“Llamaremos duelo simplemente a la esa reacción que se experimenta ante una pérdida afectiva. Es conocido el duelo, en términos de tiempo, al período que sigue tras la muerte de alguien afectivamente importante. El duelo es un proceso activo ( no un estado) de adaptación ante una pérdida de un ser amado, por ello se habla de “hacer un duelo”, es una tarea por emprender de parte de los que quedan, una tarea activa que implica cambios, no exenta de ansiedad, temor pero también con posibilidad. A cada pérdida le corresponde a su vez un logro y un nuevo avance interior
Para sobrevivir física y emocionalmente, el ser humano establece desde que nace, poderosos vínculos de apego afectivo con aquellas personas a quienes los unen necesidades, sentimientos e interacciones. La reacción ante una pérdida no depende del vínculo de consanguinidad o rótulo que califique la relación. Cuanto más íntima, intensa e importante la relación, más difícil se hace el desapego y más compleja la aparente pérdida del ser querido
¿Por qué para algunos la pérdida de un ser querido puede ser demoledora y para otros no? Esto va a depender de varios factores, pero el más importante es el estado de reconciliación en que esté la relación, al momento de la partida del ser querido. Que no hayan pendientes, rabias, enojos guardados; y que haya un nivel de desapego y generosidad que se logra con la madurez emocional.
Las pérdidas son experiencias de fracaso, que muchas veces son de mucha utilidad para realizar aprendizajes existencialmente significativos. Hay pérdidas tangibles, como la muerte de un ser querido e intangibles, como la pérdida de status, de juventud, de una ilusión...Muchas pérdidas son experiencias necesarias para crecer, dependiendo de qué haga el individuo para sobrellevarla. Aprender a perder es todo un reto, aprender a desapegarse es toda una dirección de vida..
El duelo concebido como proceso activo, ofrece a los que quedan cientos de opciones que pueden y deben elegir o descartar: si se preparan o no para el inminente evento de la muerte en los casos de enfermedad, si ve o no ve el cadáver, si se despide o no, si guarda o reparte las posesiones y pertenencias de quien murió, si habla de la persona o de lo que ocurrió o se aísla en silencio, si acepta ayuda y consuelo o asume una posición de no necesitarla, si incluye a los niños y la familia en su mundo triste o la margina, si se permite recordar, si ve o no las fotografías, si se permite la tristeza o no, si acoge o no los rituales (misas, cementerios etc) , si refuerza sus creencias religiosas para incluir la sobrevivencia del espíritu o sigue fiel a la convicción de que con la muerte todo termina, si lucha por encontrarle significado a lo que ocurrió o no, si decide avanzar y replantear prioridades conforme a una identidad o perpetúa su incapacidad, si sobrevive o muere sicológicamente. “ (Isa Fonnegra de Jarmillo, 2001)
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