo verá pasar por ella estos feos sentimientos.
Trabaje con todo entusiasmo y vea los problemas del momento como sanos retos. Las vicisitudes ponen a prueba nuestra capacidad para levantarnos.
No pase sus situaciones a otros para ahorrarse el esfuerzo mental en la búsqueda de las soluciones; tampoco les eche la culpa a los demás. Si actúa así, perderá valiosas oportunidades de crecer, de mejorar y de experimentar la magia de vivir.
Un último consejo: al despertar cada mañana, ofrézcale su primer pensamiento a Dios; dele gracias por el nuevo día y por el regalo de la vida. Pese a que amanezca lloviendo, prográmese un día sereno. Propóngase vivir esas 24 horas en paz con usted mismo y en armonía con las personas que están a su alrededor.

mire hacia el lado

Si no tiene zapatos nuevos, mire hacia el lado y note que hay muchos que aún andan descalzos.
• Si no tiene para cenar en restaurantes finos, mire hacia el lado y compruebe que a muchos les toca esperar a que usted termine de comer para recoger los mendrugos.
• Si no viste a la moda o sus prendas no son de marca, mire hacia el lado y vea en las ‘pasarelas’ de las calles las pintas que lucen los pordioseros.
• Si le parece duro levantarse a trabajar, mire hacia el lado y reflexione sobre lo difícil que es para muchos ‘levantarse’ a buscar trabajo.
• Si le saca de quicio hasta el más mínimo resfriado, mire hacia el lado y compadézcase de todos aquellos que tienen sus días contados.
• Sí, mire hacia el lado, pero no para comprobar las miserias de los demás, sino para entender que hay muchos que, como usted, tienen un gran peso sobre sus hombros.
• Esta es una invitación a asumir su verdad de una manera clara, para saber cómo afrontarla. Cada quien tiene su propia historia, su propio afán y su propia victoria.
• El sano vivir enseña que se debe alimentar la fuerza del espíritu. Por eso, no se puede desesperar con peligros que usted mismo se inventa

LA ESPERANZA DEL LABRIEGO

El campesino tiene la costumbre se sentarse a ver sus siembras y repetirse así mismo que las tardes más bellas para él, llegan justo después de las mañanas más tristes.
Él, por muy alterado que esté el clima, cultiva la esperanza, la convierte en una flor de primavera y, lo que es mejor, la balancea dulcemente al vaivén de sus ilusiones.
Para él no existen terrenos estériles. Si hay agua para regarlos, abono para prepararlos y semillas para cultivarlos, él será capaz de sembrar jardines en el desierto.
El monólogo de este labriego tiene el tono verde de la esperanza incrustado en sus palabras y, por ende, en sus siembras.
A toda hora él tiene una sonrisa pintada en los labios y siempre cree que todo marchará bien.
Y lo mejor es que, al final, sus cosechas se multiplican.
Todos deberíamos pensar como el campesino. Por muy atormentados de penas y sufrimientos que hoy tengamos, no debemos olvidar que a todos nos abriga un pedazo de cielo.
A veces vivimos renegando porque nuestro camino está lleno de piedras; pero no hacemos nada para conseguir un buen calzado que nos proteja de los traspiés que a veces nos trae la vida.
La esperanza es como cualquiera de esas sustancias que se toman como medicina: nos socorre una necesidad, nos libra de un riesgo o peligro y, casi siempre, repara ese daño que causa en nosotros el desánimo.
Mientras existan ganas de luchar, hay esperanzas de vencer.

Qué tanto habla con usted mismo?

Dicen que cuando uno habla solo está loco. ¡Y no es así! De hecho, puede ser más ‘cuerdo’ el conversar con uno mismo, que hacerlo con el sicólogo. ¿Por qué lo decimos?
Porque usted, y nadie más que usted, es quien sabe qué es lo que le pasa. Por eso, hablar con uno mismo tiene grandes ventajas: hay desahogos, se rebaja la tensión emocional e incluso se sacan muchas cucarachas que se anidan en la cabeza.
Es como mantener encendidos los diálogos con su espejo. Además, este ejercicio puede resolverle muchas de las angustias que tanto lo agobian.
Este ‘monólogo espiritual’ es una actividad tan sana como productiva. Muchas personas que han fracasado, reconocieron que lograron superar la adversidad gracias a la conversación que sostuvieron con sus voces interiores.
Hablar con uno mismo, ojalá sea en voz alta, es útil para pensar mejor y tomar decisiones trascendentales.
Se podrá engañar a todo el mundo, menos a Dios y a uno mismo. En ese orden de ideas, cada vez que usted decide entablar su propia charla, finalmente el mensaje que se emite es sólo la revelación transparente de lo que hay en su corazón.
Hay que hacer una advertencia: se debe tener cuidado de lo que habla, porque puede ser un diálogo positivo o negativo.
La Biblia señala que un hombre rico se la pasaba hablando en voz alta de toda la plata que tenía, y de tanto jactarse de su dinero, sus familiares lo tildaron de loco y le quitaron su fortuna.
Por otro lado, las Sagradas Escrituras también recuerdan que el hijo pródigo hablaba consigo mismo del amor que le tenía a su padre y de lo tanto que extrañaba a su familia y, después de analizarlo, tomó la mejor decisión: regresó a su hogar.
Tampoco se trata de que cuando hable con usted se la pase dándose duro, reprochándose y lastimando por aquello que hizo o dejó de hacer.
Mucho menos tiene derecho a quejarse por todo y asumir el rol del ‘pobrecito yo’.
Recuerde que usted es lo que piensa o, para el caso de esta página, usted es lo que habla con usted mismo.
Porque las palabras dejan huella, tienen poder e influyen de una manera sana o errada. Ellas curan o hieren, animan o desmotivan, reconcilian o enfrentan, iluminan o ensombrecen, dan vida o dan muerte...
Le corresponde hablar de cosas que sean verdaderamente honestas, precisas, amables y que, incluso, sean dignas de ser escuchadas después por los demás.
Cuando les imprimimos palabras a los sentimientos, logramos expresarnos con los demás y conseguimos esas cosas buenas que tanto anhelamos.