El ser humano cuenta con diversos tipos de inteligencia. Una de esas es la que tiene que ver con la esencia mística que todos llevamos dentro, la cual cuenta con diversas habilidades que nos permitirán tener una perspectiva más elevada de nuestras vidas y de lo que nos rodea.
Los personajes que interpretaron Jack Nicholson y Morgan Freeman en la película "Antes de Partir" son un buen ejemplo de que frente a un destino fatal imposible de modificar, el ser humano es capaz de transfigurar el sufrimiento en un logro humano. Esta es una de las principales virtudes de trabajar la inteligencia espiritual, la que a través de distintas maneras permite encontrarle un sentido a la vida.
Neva Milicic, sicóloga y doctora en Filosofía -en la penúltima conferencia del Seminario "Una Mirada al Alma" que organiza la Universidad Andrés Bello- explica que "La inteligencia espiritual es la habilidad que permite percibir los hechos, las ideas y las emociones en contextos con significado y conectados entre sí en su totalidad, favoreciendo en las personas, la percepción de la trascendencia".
No a la destrucción
De acuerdo a lo que sostiene Milicic, cultivar este tipo de inteligencia tiene múltiples beneficios que sin duda son de gran ayuda en tiempos en que el estrés, el consumismo, el ego, la fama, el status y las exigencias materiales absorben al humano. "En el plano personal, permite la comprensión y aceptación de sí mismo como una persona con significado y con una misión definida por la comprensión del entorno social, conectándose con las carencias y fortalezas personales. Es transcender desde los objetivos individuales, hacia una visión más altruista", relata.
La experta sostiene que aquella persona que suele experimentar baja autoestima, exceso de confianza, falta de comprensión, celos, envidia e incapacidad de mantener relaciones interpersonales cercanas, tiene la muestra más evidente de que su vida carece de trabajo espiritual y está experimentando un estado mental destructivo que no le permitirá sentirse a gusto consigo misma ni con lo que lo rodea, sintiendo que su vida carece de sentido.
Sí a lo positivo
La inteligencia espiritual puede manifestarse a través de distintas actitudes, expresiones y capacidades. Fe, esperanza, saber perdonar, la humildad y tener cierto grado de arrepentimiento sobre algo que se hizo mal en vez de sentir culpa, son actitudes constructivas que responden a un trabajo espiritual intenso, pero que sin duda puede resultar muy provechoso.
Por ello, la sicóloga asegura que si somos capaces de reconocer que nuestra vida no es sólo experiencia humana, sino que también hay una dimensión espiritual en nuestra inteligencia, sabremos solucionar problemas desde una perspectiva completamente distinta que nos permitirá comportarnos de un modo virtuoso. Así, nos respetaremos a nosotros mismos, tendremos una autoestima positiva que merecemos, nos sentiremos seres integrales y experimentaremos con plenitud el amor, la compasión, la bondad, la generosidad, la verdad, la justicia y la amistad
Es una página de reencuentro consigo mismo que permite darnos herramienta para encontrar el camino de la busqueda de nuestra espiritualidad
sábado, 30 de julio de 2011
domingo, 24 de julio de 2011
Asustados de Ser
Nos achicamos, deformamos, estiramos, replegamos… para no experimentar esa sensación tan temida. ¿Por qué? Primero, es un resabio que nos queda del mamífero que somos, y sobre todo de cuando era bebé: para ese entonces, ser rechazados podía implicar, instintivamente, el abandono y la muerte. Más tarde, el instinto gregario nos dijo que estar con otros significaba ser más fuertes (=tener más posibilidades de sobrevivir). Otra vez: rechazo= soledad= amenaza de muerte. Pero cuando evolucionamos… comprendemos que no es así! Podemos superar esas improntas primarias desde las que nos aterra el rechazo. Es más: si no lo hacemos nos sentimos morir de sobreadaptación. Y lo cierto es esto: el miedo al rechazo rige nuestra vida sólo mientras nos rechacemos a nosotros mismos. De cualquier rechazo podemos sobreponernos, salvo del seguir auto-rechazándonos.
Cuando la persona se va desplegando y se legitima a sí misma, si está decidida a no renunciar a su real identidad, a no negociar lo innegociable, sentirá con zonas menos primarias de sí que ser rechazado podrá ser doloroso, pero no significa morir. Qué alivio! Es más: el rechazo de algunas personas, nos dignifica. Y a medida que nos alejamos de ellas quizás pasemos por períodos de duelo, reacomodamiento, soledad, pero poco a poco empezaremos a hallar un nuevo sabor: el de esa confianza íntima que no depende de la aprobación de nadie.Los miedos se van retirando como un planeta eclipsador, renaciendo nuestras refulgencias…
Entonces vamos haciendo nuevas elecciones, tenemos nuevos comportamientos que nos sorprenden a nosotros mismos y, con ello, aparecen personas que jamás se nos habrían acercado si hubiésemos seguido siendo aquéllos: los asustados de Ser. El rechazo, a partir de entonces, apenas arde un poquito (cuando arde), pero su escozor es bendito al lado de lo que nos significaba vivir comprimidos para caber en la expectativa ajena.
Cuando la persona se va desplegando y se legitima a sí misma, si está decidida a no renunciar a su real identidad, a no negociar lo innegociable, sentirá con zonas menos primarias de sí que ser rechazado podrá ser doloroso, pero no significa morir. Qué alivio! Es más: el rechazo de algunas personas, nos dignifica. Y a medida que nos alejamos de ellas quizás pasemos por períodos de duelo, reacomodamiento, soledad, pero poco a poco empezaremos a hallar un nuevo sabor: el de esa confianza íntima que no depende de la aprobación de nadie.Los miedos se van retirando como un planeta eclipsador, renaciendo nuestras refulgencias…
Entonces vamos haciendo nuevas elecciones, tenemos nuevos comportamientos que nos sorprenden a nosotros mismos y, con ello, aparecen personas que jamás se nos habrían acercado si hubiésemos seguido siendo aquéllos: los asustados de Ser. El rechazo, a partir de entonces, apenas arde un poquito (cuando arde), pero su escozor es bendito al lado de lo que nos significaba vivir comprimidos para caber en la expectativa ajena.
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