miércoles, 18 de noviembre de 2009

Enfrentando la Ausencia: Fase Aguda

Generalmente, luego del entierro la ausencia del ser querido se hace tangible e innegable en todo momento y lugar. Todo trae torrentes de recuerdos. Se impone la realidad de la ausencia y una punzante necesidad de la persona.

Puede darse momentos de pánico, intensa ansiedad e irritabilidad, de rechazo a todo intento de consuelo; rabia hacia Dios o hacia el mismo muerto por su descuido; hacia sí mismo por no haber podido evitar la muerte . Asimismo, aparece la culpa en forma de auto reproche por lo que se hizo mal o por lo que se dejó de hacer.

Cada “primera vez” que suceden los eventos de la vida sin él o ella ratifican su muerte y la consiguiente soledad del sobreviviente, con lo que retornan el dolor agudo, la tristeza y la nostalgia.

La preocupación por la imagen del que murió es permanente y rumiativa. Esa dolorosa invasión de imágenes, el revivir una y otra vez situaciones pasadas y la sensación de no ser uno mismo por la extrañeza que causan las propias reacciones inesperadas y desproporcionadas, forman parte del proceso de duelo. Hay un momento que se siente la necesidad imperiosa de hablar del ausente

Posteriormente, cuando ya se ha aceptado lo ineludible de la muerte y se ha podido reaccionar ante el hecho, se inicia la difícil tarea de deshacer los vínculos que nos ligaban a esa persona querida. Esto se conoce como proceso de elaboración del duelo.


Muchas veces empleamos expresiones como está muy mal o deprimido para referirnos a alguien en duelo, cuando lo que deberíamos decir es está muy triste pero va bien, puesto que es lo que le toca vivir. El dolor del duelo no puede esquivarse; tan sólo cuando se vive y enfrenta comienza a desvanecerse. Todo lo que ayude al verdadero desapego viene bien en esta etapa.

Cuando esta sensación de duelo se reprime o se oculta tras una fachada de admirable fortaleza, de compromisos de trabajo agotadores, exceso de actividad y aceleramiento o abuso de alcohol y drogas para adormecer el sufrimiento, estos sentimientos estancados hacen estragos y buscan salir, manifestarse, a través de síntomas físicos, enfermedades, dificultad para volver a amar; acompañados por la imperiosa necesidad de esquivar todas aquellas situaciones, clínicas, entierros, películas tristes, que puedan revivir el duelo no afrontado.

La depresión puede también ser el resultado desfavorable un duelo no resuelto, lo mismo que el alcoholismo o conductas despóticas

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