martes, 31 de agosto de 2010

EL MAL HUMOR

En la vida siempre tenemos que tomar decisiones y depende de lo que hagamos así viviremos; bien o mal.
Todos podemos tener nuestros momentos de mal humor que se consideran totalmente normales, siempre y cuando no sea una conducta habitual.
Si el mal humor se instala en forma permanente en nuestra conducta y comienza a ser algo más que circunstancial, deberíamos conocer las causas y hacer algo al respecto.
Sepamos que mantener el buen humor nos hace un bien enorme a la salud física y mental.
En diversos estudios médicos realizados se han comprobado que vivir de forma positiva frente a las situaciones favorece la liberación de la endorfina, sustancia que causa bienestar.
El estado de ánimo malhumorado se caracteriza por ver el lado negativo que suelen tener las cosas, por ejemplo viendo siempre el vaso medio vacío en lugar de medio lleno.
Aquel que vive de forma tensa, irritado, pesimista y malhumorado libera adrenalina, no adrenalina y corticoide, sustancias esas que provocan la caída en la inmunidad, teniendo en vista que la descarga de esos elementos en el organismo causa una disminución en la producción de glóbulos blancos.
Esta forma de ser puede tener o no motivos que la generan. Si los hubiera, lo mejor es intentar descubrirlos para modificar las consecuencias que puede provocar en las relaciones interpersonales y en el propio desarrollo.
Por otro lado, nos está señalando una personalidad con cierta tendencia depresiva, agravada por determinadas situaciones de la vida que por alguna razón no puede resolver.
Es un hecho que casi todos tengamos que atravesar por problemas que nos producen sufrimiento. La cuestión no es tanto resolverlos como conocerlos y aprender a vivir con ellos lo mejor posible.
Cualquier problema puede tener solución pero a veces esa solución se convierte posteriormente en otro problema aún más grave; por lo tanto, es necesario aceptar que eventualmente tendremos que enfrentar los contratiempos y disgustos que esas situaciones no puedan deparar.
Tengamos la certeza de que el mal humor nos cierra muchas puertas. La persona mal humorada está permanentemente con la expresión cargada, de amargura, tiene siempre una respuesta agresiva o de desdén para con los otros.
Esa actitud hace que las personas que viven a su alrededor pasen a evitarla. El mal humor aleja de nosotros todo lo que es bueno, más en compensación atrae todo lo que es negativo. El que vive malhumorado, su vida para él es un peso, un trastorno donde nada es cierto, todo se le torna oscuro y sombrío a su alrededor.
Algunas veces llamamos problemas a ciertos desafíos que la vida nos impone y que no son más que oportunidades para evolucionar y no quedarnos estancados.
Otras veces, llamamos problemas a situaciones comunes de la vida, dándoles una connotación trágica que no se merecería si aceptáramos que son inevitables.
No hagamos de las dificultades motivos de sufrimiento, más saquemos de todo una lección, un aprendizaje. El dolor es muchas veces inevitable, más el sufrimiento es opcional.
La mayoría de las veces los malhumorados no tienen mayores motivos para su estado de ánimo. Les molesta la compañía pero por otro lado se quejan porque están solos, se aburren pero no tienen ninguna iniciativa, viven contando sus problemas pero son incapaces de escuchar a los demás, critican a todos porque ven la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio; están desconformes con el gobierno, con su familia, con su trabajo y por supuesto ven todo negro.
Se trata por lo general de personas eternamente desconformes, intolerantes e individualistas que no pueden ser felices de ninguna manera y que con su mal humor canalizan sus energías negativas provocadas por sus desequilibrios emocionales y lo han convertido en un hábito.
Estas personas son muy difíciles de tratar porque creen tener siempre la razón. Poseen una visión pesimista del mundo y están convencidas plenamente que estamos todos al borde del abismo, que se aproxima el Apocalipsis y que es inútil cualquier intento para evitarlo.
Para ellas todo está a punto de estallar y sólo es cuestión de esperar que alguien apriete el detonador.
Sigmund Freud diría que el mal humor es un síntoma de represión de la libido sexual, que no necesariamente siempre se refiere a lo genital, sino a toda la sexualidad entendida como instinto de vida, al no lograr expresarse para participar creativamente en un medio social. El Psicoanálisis podría permitir revelar el trauma, que una vez consciente ayudaría a canalizar lo reprimido adecuadamente.
Otras fuentes lo llamarían vacío existencial o discapacidad para adaptarse a los cambios y para crecer y la terapia desde este enfoque podría ayudar a cambiar la percepción y ver la realidad desde una perspectiva más amplia.
En tanto que para los conductistas sería un condicionamiento adquirido que es necesario desaprender para adquirir otros nuevos más adaptativos.
El mal humor es un defecto de carácter que produce conflictos de relación, discordia familiar e infelicidad, y lo más grave de este modo de ser, es que es contagioso.
Hay personas que se complacen en cultivar el mal humor, es una característica de su personalidad, pues con el mal humor, tratan de imponerse a los otros con su rispidez, prepotencia y empatía, pensando que actuando así conseguirán el respeto y el temor de aquellos que con él conviven. Esas personas no perciben que acaban siendo víctimas de su mal humor, pues además de atraer para si todo lo que es negativo viven enfermas física y psíquicamente. Sienten dolores por todo el cuerpo, el hígado funciona mal, la digestión es pésima, tienen dolores de cabeza terribles, además de una baja inmunidad, están sujetas a varias dolencias e infecciones.
Generalmente son solitarias también, pues apartan a todos de sí.
Busquemos actuar y tener pensamientos volcados para la paz, la alegría, la confianza, la amistad, la solidaridad. Seamos simpáticos con nuestro prójimo, usando siempre la empatía, o sea, coloquémonos en su lugar y hagamos por nuestro prójimo todo aquello que nosotros desearíamos que ellos hiciesen con nosotros.
Con pensamientos y actitud de alegría, deseos de ser útiles, con la práctica de la caridad con nuestro prójimo, sentiremos un bienestar tan grande, que solo tendremos razones para sentirnos saludables física y mentalmente.
Confiando siempre en el amparo Divino que jamás nos faltará. Nuestro Padre Celestial nos creo para que vivamos con alegría. Por eso no debemos dejarnos contaminar por el mal humor, pues los más perjudicados seremos nosotros mismos. Ya que crearemos dolencias, a veces de difícil cura.
No olvidemos que las dificultades son transitorias, y que forman parte de nuestro aprendizaje para el cual venimos a ejercitarnos en la Tierra.
Mantengamos el buen humor en todas partes, en cualquier situación, no dejándonos envolver por sentimientos inferiores y nuestro cuerpo físico lo agradecerá inmensamente.
Actuando así, nuestro cuerpo se tornará leve y una inmensa paz inundará nuestro ser, creando el cielo dentro de nosotros.

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