“El proceso de un duelo se inicia no con la muerte, sino con el diagnóstico de una enfermedad fatal y da pie para prepararse para la muerte anticipando y viviendo muchas pérdidas que la enfermedad obliga a afrontar. Es importante y útil comprender que no existe una única muerte del ser querido, sino que día a día se van muriendo partes , rasgos o potencialidades del ser querido. Para que este proceso sea lo más sano y alegre posible se nos recomienda:
a.- Compartir información honesta, veraz y confiable
b.- Permitir la participación familiar en los cuidados del ser querido y en la toma de decisiones
c.- Permitir los distintos tipos de reacciones sin juzgarlas
d.- Hablar del tema, imaginarlo, preveerlo
e.- Darle prioridad a las necesidades del enfermo, sus deseos y expectativas
d.- Permitir el descanso, el humor y la recreación
g.- Encontrarle un sentido a la enfermedad
h.- Reparar heridas previas
i.- Permitirse, sin abandonar al enfermo planear el futuro sin él
En la medida que se haga un duelo anticipatorio sano, el duelo post mortem será mas tranquilo, sereno y menos tormentoso.
La familia se prepara para una Muerte Anticipada. Fase Inicial o Preparatoria
La familia y el enfermo van atravesando, en un recorrido conjunto, diferentes momentos cuya duración varía en cada caso:
Con los primeros síntomas de la enfermedad y con los exámenes del diagnóstico se activa una suerte de respuesta de alerta, algo así como una situación de emergencia familiar. El temor a que se confirme lo que al principio fue una sospecha y el surgimiento de la negación del hecho, como defensa sicológica inicial que permite asimilar gradualmente la enfermedad, son dos reacciones que aparecen en diferentes momentos y con distintas intensidades entre los miembros de la familia.
Esta primera fase preparatoria, que incluye los síntomas, la alarma, los exámenes, el diagnóstico, el pronóstico y el plan de tratamiento, suele ir acompañada de una gran desorganización, ansiedad y labilidad afectiva entre los miembros de la familia. Cuando el paciente elige tratamientos considerados inaceptables para algunos, o que rechaza tratamientos considerados indispensables para otros, cuando unos tratan de imponer su opinión ignorando a los demás o cuando la información es privilegio de unos pocos, se genera una tempestad agresiva que, a la manera de una cortina de humo, desvía la energía emocional hacia ese conflicto, energía que debería utilizarse para enfrentar la realidad de la evidente despedida.
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