martes, 22 de julio de 2008

VIOLENCIA, LA NO VIOLENCIA Y LA BONDAD

En esa zona que habita en la profundidad del ser humano, está el amor que queremos expresar, la justicia que queremos construir, la paz que queremos respirar. La alegría que queremos transmitir, los abrazos que nos queremos dar, la confianza que queremos demostrar.


Antiguamente lo que impedía el despliegue de lo humano eran las inclemencias de la naturaleza. Hoy, ya domesticada la naturaleza, ese bloqueo de la expresión humana es ejercido por el medio social en que vivimos.


Pero una cosa es someter a la naturaleza y otra cosa es someter al ser humano. Una cosa es que utilice las piedras, plantas y animales para mis intenciones y otra muy distinta es utilizar seres humanos para que hagan lo que yo quiero.

Violentar a otro es impedir que pueda trasladar lo que tiene dentro de sí, hacia el mundo; es evitar que realice el sentido de su vida.


Puedo hacer esto por medio de la violencia física sobre el cuerpo o aplicando violencia económica restringiendo el acceso a la salud y la educación. Hay otras formas todavía más sofisticadas y es convencer a la gente que está vacía por dentro, y que lo mejor que puede hacer es llenarse de cosas.


Lo que se opone a la violencia es la Humanización.

Humanizar consiste en crear las condiciones para que aquello verdadero, que impulsa a lo humano, pueda expresarse; es luchar para que cada ser humano tenga la posibilidad de realizar lo que quiere para su vida.


Hoy estamos un poco complicados, porque la violencia es ya la dueña y señora del paisaje y ha vaciado el alma de las multitudes. Casi nadie recuerda cual es la dirección de su vida.


Olvidados de nuestro sentido, los acontecimientos nos bambolean como si fuéramos hojas al viento.

La violencia es la respuesta que damos cuando el miedo invade el alma. Mientras más grande es mi miedo, más violento es mi comportamiento.

Mientras más insegura se sienta una sociedad, más violenta será su organización. No es posible extirparla como si se tratara de un cáncer. Tampoco es posible eliminarla con una violencia mayor.

La violencia es un bicho especial, toda acción que se realice con su misma sustancia, la hará crecer y cuando alcance su máximo desarrollo, lo habrá destruido todo

La violencia, despertada por el temor, es una fuerza desbocada, incontrolable que arremete y encarcela a lo humano para que ni siquiera se asome en su camino. Somos poseídos por ella nos revuelca con el vigor de una enorme ola que se rompe en el ventisquero y nos animaliza.

Al resistir la violencia con violencia, ésta irá aumentando hasta la derrota del vencido. A medida que la violencia aumenta lo humano se irá apagando cualquiera sea el bando que la está aplicando. Aún el grupo más débil cuando aplica el máximo de su violencia, alcanzará también el máximo de su deshumanización.


Ver el miedo como nace de tus entrañas, ver tu propia desesperación y violencia pasar delante de ti y elegir una respuesta no-violenta es para sacarte el sombrero. Allí está la grandeza realizándose en lo humano.


La no-violencia para expresarse debe entrar en comunicación con la violencia. La no-violencia, no es hacerse a un lado y no enfrentar a la violencia.


La no-violencia sólo puede ser, al estar en contacto con la violencia. Es distinto al pacifismo que se aleja y le hace el vacío. La razón de ser de la no-violencia es su lucha contra la violencia.


Sólo cuando comprendemos la imposibilidad de responder con violencia a la violencia, comprendemos la importancia de jugar, de bailar, de avanzar y de retroceder, de domesticar hasta persuadir a la violencia, hasta humanizarla.


No importa cual es el bando en que nos han puesto los acontecimientos. Lo que importa es que comprendamos que tú, yo y el otro somos mucho más importantes que cualquier bando.


Buscaré la reconciliación, la comunicación y el sentido. Afirmaré los valores humanistas y trataré de ser coherente con la regla de tratar a los demás como quiero que me traten.


Cuando estamos deprimidos, es porque la violencia ha destruido ya nuestros sueños y no lo queremos aceptar. Pero esos sueños destruidos no eran propiamente nuestros, los tomamos prestados de una sociedad moribunda.


Al esfumarse han dejado un espacio vacío que será llenado por aspiraciones que nos acompañan desde antiguo y nos impulsan hacia mundos nuevos. Un sueño muere cuando otro más potente está a punto de nacer.


Los sueños no son sólo imaginación, también son el idioma por el que hablan los dioses. Mientras la época va desestructurando esta civilización que no logró producir una sociedad justa y libertaria, algo nuevo que se agita adentro nuestro nos empuja a crear los signos, los modos de relación y el lenguaje de la futura nación humana universal.

Dario Ergas, Humanista Chileno.

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