busca más en el silencio
(Esta arenga junto con la Mirada Interna son los
antecedentes del Mensaje de Silo)
Si has venido a escuchar a un hombre de quien se supone se transmite la sabiduría, has equivocado el camino porque la real sabiduría no se transmite por medio de libros ni de arengas; la real sabiduría está en el fondo de tu conciencia como el amor verdadero está en el fondo de tu corazón.
Si has venido empujado por los calumniadores y los hipócritas a escuchar a este hombre a fin de que lo que escuchas te sirva luego como argumento en contra de él, has equivocado el camino porque este hombre no está aquí para pedirte nada, ni para usarte, porque no te necesita.
Escuchas a un hombre desconocedor de las leyes que rigen el Universo, desconocedor de las leyes de la Historia, ignorante de las relaciones que rigen a los pueblos. Este hombre se dirige a tu conciencia a mucha distancia de las ciudades y de sus enfermas ambiciones. Allí en las ciudades, donde cada día es un afán truncado por la muerte, donde al amor sucede el odio, donde al perdón sucede la venganza; allí en las ciudades de los hombres ricos y pobres; allí en los inmensos campos de los hombres, se ha posado un manto de sufrimiento y de tristeza.
Sufres cuando el dolor muerde tu cuerpo. Sufres cuando el hambre se apodera de tu cuerpo. Pero no solo sufres por el dolor inmediato de tu cuerpo, por el hambre de tu cuerpo. Sufres, también, por las consecuencias de las enfermedades de tu cuerpo.
Debes distinguir dos tipos de sufrimiento. Hay un sufrimiento que se produce en tí merced a la enfermedad (y ese sufrimiento puede retroceder gracias al avance de la ciencia, así como el hambre puede retroceder pero gracias al imperio de la justicia). Hay otro tipo de sufrimiento que no depende de la enfermedad de tu cuerpo sino que deriva de ella: si estás impedido, si no puedes ver o si no oyes, sufres; pero aunque este sufrimiento derive del cuerpo o de las enfermedades de tu cuerpo, tal sufrimiento es de tu mente.
Hay un tipo de sufrimiento que no puede retroceder frente al avance de la ciencia ni frente al avance de la justicia. Ese tipo de sufrimiento, que es estrictamente de tu mente, retrocede frente a la fe, frente a la alegría de vivir, frente al amor. Debes saber que este sufrimiento está siempre basado en la violencia que hay en tu propia conciencia. Sufres porque temes perder lo que tienes, o por lo que ya has perdido, o por lo que desesperas alcanzar. Sufres porque no tienes, o porque sientes temor en general... He ahí los grandes enemigos del hombre: el temor a la enfermedad, el temor a la pobreza, el temor a la muerte, el temor a la soledad. Todos estos son sufrimientos propios de tu mente; todos ellos delatan la violencia interna, la violencia que hay en tu mente. Fíjate que esa violencia siempre deriva del deseo. Cuanto más violento es un hombre, más groseros son sus deseos.
Quisiera proponerte una historia que sucedió hace mucho tiempo.
Existió un viajero que tuvo que hacer una larga travesía. Entonces, ató su animal a un carro y emprendió una larga marcha hacia un largo destino y con un límite fijo de tiempo. Al animal lo llamo “Necesidad”, al carro “Deseo”, a una rueda la llamó “Placer” y a la otra “Dolor”. Así pues, el viajero llevaba su carro a derecha e izquierda, pero siempre hacia su destino. Cuanto más velozmente andaba el carro, más rápidamente se movían las ruedas del Placer y el Dolor, conectadas como estaban por el mismo eje y transportando como estaban al carro del Deseo. Como el viaje era muy largo, nuestro viajero se aburría. Decidió entonces decorarlo, ornamentarlo con muchas bellezas, y así lo fue haciendo. Pero cuanto más embelleció el carro del Deseo más pesado se hizo para la Necesidad. De tal manera que en las curvas y en las cuestas empinadas, el pobre animal desfallecía no pudiendo arrastrar el carro del Deseo. En los caminos arenosos las ruedas del Placer y el Sufrimiento se incrustaban en el piso. Así, desesperó un día el viajero porque era muy largo el camino y estaba muy lejos su destino. Decidió meditar sobre el problema esa noche y, al hacerlo, escuchó el relincho de su viejo amigo. Comprendiendo el mensaje, a la mañana siguiente desbarató la ornamentación del carro, lo alivió de sus pesos y muy temprano llevó al trote a su animal avanzando hacia su destino. No obstante, había perdido un tiempo que ya era irrecuperable. A la noche siguiente volvió a meditar y comprendió, por un nuevo aviso de su amigo, que tenía ahora que acometer una tarea doblemente difícil, porque significaba su desprendimiento. Muy de madrugada sacrificó el carro del Deseo. Es cierto que al hacerlo perdió la rueda del Placer, pero con ella perdió también la rueda del Sufrimiento. Montó sobre el animal de la Necesidad, sobre sus lomos, y comenzó al galope por las verdes praderas hasta llegar a su destino.
Fíjate cómo el deseo puede arrinconarte. Hay deseos de distinta calidad. Hay deseos más groseros y hay deseos más elevados. ¡Eleva el deseo, supera el deseo, purifica el deseo!, que habrás seguramente de sacrificar con eso la rueda del placer pero también la rueda del sufrimiento.
La violencia en el hombre, movida por los deseos, no queda solamente como enfermedad en su conciencia, sino que actúa en el mundo de los otros hombres ejercitándose con el resto de la gente. No creas que hablo de violencia refiriéndome solamente al hecho armado de la guerra, en donde unos hombres destrozan a otros hombres. Esa es una forma de violencia física. Hay una violencia económica: la violencia económica es aquella que te hace explotar a otro; la violencia económica se da cuando robas a otro, cuando ya no eres hermano del otro, sino que eres ave de rapiña para tu hermano. Hay, además, una violencia racial: ¿crees que no ejercitas la violencia cuando persigues a otro que es de una raza diferente a la tuya, crees que no ejerces violencia cuando lo difamas, por ser de una raza diferente a la tuya? Hay una violencia religiosa: ¿crees que no ejercitas la violencia cuando nos das trabajo, o cierras las puertas, o despides a alguien, por no ser de tu misma religión? ¿Crees que no es violencia cercar a aquel que no comulga con tus principios por medio de la difamación; cercarlo en su familia, cercarlo entre su gente querida, porque no comulga con tu religión? Hay otras formas de violencia que son las impuestas por la moral filistea. Tú quieres imponer tu forma de vida a otro, tú debes imponer tu vocación a otro... ¿pero quién te ha dicho que eres un ejemplo que debe seguirse? ¿Quién te ha dicho que puedes imponer una forma de vida porque a ti te place? ¿Dónde está el molde y dónde está el tipo para que tú lo impongas?... He aquí otra forma de violencia. Únicamente puedes acabar con la violencia en ti y en los demás y en el mundo que te rodea, por la fe interna y la meditación interna. No hay falsas puertas para acabar con la violencia. ¡Este mundo está por estallar y no hay forma de acabar con la violencia! ¡No busques falsas puertas!. No hay política que pueda solucionar este afán de violencia enloquecido. No hay partido ni movimiento en el planeta que pueda acabar con la violencia. No hay falsas salidas para la violencia en el mundo... Me dicen que la gente joven en distintas latitudes está buscando falsas puertas para salir de la violencia y el sufrimiento interno. Busca la droga como solución. No busques falsas puertas para acabar con la violencia.
Hermano mío: cumple con mandatos simples, como son simples estas piedras y esta nieve y este sol que nos bendice. Lleva la paz en ti y llévala a los demás. Hermano mío: allá en la historia está el ser humano mostrando el rostro del sufrimiento, mira ese rostro del sufrimiento... pero recuerda que es necesario seguir adelante y que es necesario aprender a reír y que es necesario aprender a amar.
A ti, hermano mío, arrojo esta esperanza, esta esperanza de alegría, esta esperanza de amor para que eleves tu corazón y eleves tu espíritu, y para que no olvides elevar tu cuerpo.
Es una página de reencuentro consigo mismo que permite darnos herramienta para encontrar el camino de la busqueda de nuestra espiritualidad
domingo, 29 de noviembre de 2009
viernes, 20 de noviembre de 2009
Nos hemos enamorado de una palabra Paz
¿Es acaso solo una palabra más?, ¡o expresa el sentir de toda una humanidad! que hoy reclama nuevas formas de relaciones, ¿o será solo el sueño de un idealista? que conciben en su cabeza que es posible vivir en ella,¿ o será el sofisma de otros cuantos? que quieren hacer creer que se está haciendo algo por ella.
¿Pero que es la Paz realmente? ¿Será acaso el acallar de los fusiles? ¿O el silencio de las armas?, ¿o la intención de los que no develan sus intereses? porque ven en ella como sostener la guerra, justifican inversiones, acciones armamentista y todo acto de violencia con la argucia de mantenerla, tal despropósito refleja entonces el vacio inmenso que hoy nos aqueja,¿ nos quedamos acaso con una palabra hueca? ¡Oh Paz, tan anhelada Paz! retoma la fuerzas, haz nacer de tus entrañas la luz de la esperanza, el resonar de los vientos que hoy soplan con más pujanza y reclaman a gritos a la madre tierra, como tanta disonancia hoy nos aleja, de la brisa pura, del agua fresca, del canto libre, de las manos tersa, del sueño inmenso del planeta tierra.
¡oh paz tan anhelada paz, déjanos entonar el canto de los que hoy te clamamos y reconocemos en ti la maravillosa fuente del mundo que aspiramos, donde la vida misma se regocije con la inspiración del alba , donde la historia recapitule sus escenario porque dejamos atrás el dolor de la guerra, donde la indiferencia y la injusticia sean solo palabras de un diccionario olvidado, y en el corazón sensible encuentre asidero lo humano, y reconozcamos en el otro un hermano.
Nuevos aires corren por el mundo que van de Este a Oeste de Norte a Sur, irrumpiendo el silencio de lo que hemos callado, pero con los pies firmes que algo ha cambiado, levantando las voces, alzando las manos, exhortando a los cielos acompañarnos, pues es el gigante que se ha despertado y hoy camina por los cinco continentes anunciando que otra tiempo ha llegado pues es la conciencia que se ha liberado y de la palabra paz nos hemos enamorado.
¿Pero que es la Paz realmente? ¿Será acaso el acallar de los fusiles? ¿O el silencio de las armas?, ¿o la intención de los que no develan sus intereses? porque ven en ella como sostener la guerra, justifican inversiones, acciones armamentista y todo acto de violencia con la argucia de mantenerla, tal despropósito refleja entonces el vacio inmenso que hoy nos aqueja,¿ nos quedamos acaso con una palabra hueca? ¡Oh Paz, tan anhelada Paz! retoma la fuerzas, haz nacer de tus entrañas la luz de la esperanza, el resonar de los vientos que hoy soplan con más pujanza y reclaman a gritos a la madre tierra, como tanta disonancia hoy nos aleja, de la brisa pura, del agua fresca, del canto libre, de las manos tersa, del sueño inmenso del planeta tierra.
¡oh paz tan anhelada paz, déjanos entonar el canto de los que hoy te clamamos y reconocemos en ti la maravillosa fuente del mundo que aspiramos, donde la vida misma se regocije con la inspiración del alba , donde la historia recapitule sus escenario porque dejamos atrás el dolor de la guerra, donde la indiferencia y la injusticia sean solo palabras de un diccionario olvidado, y en el corazón sensible encuentre asidero lo humano, y reconozcamos en el otro un hermano.
Nuevos aires corren por el mundo que van de Este a Oeste de Norte a Sur, irrumpiendo el silencio de lo que hemos callado, pero con los pies firmes que algo ha cambiado, levantando las voces, alzando las manos, exhortando a los cielos acompañarnos, pues es el gigante que se ha despertado y hoy camina por los cinco continentes anunciando que otra tiempo ha llegado pues es la conciencia que se ha liberado y de la palabra paz nos hemos enamorado.
miércoles, 18 de noviembre de 2009
Los Niños, la muerte y el duelo
“Los niños sí viven el duelo. Un niño o niña, en cualquier edad, percibe y registra la muerte de alguien afectivamente cercano.
Sería importante considerar que el niño necesita una suerte de “educación para las pérdidas” a través de las primeras confrontaciones de un niño con la muerte de una pajarito, rana o gatito. En esos momentos es más fácil responder sus preguntas que cuando el niño tiene que enfrentarse al desafío emocional de tener una mamá o papá muerto. Al niño no le basta oír que todo lo vivo debe morir. El quiere saber cómo se siente estar muerto, qué le pasará al pajarito y al abuelo. Se pregunta a dónde van los muertos o su alma, si el pajarito tiene alma, por qué pasa todo esto etc.
El niño no necesita que le expliquen en incomprensibles peroratas de adulto el concepto de muerte, sino que oigan sus inquietudes, que le escuchen sus temores y fantasías, y si se trata de la muerte de alguien cercano, que se le asegure que no será abandonado, que se le asegure que será cuidado y protegido, que él no tuvo ninguna culpa.
Los niños tienden a hacer el duelo en forma discontinua. Pueden llorar un rato y salir a jugar “como si nada” hubiera ocurrido, ser cariñosos por cinco minutos y consolar a alguien para luego guardarse en su cuarto y poner la música a todo volumen y ver televisión por horas o reírse con los amigos como si lo sucedido no importara. En ocasiones los adultos esperamos de los niños respuestas emocionales semejantes a las nuestras y los descalificamos cuando se comportan en forma diferente. A veces, en forma irrespetuosa les imponemos un modelo de lo que un “buen hijo” debe hacer ante el sufrimiento, llenándolos de culpa e inhibiendo su espontaneidad y su deseo de evadir el ambiente hogareño demasiado teñido por la tristeza.
La tendencia hasta ahora ha sido separar a los niños de sus padres o distraerlos o alejarlos mientras pasa el entierro y los primeros días de dolor intenso. Pero el ocultamiento del hecho les causa mucha ansiedad, confusión y desconcierto. Tarde o temprano ellos se dan cuenta y resisten el hecho de haber sido dejados de lado subestimando su capacidad de participar en los momentos de dolor familiar. Eso si que, si se hace participar a un niño de un funeral es importante prepararlo previamente; explicándole cuidadosamente lo que va a presenciar y el porqué del ataúd, de la ceremonia, del llanto...etc. Esta conversación debe ser hecha por alguien afectivamente cercano y en el momento del funeral, no debe dejársele sólo, hay que llevarlo de la mano e ir explicándole el sentido de lo que va presenciando. Es importante separar la imagen del que él recuerda del cuerpo que se está enterrando, aclararle qué esa persona que él recuerda ya no está ahí. De otra manera, el entierro se convertirá en una actividad cruel, macabra y aterrorizante.
Es importante que se le permita e incentive al niño a despedirse. Por ejemplo, hablarle de que la va a echar de menos, que la llevará en su corazón y que cada vez que cierre los ojos la sentirá cerca...o que puede escribirle una carta secreta o ponerle un osito o cualquier objeto significativo para él dentro del ataúd...para que se lleve algo suyo...Al regresar a casa pueden encender una vela especial un rato para recordar y pensar ....Esos sencillos rituales ayudan...
Del mismo modo será importante hacerlos participar en el deshacer la habitación de alguien que murió, tomarlos en cuenta y consultarlos hasta cierto límite, preguntarles si les gustaría guardar como recuerdo o tesoro muy especial algo de la persona que partió
En términos de ver o no el cadáver de un ser querido, no se recomienda forzarlos, pero cuando ellos quieren hacerlo, ver el cuerpo es útil tanto para los adultos como para los niños porque confiere una innegable sensación de finalidad, de realidad de la muerte del cuerpo. A algunos les queda la evidencia que aquella persona que recuerdan ya no está en ese cuerpo. Si los adultos no les transmitimos la imagen de algo feo o morboso, ellos no lo verán así..
Muchas instituciones han intentado convencer a la comunidad escolar acerca de la importancia de incluir el tema de las pérdidas y la muerte en sus prioridades educativas, pero la respuesta ha sido muy pobre. Esta educación para la muerte y las pérdidas es en el fondo una educación para la vida. No existen vacunas contra el dolor emocional, y aunque ningún programa educativo podrá evitar la pena que causa una pérdida, sí es posible-en una comunidad educativa preparada de antemano para afrontar sanamente las experiencias de pérdida, reducir los efectos nocivos y las secuelas emocionales prevenibles del contacto con la muerte en cualquiera de sus formas: accidental, natural repentina o anticipada, suicidio u homicidio. Se puede educar a las personas a “desposeer” a aprender a desapegarse y despedirse de manera más sana.” (Isa Fonnegra de Jarmillo, 2001)
Sería importante considerar que el niño necesita una suerte de “educación para las pérdidas” a través de las primeras confrontaciones de un niño con la muerte de una pajarito, rana o gatito. En esos momentos es más fácil responder sus preguntas que cuando el niño tiene que enfrentarse al desafío emocional de tener una mamá o papá muerto. Al niño no le basta oír que todo lo vivo debe morir. El quiere saber cómo se siente estar muerto, qué le pasará al pajarito y al abuelo. Se pregunta a dónde van los muertos o su alma, si el pajarito tiene alma, por qué pasa todo esto etc.
El niño no necesita que le expliquen en incomprensibles peroratas de adulto el concepto de muerte, sino que oigan sus inquietudes, que le escuchen sus temores y fantasías, y si se trata de la muerte de alguien cercano, que se le asegure que no será abandonado, que se le asegure que será cuidado y protegido, que él no tuvo ninguna culpa.
Los niños tienden a hacer el duelo en forma discontinua. Pueden llorar un rato y salir a jugar “como si nada” hubiera ocurrido, ser cariñosos por cinco minutos y consolar a alguien para luego guardarse en su cuarto y poner la música a todo volumen y ver televisión por horas o reírse con los amigos como si lo sucedido no importara. En ocasiones los adultos esperamos de los niños respuestas emocionales semejantes a las nuestras y los descalificamos cuando se comportan en forma diferente. A veces, en forma irrespetuosa les imponemos un modelo de lo que un “buen hijo” debe hacer ante el sufrimiento, llenándolos de culpa e inhibiendo su espontaneidad y su deseo de evadir el ambiente hogareño demasiado teñido por la tristeza.
La tendencia hasta ahora ha sido separar a los niños de sus padres o distraerlos o alejarlos mientras pasa el entierro y los primeros días de dolor intenso. Pero el ocultamiento del hecho les causa mucha ansiedad, confusión y desconcierto. Tarde o temprano ellos se dan cuenta y resisten el hecho de haber sido dejados de lado subestimando su capacidad de participar en los momentos de dolor familiar. Eso si que, si se hace participar a un niño de un funeral es importante prepararlo previamente; explicándole cuidadosamente lo que va a presenciar y el porqué del ataúd, de la ceremonia, del llanto...etc. Esta conversación debe ser hecha por alguien afectivamente cercano y en el momento del funeral, no debe dejársele sólo, hay que llevarlo de la mano e ir explicándole el sentido de lo que va presenciando. Es importante separar la imagen del que él recuerda del cuerpo que se está enterrando, aclararle qué esa persona que él recuerda ya no está ahí. De otra manera, el entierro se convertirá en una actividad cruel, macabra y aterrorizante.
Es importante que se le permita e incentive al niño a despedirse. Por ejemplo, hablarle de que la va a echar de menos, que la llevará en su corazón y que cada vez que cierre los ojos la sentirá cerca...o que puede escribirle una carta secreta o ponerle un osito o cualquier objeto significativo para él dentro del ataúd...para que se lleve algo suyo...Al regresar a casa pueden encender una vela especial un rato para recordar y pensar ....Esos sencillos rituales ayudan...
Del mismo modo será importante hacerlos participar en el deshacer la habitación de alguien que murió, tomarlos en cuenta y consultarlos hasta cierto límite, preguntarles si les gustaría guardar como recuerdo o tesoro muy especial algo de la persona que partió
En términos de ver o no el cadáver de un ser querido, no se recomienda forzarlos, pero cuando ellos quieren hacerlo, ver el cuerpo es útil tanto para los adultos como para los niños porque confiere una innegable sensación de finalidad, de realidad de la muerte del cuerpo. A algunos les queda la evidencia que aquella persona que recuerdan ya no está en ese cuerpo. Si los adultos no les transmitimos la imagen de algo feo o morboso, ellos no lo verán así..
Muchas instituciones han intentado convencer a la comunidad escolar acerca de la importancia de incluir el tema de las pérdidas y la muerte en sus prioridades educativas, pero la respuesta ha sido muy pobre. Esta educación para la muerte y las pérdidas es en el fondo una educación para la vida. No existen vacunas contra el dolor emocional, y aunque ningún programa educativo podrá evitar la pena que causa una pérdida, sí es posible-en una comunidad educativa preparada de antemano para afrontar sanamente las experiencias de pérdida, reducir los efectos nocivos y las secuelas emocionales prevenibles del contacto con la muerte en cualquiera de sus formas: accidental, natural repentina o anticipada, suicidio u homicidio. Se puede educar a las personas a “desposeer” a aprender a desapegarse y despedirse de manera más sana.” (Isa Fonnegra de Jarmillo, 2001)
El Duelo Preparatorio en la persona que tiene diagnóstico terminal
Aceptar aquella verdad de que se está muriendo, permite alcanzar un estado de “estar maduro para morir”. En ese estado se acepta la verdad, la persona toma medidas prácticas para “alimentar a sus seres amados con los frutos de su vida”: redacta un testamento, resuelve los problemas familiares etc.
El enfermo terminal se enfrenta a una serie de temores que es necesario conocer para ayudarlo:
Temor a lo desconocido, al curso de su enfermedad
Al dolor físico y al sufrimiento
A la pérdida de partes del cuerpo o a la invalidez
A inspirar compasión
A perder el control de sí mismo o la autonomía en la toma de decisiones
A dejar a su familia y sus amigos
A la regresión o volverse niños (tener que usar pañales, ser bañados, alimentados)
A la muerte en sí, al proceso previo o al posterior
Las etapas del proceso por que pasa una persona en su trabajo de aceptación de la muerte pueden sintetizarse en las siguientes:
1.- Negación y Aislamiento
“Es la reacción inicial de choque : “no puede ser lo que está ocurriendo”. La mayoría de las personas que se enteran de que tenían una enfermedad mortal, reaccionan diciendo “no, yo no, no puede ser verdad”. La negación o por lo menos la negación parcial es habitual en todos los pacientes, no sólo en las primeras fases de la enfermedad o al enterarse del diagnóstico, sino también más adelante, de vez en cuando. Tal como no podemos mirar el sol todo el tiempo, no podemos enfrentar la muerte todo el tiempo. Estos pacientes pueden considerar la posibilidad de su propia muerte durante un tiempo, pero luego piensan en otras cosas y siguen con su propia vida.
La negación funciona como amortiguador. El mismo paciente que al principio niega, más adelante puede estar dispuesto y aliviado al sentarse a charlar con alguien de su muerte inminente. Este diálogo tendrá lugar cuando buenamente pueda el paciente, cuando él, no el oyente esté dispuesto a afrontarlo.
Es un mecanismo de defensa útil que permite a la siquis acomodarse y asimilar la realidad paulatinamente y no de un solo golpe: “quizás sea un error de diagnóstico, esto no me puede ocurrir a mí”. Es un recurso adaptativo muy normal que le permite a las personas asimilar gradualmente una realidad dura y dolorosa
Es importante entender que es mejor aprender a asumir la muerte antes que después. Es más fácil hacerlo cuando uno está sano y fuerte y menos asustado. Es mejor hacerlo a kilómetros de distancia que cuando se está a la puerta.
Y cuando se trata de ayudar a otro, lo que verdaderamente logrará ayudar es el cuidado persistente de alguien que haya afrontado y superado lo suficiente su propio temor a la muerte.
La persona siente la necesidad de abstraerse de la verdad mientras no sea capaz de soportarla. Ahora bien, el deber de la persona que lo quiere ayudar es esperar que llegue el momento indicado para hablar con el paciente. Debe ser sincero pero no debe imponer al enfermo la verdad. Se requiere prudencia y comprensión.
2.- Rabia e Irritabilidad
Cuando termina la etapa de negación comienza a aparecer la rabia. Preguntas como el porqué a mi o por qué ahora, o porqué no él, expresan la inconformidad del paciente con su obligado destino. Cuando no se puede seguir manteniendo la primera fase de negación, es sustituida por sentimientos de ira, rabia, envidia y resentimiento.
Esta fase es difícil de afrontar para familia y cuidadores. Porque la ira se desplaza en todas direcciones y se proyecta contra lo que les rodea.
La tragedia es quizás que no pensamos en las razones de su enojo y lo tomamos como algo personal, cuando el origen no tiene nada o muy poco que ver con las personas que se convierten en el blanco de sus iras. Cuando se toma esa ira como algo personal y se reacciona en consecuencia con más ira, no se hace más que fomentar la actitud hostil del paciente.
Hay que resaltar la importancia de la tolerancia ante la indignación de la persona.
3.- Negociación
Etapa fugaz en la cual la persona negocia con Dios, con la vida o con los médicos su curación o cuando menos la extensión temporal de su vida a cambio de promesas de buenas obras y sacrificios. Se suplica un aplazamiento.
La persona desahuciada sabe, por experiencias ajenas, que hay una ligera posibilidad que se le recompense por su buena conducta y se le conceda un deseo que prolongue su vida. Este premio generalmente se pide con un plazo de vencimiento “una boda, un nieto nacer etc). La mayoría de los pactos se hacen con Dios.
4.- Tristeza y Depresión
Cuando la persona constata que la negociación no da resultados, su insensibilidad o estoicismo, su ira o rabia será pronto sustituida por una sensación de pérdida. Se suman aquí otros factores que inciden en una depresión reactiva: las inmensas sumas que cuestan los tratamientos, la pérdida del empleo....Pero es distinta la depresión preparatoria esta no es el resultado de la pérdida de algo pasado sino que la preparación para pérdidas inminentes. Muchas veces nuestra reacción inicial ante personas que están tristes es intentar animarlas. Esto a veces no sirve y es a menudo expresión de nuestra incapacidad de contener o aguantar una cara larga por un período prolongado de tiempo. La persona necesita también expresar su dolor...realizar catarsis esto le facilitará la aceptación final. Y estará agradecido de los que se sienten a su lado sin decirle constantemente que no esté triste.
Inician aquí el duelo por su propia muerte y toman conciencia de que no sólo van a perder a un ser querido, sino a todas las personas y cosas que ha poseído. Durante esta preparación ya no se habla demasiado. Por lo general se les pide a los parientes y amigos que los visiten por última vez. Luego desean ver a sus hijos y al final de todo desean contar con una o dos personas de confianza sentadas en el lecho. Un apretón de manos o una caricia son mas importantes que las palabras....
5.- Aceptación
Aceptación pacifica de la muerte cercana como un fin alcanzable. Llega aquí a una fase en que su destino no le deprimirá ni le enojará. Habrá podido expresar sus sentimientos anteriores, su envidia a los que gozan de buena salud, su ira contra los que no tienen que enfrentarse a un fin tan pronto. Habrá llorado la pérdida inminente de tantas personas y de tantos lugares importantes y contemplará el fin de su cuerpo con relativa tranquilidad. Estará cansado y en la mayoría de los casos bastante débil. Además sentirá la necesidad de dormir o dormitar a menudo y en breves intervalos lo cual es diferente a la necesidad de dormir en épocas de depresión.
En estos momentos generalmente es la familia quien necesita más ayuda, comprensión y apoyo que la propia persona. Cuando el moribundo ha encontrado cierta paz y aceptación, su capacidad de interés disminuye. Desea que lo dejen solo o por lo menos que no lo agiten con noticias y problemas del mundo exterior. Muchos familiares no comprenden esta negativa del paciente y se sienten conmocionados o irritados al ver que no se comunica con ellos. Deben aprender a comprender que el paciente se ha despedido ya y que se dispone a efectuar la transición.
Nuestras conversaciones se vuelven más mudas que orales. Cuando ya no hay conversación, una presión, una mirada, un recostarse en la almohada puede decir más que muchas ruidosas palabras.
Es difícil saber si un paciente está abandonando la lucha demasiado pronto o realmente está entrando en la fase de aceptación.” ( Elizabeth Kubler-Ross, 1996)
El enfermo terminal se enfrenta a una serie de temores que es necesario conocer para ayudarlo:
Temor a lo desconocido, al curso de su enfermedad
Al dolor físico y al sufrimiento
A la pérdida de partes del cuerpo o a la invalidez
A inspirar compasión
A perder el control de sí mismo o la autonomía en la toma de decisiones
A dejar a su familia y sus amigos
A la regresión o volverse niños (tener que usar pañales, ser bañados, alimentados)
A la muerte en sí, al proceso previo o al posterior
Las etapas del proceso por que pasa una persona en su trabajo de aceptación de la muerte pueden sintetizarse en las siguientes:
1.- Negación y Aislamiento
“Es la reacción inicial de choque : “no puede ser lo que está ocurriendo”. La mayoría de las personas que se enteran de que tenían una enfermedad mortal, reaccionan diciendo “no, yo no, no puede ser verdad”. La negación o por lo menos la negación parcial es habitual en todos los pacientes, no sólo en las primeras fases de la enfermedad o al enterarse del diagnóstico, sino también más adelante, de vez en cuando. Tal como no podemos mirar el sol todo el tiempo, no podemos enfrentar la muerte todo el tiempo. Estos pacientes pueden considerar la posibilidad de su propia muerte durante un tiempo, pero luego piensan en otras cosas y siguen con su propia vida.
La negación funciona como amortiguador. El mismo paciente que al principio niega, más adelante puede estar dispuesto y aliviado al sentarse a charlar con alguien de su muerte inminente. Este diálogo tendrá lugar cuando buenamente pueda el paciente, cuando él, no el oyente esté dispuesto a afrontarlo.
Es un mecanismo de defensa útil que permite a la siquis acomodarse y asimilar la realidad paulatinamente y no de un solo golpe: “quizás sea un error de diagnóstico, esto no me puede ocurrir a mí”. Es un recurso adaptativo muy normal que le permite a las personas asimilar gradualmente una realidad dura y dolorosa
Es importante entender que es mejor aprender a asumir la muerte antes que después. Es más fácil hacerlo cuando uno está sano y fuerte y menos asustado. Es mejor hacerlo a kilómetros de distancia que cuando se está a la puerta.
Y cuando se trata de ayudar a otro, lo que verdaderamente logrará ayudar es el cuidado persistente de alguien que haya afrontado y superado lo suficiente su propio temor a la muerte.
La persona siente la necesidad de abstraerse de la verdad mientras no sea capaz de soportarla. Ahora bien, el deber de la persona que lo quiere ayudar es esperar que llegue el momento indicado para hablar con el paciente. Debe ser sincero pero no debe imponer al enfermo la verdad. Se requiere prudencia y comprensión.
2.- Rabia e Irritabilidad
Cuando termina la etapa de negación comienza a aparecer la rabia. Preguntas como el porqué a mi o por qué ahora, o porqué no él, expresan la inconformidad del paciente con su obligado destino. Cuando no se puede seguir manteniendo la primera fase de negación, es sustituida por sentimientos de ira, rabia, envidia y resentimiento.
Esta fase es difícil de afrontar para familia y cuidadores. Porque la ira se desplaza en todas direcciones y se proyecta contra lo que les rodea.
La tragedia es quizás que no pensamos en las razones de su enojo y lo tomamos como algo personal, cuando el origen no tiene nada o muy poco que ver con las personas que se convierten en el blanco de sus iras. Cuando se toma esa ira como algo personal y se reacciona en consecuencia con más ira, no se hace más que fomentar la actitud hostil del paciente.
Hay que resaltar la importancia de la tolerancia ante la indignación de la persona.
3.- Negociación
Etapa fugaz en la cual la persona negocia con Dios, con la vida o con los médicos su curación o cuando menos la extensión temporal de su vida a cambio de promesas de buenas obras y sacrificios. Se suplica un aplazamiento.
La persona desahuciada sabe, por experiencias ajenas, que hay una ligera posibilidad que se le recompense por su buena conducta y se le conceda un deseo que prolongue su vida. Este premio generalmente se pide con un plazo de vencimiento “una boda, un nieto nacer etc). La mayoría de los pactos se hacen con Dios.
4.- Tristeza y Depresión
Cuando la persona constata que la negociación no da resultados, su insensibilidad o estoicismo, su ira o rabia será pronto sustituida por una sensación de pérdida. Se suman aquí otros factores que inciden en una depresión reactiva: las inmensas sumas que cuestan los tratamientos, la pérdida del empleo....Pero es distinta la depresión preparatoria esta no es el resultado de la pérdida de algo pasado sino que la preparación para pérdidas inminentes. Muchas veces nuestra reacción inicial ante personas que están tristes es intentar animarlas. Esto a veces no sirve y es a menudo expresión de nuestra incapacidad de contener o aguantar una cara larga por un período prolongado de tiempo. La persona necesita también expresar su dolor...realizar catarsis esto le facilitará la aceptación final. Y estará agradecido de los que se sienten a su lado sin decirle constantemente que no esté triste.
Inician aquí el duelo por su propia muerte y toman conciencia de que no sólo van a perder a un ser querido, sino a todas las personas y cosas que ha poseído. Durante esta preparación ya no se habla demasiado. Por lo general se les pide a los parientes y amigos que los visiten por última vez. Luego desean ver a sus hijos y al final de todo desean contar con una o dos personas de confianza sentadas en el lecho. Un apretón de manos o una caricia son mas importantes que las palabras....
5.- Aceptación
Aceptación pacifica de la muerte cercana como un fin alcanzable. Llega aquí a una fase en que su destino no le deprimirá ni le enojará. Habrá podido expresar sus sentimientos anteriores, su envidia a los que gozan de buena salud, su ira contra los que no tienen que enfrentarse a un fin tan pronto. Habrá llorado la pérdida inminente de tantas personas y de tantos lugares importantes y contemplará el fin de su cuerpo con relativa tranquilidad. Estará cansado y en la mayoría de los casos bastante débil. Además sentirá la necesidad de dormir o dormitar a menudo y en breves intervalos lo cual es diferente a la necesidad de dormir en épocas de depresión.
En estos momentos generalmente es la familia quien necesita más ayuda, comprensión y apoyo que la propia persona. Cuando el moribundo ha encontrado cierta paz y aceptación, su capacidad de interés disminuye. Desea que lo dejen solo o por lo menos que no lo agiten con noticias y problemas del mundo exterior. Muchos familiares no comprenden esta negativa del paciente y se sienten conmocionados o irritados al ver que no se comunica con ellos. Deben aprender a comprender que el paciente se ha despedido ya y que se dispone a efectuar la transición.
Nuestras conversaciones se vuelven más mudas que orales. Cuando ya no hay conversación, una presión, una mirada, un recostarse en la almohada puede decir más que muchas ruidosas palabras.
Es difícil saber si un paciente está abandonando la lucha demasiado pronto o realmente está entrando en la fase de aceptación.” ( Elizabeth Kubler-Ross, 1996)
Volver a la Vida: Cambio, reorganización y restablecimiento
Todo duelo bien elaborado debe llegar a un fin. Sin embargo, en algunos casos las heridas son tan profundas que no cicatrizan totalmente y ante determinados estímulos vuelven a doler una y otra vez, como es frecuente en casos de sufrimiento extremo como la muerte de un hijo.
Al hablar de cambio nos referimos a una nueva identidad con la que generalmente se descubre el doliente en las etapas finales del duelo, se vuelve a sentir la vida, se vuelve a sonreír y encuentra intereses y libertades desconocidas que le abren nuevas opciones de vida.
La reorganización es el resultado final esperado y alcanzable. Se emprende la tarea de reconstruir el mundo roto, de llenarlo con otros significados y con un para qué diferente al que teníamos antes de la muerte de esa persona amada.
Reacomodarse a la pérdida, es recordar a la persona ya no como presente sino como ausente, es evocarla con cariño y nostalgia, pero sin que su recuerdo sea un obstáculo para el crecimiento personal; es aprender a vivir sin ese ser, encontrando nuevas alternativas para seguir adelante, es organizar un nuevo mundo presuntivo de creencias; es dejarlo ir, soltarlo, separarse: la muerte acaba con la vida pero no con la relación.
Las sensaciones y sentimientos propios de la fase aguda del duelo tienden a repetirse con intensidad semejante cuando se cumple el primer aniversario de la muerte. El doliente, para entonces ya más tranquilo y reubicado en la vida, se sorprende y se asusta cuando comienza a experimentar una necesidad de revivir los acontecimientos de hace un año, y su vivencia es acompañada de profunda tristeza. Este fenómeno es conocido como síndrome de aniversario, es temporal y de ninguna manera implica un retroceso definitivo en la elaboración del duelo...esto a veces ocurre en Navidad, cumpleaños y diversas fechas conmemorativas..” (Isa Fonnegra de Jarmillo, 2001)
Al hablar de cambio nos referimos a una nueva identidad con la que generalmente se descubre el doliente en las etapas finales del duelo, se vuelve a sentir la vida, se vuelve a sonreír y encuentra intereses y libertades desconocidas que le abren nuevas opciones de vida.
La reorganización es el resultado final esperado y alcanzable. Se emprende la tarea de reconstruir el mundo roto, de llenarlo con otros significados y con un para qué diferente al que teníamos antes de la muerte de esa persona amada.
Reacomodarse a la pérdida, es recordar a la persona ya no como presente sino como ausente, es evocarla con cariño y nostalgia, pero sin que su recuerdo sea un obstáculo para el crecimiento personal; es aprender a vivir sin ese ser, encontrando nuevas alternativas para seguir adelante, es organizar un nuevo mundo presuntivo de creencias; es dejarlo ir, soltarlo, separarse: la muerte acaba con la vida pero no con la relación.
Las sensaciones y sentimientos propios de la fase aguda del duelo tienden a repetirse con intensidad semejante cuando se cumple el primer aniversario de la muerte. El doliente, para entonces ya más tranquilo y reubicado en la vida, se sorprende y se asusta cuando comienza a experimentar una necesidad de revivir los acontecimientos de hace un año, y su vivencia es acompañada de profunda tristeza. Este fenómeno es conocido como síndrome de aniversario, es temporal y de ninguna manera implica un retroceso definitivo en la elaboración del duelo...esto a veces ocurre en Navidad, cumpleaños y diversas fechas conmemorativas..” (Isa Fonnegra de Jarmillo, 2001)
Enfrentando la Ausencia: Fase Aguda
Generalmente, luego del entierro la ausencia del ser querido se hace tangible e innegable en todo momento y lugar. Todo trae torrentes de recuerdos. Se impone la realidad de la ausencia y una punzante necesidad de la persona.
Puede darse momentos de pánico, intensa ansiedad e irritabilidad, de rechazo a todo intento de consuelo; rabia hacia Dios o hacia el mismo muerto por su descuido; hacia sí mismo por no haber podido evitar la muerte . Asimismo, aparece la culpa en forma de auto reproche por lo que se hizo mal o por lo que se dejó de hacer.
Cada “primera vez” que suceden los eventos de la vida sin él o ella ratifican su muerte y la consiguiente soledad del sobreviviente, con lo que retornan el dolor agudo, la tristeza y la nostalgia.
La preocupación por la imagen del que murió es permanente y rumiativa. Esa dolorosa invasión de imágenes, el revivir una y otra vez situaciones pasadas y la sensación de no ser uno mismo por la extrañeza que causan las propias reacciones inesperadas y desproporcionadas, forman parte del proceso de duelo. Hay un momento que se siente la necesidad imperiosa de hablar del ausente
Posteriormente, cuando ya se ha aceptado lo ineludible de la muerte y se ha podido reaccionar ante el hecho, se inicia la difícil tarea de deshacer los vínculos que nos ligaban a esa persona querida. Esto se conoce como proceso de elaboración del duelo.
Muchas veces empleamos expresiones como está muy mal o deprimido para referirnos a alguien en duelo, cuando lo que deberíamos decir es está muy triste pero va bien, puesto que es lo que le toca vivir. El dolor del duelo no puede esquivarse; tan sólo cuando se vive y enfrenta comienza a desvanecerse. Todo lo que ayude al verdadero desapego viene bien en esta etapa.
Cuando esta sensación de duelo se reprime o se oculta tras una fachada de admirable fortaleza, de compromisos de trabajo agotadores, exceso de actividad y aceleramiento o abuso de alcohol y drogas para adormecer el sufrimiento, estos sentimientos estancados hacen estragos y buscan salir, manifestarse, a través de síntomas físicos, enfermedades, dificultad para volver a amar; acompañados por la imperiosa necesidad de esquivar todas aquellas situaciones, clínicas, entierros, películas tristes, que puedan revivir el duelo no afrontado.
La depresión puede también ser el resultado desfavorable un duelo no resuelto, lo mismo que el alcoholismo o conductas despóticas
Puede darse momentos de pánico, intensa ansiedad e irritabilidad, de rechazo a todo intento de consuelo; rabia hacia Dios o hacia el mismo muerto por su descuido; hacia sí mismo por no haber podido evitar la muerte . Asimismo, aparece la culpa en forma de auto reproche por lo que se hizo mal o por lo que se dejó de hacer.
Cada “primera vez” que suceden los eventos de la vida sin él o ella ratifican su muerte y la consiguiente soledad del sobreviviente, con lo que retornan el dolor agudo, la tristeza y la nostalgia.
La preocupación por la imagen del que murió es permanente y rumiativa. Esa dolorosa invasión de imágenes, el revivir una y otra vez situaciones pasadas y la sensación de no ser uno mismo por la extrañeza que causan las propias reacciones inesperadas y desproporcionadas, forman parte del proceso de duelo. Hay un momento que se siente la necesidad imperiosa de hablar del ausente
Posteriormente, cuando ya se ha aceptado lo ineludible de la muerte y se ha podido reaccionar ante el hecho, se inicia la difícil tarea de deshacer los vínculos que nos ligaban a esa persona querida. Esto se conoce como proceso de elaboración del duelo.
Muchas veces empleamos expresiones como está muy mal o deprimido para referirnos a alguien en duelo, cuando lo que deberíamos decir es está muy triste pero va bien, puesto que es lo que le toca vivir. El dolor del duelo no puede esquivarse; tan sólo cuando se vive y enfrenta comienza a desvanecerse. Todo lo que ayude al verdadero desapego viene bien en esta etapa.
Cuando esta sensación de duelo se reprime o se oculta tras una fachada de admirable fortaleza, de compromisos de trabajo agotadores, exceso de actividad y aceleramiento o abuso de alcohol y drogas para adormecer el sufrimiento, estos sentimientos estancados hacen estragos y buscan salir, manifestarse, a través de síntomas físicos, enfermedades, dificultad para volver a amar; acompañados por la imperiosa necesidad de esquivar todas aquellas situaciones, clínicas, entierros, películas tristes, que puedan revivir el duelo no afrontado.
La depresión puede también ser el resultado desfavorable un duelo no resuelto, lo mismo que el alcoholismo o conductas despóticas
El Duelo Post. Mortem
Shock, Aturdimiento y Anestesia Emocional
“La primera reacción ante la noticia de la muerte o enfermedad terminal de un ser querido es la de incredulidad. Se entra en una especie de bloqueo semejante a la reacción inicial ante cualquier mala noticia. La persona se siente como congelada por dentro, sufre una suerte de anestesia emocional o desconexión emotiva, esa suerte de negación es un mecanismo de defensa que cumple con el propósito de suspender o anular lo que ocurre por ser demasiado doloroso, se cancela temporalmente el evento para poder seguir viviendo.
Muchas veces este estado de aparente control sobre la desgracia, que no es tal sino, como decimos, una reacción inicial de choque, embotamiento e irrealidad, es confundido con una admirable respuesta de valentía y entereza ante la tragedia.
Las personas relatan esos momentos con frases como “yo no era yo, actuaba, me movía y daba órdenes, pero en el fondo no había registrado aún la realidad a nivel emocional.
Ver a la persona muerta, asistir a los funerales-innegable ritual de despedida, oir cómo ocurrió la tragedia y poder hablar de ella ayudan al doliente a salir del estado de choque. Por el contrario, reforzar la anestesia emocional con tranquilizantes o antidepresivos que bloquean la sana y natural capacidad para reaccionar, o esconderle la verdad a una persona, definitivamente no ayudan para nada.
Entre más intempestiva e inesperada sea la muerte, más largo puede ser este primer momento de duelo: algunas personas relatan que tan sólo semanas o meses después pudieron sentir en toda su dimensión la ausencia del ser querido como irreversible.
“La primera reacción ante la noticia de la muerte o enfermedad terminal de un ser querido es la de incredulidad. Se entra en una especie de bloqueo semejante a la reacción inicial ante cualquier mala noticia. La persona se siente como congelada por dentro, sufre una suerte de anestesia emocional o desconexión emotiva, esa suerte de negación es un mecanismo de defensa que cumple con el propósito de suspender o anular lo que ocurre por ser demasiado doloroso, se cancela temporalmente el evento para poder seguir viviendo.
Muchas veces este estado de aparente control sobre la desgracia, que no es tal sino, como decimos, una reacción inicial de choque, embotamiento e irrealidad, es confundido con una admirable respuesta de valentía y entereza ante la tragedia.
Las personas relatan esos momentos con frases como “yo no era yo, actuaba, me movía y daba órdenes, pero en el fondo no había registrado aún la realidad a nivel emocional.
Ver a la persona muerta, asistir a los funerales-innegable ritual de despedida, oir cómo ocurrió la tragedia y poder hablar de ella ayudan al doliente a salir del estado de choque. Por el contrario, reforzar la anestesia emocional con tranquilizantes o antidepresivos que bloquean la sana y natural capacidad para reaccionar, o esconderle la verdad a una persona, definitivamente no ayudan para nada.
Entre más intempestiva e inesperada sea la muerte, más largo puede ser este primer momento de duelo: algunas personas relatan que tan sólo semanas o meses después pudieron sentir en toda su dimensión la ausencia del ser querido como irreversible.
Aceptación del Final
Tercera Fase:
Cuando la muerte del ser querido se acerca, vuelven a aparecer emociones intensas y desacuerdos explícitos o tácitos acerca de las circunstancias en que se espera o se desearía que ésta ocurriera. La familia nuevamente se repliega sobre sí misma, esperando el final, lo que deja en el ambiente una sensación, a veces equivocada, de un fuerte bloque de apoyo familiar incondicional ¿?. Éste puede desaparecer uno o dos meses más tarde, demostrando así su carácter transitorio, de respuesta a la emergencia.
Cuando el evento de la muerte en sí pudo ser anticipado, cuando en lugar de pánico y decisiones impulsivamente tomadas al final la persona tiene una buena muerte, con su dignidad respetada y su voluntad cumplida, acompañada y aliviada , quedará en el recuerdo de todos los involucrados una imagen triste pero tranquilizante, sin culpas, sin remordimientos que tendrá efectos apacibles en la elaboración del duelo posterior. Cuando por el contrario, el evento de la muerte está rodeado de confusión, angustia, inculpaciones, reproches mutuos, esa imagen perdurará en el recuerdo como una pesadilla difícil de procesar” (Isa Fonnegra de Jarmillo, 2001)
Cuando la muerte del ser querido se acerca, vuelven a aparecer emociones intensas y desacuerdos explícitos o tácitos acerca de las circunstancias en que se espera o se desearía que ésta ocurriera. La familia nuevamente se repliega sobre sí misma, esperando el final, lo que deja en el ambiente una sensación, a veces equivocada, de un fuerte bloque de apoyo familiar incondicional ¿?. Éste puede desaparecer uno o dos meses más tarde, demostrando así su carácter transitorio, de respuesta a la emergencia.
Cuando el evento de la muerte en sí pudo ser anticipado, cuando en lugar de pánico y decisiones impulsivamente tomadas al final la persona tiene una buena muerte, con su dignidad respetada y su voluntad cumplida, acompañada y aliviada , quedará en el recuerdo de todos los involucrados una imagen triste pero tranquilizante, sin culpas, sin remordimientos que tendrá efectos apacibles en la elaboración del duelo posterior. Cuando por el contrario, el evento de la muerte está rodeado de confusión, angustia, inculpaciones, reproches mutuos, esa imagen perdurará en el recuerdo como una pesadilla difícil de procesar” (Isa Fonnegra de Jarmillo, 2001)
Convivir con la Enfermedad
Segunda Fase:
Cuando se abandonan las curas milagrosas y las segundas, terceras, a veces hasta cuartas opiniones de “doctores maravillosos”, es posible reorganizarse para cuidar al paciente con menos ansiedad y una mayor aceptación de los hechos. Los miembros de la familia se van adaptando a la futura pérdida como algo innegable y se inicia la búsqueda de mecanismos para reorganizarse en varios aspectos, entre ellos la disponibilidad de tiempo para acompañar, el asegurar dignidad y calidad de vida, la planificación de paliativos que eviten el dolor, el brindar cuidados, el estudio de los costos y la ayuda espiritual, que creo, es quizás el tema más importante.
Con bastante frecuencia, se van creando expectativas tácitas respecto a la actuación del entorno cercano, en el sentido de que el asunto compete a todos y por lo tanto todos deben comprometerse con igual intensidad y dedicación, lo que desconoce las diferencias individuales de los miembros de una familia y hace que algunos sean blanco de censuras, o de reproches por sus respuestas personales a la situación. Se critica el tomar distancia, el presentar reacciones sentimentales o de desvalimiento, el cuidarse a si mismos, el solicitar descanso o la ausencia. En aquellas situaciones se intenta imponer una forma única de reaccionar ante estos momentos dolorosos.
Cuando se abandonan las curas milagrosas y las segundas, terceras, a veces hasta cuartas opiniones de “doctores maravillosos”, es posible reorganizarse para cuidar al paciente con menos ansiedad y una mayor aceptación de los hechos. Los miembros de la familia se van adaptando a la futura pérdida como algo innegable y se inicia la búsqueda de mecanismos para reorganizarse en varios aspectos, entre ellos la disponibilidad de tiempo para acompañar, el asegurar dignidad y calidad de vida, la planificación de paliativos que eviten el dolor, el brindar cuidados, el estudio de los costos y la ayuda espiritual, que creo, es quizás el tema más importante.
Con bastante frecuencia, se van creando expectativas tácitas respecto a la actuación del entorno cercano, en el sentido de que el asunto compete a todos y por lo tanto todos deben comprometerse con igual intensidad y dedicación, lo que desconoce las diferencias individuales de los miembros de una familia y hace que algunos sean blanco de censuras, o de reproches por sus respuestas personales a la situación. Se critica el tomar distancia, el presentar reacciones sentimentales o de desvalimiento, el cuidarse a si mismos, el solicitar descanso o la ausencia. En aquellas situaciones se intenta imponer una forma única de reaccionar ante estos momentos dolorosos.
El Duelo Preparatorio de la Familia
“El proceso de un duelo se inicia no con la muerte, sino con el diagnóstico de una enfermedad fatal y da pie para prepararse para la muerte anticipando y viviendo muchas pérdidas que la enfermedad obliga a afrontar. Es importante y útil comprender que no existe una única muerte del ser querido, sino que día a día se van muriendo partes , rasgos o potencialidades del ser querido. Para que este proceso sea lo más sano y alegre posible se nos recomienda:
a.- Compartir información honesta, veraz y confiable
b.- Permitir la participación familiar en los cuidados del ser querido y en la toma de decisiones
c.- Permitir los distintos tipos de reacciones sin juzgarlas
d.- Hablar del tema, imaginarlo, preveerlo
e.- Darle prioridad a las necesidades del enfermo, sus deseos y expectativas
d.- Permitir el descanso, el humor y la recreación
g.- Encontrarle un sentido a la enfermedad
h.- Reparar heridas previas
i.- Permitirse, sin abandonar al enfermo planear el futuro sin él
En la medida que se haga un duelo anticipatorio sano, el duelo post mortem será mas tranquilo, sereno y menos tormentoso.
La familia se prepara para una Muerte Anticipada. Fase Inicial o Preparatoria
La familia y el enfermo van atravesando, en un recorrido conjunto, diferentes momentos cuya duración varía en cada caso:
Con los primeros síntomas de la enfermedad y con los exámenes del diagnóstico se activa una suerte de respuesta de alerta, algo así como una situación de emergencia familiar. El temor a que se confirme lo que al principio fue una sospecha y el surgimiento de la negación del hecho, como defensa sicológica inicial que permite asimilar gradualmente la enfermedad, son dos reacciones que aparecen en diferentes momentos y con distintas intensidades entre los miembros de la familia.
Esta primera fase preparatoria, que incluye los síntomas, la alarma, los exámenes, el diagnóstico, el pronóstico y el plan de tratamiento, suele ir acompañada de una gran desorganización, ansiedad y labilidad afectiva entre los miembros de la familia. Cuando el paciente elige tratamientos considerados inaceptables para algunos, o que rechaza tratamientos considerados indispensables para otros, cuando unos tratan de imponer su opinión ignorando a los demás o cuando la información es privilegio de unos pocos, se genera una tempestad agresiva que, a la manera de una cortina de humo, desvía la energía emocional hacia ese conflicto, energía que debería utilizarse para enfrentar la realidad de la evidente despedida.
a.- Compartir información honesta, veraz y confiable
b.- Permitir la participación familiar en los cuidados del ser querido y en la toma de decisiones
c.- Permitir los distintos tipos de reacciones sin juzgarlas
d.- Hablar del tema, imaginarlo, preveerlo
e.- Darle prioridad a las necesidades del enfermo, sus deseos y expectativas
d.- Permitir el descanso, el humor y la recreación
g.- Encontrarle un sentido a la enfermedad
h.- Reparar heridas previas
i.- Permitirse, sin abandonar al enfermo planear el futuro sin él
En la medida que se haga un duelo anticipatorio sano, el duelo post mortem será mas tranquilo, sereno y menos tormentoso.
La familia se prepara para una Muerte Anticipada. Fase Inicial o Preparatoria
La familia y el enfermo van atravesando, en un recorrido conjunto, diferentes momentos cuya duración varía en cada caso:
Con los primeros síntomas de la enfermedad y con los exámenes del diagnóstico se activa una suerte de respuesta de alerta, algo así como una situación de emergencia familiar. El temor a que se confirme lo que al principio fue una sospecha y el surgimiento de la negación del hecho, como defensa sicológica inicial que permite asimilar gradualmente la enfermedad, son dos reacciones que aparecen en diferentes momentos y con distintas intensidades entre los miembros de la familia.
Esta primera fase preparatoria, que incluye los síntomas, la alarma, los exámenes, el diagnóstico, el pronóstico y el plan de tratamiento, suele ir acompañada de una gran desorganización, ansiedad y labilidad afectiva entre los miembros de la familia. Cuando el paciente elige tratamientos considerados inaceptables para algunos, o que rechaza tratamientos considerados indispensables para otros, cuando unos tratan de imponer su opinión ignorando a los demás o cuando la información es privilegio de unos pocos, se genera una tempestad agresiva que, a la manera de una cortina de humo, desvía la energía emocional hacia ese conflicto, energía que debería utilizarse para enfrentar la realidad de la evidente despedida.
COMPRENDIENDO EL DUELO
“Llamaremos duelo simplemente a la esa reacción que se experimenta ante una pérdida afectiva. Es conocido el duelo, en términos de tiempo, al período que sigue tras la muerte de alguien afectivamente importante. El duelo es un proceso activo ( no un estado) de adaptación ante una pérdida de un ser amado, por ello se habla de “hacer un duelo”, es una tarea por emprender de parte de los que quedan, una tarea activa que implica cambios, no exenta de ansiedad, temor pero también con posibilidad. A cada pérdida le corresponde a su vez un logro y un nuevo avance interior
Para sobrevivir física y emocionalmente, el ser humano establece desde que nace, poderosos vínculos de apego afectivo con aquellas personas a quienes los unen necesidades, sentimientos e interacciones. La reacción ante una pérdida no depende del vínculo de consanguinidad o rótulo que califique la relación. Cuanto más íntima, intensa e importante la relación, más difícil se hace el desapego y más compleja la aparente pérdida del ser querido
¿Por qué para algunos la pérdida de un ser querido puede ser demoledora y para otros no? Esto va a depender de varios factores, pero el más importante es el estado de reconciliación en que esté la relación, al momento de la partida del ser querido. Que no hayan pendientes, rabias, enojos guardados; y que haya un nivel de desapego y generosidad que se logra con la madurez emocional.
Las pérdidas son experiencias de fracaso, que muchas veces son de mucha utilidad para realizar aprendizajes existencialmente significativos. Hay pérdidas tangibles, como la muerte de un ser querido e intangibles, como la pérdida de status, de juventud, de una ilusión...Muchas pérdidas son experiencias necesarias para crecer, dependiendo de qué haga el individuo para sobrellevarla. Aprender a perder es todo un reto, aprender a desapegarse es toda una dirección de vida..
El duelo concebido como proceso activo, ofrece a los que quedan cientos de opciones que pueden y deben elegir o descartar: si se preparan o no para el inminente evento de la muerte en los casos de enfermedad, si ve o no ve el cadáver, si se despide o no, si guarda o reparte las posesiones y pertenencias de quien murió, si habla de la persona o de lo que ocurrió o se aísla en silencio, si acepta ayuda y consuelo o asume una posición de no necesitarla, si incluye a los niños y la familia en su mundo triste o la margina, si se permite recordar, si ve o no las fotografías, si se permite la tristeza o no, si acoge o no los rituales (misas, cementerios etc) , si refuerza sus creencias religiosas para incluir la sobrevivencia del espíritu o sigue fiel a la convicción de que con la muerte todo termina, si lucha por encontrarle significado a lo que ocurrió o no, si decide avanzar y replantear prioridades conforme a una identidad o perpetúa su incapacidad, si sobrevive o muere sicológicamente. “ (Isa Fonnegra de Jarmillo, 2001)
Para sobrevivir física y emocionalmente, el ser humano establece desde que nace, poderosos vínculos de apego afectivo con aquellas personas a quienes los unen necesidades, sentimientos e interacciones. La reacción ante una pérdida no depende del vínculo de consanguinidad o rótulo que califique la relación. Cuanto más íntima, intensa e importante la relación, más difícil se hace el desapego y más compleja la aparente pérdida del ser querido
¿Por qué para algunos la pérdida de un ser querido puede ser demoledora y para otros no? Esto va a depender de varios factores, pero el más importante es el estado de reconciliación en que esté la relación, al momento de la partida del ser querido. Que no hayan pendientes, rabias, enojos guardados; y que haya un nivel de desapego y generosidad que se logra con la madurez emocional.
Las pérdidas son experiencias de fracaso, que muchas veces son de mucha utilidad para realizar aprendizajes existencialmente significativos. Hay pérdidas tangibles, como la muerte de un ser querido e intangibles, como la pérdida de status, de juventud, de una ilusión...Muchas pérdidas son experiencias necesarias para crecer, dependiendo de qué haga el individuo para sobrellevarla. Aprender a perder es todo un reto, aprender a desapegarse es toda una dirección de vida..
El duelo concebido como proceso activo, ofrece a los que quedan cientos de opciones que pueden y deben elegir o descartar: si se preparan o no para el inminente evento de la muerte en los casos de enfermedad, si ve o no ve el cadáver, si se despide o no, si guarda o reparte las posesiones y pertenencias de quien murió, si habla de la persona o de lo que ocurrió o se aísla en silencio, si acepta ayuda y consuelo o asume una posición de no necesitarla, si incluye a los niños y la familia en su mundo triste o la margina, si se permite recordar, si ve o no las fotografías, si se permite la tristeza o no, si acoge o no los rituales (misas, cementerios etc) , si refuerza sus creencias religiosas para incluir la sobrevivencia del espíritu o sigue fiel a la convicción de que con la muerte todo termina, si lucha por encontrarle significado a lo que ocurrió o no, si decide avanzar y replantear prioridades conforme a una identidad o perpetúa su incapacidad, si sobrevive o muere sicológicamente. “ (Isa Fonnegra de Jarmillo, 2001)
El miedo a la muerte
Los hombres temen a la muerte tal como los niños a la oscuridad, escribió el filósofo Francis Bacon en 1625. Sólo si conocemos la verdad y nos preparamos para ella nos liberaremos del miedo a la terra incógnita de la muerte,
“¿Qué nos pueden enseñar otras culturas, aquellas que abordan con más desenvoltura la idea de la muerte?. Todas las culturas de la historia incluyen en su sistema de creencias una idea del más allá.
Yama es el dios de la muerte, Yamantaka, el dominador del miedo a morir. NO es la muerte en si, sino el miedo a ella. Los tibetanos creen, que si uno dedicara tiempo a meditar sobre Yamantaka, a estudiarlo, habituarse y hasta sentirse a gusto con él, sería posible superar el miedo a la muerte y hallar la paz de espíritu.....es reconfortante saber que toda una cultura reconoce el poder del miedo a la muerte y hasta tiene una receta para enfrentarlo.
Si preguntamos a quienes temen a la muerte, qué es exactamente lo que los asusta, es probable que la respuesta sea, la nada, lo desconocida, el vacío todo eso. Sin embargo, no hay sistema cultural o religioso de la tierra que describa el más allá como un grumo amorfo, una nada. Por el contrario, esos sistemas reconocen y mitigan el efecto desorientador presentando imágenes bastante claras de lo que hay más allá
Muchas personas eliminan el conocimiento sobre su muerte inminente por el miedo a morir en el aquí e ahora, por el miedo al juicio y al castigo posterior. Pero con la verdad llega el conocimiento en que el dolor no está en ella sino en la resistencia. El rechazo aumenta el temor y a la inversa la aceptación trae serenidad. La verdad puede ser una fuente de alivio
A pesar de sus éxitos tecnológicos, la sociedad occidental carece de una verdadera comprensión de la muerte y de lo que ocurre durante y después de ella. A la gente de hoy se le enseña a negar la muerte y se le enseña que no significa otra cosa que aniquilamiento y pérdida. Eso quiere decir que la mayor parte del mundo vive, o bien negando la muerte, o bien aterrorizado por ella. El mero hecho de hablar sobre la muerte se considera morboso, y la mayoría de las personas creen que el sólo hecho de mencionarla es correr el riesgo de atraérsela. Otros contemplan la muerte de manera ingenua, irreflexiva o frívola pensando que por alguna causa desconocida, les irá bien y no hay porqué preocuparse, “bueno morirse es algo que le pasa a todo el mundo, no es nada grave, es un hecho natural..todo irá bien...es una teoría muy bonita hasta que llega el momento de la muerte. De estas dos actitudes hacia la muerte , aquella que la considera algo de lo que hay que escabullirse y la otra, algo que se resolverá por sí sólo ¡qué lejos están ambas de comprender la verdadera importancia de la muerte!
Igualmente se trivializa la muerte si se la teme y se rehúsa afrontarla, como cuando se la convierte en algo romántico. Tanto la desesperación como la euforia ante la muerte, son formas de evasión. La muerte no es deprimente, no es emocionante; es sencillamente un hecho de la vida.
¿Por qué exactamente nos asusta tanto la muerte que nos negamos en redondo a contemplarla? Dentro de nosotros sabemos que no podemos evitar eternamente enfrentarnos a ella. Cuanto más tardamos en afrontar la muerte, cuanto más la borramos de nuestros pensamientos, mayores son el miedo y la inseguridad que se acumulan para acosarnos. Cuanto más intentamos huir de ese miedo más monstruoso se vuelve.
Las grandes tradiciones espirituales del mundo siempre han dicho que la muerte no es el final. Todas transmiten la visión de alguna clase de vida venidera, que infunde un sentido sagrado a esta vida que estamos llevando ahora. Pero a pesar de sus enseñanzas, la sociedad moderna es en gran medida un desierto espiritual en el que la mayor parte de la gente imagina que esta vida es lo único que existe. Carentes de toda fe auténtica en una vida posterior, las personas que llevan una vida desprovista de sentido, son mayoría.
¿Por qué vivimos en el terror a la muerte?. Quizás la razón más profunda de que temamos a la muerte, es nuestra ignorancia, ignoramos quienes somos, ignoramos cómo funciona nuestro psiquismo, ignoramos qué es la muerte.
Sofocamos nuestro miedo secreto a la muerte rodeándonos de más y más bienes, más y más cosas, más y más comodidades, más y más experiencias fuertes, hasta convertirnos en sus esclavos. Necesitamos todo tiempo y energía para mantenernos y sobrevivir
Nuestros más profundos temores son como dragones que protegen nuestro más profundo tesoro. El temor a la muerte suscita en nosotros la imagen de que nadie permanece, es como llegamos a descubrir, nuestra mayor verdad, ya que nos induce a preguntar: si todo muere y cambia, qué es lo verdaderamente importante?; ¿existe algo con lo que podamos contar que sobreviva a lo que llamamos muerte?” “( Sogyal Rimpoché, 1994)
“¿Qué nos pueden enseñar otras culturas, aquellas que abordan con más desenvoltura la idea de la muerte?. Todas las culturas de la historia incluyen en su sistema de creencias una idea del más allá.
Yama es el dios de la muerte, Yamantaka, el dominador del miedo a morir. NO es la muerte en si, sino el miedo a ella. Los tibetanos creen, que si uno dedicara tiempo a meditar sobre Yamantaka, a estudiarlo, habituarse y hasta sentirse a gusto con él, sería posible superar el miedo a la muerte y hallar la paz de espíritu.....es reconfortante saber que toda una cultura reconoce el poder del miedo a la muerte y hasta tiene una receta para enfrentarlo.
Si preguntamos a quienes temen a la muerte, qué es exactamente lo que los asusta, es probable que la respuesta sea, la nada, lo desconocida, el vacío todo eso. Sin embargo, no hay sistema cultural o religioso de la tierra que describa el más allá como un grumo amorfo, una nada. Por el contrario, esos sistemas reconocen y mitigan el efecto desorientador presentando imágenes bastante claras de lo que hay más allá
Muchas personas eliminan el conocimiento sobre su muerte inminente por el miedo a morir en el aquí e ahora, por el miedo al juicio y al castigo posterior. Pero con la verdad llega el conocimiento en que el dolor no está en ella sino en la resistencia. El rechazo aumenta el temor y a la inversa la aceptación trae serenidad. La verdad puede ser una fuente de alivio
A pesar de sus éxitos tecnológicos, la sociedad occidental carece de una verdadera comprensión de la muerte y de lo que ocurre durante y después de ella. A la gente de hoy se le enseña a negar la muerte y se le enseña que no significa otra cosa que aniquilamiento y pérdida. Eso quiere decir que la mayor parte del mundo vive, o bien negando la muerte, o bien aterrorizado por ella. El mero hecho de hablar sobre la muerte se considera morboso, y la mayoría de las personas creen que el sólo hecho de mencionarla es correr el riesgo de atraérsela. Otros contemplan la muerte de manera ingenua, irreflexiva o frívola pensando que por alguna causa desconocida, les irá bien y no hay porqué preocuparse, “bueno morirse es algo que le pasa a todo el mundo, no es nada grave, es un hecho natural..todo irá bien...es una teoría muy bonita hasta que llega el momento de la muerte. De estas dos actitudes hacia la muerte , aquella que la considera algo de lo que hay que escabullirse y la otra, algo que se resolverá por sí sólo ¡qué lejos están ambas de comprender la verdadera importancia de la muerte!
Igualmente se trivializa la muerte si se la teme y se rehúsa afrontarla, como cuando se la convierte en algo romántico. Tanto la desesperación como la euforia ante la muerte, son formas de evasión. La muerte no es deprimente, no es emocionante; es sencillamente un hecho de la vida.
¿Por qué exactamente nos asusta tanto la muerte que nos negamos en redondo a contemplarla? Dentro de nosotros sabemos que no podemos evitar eternamente enfrentarnos a ella. Cuanto más tardamos en afrontar la muerte, cuanto más la borramos de nuestros pensamientos, mayores son el miedo y la inseguridad que se acumulan para acosarnos. Cuanto más intentamos huir de ese miedo más monstruoso se vuelve.
Las grandes tradiciones espirituales del mundo siempre han dicho que la muerte no es el final. Todas transmiten la visión de alguna clase de vida venidera, que infunde un sentido sagrado a esta vida que estamos llevando ahora. Pero a pesar de sus enseñanzas, la sociedad moderna es en gran medida un desierto espiritual en el que la mayor parte de la gente imagina que esta vida es lo único que existe. Carentes de toda fe auténtica en una vida posterior, las personas que llevan una vida desprovista de sentido, son mayoría.
¿Por qué vivimos en el terror a la muerte?. Quizás la razón más profunda de que temamos a la muerte, es nuestra ignorancia, ignoramos quienes somos, ignoramos cómo funciona nuestro psiquismo, ignoramos qué es la muerte.
Sofocamos nuestro miedo secreto a la muerte rodeándonos de más y más bienes, más y más cosas, más y más comodidades, más y más experiencias fuertes, hasta convertirnos en sus esclavos. Necesitamos todo tiempo y energía para mantenernos y sobrevivir
Nuestros más profundos temores son como dragones que protegen nuestro más profundo tesoro. El temor a la muerte suscita en nosotros la imagen de que nadie permanece, es como llegamos a descubrir, nuestra mayor verdad, ya que nos induce a preguntar: si todo muere y cambia, qué es lo verdaderamente importante?; ¿existe algo con lo que podamos contar que sobreviva a lo que llamamos muerte?” “( Sogyal Rimpoché, 1994)
ACERCÁNDONOS AMIGABLEMENTE A LA MUERTE
Un sistema social que niega la muerte
“Es increíble ver cómo el sistema social en que vivimos nos incentiva para atraparnos en sus distracciones estériles. Este sistema se alimenta de la ansiedad y la depresión que induce en todos nosotros y que fomenta cuidadosamente con una maquinaria de consumo que necesita mantenernos deseosos para continuar funcionando. Así obsesionados por falsas esperanzas, sueños y ambiciones que prometen felicidad, pero que sólo conducen a la desdicha, nos arrastramos en un desierto sin fin.
En realidad nuestra sociedad nos trata como si estuviéramos obsesionados exclusivamente por el poder, el sexo y el dinero, e intenta distraernos en todo momento de cualquier contacto con la muerte.
El tabú de la muerte es válido para toda la civilización occidental. Cuanto más elevado es el nivel de desarrollo técnico e industrial de un país, mayor es el miedo a la muerte y más se la aísla de la vida. La muerte resulta ser la derrota de las artes médicas. La muerte es expulsada, aislada, tapada.
Morir es más difícil hoy en día, también, porque los vínculos religiosos y espirituales se han tornado quebradizos. Se han ido borrando los conocimientos sobre el arte del morir y se ha ido convirtiendo en una catástrofe sin salida
Sería positivo que se hablara más de la muerte y la agonía, tal como se habla, sin dudarlo, del niño que va a venir al mundo.” ( Sogyal Rimpoché, 1994)
Sin embargo, por suerte todavía hay futuro, la crisis actual está despertando lentamente al ser humano a la necesidad de una transformación personal y social a escala mundial. En esa transformación el tema de la muerte no estará ajeno, ya que nos conecta directamente con el sentido de la vida de cada cual.
Qué es realmente la muerte
Según el diccionario: cesación de vida. Separación de cuerpo y alma.
Cesación de vida...que ya ni existe....eres nada mas que un cuerpo sin vida...y el alma...dónde irá....si nos regimos por leyes físicas...nada se pierde ....todo se transforma...pero ¿en qué? Uno de los grandes enigmas...qué será en realidad...qué se experimenta....existirá esa tan famosa luz de la cual tanto se dice o solamente nuestro cuerpo será polvo y nuestra alma un ente de energía divagando quien sabe en qué y por donde.
MUERTE. Según el Diccionario de Autoliberación de Luis Amman (escritor y exponente de la corriente del Nuevo Humanismo). Considerada como un hecho que moviliza fuertes registros instintivos y vinculados por ello a la actividad de los bajos niveles de conciencia, su consideración está relacionada: a) con la dificultad sicológica resultante del problema de la representación y registro de uno mismo como muerto o sin registro y b) del temor al dolor, al proyectarse imaginariamente la actividad de registro más allá de la muerte y referido a la forma en que son tratados los restos mortales. Así en los dos casos mencionados, al suponerse que los registros no cesan con la muerte, se genera un sistema de imágenes ilusorias que ocasionan dolor y sufrimiento. El imaginar la propia muerte como registro de actividades es fuente de sufrimientos; tiene que ver con la tensión que se genera ante el tema y con el registro de posesión referido, en este caso, a la posesión de uno mismo frente a la pérdida del cuerpo. Así es que esa tensión genera sufrimiento. En algunos casos, la idea de relajación o desposesión definitiva como pérdida total de los registros de tensión y, consecuente desintegración del yo, generan el deseo de permanencia. Siempre, en estos casos encontramos a la posesión en la base del problema, igual que en los casos de la consideración de la muerte de los otros.
La palabra cuerpo, en tibetano, es lu, que quiere decir, algo que se deja atrás, como el equipaje.
“¿No es preocupante que no se le enseñe a la gente qué es la muerte ni cómo morir? ¿O que no se les de ninguna esperanza en lo que hay después de la muerte ni, por tanto, en lo que hay realmente detrás de la vida? ¿Podría resultar más irónico que los jóvenes sean tan cuidadosamente instruidos en todos los temas excepto en aquél que encierra la clave del sentido de la vida y acaso de nuestra misma supervivencia?
Un encuentro próximo con la muerte puede producir un auténtico despertar, una transformación en toda nuestra actitud ante la vida....Sólo nosotros, entre todos los seres vivientes, tenemos conciencia de nuestra mortalidad, y esto es, entendiéndolo bien, un gran don y al mismo tiempo una gran tarea....Quien no trata de olvidar su muerte, sino que la asume conscientemente, vive de un modo distinto. Quien no recluye su propia muerte en el futuro lejano de la “hora de la muerte”, sino que la practica a lo largo de la vida, tiene otra actitud fundamental ante la vida. Hans Kung, 1997"( Sogyal Rimpoché, 1994)
“Es increíble ver cómo el sistema social en que vivimos nos incentiva para atraparnos en sus distracciones estériles. Este sistema se alimenta de la ansiedad y la depresión que induce en todos nosotros y que fomenta cuidadosamente con una maquinaria de consumo que necesita mantenernos deseosos para continuar funcionando. Así obsesionados por falsas esperanzas, sueños y ambiciones que prometen felicidad, pero que sólo conducen a la desdicha, nos arrastramos en un desierto sin fin.
En realidad nuestra sociedad nos trata como si estuviéramos obsesionados exclusivamente por el poder, el sexo y el dinero, e intenta distraernos en todo momento de cualquier contacto con la muerte.
El tabú de la muerte es válido para toda la civilización occidental. Cuanto más elevado es el nivel de desarrollo técnico e industrial de un país, mayor es el miedo a la muerte y más se la aísla de la vida. La muerte resulta ser la derrota de las artes médicas. La muerte es expulsada, aislada, tapada.
Morir es más difícil hoy en día, también, porque los vínculos religiosos y espirituales se han tornado quebradizos. Se han ido borrando los conocimientos sobre el arte del morir y se ha ido convirtiendo en una catástrofe sin salida
Sería positivo que se hablara más de la muerte y la agonía, tal como se habla, sin dudarlo, del niño que va a venir al mundo.” ( Sogyal Rimpoché, 1994)
Sin embargo, por suerte todavía hay futuro, la crisis actual está despertando lentamente al ser humano a la necesidad de una transformación personal y social a escala mundial. En esa transformación el tema de la muerte no estará ajeno, ya que nos conecta directamente con el sentido de la vida de cada cual.
Qué es realmente la muerte
Según el diccionario: cesación de vida. Separación de cuerpo y alma.
Cesación de vida...que ya ni existe....eres nada mas que un cuerpo sin vida...y el alma...dónde irá....si nos regimos por leyes físicas...nada se pierde ....todo se transforma...pero ¿en qué? Uno de los grandes enigmas...qué será en realidad...qué se experimenta....existirá esa tan famosa luz de la cual tanto se dice o solamente nuestro cuerpo será polvo y nuestra alma un ente de energía divagando quien sabe en qué y por donde.
MUERTE. Según el Diccionario de Autoliberación de Luis Amman (escritor y exponente de la corriente del Nuevo Humanismo). Considerada como un hecho que moviliza fuertes registros instintivos y vinculados por ello a la actividad de los bajos niveles de conciencia, su consideración está relacionada: a) con la dificultad sicológica resultante del problema de la representación y registro de uno mismo como muerto o sin registro y b) del temor al dolor, al proyectarse imaginariamente la actividad de registro más allá de la muerte y referido a la forma en que son tratados los restos mortales. Así en los dos casos mencionados, al suponerse que los registros no cesan con la muerte, se genera un sistema de imágenes ilusorias que ocasionan dolor y sufrimiento. El imaginar la propia muerte como registro de actividades es fuente de sufrimientos; tiene que ver con la tensión que se genera ante el tema y con el registro de posesión referido, en este caso, a la posesión de uno mismo frente a la pérdida del cuerpo. Así es que esa tensión genera sufrimiento. En algunos casos, la idea de relajación o desposesión definitiva como pérdida total de los registros de tensión y, consecuente desintegración del yo, generan el deseo de permanencia. Siempre, en estos casos encontramos a la posesión en la base del problema, igual que en los casos de la consideración de la muerte de los otros.
La palabra cuerpo, en tibetano, es lu, que quiere decir, algo que se deja atrás, como el equipaje.
“¿No es preocupante que no se le enseñe a la gente qué es la muerte ni cómo morir? ¿O que no se les de ninguna esperanza en lo que hay después de la muerte ni, por tanto, en lo que hay realmente detrás de la vida? ¿Podría resultar más irónico que los jóvenes sean tan cuidadosamente instruidos en todos los temas excepto en aquél que encierra la clave del sentido de la vida y acaso de nuestra misma supervivencia?
Un encuentro próximo con la muerte puede producir un auténtico despertar, una transformación en toda nuestra actitud ante la vida....Sólo nosotros, entre todos los seres vivientes, tenemos conciencia de nuestra mortalidad, y esto es, entendiéndolo bien, un gran don y al mismo tiempo una gran tarea....Quien no trata de olvidar su muerte, sino que la asume conscientemente, vive de un modo distinto. Quien no recluye su propia muerte en el futuro lejano de la “hora de la muerte”, sino que la practica a lo largo de la vida, tiene otra actitud fundamental ante la vida. Hans Kung, 1997"( Sogyal Rimpoché, 1994)
¿qué nos pasa al morir y después de morir
La idea de trabajar en torno a la pregunta ¿qué nos pasa al morir y después de morir , y cómo ayudar en procesos de muerte? se me ocurrió al experimentar mi propio sufrimiento ante la futura partida de mis padres y la mía propia, y al ver lo difícil que era ayudar a mis amigos en el momento que más se necesita.
Tanto en mi calidad de sicóloga, de humanista, como también en mi condición de ser humano, sabía que investigar esa cuestión era el paso lógico en mi propio proceso.
El objetivo de este escrito ha sido reunir conocimientos, imágenes, actitudes, creencias que pudieran ampliar los límites de nuestra visión e introducir otra visión de la muerte en nuestro pragmático punto de vista occidental. Me refiero a verla por ejemplo como una ilusión o considerar la existencia posible de un más allá.
Pretende ser una herramienta para ayudarnos en el tema del bien morir, que no es otro que el del bien vivir. También pretende darnos herramientas para ayudar a nuestros seres queridos en el momento de su partida, desde esa perspectiva es mas bien un apoyo práctico para momentos y procesos que para todos nos son difíciles.
Muy poco de todo lo que van a leer ha sido escrito realmente por mi persona, es más bien una recopilación de escritores expertos en el tema, y he estudiado principalmente a Mario Rodríguez Cobos (Silo), filosofo argentino fundador del movimiento humanista, a Elyzabeth Kubler-Ross, Siquiatra suiza especialista en enfermedades terminales, Soygal Rimposché, maestro espiritual tibetano e Isa Fonnegra de Jaramillo, Sicóloga colombiana pionera en tanatología. Por ello recomiendo, al que quiera profundizar en estos temas, la bibliografía mencionada al final.
“¿Que observación sobre el mundo moderno podría ser más escalofriante que la que casi todos morimos sin estar preparados para la muerte? Vemos cómo se nos llenan los días de llamadas telefónicas y proyectos triviales, de compromisos, de responsabilidades y responsabilidades ¿O no deberíamos llamarlas irresponsabilidades?
Se ha planteado que realmente podemos utilizar nuestra vida para prepararnos para la muerte. No tenemos que esperar la muerte de un ser querido o la conmoción de una enfermedad terminal para que nos obligue a examinar nuestra vida. ¿Cuantas veces hemos sabido de personas que conocíamos, incluso amigos, que han muerto inesperadamente? No es necesario estar enfermos para morir: nuestro cuerpo puede estropearse de repente y dejar de funcionar, al igual que un automóvil. Un día podemos encontrarnos perfectamente bien y al siguiente caer enfermos y morir.
La muerte es, en efecto, un enorme misterio, pero de ella se pueden decir dos cosas: es absolutamente cierto que moriremos y es incierto cómo y cuando moriremos. La única certeza que tenemos pues, es esta incertidumbre en la hora, la cual nos sirve de excusa para postergar el afrontar la muerte directamente. Somos como niños que se tapan los ojos jugando al escondite y que se figuran que nadie puede verlos.” ( Sogyal Rimpoché, 1994)
En una historia hindú un santo le dijo a un discípulo que si dedicara a la práctica espiritual una décima parte del tiempo que dedicaba a distracciones, como ir detrás de mujeres o hacer dinero, llegaría a la iluminación en pocos años. Muchos sabios, como el Dalai Lama, tienden a entender la muerte como un cambio de ropa, como cuando la que llevan está vieja y gastada, y no como un final definitivo. Otros, hablan de la muerte como la “Ilusión máxima” y niegan definitivamente su existencia.
No puedo imponer el dogma de una existencia ultramundana, pero sí decir que es una posibilidad. ¿Y por qué no podría haber una existencia después de la muerte? Sin duda que es una posibilidad que puede ser explorada y que merece estudiarse. Una posibilidad a la que, según dicen los sabios, se puede acceder por experiencia más que por creencia.
Las prácticas que se proponen en este manual son en su mayoría de Silo, no sólo por mi participación en esta corriente de pensamiento, desde hace años, sino también por la cercanía de éste autor con el tema de la muerte. Silo muestra, no sólo un saber teórico sino además, aporta una mirada desde la experiencia y herramientas para ayuda concreta.
Tanto en mi calidad de sicóloga, de humanista, como también en mi condición de ser humano, sabía que investigar esa cuestión era el paso lógico en mi propio proceso.
El objetivo de este escrito ha sido reunir conocimientos, imágenes, actitudes, creencias que pudieran ampliar los límites de nuestra visión e introducir otra visión de la muerte en nuestro pragmático punto de vista occidental. Me refiero a verla por ejemplo como una ilusión o considerar la existencia posible de un más allá.
Pretende ser una herramienta para ayudarnos en el tema del bien morir, que no es otro que el del bien vivir. También pretende darnos herramientas para ayudar a nuestros seres queridos en el momento de su partida, desde esa perspectiva es mas bien un apoyo práctico para momentos y procesos que para todos nos son difíciles.
Muy poco de todo lo que van a leer ha sido escrito realmente por mi persona, es más bien una recopilación de escritores expertos en el tema, y he estudiado principalmente a Mario Rodríguez Cobos (Silo), filosofo argentino fundador del movimiento humanista, a Elyzabeth Kubler-Ross, Siquiatra suiza especialista en enfermedades terminales, Soygal Rimposché, maestro espiritual tibetano e Isa Fonnegra de Jaramillo, Sicóloga colombiana pionera en tanatología. Por ello recomiendo, al que quiera profundizar en estos temas, la bibliografía mencionada al final.
“¿Que observación sobre el mundo moderno podría ser más escalofriante que la que casi todos morimos sin estar preparados para la muerte? Vemos cómo se nos llenan los días de llamadas telefónicas y proyectos triviales, de compromisos, de responsabilidades y responsabilidades ¿O no deberíamos llamarlas irresponsabilidades?
Se ha planteado que realmente podemos utilizar nuestra vida para prepararnos para la muerte. No tenemos que esperar la muerte de un ser querido o la conmoción de una enfermedad terminal para que nos obligue a examinar nuestra vida. ¿Cuantas veces hemos sabido de personas que conocíamos, incluso amigos, que han muerto inesperadamente? No es necesario estar enfermos para morir: nuestro cuerpo puede estropearse de repente y dejar de funcionar, al igual que un automóvil. Un día podemos encontrarnos perfectamente bien y al siguiente caer enfermos y morir.
La muerte es, en efecto, un enorme misterio, pero de ella se pueden decir dos cosas: es absolutamente cierto que moriremos y es incierto cómo y cuando moriremos. La única certeza que tenemos pues, es esta incertidumbre en la hora, la cual nos sirve de excusa para postergar el afrontar la muerte directamente. Somos como niños que se tapan los ojos jugando al escondite y que se figuran que nadie puede verlos.” ( Sogyal Rimpoché, 1994)
En una historia hindú un santo le dijo a un discípulo que si dedicara a la práctica espiritual una décima parte del tiempo que dedicaba a distracciones, como ir detrás de mujeres o hacer dinero, llegaría a la iluminación en pocos años. Muchos sabios, como el Dalai Lama, tienden a entender la muerte como un cambio de ropa, como cuando la que llevan está vieja y gastada, y no como un final definitivo. Otros, hablan de la muerte como la “Ilusión máxima” y niegan definitivamente su existencia.
No puedo imponer el dogma de una existencia ultramundana, pero sí decir que es una posibilidad. ¿Y por qué no podría haber una existencia después de la muerte? Sin duda que es una posibilidad que puede ser explorada y que merece estudiarse. Una posibilidad a la que, según dicen los sabios, se puede acceder por experiencia más que por creencia.
Las prácticas que se proponen en este manual son en su mayoría de Silo, no sólo por mi participación en esta corriente de pensamiento, desde hace años, sino también por la cercanía de éste autor con el tema de la muerte. Silo muestra, no sólo un saber teórico sino además, aporta una mirada desde la experiencia y herramientas para ayuda concreta.
El Umbral
(de Joaquín Arduengo)
¿Qué será mi propia muerte?
¿Será distinta de la tuya?
¿O ella establecerá sus propias distinciones?
¿Qué paisaje se impondrá por lo vivido?
¿Un paisaje definitivo?
¿Una última síntesis?
¿Una primera y total comprensión?
¿Qué quedará para emprender un nuevo viaje?
¿Despertar del sueño?
¿Sonreiré por la ingenuidad con que asumí la vida?
¿Podré aceptar en paz el umbral poéticamente señalado?,
En este reloj de días, de horas, de segundos,
En que se funden los días,
En este crisol de pasiones, de aciertos, de errores,
¿las cenizas volarán para llenar de estrellas el lejano firmamento?
¿podré contemplar a quienes he amado?
¿podré tender mi mano bondadosa cuando la necesiten
para compensar la dureza de cualquier instante erróneo?
¿tendré la posibilidad de venir en un rayo de sol,
depositarme en una hoja,
entrar al corazón cuando la desesperanza anide
y dejar con suavidad una pequeña luz de alegría palpitante?
No me es suficiente perseguir ciegamente una creencia,
Ni escapar a lomos de ella huyendo del temor.
Mejor – me digo -, llegar digno
Establecer ahora mi propia rebelión
Entrar desnudo
Con mirada curiosa, amable,
Disponible.
No arrodillarme ante ningún oscuro designio
Morir con resolución íntima.
Desde aquí puedo mirar la noche,
Sentir la brisa helada rozar por un ínfimo instante
El silencio suave de mi existencia
¡Qué necesidad infinita de perdonar y perdonarme!
En esta ambigua transitoriedad,
Quisiera resolver alegremente la paradoja
De desear aquello que rechaza la posesión
Y despedirme de esta vida agradecido
Prólogo
¿Qué será mi propia muerte?
¿Será distinta de la tuya?
¿O ella establecerá sus propias distinciones?
¿Qué paisaje se impondrá por lo vivido?
¿Un paisaje definitivo?
¿Una última síntesis?
¿Una primera y total comprensión?
¿Qué quedará para emprender un nuevo viaje?
¿Despertar del sueño?
¿Sonreiré por la ingenuidad con que asumí la vida?
¿Podré aceptar en paz el umbral poéticamente señalado?,
En este reloj de días, de horas, de segundos,
En que se funden los días,
En este crisol de pasiones, de aciertos, de errores,
¿las cenizas volarán para llenar de estrellas el lejano firmamento?
¿podré contemplar a quienes he amado?
¿podré tender mi mano bondadosa cuando la necesiten
para compensar la dureza de cualquier instante erróneo?
¿tendré la posibilidad de venir en un rayo de sol,
depositarme en una hoja,
entrar al corazón cuando la desesperanza anide
y dejar con suavidad una pequeña luz de alegría palpitante?
No me es suficiente perseguir ciegamente una creencia,
Ni escapar a lomos de ella huyendo del temor.
Mejor – me digo -, llegar digno
Establecer ahora mi propia rebelión
Entrar desnudo
Con mirada curiosa, amable,
Disponible.
No arrodillarme ante ningún oscuro designio
Morir con resolución íntima.
Desde aquí puedo mirar la noche,
Sentir la brisa helada rozar por un ínfimo instante
El silencio suave de mi existencia
¡Qué necesidad infinita de perdonar y perdonarme!
En esta ambigua transitoriedad,
Quisiera resolver alegremente la paradoja
De desear aquello que rechaza la posesión
Y despedirme de esta vida agradecido
Prólogo
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