Un viejo sabio decía que un ser humano necesita recibir, al menos, cuatro abrazos al día para sobrevivir; y que requiere de dar ocho más para sentir la energía de la vida.
Y nada más cierto que esa singular receta de ‘abrazoterapia’.
Porque el abrazo, cuando es sincero, cuando no es morboso y, sobre todo, cuando es recíproco, tiene la medicina precisa para curar el cuerpo y el alma.
No se trata sólo de estrechar entre los brazos a alguien como expresión de cariño; es rodear, es decirle a esa persona: “aquí estoy y cuente conmigo”.
El abrazo es calor, es amistad, es apoyo, es ternura y es amor.
De manera desafortunada nos acostumbramos a dar abrazos sólo en ciertos casos específicos: cuando se debe felicitar a alguien, cuando nos desbordamos en algún tipo de emoción, cuando sostenemos una relación de pareja o incluso en un funeral.
En nuestra sociedad, un tanto machista, es tan limitado el abrazo que es ‘raro’ que un hombre le dé uno de ellos a otro. Eso sólo se ve cuando el equipo de fútbol hace un gol; ahí sí llueven los abrazos.
El caso es que sólo abrazamos cuando estamos llenos de gozo o cuando estamos sumergidos en la más profunda tristeza. Y eso no está mal, todo lo contrario, qué mejor antídoto que el abrazo para calmar ansiedades.
Sin embargo, no debemos olvidar que abrazar nos sirve para recargar baterías. Cuando usted da un abrazo sincero, es portador de una sana energía y, por supuesto, se fortalece.
Abrazar alimenta más que la comida, sana más que una medicina, consuela más que una voz de aliento. Y ha de saber que, no hay nada más económico que un abrazo.
Practique la ‘abrazoterapia’ con su hermano, con su esposa, con sus hijos y con sus amigos; ¡claro! hágalo de una manera desinteresada y aleje el morbo. Incluso, todos los días usted mismo se puede dar un abrazo. Notará que los resultados pueden ser espectaculares.
¿Qué se logra con este ejercicio?
Confianza, protección, seguridad, valor; y para los enfermos, es sinónimo de sanación.
¿Ha ido alguna vez a un asilo?
Si lo hace, dele un abrazo a un anciano. Por muy frágil que ese ser esté, notará el calor, la fuerza y la calidez de ese acercamiento.
El abrazo irradia una grandiosa y estable autovaloración de lo que somos. Además, con él nos animamos y podemos resistir lo que se nos presente.
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