lunes, 13 de septiembre de 2010

la cabeza nos puede enfermar

En tu cerebro hay un dispositivo que puede salvarte la vida... o arruinártela. Su funcionamiento sano da lugar a algo que, aunque suene a sabiduría adquirida, en verdad nos viene escrito en el instinto: la prudencia. Esta palabra viene de "pro-videncia": "ver por adelantado lo que podría suceder" ("pre-ver", "pre-venir"). Tal anticipación permite que tomemos medidas para, eventualmente, protegernos. PERO... aunque todos los animales tienen este dispositivo, en el mamífero humano sucede algo especial: la capacidad de imaginación puede DESAJUSTAR su mecanismo, creando así auténticas películas de terror de las que somos guionistas... y desesperado público.

En mecánica, si una pieza queda suelta, moviéndose sin sentido, se dice que "gira loca". De allí la aplicación de este término a lo psicológico. Cuando los miedos utilizan el combustible de la imaginación... arden! Y el mecanismo instintivo auto-protector "se vuelve loco". Además, con diversos intereses ocultos o no, algunos difusores sociales, en vez incentivar a la prudencia son propulsores del miedo, con datos incorrectos, estadísticas parciales, rumores sin confirmar, profecías paralizantes... Así se vuelven directores de nuestra aterradora película, agregándole efectos especiales, personajes siniestros y un guión fatal. ¿Resultado? Ya NO prudencia, sino conductas compulsivas que nos impiden ser eficaces, solidarios, y genuinamente auto-cuidadosos.

Esto genera lo que llamamos stress por imaginación sobreestimulada. Las Neurociencias saben que cada imagen aterradora auto-creada segrega las mismas sustancias internas que una amenaza real, enfermándonos. Necesitamos gestar momentos de SILENCIO y QUIETUD que nos desintoxiquen de esa polución interior. Así podremos ejercer lo que los orientales llaman Viveka: la capacidad de discernir. Qué temores nacen de nuestra imaginación desbordada? Cuándo minimizamos lo que sucede y cuándo estamos siendo sensatos? Quiénes nos ayudan a tomar recaudos inteligentes y quiénes a confundirnos? O sea: calmar a nuestro animalito interno asustado para que el miedo en sí mismo no resulte un virus psicológico.

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