sábado, 21 de agosto de 2010

Es mejor decir Basta ya y Adios

Hay duelos cuyo final se difumina a lo largo de la vida, o que, por ser tan grande la pérdida, no admiten un verdadero cierre: el dolor se va encastrando en lo cotidiano, hasta que, al menos, ya no lo invade todo, y se encuentra una nueva manera de vivir, que incluye dignamente ese dolor. Pero hay otros duelos ante los que quizás necesitamos tomar una actitud diferente. Duelos que si se los deja evolucionar pueden contaminarlo todo, tal como ciertos tóxicos capaces de, en pequeñas gotas, polucionar miles de litros de agua. Duelos que ocupan más tiempo del que lo perdido merece. Duelos que, para cerrarlos, requieren por parte del duelante una participación activa, fundamentada en una sola palabra: "basta". De una sola vez o en cuotas, pero "basta". "Basta" significa "ya fue suficiente" = ya fue bastante.

Resulta curioso: es como si uno advirtiera que esa persona que nos dejó, eso que perdimos, eso que anhelamos pero nunca llegó a ser... ocupa demasiado espacio interno. Y a veces externo! Con frecuencia guardamos objetos que evocan ese dolor, con lo cual nos garantizamos que se perpetúe, melancólicamente. Quedamos atrapados en la gran trampa de la canción "Lucía", del querido Serrat: "No hay nada más bello que lo que nunca he tenido / ni nada más amado que lo que perdí...". Sí, es una trampa. Y puede ser una trampa mortal. Pues la vida es ahora, con lo que hay. Y muchas veces, inclusive, esos amores que seguimos duelando, no valen ni quince minutos de nuestra vida actual. ¿Por qué permitir, entonces que nos habite por años? Es extraño, pero un día uno puede decir la palabra mágica: "basta". Y se acabó. Dejar espacio para lo nuevo.


Esa palabra puede estar sostenida por algo muy hondo: el respeto a sí mismo, al ansia de vida que quiere seguir adelante y está retenida por lo viejo, al hartazgo de regurgitar lo que quizás ya sólo merezca ser excretado. El "basta" se fundamenta en una percepción sentida de aquello que Goethe expresó con tanta contundencia: "Ya que la vida es corta, no la hagamos pequeña". Ciertos recuerdos son como los habitantes ilegales de una casa abandonada. La casa abandonada, en ese caso, somos nosotros; y no porque, eventualmente, nos hayan abandonado, sino porque nos habremos abandonado a nosotros mismos. De ninguna manera! A desalojar a los intrusos! A cargar todo lo rancio, todo lo roto, todo lo caduco, en un enorme morral, y a despeñarlo en algún barranco, gritando a viva voz: "BASTA! Me declaro VIVO y DISPONIBLE.".

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