Es una página de reencuentro consigo mismo que permite darnos herramienta para encontrar el camino de la busqueda de nuestra espiritualidad
martes, 30 de julio de 2013
viernes, 26 de julio de 2013
miércoles, 24 de julio de 2013
LOS 10 LADRONES DE TU ENERGÍA:
1- Deja ir a personas que sólo llegan para compartir quejas, problemas, historias desastrosas, miedo y juicio de los demás. Si alguien busca un cubo para echar su basura, procura que no sea en tu mente.
2- Paga tus cuentas a tiempo. Al mismo tiempo cobra a quién te debe o elige dejarlo ir, si ya es imposible cobrarle.
3- Cumple tus promesas. Si no has cumplido, pregúntate por qué tienes resistencia. Siempre tienes derecho a cambiar de opinión, a disculparte, a compensar, a re-negociar y a ofrecer otra alternativa hacia una promesa no cumplida; aunque no como costumbre. La forma más fácil de evitar el no cumplir con algo que no quieres hacer, es decir NO desde el principio.
4- Elimina en lo posible y delega aquellas tareas que no prefieres hacer y dedica tu tiempo a hacer las que sí disfrutas.
5- Date permiso para descansar si estás en un momento que lo necesitas y date permiso para actuar si estás en un momento de oportunidad.
6- Tira, recoge y organiza, nada te toma más energía que un espacio desordenado y lleno de cosas del pasado que ya no necesitas.
7- Da prioridad a tu salud, sin la maquinaria de tu cuerpo trabajando al máximo, no puedes hacer mucho. Tómate algunos descansos.
8- Enfrenta las situaciones tóxicas que estás tolerando, desde rescatar a un amigo o a un familiar, hasta tolerar acciones negativas de una pareja o un grupo; toma la acción necesaria.
9- Acepta. No es resignación, pero nada te hace perder más energía que el resistir y pelear contra una situación que no puedes cambiar.
10-Perdona, deja ir una situación que te esté causando dolor, siempre puedes elegir dejar el dolor del recuerdo.
DALAI LAMA - LOS DIEZ LADRONES DE TU ENERGÍA.
domingo, 21 de julio de 2013
viernes, 19 de julio de 2013
miércoles, 17 de julio de 2013
martes, 16 de julio de 2013
Las Siete Reglas de Paracelso
1º Lo primero es mejorar la salud. Para ello hay que respirar con la mayor frecuencia posible, honda y rítmica, llenando bien los pulmones, al aire libre o asomado a una ventana. Beber diariamente en pequeños sorbos, dos litros de agua, comer muchas frutas, masticar los alimentos del modo más perfecto posible, evitar el alcohol, el tabaco y las medicinas, a menos que estuvieras por alguna causa grave sometido a un tratamiento. Bañarte diariamente, es un habito que debes a tu propia dignidad.
2º Desterrar absolutamente de tu ánimo, por más motivos que existan, toda idea de pesimismo, rencor, odio, tedio, tristeza, venganza y pobreza.
Huir como de la peste de toda ocasión de tratar a personas maldicientes, viciosas, ruines, murmuradoras, indolentes, chismosas, vanidosas o vulgares e inferiores por natural bajeza de entendimiento o por tópicos sensualistas que forman la base de sus discursos u ocupaciones. La observancia de esta regla es de importancia decisiva: se trata de cambiar la espiritual contextura de tu alma. Es el único medio de cambiar tu destino, pues este depende de nuestros actos y pensamientos. El azar no existe.
3º Haz todo el bien posible. Auxilia a todo desgraciado siempre que puedas, pero jamás tengas debilidades por ninguna persona. Debes cuidar tus propias energías y huir de todo sentimentalismo.
4º Hay que olvidar toda ofensa, mas aún: esfuérzate por pensar bien del mayor enemigo. Tu alma es un templo que no debe ser jamás profanado por el odio. Todos los grandes seres se han dejado guiar por esa suave voz interior, pero no te hablara así de pronto, tienes que prepararte por un tiempo; destruir las superpuestas capas de viejos hábitos, pensamientos y errores que pesan sobre tu espíritu, que es divino y perfecto en si, pero impotente por lo imperfecto del vehículo que le ofreces hoy para manifestarse, la carne flaca.
5º Debes recogerte todos los días en donde nadie pueda turbarte, siquiera por media hora, sentarte lo más cómodamente posible con los ojos medio entornados y no pensar en nada. Esto fortifica enérgicamente el cerebro y el Espíritu y te pondrá en contacto con las buenas influencias. En este estado de recogimiento y silencio, suelen ocurrírsenos a veces luminosas ideas, susceptibles de cambiar toda una existencia. Con el tiempo todos los problemas que se presentan serán resueltos victoriosamente por una voz interior que te guiara en tales instantes de silencio, a solas con tu conciencia. Ese es el daimon de que habla Sócrates.
6º Debes guardar absoluto silencio de todos tus asuntos personales. Abstenerse, como si hubieras hecho juramento solemne, de referir a los demás, aun de tus más íntimos todo cuanto pienses, oigas, sepas, aprendas, sospeches o descubras. por un largo tiempo al menos debes ser como casa tapiada o jardín sellado. Es regla de suma importancia.
7º Jamás temas a los hombres ni te inspire sobresalto el día de mañana.
Ten tu alma fuerte y limpia y todo te saldrá bien.
Jamás te creas solo ni débil, porque hay detrás de ti ejércitos poderosos, que no concibes ni en sueños.
Si elevas tu espíritu no habrá mal que pueda tocarte.
El único enemigo a quien debes temer es a ti mismo.
El miedo y desconfianza en el futuro son madres funestas de todos los fracasos, atraen las malas influencias y con ellas el desastre.
Si estudias atentamente a las personas de buena suerte, veras que intuitivamente, observan gran parte de las reglas que anteceden. Muchas de las que allegan gran riqueza, muy cierto es que no son del todo buenas personas, en el sentido recto, pero poseen muchas virtudes que arriba se mencionan. Por otra parte, la riqueza no es sinónimo de dicha; Puede ser uno de los factores que a ella conduce, por el poder que nos da para ejercer grandes y nobles obras; pero la dicha más duradera solo se consigue por otros caminos; allí donde nunca impera el antiguo Satán de la leyenda, cuyo verdadero nombre es el egoísmo. Jamás te quejes de nada, domina tus sentidos; huye tanto de la humildad como de la vanidad. La humildad te sustraerá fuerzas y la vanidad es tan nociva, que es como si dijéramos: pecado mortal contra el Espíritu Santo.
El acceso a los niveles profundos.
Sin duda que la sustitución del yo por una fuerza, un
espíritu, un dios, o la personalidad de un hechicero o hipnotizador, ha sido
algo corriente en la historia. También ha sido algo conocido aunque no tan
corriente, el hecho de suspender el yo evitando toda sustitución, como hemos
visto en algún tipo de yoga y en algunas prácticas místicas avanzadas. Ahora
bien, si alguien pudiera suspender y luego hacer desaparecer a su yo, perdería
todo control estructural de la temporalidad y espacialidad de sus procesos
mentales. Se encontraría en una situación anterior a la del aprendizaje de sus
primeros pasos infantiles. No podría comunicar entre sí, ni coordinar sus
mecanismos de conciencia; no podría apelar a su memoria; no podría relacionarse
con el mundo y no podría avanzar en su aprendizaje. No estaríamos en presencia
simplemente de un yo disociado en algunos aspectos, como pudiera ocurrir en
ciertas afecciones mentales, sino que nos encontraríamos con alguien en un
estado parecido al de sueño vegetativo. Por consiguiente, no son posibles esas
futilidades de “suprimir el yo”, o de “suprimir el ego” en la vida cotidiana.
Sin embargo, es posible llegar a la situación mental de supresión del yo, no en
la vida cotidiana pero si en determinadas condiciones que parten de la
suspensión del yo.
La entrada a los estados profundos ocurre desde la suspensión
del yo. Ya desde esa suspensión, se producen registros significativos de
"conciencia lúcida" y comprensión de las propias limitaciones
mentales, lo que constituye un gran avance. En ese tránsito se debe tener en
cuenta algunas condiciones ineludibles: 1.- que el practicante tenga claro el
Propósito de lo que desea lograr como objetivo final de su trabajo; 2.- que
cuente con suficiente energía psicofísica para mantener su atención ensimismada
y concentrada en la suspensión del yo y 3.- que pueda continuar sin solución de
continuidad en la profundización del estado de suspensión hasta que
desaparezcan las referencias espaciales y temporales.
Con respecto al Propósito, se debe considerar a éste como la
dirección de todo el proceso pero sin que ocupe el foco atencional. Estamos
diciendo que el Propósito debe ser "grabado" con suficiente carga
afectiva, como para operar copresentemente mientras la atención está ocupada en
la suspensión del yo y en los pasos posteriores. Esta preparación condiciona
todo el trabajo posterior. En cuanto a la energía psicofísica necesaria para el
mantenimiento de la atención en un interesante nivel de concentración, el
principal impulso proviene del interés que forma parte del Propósito. Al
comprobar la falta de potencia y permanencia, se debe revisar la preparación
que se ha hecho del Propósito. Se requiere una conciencia despejada de fatiga y
una mínima educación de la reducción del foco atencional sobre un solo objeto.
Continuar en la profundización de la suspensión hasta lograr el registro de
"vacío", significa que nada debe aparecer como representación, ni
como registro de sensaciones internas. No puede, ni debe, haber registro de esa
situación mental. Y el regreso a la situación mental de suspensión o a la
vigilia habitual, se produce por los impulsos que delatan la posición y las
incomodidades del cuerpo.
Nada se puede decir de ese “vacío”. El rescate de los
significados inspiradores, de los sentidos profundos que están más allá de los
mecanismos y las configuraciones de conciencia, se hace desde mi yo cuando éste
retoma su trabajo vigílico normal. Estamos hablando de “traducciones” de
impulsos profundos, que llegan a mi intracuerpo durante el sueño profundo, o de
impulsos que llegan a mi conciencia en un tipo de percepción diferente a las
conocidas en el momento de “regreso” a la vigilia normal. No podemos hablar de
ese mundo porque no tenemos registro durante la eliminación del yo, solamente
contamos con las “reminiscencias” de ese mundo, como nos comentara Platón en
sus mitos.
Silo
lunes, 15 de julio de 2013
El desplazamiento del yo. La suspensión del yo.
La sibila de Cumas, no queriendo ser tomada por la
terrible inspiración se desespera y retorciéndose, grita: “¡Ya viene, ya viene
el dios!”. Y al dios Apolo le cuesta poco bajar desde su bosquecillo sagrado
hasta el antro profundo, en donde se apodera de la profetiza29. En este caso y en
diferentes culturas, la entrada al trance ocurre por interiorización del yo y
por una exaltación emotiva en la que está copresente la imagen de un dios, o de
una fuerza, o de un espíritu, que toma y suplanta la personalidad humana. En
los casos de trance, el sujeto se pone a disposición de esa inspiración que le permite
captar realidades y ejercitar poderes desconocidos para él en la vida cotidiana30. Sin embargo, leemos a
menudo que el sujeto hace resistencia y hasta lucha con un espíritu o un dios
tratando de evitar el arrebato en unas convulsiones que hacen recordar a la
epilepsia, pero eso es parte de un ritual que afirma el poder de la entidad que
doblega la voluntad normal31.
En Centroamérica, el culto del Vudú haitiano32 nos permite comprender
técnicas de trance que se realizan con danzas apoyadas con pócimas producidas
en base a un pez tóxico33.
En Brasil, la Macumba34
nos muestra otras variantes místicas del trance logradas mediante danzas y
apoyadas con una bebida alcohólica y tabaco.
No todos los casos de trance son tan vistosos como los citados.
Algunas técnicas indias, las de los "yantras", permiten llegar al
trance por interiorización de triángulos cada vez más pequeños en una figura
geométrica compleja que ocasionalmente, termina en un punto central. También,
en la técnica de los "mantrams", por repetición de un sonido profundo
que el sujeto va profiriendo, se llega al ensimismamiento. En esas
contemplaciones visuales o auditivas, muchos practicantes occidentales no
tienen éxito porque no se preparan afectivamente limitándose a repetir figuras
o sonidos sin interiorizarlos con la fuerza emotiva o devocional que se
requiere para que la representación cenestésica acompañe al estrechamiento de
la atención. Estos ejercicios se repiten tantas veces como sea necesario hasta
que el practicante experimente la sustitución de su personalidad y la
inspiración se haga plena.
El desplazamiento del yo y la sustitución por otras entidades
pueden ser verificados en los cultos mencionados y hasta en las más recientes
corrientes Espíritas. En estas, el "médium" en trance es tomado por
una entidad espiritual que sustituye a su personalidad habitual.
No ocurre algo tan diferente con el trance hipnótico cuando el
sujeto interioriza profundamente las sugestiones del operador, llevando la
representación de la voz al "lugar" que normalmente ocupa el yo
habitual. Desde luego, para ser "tomado" por el operador, el sujeto
debe ponerse en un estado receptivo de "fe" y seguir sin dudar las
instrucciones recibidas35
Este punto muestra una característica importante de la conciencia. Estamos
diciendo que mientras se realiza una operación vigílica atenta, aparecen
ensueños que a veces pasan inadvertidos o terminan por desviar la dirección de
los actos mentales que se llevaban a cabo. El campo de copresencia actúa
siempre aunque los objetos de conciencia presentes se muestren en el foco
atencional. La gran cantidad de actos automáticos que se realizan en vigilia
muestra esta aptitud de la conciencia para realizar diferentes trabajos
simultáneos. Ciertamente, la disociación puede alcanzar cotas patológicas pero
también se puede manifestar con fuerza en casi todos los fenómenos de
inspiración. Por otra parte, el desplazamiento del yo puede no ser completo en
el trance espírita o la hipnosis, como se comprueba en la llamada “escritura
automática” que se efectúa sin tropiezos aunque la atención del sujeto esté
puesta en el diálogo o en otras actividades. Con frecuencia, encontramos esta
disociación en la “criptografía” en que la mano dibuja mientras el sujeto
desarrolla una conversación telefónica muy concentrada.
Avanzando hacia el ensimismamiento, podemos llegar a un punto en que los
automatismos queden superados y ya no se trate de desplazamientos ni
sustituciones del yo. Tenemos a mano el ejemplo que nos da la práctica de la
“oración del corazón” realizada por los monjes ortodoxos del monte Athos36. La
recomendación de Evagrio Pontico37, resulta muy adecuada para eludir la representaciones (por lo menos las
de los sentidos externos): “No imagines la divinidad en ti cuando oras, ni
dejes que tu inteligencia acepte la impresión de una forma cualquiera; mantente
inmaterial y tú comprenderás”. En grandes trazos, la oración funciona así: el
practicante en retiro silencioso se concentra en su corazón y tomando una frase
corta inhala suavemente llevando la frase con el aire hasta el corazón. Cuando
ha terminado la inhalación, “presiona” para que llegue más adentro. Después va
exhalando muy suavemente el aire viciado sin perder la atención en el corazón.
Esta práctica era repetida por los monjes muchas veces al día hasta que
aparecían algunos indicadores de progreso como la “iluminación” (del espacio de
representación). Siendo precisos, hemos de admitir el pasaje por el estado de
trance en algún momento de las repeticiones de las oraciones usadas. El pasaje
por el trance no es muy diferente al que se produce en los trabajos con los
yantras o mantrams, pero como en la práctica de la “oración del corazón”, no se
tiene la intención de ser “tomado” por entidades que reemplacen la propia
personalidad, el practicante termina superando el trance y “suspendiendo” la
actividad del yo. En este sentido, en las prácticas del Yoga se puede pasar
también por distintos tipos y niveles de trance, pero se debe tener en cuenta
lo que nos dice Patanjali38 en el Sutra II del Libro I: “El yoga aspira a la liberación de las
perturbaciones de la mente”, La dirección que lleva ese sistema de prácticas va
hacia la superación del yo habitual, de los trances y de las disociaciones. En
el ensimismamiento avanzado, fuera de todo trance y en plena vigilia se produce
esa "suspensión del yo" de la que tenemos indicadores suficientes. Es
evidente que ya desde el principio de su práctica, el sujeto se orienta hacia
la desaparición de sus "ruidos" de conciencia amortiguando las
percepciones externas, las representaciones, los recuerdos y las expectativas.
Algunas prácticas del yoga39 permiten aquietar la mente y colocar al yo en estado de suspensión
durante un breve lapso.Silo
domingo, 14 de julio de 2013
Fenómenos accidentales y fenómenos deseados
La conciencia puede estructurarse en distintas formas
variando por acción de estímulos puntuales (internos y externos), o por
situaciones complejas que operan de modo no querido, de modo accidental. La
conciencia es "tomada"25
en una situación en que la reversibilidad y la autocrítica quedan prácticamente
anuladas. En el caso que nos ocupa, la "inspiración" irrumpe en
mecanismos y niveles, actuando a veces, de un modo menos evidente como
"trasfondo" de conciencia. Por otra parte, también la angustia, la
náusea, el asco y otras configuraciones pueden manifestarse súbitamente o
mantenerse como trasfondo mental más o menos prolongado. Ejemplificando: cuando
accidentalmente, levanto una piedra y en ella descubro el bullir de minúsculos
insectos que pueden pegarse a mi mano, que me pueden invadir, experimento
repulsión hacia esa vida informe que me acomete. También registro una sorda
aversión cuando percibo algo pegajoso, húmedo y tibio que avanza hacia mí. Pero
la reacción inmediata va más allá del reflejo motriz que responde a lo
peligroso, ya que me compromete visceralmente provocando un rechazo que puede
terminar en el reflejo de asco, en la arcada, en la salivación excesiva de mi
boca y en el extraordinario registro de la distancia que se ha
"acortado" entre yo y el objeto, o entre yo y la situación asquerosa.
Ese acortamiento del espacio en la representación, pone al objeto en un tipo de
existencia que le permite "tocarme" e "introducirse" en mí,
suscitando la arcada como rito de expulsión desde mi intracuerpo. Es tan poco
real el "acercamiento" mencionado, como el reflejo de arcada que le
corresponde. Por eso, la relación entre el objeto asqueroso y la respuesta de
la arcada toman características propias fuera de los objetos reales en juego.
Se convierten en un ritual en el que objeto y acto forman una estructura
particular, la estructura del asco. También ocurre esa configuración accidental
de conciencia ante un objeto moral o estéticamente repugnante, como es el caso
de una novela plagada de ingeniosidad artificiosa, de juegos de palabras, de
sensiblería tibia, dulzona y cargada de vitalidad difusa. Todo eso termina
provocando la defensa visceral que evita una "invasión" profunda de
mi cuerpo. Estas estructuras de conciencia comprometen mi unidad, afectando no
solamente ideas, emociones, o reacciones motrices, sino mi totalidad somática.
Creo oportuno hacer aquí una pequeña digresión. Es posible
considerar configuraciones de conciencia avanzadas en las que todo tipo de
violencia provocará repugnancia con los correlatos somáticos del caso. Tal
estructuración de conciencia no violenta podría llegar a instalarse en las
sociedades como una conquista cultural profunda. Esto iría más allá de las
ideas o de las emociones que débilmente se manifiestan en las sociedades
actuales, para comenzar a formar parte del entramado psicosomático y
psicosocial del ser humano.
Volviendo a nuestro cauce. Hemos reconocido estructuras de
conciencia que se configuran accidentalmente. También observamos que ocurren
configuraciones que responden a deseos, o a planes de quien se "pone"
en una particular situación mental para hacer surgir el fenómeno. Desde luego,
tal cosa a veces funciona y a veces no, como ocurre con el deseo de inspiración
artística, o con el deseo de enamoramiento. La conciencia inspirada, o mejor
aún, la conciencia dispuesta a lograr inspiración se muestra en la Filosofía,
en la Ciencia, en el Arte, y también en la vida cotidiana con ejemplos variados
y sugestivos. Sin embargo, es en la Mística especialmente donde la búsqueda de
inspiración ha hecho surgir prácticas y sistemas psicológicos que han tenido y
tienen desparejo nivel de desarrollo.
Reconocemos a las técnicas de “trance”26 como pertenecientes a
la arqueología de la inspiración mística. Así, al trance lo encontramos en las
formas más antiguas de la magia y la religión. Para provocarlo, los pueblos han
apelado a la preparación de bebidas27
de vegetales más o menos tóxicos y a la aspiración de humos y vapores28. Otras técnicas más
elaboradas, en el sentido de permitir al sujeto controlar y hacer progresar su
experiencia mística, se han ido depurando a lo largo del tiempo. Las danzas
rituales, las ceremonias repetitivas y agotadoras, los ayunos, las oraciones,
los ejercicios de concentración y meditación han tenido considerable evolución.
Silo
sábado, 13 de julio de 2013
Que Me Paso Cuando Fui Famoso(.Universidad de Santiago 11/11/93.)
Los humanos actuamos
en el mundo buscando lo que creemos que nos hará feliz.
En está aseveración
es importante reparar en la palabra "creemos".
Cuando tenemos una
creencia sobre algo, esta no se presenta como creencia. Yo creo que mañana iré
a almorzar con un amigo. Esto es un futurible, que puede o no ocurrir. No nos
referimos a este tipo de futuribles cuando hablamos de creencias. Si mañana no
voy a ese compromiso, entiendo que no salió como esperaba. Se trata, en este
caso, de un futurible en que reconozco su probabilidad de ocurrencia. Hablamos
de "creencias" cuando la probabilidad de no ocurrencia de lo que creo
es igual a cero.
Si mañana saliera a
la calle y todo auto que pasara cerca mío se me abalanzara e intentara
arrollarme, tendría varios problemas. El primero, mantenerme a salvo. Pero tan
importante como ese sería aceptar que los automovilistas no son como creo. En
lugar de cuidar a los peatones de no arrollarlos, en lugar de eso, ellos
intentan atropellarlos. Aquí tendría problemas y me resistiría a aceptar que el
mundo no es como antes creí.
Esa creencia (que
todo automovilista cuidará de no atropellar un peatón) no se me presenta como
creencia. Se me presenta como realidad. Si eso no sucede, ¡Vaya si tendría
problemas con mi imagen del mundo! Toda nuestra imagen del mundo es eso: una
imagen. Creencias que tenemos sobre el mundo y las personas.
Pero ellas tienen
para nosotros realidad sicológica. Es decir, las experimentamos como realidad y
no como creencias.
Tal como un sueño lo
experimentamos como real, y sólo sabemos que se trataba de un sueño al
despertar, de igual modo, las creencias operan como realidades y nos damos
cuenta de que se trataba de creencias cuando chocan con acontecimientos que ya
no podemos interpretar. En cierto modo, "despertamos" de esa
creencia. Estábamos ilusionados y ahora ya no, nos des-ilusionamos.
Así, tenemos
creencias de nuestras relaciones afectivas, creemos en el sistema bancario,
creemos en lo que dicen los diarios, la TV, etc.
Tenemos creencias
acerca de nosotros, del comportamiento de los otros y del comportamiento
social. Nos movemos guiados por creencias. Por algún tiempo
actuamos en el mundo
y estas creencias actúan sin hacernos chocar con los acontecimientos. Entonces,
eso va confirmando su valor de verdad.
Pero a menudo
acontece que nuestras creencias fracasan. Dejan entonces de ejercer poder sobre
nosotros y las sustituimos por otras.
No es posible
reconocer una creencia como tal. La experimentamos como realidad y sólo
descubrimos su carácter de modelo de la realidad cuando algún acontecimiento
nos muestra que las cosas no son como "creíamos". Tampoco es posible
reconocer un sueño como tal mientras dormimos. En cambio, cuando despertamos,
desde un nuevo modo de estructurar, sí es posible comprobar que lo vivido en el
momento anterior era un sueño.
Lo que creo que me
hace feliz, no se presenta como una creencia.
Cuando pierdo a mi
amada lo que experimento es la pérdida de la felicidad.
Cuando pierdo mi
dinero y me empobrezco experimento la pérdida de la felicidad y no del dinero.
Cuando pierdo el
poder o el prestigio sucede lo mismo
Desde mi experiencia
inmediata no son creencias sino situaciones objetivas dadoras de felicidad.
La situación de poder
o de fama o de prestigio es un caso particular de las ilusiones que creemos
producen felicidad.
Recuerdo situaciones
en que he comenzado un proyecto social con mucho sentido y humildad. En que
cada paso de avance es pequeño pero de mucha coherencia. La experiencia interna
de hacerlo es de plenitud y felicidad. De pronto el proyecto se hace conocido y
todos lo admiran por lo bien hecho y lo verdadero de como es llevado. Entonces
me regocijo por los aplausos y alabanzas que recibo. Pasa un poco de tiempo y
estoy preocupado por que mas hacer para recibir mas aplausos. Me simpatizan
todos los que hablan bien del proyecto y odio a todos los que hablan mal. Busco
angustiosamente como poderme hacer notar.
El nivel de
sufrimiento empieza a hacerse insoportable y me obliga a meditar. Que falló.
Como algo que comenzó con pureza y verdad me tiene en este estado. Entonces
reconozco que ya hace tiempo que me olvidé del proyecto de sus objetivos y de
su sentido. Ahora solo cumplo la función de hacerme notar, que todos sepan que
soy el descueve, me ha dejado de importar la gente que ese proyecto pretendía
beneficiar, además observo que todo lo tengo que hacer yo solo porque nadie lo
hace tan bien etc.
3
Se requiere cierto
entrenamiento para descubrir que ese estado es de sufrimiento y angustia y no
de felicidad. Porque por otra parte, soy reconocido, me dejan pasar primero, me
piden mi opinión que es muy importante, hay interés para juntarse conmigo etc.
Cuando hago algo
válido con dirección y coherencia la experiencia es de felicidad. Pero cuando
recibo un aplauso la experiencia también es de felicidad. Sólo que ésta última
quiero hacerla permanecer, que el triunfo no se escape y la mirada que estaba
puesta en otros, en ayudar a otros, en la felicidad de los otros, súbitamente
se vuelca sobre mí y los otros comienzan a ser instrumentos que utilizo para
conseguir aplausos.
Cuando estoy haciendo
el proyecto social genuinamente, estoy continuamente reflexionando y con
conciencia de mi propia existencia. Sé que no soy indispensable, reconozco el
gusto de mi acción, y se que todo es transitorio y que cuando deje esta vida y
este cuerpo y piense en esto que hoy hago volveré a experimentar felicidad.
Cuando estoy
obnubilado por los aplausos existo sólo bajo la mirada de los otros. Me miro
desde los otros y si los otros olvidan que existo experimento que no existo. En
realidad no sé si existo, no es mi tema. Soy eterno y debo asegurarme la
eternidad haciendo que todos están reconociéndome permanentemente.
La raíz de esto me parece
que tiene que ver que queremos olvidarnos de la provisoriedad de nuestra
existencia y vivir idiotizados como si eso no existiera. Entonces la vida
detrás de los aplausos se torna vacía y sinsentido.
Quiero detenerme en
otro aspecto fundamental. Busco los aplausos y me olvido de que el motivo
original del proyecto era la felicidad de los otros y me olvido que lo estoy
llevando a cabo con muchos otros que van aportando a una obra común.
De pronto los que
antes eran mis pares ya no lo son. Algo ha pasado con ellos que no quiero que
se metan conmigo. Solo necesito su opinión técnica especialista de ese
particular punto para lo que él sirve. Porque no sirve para otra cosa. En
realidad el es un buen tipo es su campo, pero hay que educar esa manía de
meterse en la cosa global.
El otro ser humano
deja de ser humano y pasa a ser una función. Si pudiera reemplazarlo por una
máquina mejor. Es una función para MI proyecto, para MIS aplausos.
Si confundo la
función que cumple una persona en la sociedad, con el ser humano que cumple esa
función, estoy negando su condición de humano, estoy convirtiéndolo en un
instrumento para mis fines, y lo trato del mismo modo que trato a cualquier
objeto. O peor porque mi computador a veces lo trato mejor. Es decir ejerzo
cotidianamente violencia sobre él porque lo he negado en su intención, su
historia, su proyecto y su futuro.
Después nos quejamos
porque aumenta la inseguridad y no nos damos cuenta que cada uno de nosotros
está acelerando el espiral de violencia
social.
Son este tipo de
reflexiones que nos lleva a formular una propuesta social centrada en el ser
humano. Ni dios, ni ley, ni amo por sobre el ser humano.
Cualquier valor que
coloque por sobre él es utilizado por los poderosos para manipularlo y hacerlo
instrumento de sus propios fines. Si es Dios, las iglesias se adueñan de Dios
para dominar al ser humano. Si es una ley, el estado se adueña y si es el
dinero, los bancos se adueñan de él para someter la historia humana a sus
mezquinos designios.
Dario Ergas
jueves, 11 de julio de 2013
Fenómenos accidentales y fenómenos deseados.
La conciencia puede estructurarse en distintas formas
variando por acción de estímulos puntuales (internos y externos), o por
situaciones complejas que operan de modo no querido, de modo accidental. La
conciencia es "tomada"25
en una situación en que la reversibilidad y la autocrítica quedan prácticamente
anuladas. En el caso que nos ocupa, la "inspiración" irrumpe en
mecanismos y niveles, actuando a veces, de un modo menos evidente como
"trasfondo" de conciencia. Por otra parte, también la angustia, la
náusea, el asco y otras configuraciones pueden manifestarse súbitamente o
mantenerse como trasfondo mental más o menos prolongado. Ejemplificando: cuando
accidentalmente, levanto una piedra y en ella descubro el bullir de minúsculos
insectos que pueden pegarse a mi mano, que me pueden invadir, experimento
repulsión hacia esa vida informe que me acomete. También registro una sorda
aversión cuando percibo algo pegajoso, húmedo y tibio que avanza hacia mí. Pero
la reacción inmediata va más allá del reflejo motriz que responde a lo
peligroso, ya que me compromete visceralmente provocando un rechazo que puede
terminar en el reflejo de asco, en la arcada, en la salivación excesiva de mi
boca y en el extraordinario registro de la distancia que se ha
"acortado" entre yo y el objeto, o entre yo y la situación asquerosa.
Ese acortamiento del espacio en la representación, pone al objeto en un tipo de
existencia que le permite "tocarme" e "introducirse" en mí,
suscitando la arcada como rito de expulsión desde mi intracuerpo. Es tan poco
real el "acercamiento" mencionado, como el reflejo de arcada que le
corresponde. Por eso, la relación entre el objeto asqueroso y la respuesta de
la arcada toman características propias fuera de los objetos reales en juego.
Se convierten en un ritual en el que objeto y acto forman una estructura
particular, la estructura del asco. También ocurre esa configuración accidental
de conciencia ante un objeto moral o estéticamente repugnante, como es el caso
de una novela plagada de ingeniosidad artificiosa, de juegos de palabras, de
sensiblería tibia, dulzona y cargada de vitalidad difusa. Todo eso termina
provocando la defensa visceral que evita una "invasión" profunda de
mi cuerpo. Estas estructuras de conciencia comprometen mi unidad, afectando no
solamente ideas, emociones, o reacciones motrices, sino mi totalidad somática.
Creo oportuno hacer aquí una pequeña digresión. Es posible
considerar configuraciones de conciencia avanzadas en las que todo tipo de
violencia provocará repugnancia con los correlatos somáticos del caso. Tal
estructuración de conciencia no violenta podría llegar a instalarse en las
sociedades como una conquista cultural profunda. Esto iría más allá de las
ideas o de las emociones que débilmente se manifiestan en las sociedades
actuales, para comenzar a formar parte del entramado psicosomático y
psicosocial del ser humano.
Volviendo a nuestro cauce. Hemos reconocido estructuras de
conciencia que se configuran accidentalmente. También observamos que ocurren
configuraciones que responden a deseos, o a planes de quien se "pone"
en una particular situación mental para hacer surgir el fenómeno. Desde luego,
tal cosa a veces funciona y a veces no, como ocurre con el deseo de inspiración
artística, o con el deseo de enamoramiento. La conciencia inspirada, o mejor
aún, la conciencia dispuesta a lograr inspiración se muestra en la Filosofía,
en la Ciencia, en el Arte, y también en la vida cotidiana con ejemplos variados
y sugestivos. Sin embargo, es en la Mística especialmente donde la búsqueda de
inspiración ha hecho surgir prácticas y sistemas psicológicos que han tenido y
tienen desparejo nivel de desarrollo.
Reconocemos a las técnicas de “trance”26 como pertenecientes a
la arqueología de la inspiración mística. Así, al trance lo encontramos en las
formas más antiguas de la magia y la religión. Para provocarlo, los pueblos han
apelado a la preparación de bebidas27
de vegetales más o menos tóxicos y a la aspiración de humos y vapores28. Otras técnicas más
elaboradas, en el sentido de permitir al sujeto controlar y hacer progresar su
experiencia mística, se han ido depurando a lo largo del tiempo. Las danzas
rituales, las ceremonias repetitivas y agotadoras, los ayunos, las oraciones,
los ejercicios de concentración y meditación han tenido considerable evolución.
Silo
miércoles, 10 de julio de 2013
La “conciencia inspirada”.
La conciencia inspirada es una estructura global,
capaz de lograr intuiciones inmediatas de la realidad. Por otra parte, es apta
para organizar conjuntos de experiencias y para priorizar expresiones que se
suelen transmitir a través de la Filosofía, la Ciencia, el Arte y la Mística.
En orden a nuestro desarrollo, podemos preguntar y responder un
tanto escolarmente: ¿Es la conciencia inspirada un estado de ensimismamiento o
de alteración? ¿Es la conciencia inspirada un estado perturbado, una ruptura de
la normalidad, una extrema introyección, o una extrema proyección? Sin duda que
la conciencia inspirada es más que un estado, es una estructura global que pasa
por diferentes estados y que se puede manifestar en distintos niveles. Además,
la conciencia inspirada perturba el funcionamiento de la conciencia habitual y
rompe la mecánica de los niveles. Por último, es más que una extrema
introyección o una extrema proyección ya que alternativamente se sirve de
ellas, en atención a su propósito. Esto último es evidente cuando la conciencia
inspirada responde a una intención presente o, en algunos casos, cuando
responde a una intención no presente pero que actúa copresentemente.
En la Filosofía no son de importancia los sueños inspiradores,
ni las inspiraciones súbitas, sino la intuición directa que aplican algunos
pensadores para aprehender las realidades inmediatas del pensamiento sin
intermediación del pensar deductivo o discursivo. No se trata de las corrientes
"intuicionistas" en Lógica y en Matemáticas, sino de pensadores que
privilegian la intuición directa como en el caso de Platón con las Ideas, de
Descartes con el pensar claro y distinto, descartando el engaño de los sentidos
y de Husserl con las descripciones de las noesis, "en la suspensión del
juicio” (epojé)15
En la historia de la Ciencia se rescatan ejemplos de
inspiraciones súbitas que permitieron avances importantes. El caso más
conocido, aunque dudoso, es el de la famosa “caída de la manzana de Newton”16. Si así hubiera
ocurrido, deberíamos reconocer que la súbita inspiración fue motivada por una
lenta pero intensa búsqueda orientada hacia el sistema cósmico y la gravedad de
los cuerpos. A modo de ejemplo, podemos tener en cuenta otro caso como el
ocurrido al químico Kekulé17
Éste soñó una noche con varias serpientes entrelazadas que le sirvieron de
inspiración para desarrollar las notaciones de la química orgánica. Sin duda
que su preocupación constante por formular los enlaces entre substancias siguió
actuando aun en el nivel de sueño paradojal, para tomar la vía de la
representación alegórica.
En el Arte hay muchos ejemplos de sueños inspiradores. Tal el
caso de Mary Shelley18.
Ésta había declarado ante sus amigos, que sentía esa “...vacía incapacidad de
invención que es la mayor desdicha del autor”, pero esa noche vio en sus sueños
al horrendo ser que motivó su novela de “Frankenstein o el Prometeo moderno”.
Otro tanto ocurrió con el sueño de R. L. Stevenson19 que puso en marcha su
relato fantástico “El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde”. Por cierto
que las inspiraciones vigílicas de escritores y poetas son las más
abundantemente conocidas del campo de las artes. Sin embargo, por otros medios
hemos llegado a conocer inspiraciones de pintores como Kandinsky20 que en "Lo
espiritual en el arte", describe la necesidad interior que se expresa como
inspiración en la obra artística. Artistas plásticos, literatos, músicos,
danzarines y actores, han buscado la inspiración tratando de colocarse en
ambientes físicos y mentales no habituales. Los diferentes estilos artísticos,
que responden a las condiciones epocales, no son simplemente modas o modos de
generar, captar e interpretar la obra artística, sino maneras de
"disponerse" para recibir y dar impactos sensoriales. Esta
"disposición" es la que modula la sensibilidad individual o colectiva
y es, por tanto, el predialogal21
que permite establecer la comunicación estética.
En la Mística encontramos vastos campos de inspiración. Debemos
señalar que cuando hablamos de "mística" en general, estamos
considerando fenómenos psíquicos de "experiencia de lo sagrado" en
sus diversas profundidades y expresiones. Existe una copiosa literatura que da
cuenta de los sueños22,
las “visiones” del semisueño23,
y las intuiciones vigílicas24
de los personajes referenciales de religiones, sectas y grupos místicos.
Abundan, además, los estados anormales y los casos extraordinarios de
experiencias de lo sagrado que podemos tipificar como Éxtasis o sea,
situaciones mentales en que el sujeto queda absorto, deslumbrado dentro de sí y
suspendido; como Arrebato, por la agitación emotiva y motriz incontrolable, en
la que el sujeto se siente transportado, llevado fuera de sí a otros paisajes
mentales, a otros tiempos y espacios; por último, como
"Reconocimiento" en que el sujeto cree comprenderlo todo en un
instante. En este punto estamos considerando a la conciencia inspirada en
su experiencia de lo sagrado que varía en su modo de estar frente al fenómeno
extraordinario, aunque por extensión se han atribuido también esos
funcionamientos mentales a los raptos del poeta o del músico, casos en que
"lo sagrado" puede no estar presente.
Hemos mencionado estructuras de conciencia a las que llamamos
"conciencia inspirada" y las hemos mostrado en grandes campos
conocidos como la Filosofía, la Ciencia, el Arte y la Mística. Pero en la vida
cotidiana, la conciencia inspirada actúa con frecuencia en las intuiciones o en
las inspiraciones de la vigilia, del semisueño y el sueño paradojal. Ejemplos
cotidianos de inspiración son los del "pálpito", del enamoramiento,
de la comprensión súbita de situaciones complejas y de resolución instantánea
de problemas que perturbaron durante mucho tiempo al sujeto. Estos casos no
garantizan el acierto, la verdad, o la coincidencia del fenómeno respecto a su
objeto, pero los registros de "certeza" que los acompañan, son de
gran importancia.
Silo
martes, 9 de julio de 2013
La “conciencia perturbada”.
Existen diametrales posiciones del yo entre estados
alterados que van desde la actividad cotidiana a la emoción violenta y estados
ensimismados que van desde la calma reflexiva hasta la desconexión con el mundo
externo. Hay, sin embargo, otros estados alterados en los que las
representaciones se externalizan proyectivamente, de tal modo que realimentan a
la conciencia como “percepciones” provenientes del mundo externo y otros, de
ensimismamiento, en los que la percepción del mundo externo se internaliza
introyectivamente.
Hemos escuchado y leído historias e informes seriamente
controlados, sobre las alucinaciones que padecen quienes se encuentran en
situaciones de compromiso en las altas montañas, en las soledades polares, en
los desiertos y en los mares. El estado físico de fatiga, anoxia y sed; el
estado psíquico de abandono en la monotonía del silencio y la soledad; las
condiciones ambientales térmicas extremas, son elementos que han llegado a
conformar casos de alteraciones alucinatorias y mucho más frecuentemente, casos
de alteraciones ilusorias puntuales.
Por otra parte, del lado del ensimismamiento introyectivo, la
sensación externa llega a la conciencia pero la representación correspondiente
opera desconectada del contexto general perceptivo realimentando a la
conciencia que interpreta y registra el fenómeno como interioridad
“significativa”, como representación que parece “dirigirse” a la interioridad
del sujeto de modo directo. En un ejemplo: las luces coloreadas de los
semáforos de una gran ciudad, comienzan de pronto, a los ojos de un angustiado
peatón, a “enviar” misteriosos códigos y claves. El sujeto, a partir de ese
momento, se considera como la única persona capaz de “recibir” y comprender el
significado de esos mensajes.
Los estados alterados proyectados y los estados ensimismados
introyectados corresponden a transitorias o permanentes perturbaciones de la
conciencia vigílica que mencionamos acá como casos de emplazamientos
diametrales en la ubicación del yo. Por lo demás, debemos mencionar también a
los estados de alteración y ensimismamiento en el nivel de sueño con
imágenes y en el semisueño.
En Psicología III pasamos revista a numerosos casos de
perturbaciones transitorias de conciencia14.
Se mencionó la situación de alguien que proyecta sus representaciones internas
y queda fuertemente sugestionado por ellas, de modo parecido a lo que ocurre en
pleno sueño cuando se padece la sugestión de las imágenes oníricas. Se trata de
alucinaciones que también ocurren por estados febriles intensos; por acción
química (gases, drogas y alcohol); por acción mecánica (giros, respiraciones
forzadas, opresión de arterias); por supresión de sentidos externos (cámara de
silencio) y por supresión de sentidos internos (ingravidez en cosmonautas).
Debemos considerar también las perturbaciones accidentales
cotidianas. Estas se manifiestan en los cambios de humor súbito, tales como los
accesos de cólera y las explosiones de entusiasmo que en mayor o menor medida,
nos permiten experimentar el desplazamiento del yo hacia la periferia mientras
cae la reversibilidad y el estado se hace más alterado. Observamos lo contrario
frente a un peligro súbito, ante el cual el sujeto se contrae o huye tratando
de poner distancia entre él y el objeto amenazante. En todo caso, el
desplazamiento del yo es hacia la interioridad. También podemos comprobar, en
la misma dirección, ciertas conductas infantiles curiosas. En efecto, los niños
suelen utilizar juguetes monstruosos con los que “frenan” o “combaten” a otros
monstruos que están al acecho, o se acercan en la noche... Y, cuando esa
tecnología no da resultado, siempre queda el recurso de las sábanas que ocultan
el cuerpo ante las atroces amenazas. Es claro, en estos casos, que el yo se ensimisma
e introyecta.
Silo
lunes, 8 de julio de 2013
Estructuras, estados y casos no habituales.
Llamamos “no habituales” a los comportamientos que
muestran anormalidades respecto a parámetros del individuo o del grupo que se
esté considerando. Es claro que si la población de un país o un grupo humano
enloquecen, no dejamos de considerar a esos casos dentro de los comportamientos
“no habituales” por el hecho de contar con numerosos representantes. En todo
caso, ese conjunto humano debe ser comparado con situaciones estables en las
que ha vivido y en las que la reversibilidad, el sentido crítico y el control
de sus actos, tiene características previsibles. Por otra parte, hay casos “no
habituales” que son fugaces y otros que parecen arraigarse o aun desplegarse a
medida que pasa el tiempo. No es de nuestro interés tipificar esas conductas
sociales desde el punto de vista del Derecho, de la Economía, o de la
Psiquiatría. Tal vez encontraríamos más motivos de reflexión sobre estos casos
en la Antropología y en la Historia...
Si nuestro interés por los comportamientos “no habituales” nos
lleva al campo de lo personal, o a lo sumo de lo interpersonal inmediato,
seguirán siendo válidos los criterios de reversibilidad, sentido crítico y
control de los propios actos en relación con esa historia personal o
interpersonal. Aquí también es aplicable lo comentado anteriormente con
respecto a los casos “no habituales” fugaces y los que parecen arraigarse o aún
desplegarse en su anormalidad a medida que pasa el tiempo.
Llevemos pues nuestro estudio sobre los comportamientos “no
habituales” fuera del terreno de la patología para concentrarnos, dentro de
nuestra Psicología, en dos grandes grupos de estados y casos a los que hemos
llamado el grupo de la “conciencia perturbada” y el grupo de la “conciencia
inspirada”
Silo
domingo, 7 de julio de 2013
Estructuras de conciencia.
Los diferentes modos de estar el ser humano en el
mundo11, las diferentes
posiciones de su experimentar y hacer, responden a estructuraciones completas
de conciencia. Así: la "conciencia desdichada", la "conciencia
angustiada", la conciencia emocionada", la "conciencia
asqueada", la "conciencia nauseada", la "conciencia
inspirada", son casos relevantes que han sido descritos convenientemente12 Es aquí pertinente
anotar que tales descripciones se pueden aplicar a lo personal, a lo grupal y a
lo social. Por ejemplo, para describir una estructura de conciencia en pánico,
se debe arrancar de una situación colectiva, como se reconoce en los orígenes
(legendarios e históricos) de la palabra "pánico" que designa un
especial estado de conciencia. Con el paso del tiempo, el vocablo “pánico” se
usó cada vez más frecuentemente para explicar una alteración de conciencia
individual13.
Ahora bien, los casos anteriormente citados pueden ser
entendidos individualmente o en un conjunto (en atención a la intersubjetividad
constitutiva de la conciencia). Siempre que ocurran variaciones en esas
estructuraciones globales, ocurrirán también variaciones en los fenómenos
concurrentes, tal es el caso del yo. Así, en plena vigilia pero en estados de
conciencia diferentes, registramos al yo ubicado en distintas profundidades del
espacio de representación.
Para comprender lo anterior, debemos apelar a las diferencias
entre niveles y estados de conciencia. Los niveles clásicos de vigilia,
semisueño, sueño profundo paradojal y sueño profundo vegetativo, no ofrecen
dificultades de comprensión. Pero en cada uno de esos niveles tenemos la
posibilidad de reconocer posiciones variables de los fenómenos psíquicos. Poniendo
ejemplos extremos: decimos que cuando el yo mantiene contacto sensorial con el
mundo externo pero se encuentra perdido en sus representaciones o evocaciones,
o se tiene en cuenta a sí mismo sin intereses relevantes sobre su acción en el
mundo, estamos en presencia de una conciencia vigílica en estado de
ensimismamiento. El cuerpo actúa externamente en una suerte de “irrealidad”
que, profundizándose, puede llegar a la desconexión y la inmovilidad. Se trata
de un “corrimiento” del yo hacia una presencia constante de los registros de
evocación, representación o percepción táctil-cenestésica y, por tanto, la
distancia se “alarga” entre el yo y el objeto externo. En el caso opuesto, el
yo perdido en el mundo externo, se desplaza hacia los registros táctil
kinestésicos sin crítica ni reversibilidad sobre los actos que realiza. Estamos
ante un caso de conciencia vigílica en estado de alteración como puede
ocurrir en la llamada “emoción violenta”. En este caso, la importancia que
cobra el objeto externo es decisiva, acortándose la distancia entre el yo y el
objeto percibido.
Silo
Espacialidad y temporalidad de los fenómenos de conciencia4.
En vigilia activa, el yo se ubica en las zonas más
externas del espacio de representación, “perdido” en los límites del tacto
externo, pero si hago apercepción de algo que veo, el registro del yo sufre un
corrimiento. En ese momento puedo decirme a mí mismo: “Veo desde mí al objeto
externo y me registro adentro de mi cuerpo”. Aunque estoy conectado con el
mundo externo por medio de los sentidos, existe una división de espacios y es
en el interno donde me emplazo yo. Si posteriormente apercibo mi respiración,
podré decirme a mí mismo: “Experimento desde mí el movimiento de los pulmones,
estoy adentro de mi cuerpo pero no adentro de mis pulmones”. Está claro que experimento
una distancia entre el yo y los pulmones, no solamente porque al yo lo registro
en la cabeza que está alejada de la caja torácica sino porque en todos los
casos de percepción interna (como ocurre con un dolor de muelas o un dolor de
cabeza), los fenómenos estarán siempre a “distancia” de mí como observador.
Pero aquí no nos interesa esta “distancia” entre el observador y lo observado,
sino la “distancia” desde el yo hacia el mundo externo y desde el yo hacia el
mundo interno. Por cierto que podemos destacar matices muy sutiles en la
variabilidad de las posiciones “espaciales” del yo, pero acá estamos resaltando
las ubicaciones diametrales del yo en cada caso mencionado. Y, en esta
descripción, podemos decir que el yo se puede ubicar en la interioridad del
espacio de representación pero en los límites táctiles kinestésicos que dan
noción del mundo externo y, opuestamente, en los límites táctiles cenestésicos
que dan noción del mundo interno5.
En todo caso, podemos usar la figura de una película bicóncava (como límite
entre mundos), que se dilata o contrae y con ello focaliza o difumina el
registro de los objetos externos o internos. La atención se dirige, más o menos
intencionadamente, hacia los sentidos externos o internos en la vigilia y
pierde el manejo de su dirección en el semisueño, el sueño y aun en la vigilia
de los estados alterados, ya que en todos esos niveles y estados la reversibilidad
es afectada por fenómenos y registros que se imponen a la conciencia. Es muy
evidente que en la constitución del yo intervienen no solamente la memoria, la
percepción y la representación, sino la posición de la atención en el espacio
de representación. No se está hablando, por consiguiente, de un yo substancial
sino de un epifenómeno de la actividad de la conciencia.
Este "yo-atención" parece cumplir con la función de
coordinar las actividades de la conciencia con el propio cuerpo y con el mundo
en general. Los registros del transcurrir y de la posición de los fenómenos
mentales se imbrican en esta coordinación a la que se independiza de la misma
coordinación. Y así, la metáfora del "yo" termina por cobrar
identidad y “substancialidad” independizándose de la estructura de funciones de
la conciencia.
Por otra parte, los reiterados registros y reconocimientos de la
acción de la atención se van configurando en el ser humano muy tempranamente, a
medida que el niño dispone de direcciones más o menos voluntarias hacia el
mundo externo y el intracuerpo. Gradualmente, con el manejo del cuerpo y de
ciertas funciones internas, se va robusteciendo la presencia puntual y también
una copresencia en la que el registro del propio yo se constituye en concentrador
y trasfondo de todas las actividades mentales. Estamos en presencia de esa gran
ilusión de la conciencia a la que llamamos "Yo".
Debemos considerar ahora al emplazamiento del yo en los
distintos niveles de conciencia. En vigilia el yo ocupa una posición central
dada por la disponibilidad de la atención y de la reversibilidad. Esto varía
considerablemente en el semisueño, cuando los impulsos que provienen de los
sentidos externos tienden a debilitarse o fluctuar entre el mundo externo y una
cenestesia generalizada. Durante el sueño con imágenes, el yo se internaliza.
Es, por último, durante el sueño vegetativo cuando el registro del yo se esfuma6. Las transformaciones
de los impulsos en los ensueños vigílicos aparecen en las secuencias de
asociaciones libres con numerosas traducciones alegóricas, simbólicas y
sígnicas, que conforman el especial lenguaje de imágenes de la cenestesia. Por
cierto, nos estamos refiriendo a las secuencias imaginarias sin control,
propias de las vías asociativas y no a las construcciones imaginarias que
siguen un desarrollo más o menos premeditado7,
o a las traducciones de los impulsos canalizados en las vías abstractivas que
también se manifiestan como imágenes simbólicas y sígnicas. Los impulsos,
transformándose en distintos niveles, también hacen variar el registro del yo
en la profundidad o superficialidad del espacio de representación. Usando una
figura, podemos señalar que los fenómenos psíquicos se registran siempre entre
coordenadas “espaciales” x e y, pero también con respecto a z,
siendo “z” la profundidad del registro en el espacio de representación. Desde
luego, el registro de cualquier fenómeno se experimenta en la
tridimensionalidad del espacio de representación (en cuanto a altura vertical,
lateralidad horizontal y profundidad de los impulsos, conforme mayor
externalidad o mayor interioridad), cosa que podemos comprobar al apercibir o
representar impulsos provenientes del mundo externo, del intracuerpo, o de la
memoria.
Sin complicarnos con descripciones propias de la Fenomenología,
debemos considerar ahora algunos tópicos estudiados exhaustivamente por ella8. Así, decimos que en
vigilia los campos de presencia y copresencia permiten ubicar los
fenómenos en sucesión temporal, estableciéndose la relación de hechos desde el
momento actual en el que estoy emplazado, con los momentos anteriores de los
que proviene el fluir de mi conciencia y con los posteriores hacia los
que se lanza ese fluir. En todo caso, el instante presente es la barrera de la
temporalidad y si bien no puedo dar razón de él porque al pensarlo sólo cuento
con la retención de lo ocurrido en la dinámica de mi conciencia, su
aparente "fijeza" me permite ir hacia el "atrás" de los
fenómenos que ya no son, o hacia el "adelante" de los fenómenos que todavía
no son. Es en el horizonte de la temporalidad de la conciencia donde se
inscribe todo acontecimiento. Y en el horizonte restringido que fija la
presencia de actos y objetos, siempre estará actuando un campo de
copresencia en el que se conectarán todos ellos.
A diferencia de lo que ocurre en el transcurrir del mundo
físico, los hechos de conciencia no respetan la sucesión cronológica sino que
regresan, perduran, se actualizan, se modifican y se futurizan, alterando al
instante presente. El “instante presente” se estructura por el entrecruzamiento
de la retención y de la protensión. Ejemplificando: un acontecimiento doloroso
imaginado a futuro, puede actuar sobre el presente del sujeto desviando la
tendencia que llevaba su cuerpo en dirección a un objeto previamente querido.
Así, las leyes que se cumplen en la espacio-temporalidad del mundo físico
sufren un desvío considerable en los objetos y los actos mentales. Esta
independencia del psiquismo, por “desviación” de las leyes físicas, hace
recordar la idea de “clinamen” que presentara Epicuro para
introducir la libertad en un mundo dominado por el mecanicismo9.
Dando por comprendida la estructuralidad de la conciencia en la
relación entre los “aparatos” y las diferentes vías por las que circula el
impulso, podemos considerar a éste en sus distintas transformaciones como el
“átomo” básico de la actividad psíquica. Sin embargo, tal átomo no se presenta
aislado sino en “trenes de impulsos”, en configuraciones que dan lugar a la
percepción, al recuerdo y a la representación. De este modo, la inserción de lo
psíquico en la espacialidad externa comienza por los impulsos que, convertidos
en protensiones de imágenes kinestésicas, se desplazan hacia el exterior de la
tridimensionalidad del espacio de representación moviendo al cuerpo. Es claro
que las imágenes cenestésicas y las correspondientes a los sentidos externos
actúan de modo auxiliar (como "señales compuestas"), en todo fenómeno
en el que se va seleccionando y regulando la dirección e intensidad motriz. En
definitiva, en ese fluir de impulsos relativos al tiempo y al espacio de
conciencia, ocurren los primeros eventos que terminarán modificando al mundo.
No es ociosa aquí una reflexión general sobre los hechos en los
que el psiquismo actúa desde y hacia su externidad. Para comenzar, observamos
que los objetos materiales se presentan como espacialidad a la captación
“táctil” de los sentidos externos que diferencian el corpúsculo, la onda, la
molécula, la presión, la termicidad, etc. Para terminar, decimos que estas
“impresiones”, o impulsos externos al psiquismo, ponen en marcha un sistema de
interpretación y respuesta que no puede operar sino en un espacio interno.
Estamos afirmando del modo más amplio que por variación de
impulsos entre “espacios”, el psiquismo es penetrado y penetra al mundo. No
estamos hablando de circuitos cerrados entre estímulos y respuestas, sino de un
sistema abierto y creciente que capta y actúa por acumulación y protensión
temporal. Por otra parte, esta “apertura” entre espacios no ocurre por
franquear las barreras de una mónada10
sino porque la conciencia, ya en su origen, se constituye
desde, en y para el mundo.
Silo
sábado, 6 de julio de 2013
La conciencia, la atención y el "yo".
Llamamos "conciencia" al aparato que
coordina y estructura las sensaciones, las imágenes y los recuerdos del
psiquismo humano. Por otra parte, no se puede ubicar a la conciencia en un
lugar preciso del sistema nervioso central, o en algún punto y profundidad
cortical o subcortical. Tampoco es el caso de confundir puntos de trabajo
especializado, tales los casos de los “centros”, con estructuras de
funcionamiento que se verifican en la totalidad del sistema nervioso.
Para una mayor claridad expositiva, designamos como
"fenómenos conscientes" a todos los que ocurren en los diferentes
niveles y estados de vigilia, semisueño y sueño, incluidos los subliminales
(que suceden en el límite del registro de lo percibido, de lo representado y de
lo recordado). Desde luego, al hablar de lo "subliminal", no nos
estamos refiriendo a un supuesto "subconsciente" o
"inconsciente".
A menudo se confunde la conciencia con el "yo" cuando
en realidad éste no tiene una base corporal como ocurre con aquélla a la que se
puede ubicar como "aparato" registrador y coordinador del psiquismo
humano. En su momento dijimos: "... Ese registro de la propia identidad de
la conciencia está dado por los datos de sentidos y los datos de memoria más
una peculiar configuración que otorga a la conciencia la ilusión de permanencia
no obstante los continuos cambios que en ella se verifican. Esa
configuración ilusoria de identidad y permanencia es el yo"3. En los estados
alterados de conciencia se comprueba frecuentemente que ésta se mantiene en
vigilia al tiempo que determinados impulsos que deberían llegar a su registro
han sido bloqueados, sufriendo la noción del yo una alteración o extrañamiento;
se pierde reversibilidad, sentido crítico y a veces, las imágenes
descontextualizadas toman "realidad" externa alucinatoria. En esa
situación, el yo es registrado como emplazándose en zonas límites externas del
espacio de representación y a cierta "distancia" del yo habitual. El
sujeto se puede experimentar registrando y sintiendo fenómenos que provienen
del mundo externo cuando en rigor, los fenómenos mencionados no son de
percepción sino de representación. A estos fenómenos en los que la
representación sustituye a la percepción y, por tanto, se los sitúa en un
"espacio externo" hacia cuyo límite se desplaza el yo, solemos llamarlos
"proyecciones".
Silo
Impulsos y desdoblamiento de impulsos.
Se afirmó en Psicología III1 que el trabajo
de un impulso en cualquier circuito termina por dar registro interno al sujeto.
Uno de los circuitos comprende la percepción, la representación, la nueva toma
de la representación y la sensación interna en general. Otro circuito nos
muestra el recorrido de impulsos que terminan en las acciones lanzadas hacia el
mundo externo, de las cuales el sujeto tiene también sensación interna. Esta
toma de realimentación es la que permite aprender de las propias acciones por
perfeccionamiento de la acción anterior o por descarte del error cometido. Todo
esto quedó claro con el ejemplo de aprendizaje en el uso de un teclado2.
Por otra parte, todo impulso que termina en el intracuerpo o en
el exterior del cuerpo, da registros de distintos emplazamientos en el espacio
de representación, pudiendo señalarse que los impulsos del intracuerpo se
emplazan en el límite táctil-cenestésico hacia "dentro" y los
impulsos que terminan en acciones en el mundo externo se registran en el límite
táctil- kinestésico hacia "fuera" del cuerpo. Cualquiera sea la
dirección del impulso que necesariamente cuenta con un correlato de información
o sensación interna, siempre modificará el estado general del circuito. Con
respecto a esta aptitud transformadora de los impulsos, podemos considerar dos
tipos: 1.- aquellos capaces de liberar tensiones o hacer descarga de energía
psicofísica, a los que llamaremos "catárticos" y 2.- los que permiten
trasladar cargas internas, integrar contenidos y ampliar las posibilidades de desarrollo
de la energía psicofísica, a los que llamaremos "transferenciales".
Por tanto, todo impulso, independientemente de su dirección, tendrá una aptitud
predominantemente catártica o transferencial. Además, en todo impulso existirá
una cuota de gratificación o malestar, de agrado o desagrado, que permitirá al
sujeto hacer selección de sus actos de conciencia o de sus acciones corporales.
Los impulsos se "desdoblan" a través de
realimentaciones diversas como las que permiten cotejar registros de percepciones
con registros de representaciones y a las que necesariamente acompañan
"retenciones" o memorizaciones de las mismas. Existen otros desdoblamientos
que "enfocan", más o menos voluntariamente, a las percepciones y a
las representaciones. Estos desdoblamientos han sido designados como
"apercepciones", es decir, como selección y dirección de la
conciencia hacia las fuentes de percepción y como "evocaciones", es
decir, como selección y dirección de la conciencia hacia las fuentes de retención.
La voluntaria e involuntaria dirección y selección de la conciencia hacia sus
distintas fuentes constituye la función que genéricamente ha sido llamada
"atención".
Silo
viernes, 5 de julio de 2013
El sistema de representación en los estados alterados de conciencia.
En los desplazamientos
por el espacio de representación, llegamos a sus límites. A medida que las
representaciones descienden, el espacio tiende a obscurecerse e, inversamente,
hacia arriba va aumentando la claridad. Estas diferencias de luminosidad entre
“profundidades” y “alturas”, seguramente tienen que ver con la información de
memoria que desde la primera infancia va asociando la grabación de luminosidad
a los espacios altos. También se puede comprobar la luminosidad mayor que tiene
cualquier imagen visual emplazada a nivel de los ojos, mientras que su
definición disminuye a medida que se la ubique fuera de ese nivel. Lógicamente,
el campo de visión se abre con más facilidad al frente y hacia arriba de los
ojos (hacia la cúspide de la cabeza) que al frente y hacia abajo (hacia el
tronco, las piernas y los pies). No obstante lo dicho, algunos pintores de
zonas frías y brumosas nos muestran en los planos bajos de sus lienzos una
especial iluminación en las que a menudo están los campos nevados, así como una
creciente obscuridad hacia los espacios altos que suelen aparecer cubiertos de
nubes.
En las profundidades o en las alturas, aparecen objetos más o
menos luminosos, pero al representar tales objetos no se modifica el tono
general de luz que pueda existir en los distintos niveles del espacio de
representación.
Por otra parte y solamente en determinadas condiciones de
alteración de conciencia, se produce un curioso fenómeno que irrumpe iluminando
todo el espacio de representación. Este fenómeno acompaña a las fuertes conmociones
psíquicas que entregan un registro emotivo cenestésico muy profundo. Esta luz
que ilumina todo el espacio de representación se hace presente de tal manera
que aunque el sujeto suba o baje el espacio permanece iluminado, no dependiendo
esto de un objeto particularmente luminoso, sino que todo el “ambiente”
aparece ahora afectado. Es como si se pusiera la pantalla de tv a máximo brillo. En tal caso, no se
trata de unos objetos más iluminados que otros sino del brillo general. En algunos
procesos transferenciales, y luego de registrar este fenómeno, algunos sujetos
salen a vigilia con una aparente modificación de la percepción del mundo
externo. Así, los objetos resultan más brillantes, más netos y con más volumen,
según las descripciones que se suelen hacer en estos casos. Al producirse
este curioso fenómeno de iluminación del espacio, algo ha pasado con el
sistema de estructuración de la conciencia que ahora interpreta de un modo
diferente la percepción externa habitual. No es que se “hayan depurado las
puertas de la percepción”, sino que se ha modificado la representación que
acompaña a la percepción.
De un modo empírico y por medio de diversas prácticas místicas,
los devotos de algunas religiones tratan de ponerse en contacto con un fenómeno
trascendente a la percepción y que parece irrumpir en la conciencia como “luz”.
Por diferentes procedimientos ascéticos o rituales, por medio del ayuno, de la
oración, o de la repetición, se pretende lograr el contacto con una suerte de
fuente de luz. En los procesos transferenciales y en los procesos autotransferenciales,
sea por accidente en el primer caso, o de modo dirigido en el segundo, se tiene
experiencia de estos curiosos acontecimientos psíquicos. Se sabe que estos se
pueden producir cuando el sujeto ha recibido una fuerte conmoción psíquica, es
decir que su estado es aproximadamente un estado alterado de conciencia. La
literatura religiosa universal está plagada de numerosos relatos acerca de
estos fenómenos. También es interesante advertir que esta luz en ocasiones se
“comunica” y hasta “dialoga” con el sujeto, tal cual está ocurriendo en estos
tiempos con las luces que se ven en los cielos y que llegando a los temerosos
observadores les dan sus “mensajes de otros mundos”.
Hay otros muchos casos de variaciones de color, calidad e
intensidad lumínica, como sucede con ciertos alucinógenos, pero esos casos no
tienen que ver con lo comentado anteriormente.
Según se describe en muchos textos, algunas personas que
aparentemente murieron y volvieron a la vida, tuvieron la experiencia de
abandonar su cuerpo e ir orientándose hacia una luz cada vez más viva, sin
poder relatar bien si es que ellos avanzaban hacia la luz o si ésta avanzaba
hacia ellos. El hecho es que los protagonistas se van encontrando con semejante
luz que tiene la propiedad de comunicarse y hasta de dar indicaciones. Pero
para poder contar estas historias habrá que recibir un golpe eléctrico en el
corazón, o algo por el estilo, y entonces nuestros héroes se sentirán
retrocediendo y alejándose de la famosa luz con la que estaban por tomar un
interesante contacto.
Hay numerosas explicaciones acerca de estos fenómenos,
explicaciones por el lado de la anoxia, de la acumulación de dióxido de
carbono, de la alteración de ciertas enzimas cerebrales. Pero a nosotros, como
de costumbre, no nos interesan tanto las explicaciones, que hoy son unas y
mañana otras, sino más bien nos interesa el sistema de registro, el emplazamiento
afectivo que padece el sujeto y esa suerte de gran “sentido” que parece
irrumpir sorpresivamente. Aquellos que creen haber vuelto de la muerte,
experimentan un gran cambio por el hecho de haber registrado un “contacto” con
un fenómeno extraordinario que de pronto emerge y del que no se alcanza a
comprender si es un fenómeno de percepción o de representación, pero que
parece de gran importancia ya que tiene aptitud para cambiar súbitamente el
sentido de la vida humana.
Es sabido, por lo demás, que los estados alterados de
conciencia pueden darse en distintos niveles y, por supuesto, en el nivel
vigílico. Cuando uno se encoleriza, se produce en vigilia un estado
alterado. Cuando uno de pronto siente euforia y una gran alegría, también está
rozando un estado alterado de conciencia. Pero cuando se habla de “estado
alterado”, se suele pensar en algo infravigílico. Sin embargo, los estados
alterados son frecuentes, suceden en distinto grado y con distinta calidad. Los
estados alterados siempre implican el bloqueo de la reversibilidad en alguno de
sus aspectos. Hay estados alterados de conciencia aún en vigilia, como son los
estados producidos por la sugestionabilidad. Todo el mundo está más o menos
sugestionado por los objetos que muestra la publicidad o que magnifican los
comentaristas mediáticos. Mucha gente en el mundo cree en las bondades de los
artículos que repetidamente se van proponiendo en las diversas campañas. Estos
artículos pueden ser objetos de consumo, valores, puntos de vista sobre
diferentes tópicos, etcétera. La disminución de la reversibilidad en los
estados alterados de conciencia, está presente en cada uno de nosotros y a
cada momento. En casos más profundos de susceptibilidad, nos encontramos ya
con el trance hipnótico. El trance hipnótico trabaja en el nivel de conciencia
vigílica, aunque el creador de la palabra “hipnosis” haya pensado que era una
suerte de sueño. El sujeto hipnotizado camina, va, viene, anda con los ojos
abiertos, efectúa operaciones, y también durante el efecto post-hipnótico el
sujeto sigue actuando en vigilia pero cumpliendo con el mandato que se le dió
en el momento de la sesión hipnótica. Se trata de un fuerte estado alterado de
conciencia.
Están los estados alterados patológicos en los que se disocian
importantes funciones de la conciencia. También hay estados no patológicos en
los que provisoriamente se pueden escindir, dividir las funciones. Por ejemplo,
en ciertas sesiones espíritas alguien puede estar conversando y al mismo
tiempo, su mano se pone a escribir automáticamente y comienza a pasar
“mensajes” sin que el sujeto advierta lo que está ocurriendo.
Con los casos de división de las funciones y de escisiones de
personalidad, se podría organizar un listado muy extenso de los estados
alterados. Muchos estados alterados acompañan a fenómenos de defensa que se
ponen en marcha cuando ocurren disparos adrenalínicos frente a un peligro y
esto produce modificaciones serias en la economía normal de la conciencia. Y,
desde luego, así como hay fenómenos muy útiles en la alteración de conciencia,
hay también fenómenos muy negativos.
Por acción química (gases, drogas y alcohol), por acción
mecánica (giros, respiraciones forzadas, opresión de arterias) y por acción de
supresión sensorial, se pueden producir estados alterados de conciencia.
También por procedimientos rituales y por una puesta en situación gracias a
especiales condiciones musicales, bailes y operaciones devocionales.
Existen los llamados “estados crepusculares de conciencia”,
en los que hay bloqueo de la reversibilidad general y un posterior registro de
desintegración interna. Distinguimos también algunos estados que pueden ser
ocasionales y que bien podrían ser llamados “estados superiores de
conciencia”. Estos pueden ser clasificados como: “éxtasis”, “arrebato” y
“reconocimiento”. Los estados de éxtasis, suelen estar acompañados
por suaves concomitancias motrices y por una cierta agitación general. Los
de arrebato, son más bien de fuertes e inefables registros emotivos. Los
de reconocimiento, pueden ser caracterizados como fenómenos intelectuales,
en el sentido que el sujeto cree, en un instante, “comprenderlo todo”; en un
instante cree no tener diferencias entre lo que él es y lo que es el mundo,
como si el yo hubiera desaparecido. ¿A quién no le pasó alguna vez que de
pronto experimentó una alegría enorme sin motivo, una alegría súbita, creciente
y extraña? ¿A quién no le ocurrió, sin causa evidente, una caída en cuenta de
profundo sentido en la que se hizo evidente que “así son las cosas”?
También se puede penetrar en un curioso estado de conciencia
alterada por “suspensión del yo”. Esto se presenta como una situación
paradojal, porque para silenciar al yo es necesario vigilar su actividad de
modo voluntario lo que requiere una importante acción de reversibilidad que
robustece, nuevamente, aquello que se quiere anular. Así es que la suspensión
se logra únicamente por caminos indirectos, desplazando progresivamente al yo
de su ubicación central de objeto de meditación. Este yo, suma de sensación y
de memoria comienza de pronto a silenciarse, a desestructurarse. Tal cosa es
posible porque la memoria puede dejar de entregar datos, y los sentidos (por lo
menos externos) pueden también dejar de entregar datos. La conciencia
entonces, está en condiciones de encontrarse sin la presencia de ese yo, en
una suerte de vacío. En tal situación, es experimentable una actividad mental
muy diferente a la habitual. Así como la conciencia se nutre de los
impulsos que llegan del intracuerpo, del exterior del cuerpo y de la memoria,
también se nutre de impulsos de respuestas que da al mundo (externo e interno)
y que realimentan nuevamente la entrada al circuito. Y, por esta vía
secundaria, detectamos fenómenos que se producen cuando la conciencia es
capaz de internalizarse hacia “lo profundo” del espacio de representación.
“Lo profundo” (también llamado “sí mismo” en alguna corriente psicológica
contemporánea), no es exactamente un contenido de conciencia. La conciencia
puede llegar a “lo profundo” por un especial trabajo de internalización. En
esta internalización irrumpe aquello que siempre está escondido, cubierto por
el “ruido” de la conciencia. Es en “lo profundo” donde se encuentran las experiencias
de los espacios y de los tiempos sagrados. En otras palabras, en “lo profundo”
se encuentra la raíz de toda mística y de todo sentimiento religioso.
Silo
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