El miedo al error
A veces somos propensos a cometer cierto tipo de error: el error de no hacer, para evitar el error; uno se ovilla sobre sí mismo, abstrayéndose de actuar, en la mortal ilusión de que si no actúa no se equivocará. Y aunque en algunas ocasiones abstenerse de obrar puede ser sensato, cuando esto es fruto del miedo al error puede ser fatal. Tomar el riesgo del error para concretar nuestro anhelo más genuino, aún en las pequeñas cosas, es el motor del Sentido para cualquier vida. Y cuando eludimos la decisión de ese hacer, caemos en la trampa que señaló rudamente William Blake: "Quien anhela y no obra, engendra peste." (Ups!)
Así como "vocación" refiere a la voz interna (vocare) que nos propulsa para que nos orientemos en determinada dirección, "equivocarse" viene de "equi-vocare"= "tomar por acertada una voz interna que es errada, equivaliéndola al acierto (equi)". Sí. Y qué? Es natural: ser humano es ser una criatura propensa al error, y a través de ello es que esa criatura evoluciona. Equivocarnos nos vuelve más modestos: la vida nos muestra nuestro verdadero lugar. Errar nos hace madurar, y asumir el error como tal, procurando reparar a quienes ese error haya dañado, nos humaniza. Y si hay algo triste de ver en el mundo, es quien se sustrajo de obrar por miedo al desacierto: uno se vuelve media persona, pues se ha sustraído no sólo al error, sino también al acierto que la acumulación de errores puede propiciar. Pues la acumulación de errores es casi siempre el paso necesario para aproximarse a ese a-cierto, (es decir, a lo cierto: a la Verdad). De modo que concedernos la posibilidad de equivocarnos implica otorgarnos una libertad fundamental.
Así como "vocación" refiere a la voz interna (vocare) que nos propulsa para que nos orientemos en determinada dirección, "equivocarse" viene de "equi-vocare"= "tomar por acertada una voz interna que es errada, equivaliéndola al acierto (equi)". Sí. Y qué? Es natural: ser humano es ser una criatura propensa al error, y a través de ello es que esa criatura evoluciona. Equivocarnos nos vuelve más modestos: la vida nos muestra nuestro verdadero lugar. Errar nos hace madurar, y asumir el error como tal, procurando reparar a quienes ese error haya dañado, nos humaniza. Y si hay algo triste de ver en el mundo, es quien se sustrajo de obrar por miedo al desacierto: uno se vuelve media persona, pues se ha sustraído no sólo al error, sino también al acierto que la acumulación de errores puede propiciar. Pues la acumulación de errores es casi siempre el paso necesario para aproximarse a ese a-cierto, (es decir, a lo cierto: a la Verdad). De modo que concedernos la posibilidad de equivocarnos implica otorgarnos una libertad fundamental.
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