Nosotros presentamos al psiquismo humano como una
suerte de circuito integrado de aparatos y de impulsos en donde algunos
aparatos, llamados “sentidos externos”, son los receptores de los impulsos del
mundo externo. También hay aparatos que reciben impulsos del mundo interno, del
intracuerpo, a los que llamamos “sentidos internos”. Estos sentidos internos,
muy numerosos, son para nosotros de gran importancia y debemos destacar que
han sido muy descuidados por la psicología ingenua. También observamos que hay
otros aparatos, como los de memoria, que toman toda señal que llega desde el
exterior o desde el interior del sujeto. Hay otros aparatos que son los que
regulan los niveles de conciencia y, por último, aparatos de respuesta. Todos
estos aparatos en su trabajo van utilizando la dirección, a veces, de un
sistema central al que llamamos “conciencia”. Conciencia relaciona y coordina
el funcionamiento de los aparatos pero puede hacerlo merced a un sistema de
impulsos. Los impulsos vienen y van de un aparato a otro. Impulsos que recorren
el circuito a enormes velocidades, impulsos que se traducen, se deforman, se
transforman, y en cada caso van dando lugar a producciones altamente
diferenciadas de fenómenos de conciencia.
Los sentidos, que están continuamente tomando muestras de lo
que sucede en el medio externo e interno, están siempre en actividad. No
hay sentido que esté quieto. Aún cuando una persona duerme y tiene los
párpados cerrados, el ojo está tomando muestras de ese telón oscuro; el oído
está recibiendo impulsos del mundo externo y así sucede con los clásicos y
escolares cinco sentidos. Pero también los sentidos internos están tomando
muestras de lo que va sucediendo en el intracuerpo. Sentidos que toman datos
del ph de la sangre, de la
alcalinidad, de la salinidad, de la acidez; sentidos que toman datos de la
presión arterial, que toman datos del azúcar en sangre, que toman datos de la
temperatura. Los termoceptores, baroceptores y otros, continuamente están
recibiendo información de lo que sucede en el interior del cuerpo, mientras
simultáneamente los sentidos externos también toman información de lo que
sucede en el exterior del cuerpo.
Toda señal que van recibiendo los introceptores pasa a memoria
y llega a conciencia. Mejor dicho, estas señales del intracuerpo se
desdoblan y todo lo que se va tomando de muestra, va llegando simultáneamente a
memoria y a conciencia (a los distintos niveles de conciencia que se regulan
por la calidad e intensidad de estos impulsos). Hay impulsos muy débiles,
subliminales, en el límite de la percepción. Hay impulsos en cambio, que se
hacen intolerables porque precisamente llegan al umbral de tolerancia por
encima del cual aquellos impulsos pierden la calidad de simples percepciones
de un sentido dado para convertirse en una percepción homogénea, venga del
sentido que venga, entregando una percepción dolorosa. Existen otros impulsos
que deberían llegar a memoria, a conciencia, y sin embargo no llegan porque hubo
un corte en un sentido externo o interno. También sucede que otros impulsos no
llegan a conciencia, no porque exista un corte en el receptor, sino porque
algún fenómeno desafortunado ha producido un bloqueo en algún punto del
circuito. Podemos ilustrar algunos casos de ceguera, conocidos como
“somatizaciones”. Se revisa el ojo, se revisa el nervio óptico, se revisa la
localización occipital, etcétera. Todo funciona bien en el circuito y sin
embargo el sujeto está ciego y lo está a partir no de un problema orgánico sino
de un problema psíquico que se le presentó. Otro sujeto queda mudo, o sordo, y
sin embargo todo funciona bien en el circuito en lo que hace a sus conexiones y
localizaciones... pero algo bloqueó el recorrido de los impulsos. Lo mismo sucede
con los impulsos que provienen del intracuerpo y esto no es tan reconocido pero
es de suma importancia porque sucede que existen numerosas “anestesias”, por
así llamarlas, de impulsos del intracuerpo. Las más frecuentes son las
anestesias que corresponden a los impulsos del sexo, de modo que es mucha la
gente que por algún tipo de problema psíquico no detecta adecuadamente las
señales que provienen de ese punto. Al haberse producido un bloqueo y no
detectarse esas señales, lo que normalmente debería llegar a conciencia (sea
en su campo atencional más notorio, o sea en niveles subliminales), sufre
fuertes distorsiones o no llega. Cuando un impulso proveniente de sentidos
externos o internos no llega a conciencia, ésta hace un trabajo como si tratara
de recomponer esa ausencia “pidiendo prestados” impulsos a memoria, compensando
la falta del estímulo que necesitaría para su elaboración. Cuando por alguna
falla sensorial externa o interna, o simplemente por bloqueo, algún impulso no
llega desde el mundo externo o interno, entonces memoria lanza su tren de
impulsos tratando de compensar. Si esto no sucede, conciencia se encarga de
tomar registro de ella misma. Un trabajo extraño que hace la conciencia que es
como si una filmadora de video se colocase frente a un espejo y uno ve ahora en
pantalla un espejo dentro de un espejo, y así siguiendo, en un proceso
multiplicativo de imágenes, donde conciencia reelabora sus propios contenidos,
y se tortura tratando de sacar impulsos de donde no hay. Esos fenómenos obsesivos,
son un poco la filmadora del video frente a un espejo. Así como conciencia
compensa tomando impulsos de otro punto, así también cuando los impulsos del
exterior o del intracuerpo son muy fuertes, también conciencia se defiende
desconectando al sentido, como si tuviera sus válvulas de seguridad. Por lo
demás, sabemos que los sentidos están en continuo movimiento. Cuando uno
duerme, por ejemplo, los sentidos correspondientes al ruido externo bajan su
umbral. Entonces muchas cosas que serían percibidas en vigilia, al cerrarse el
umbral no entran, pero de todos modos se están captando señales. Y normalmente
los sentidos están bajando y subiendo su umbral de acuerdo al fondo de ruido
que nos está rodeando en ese momento. Claro, este es el normal trabajo de los
sentidos, pero cuando las señales son irritativas y los sentidos no pueden
eliminar el impulso por baja de umbral, conciencia tiende a desconectar el
sentido globalmente. Imaginemos el caso de una persona sometida a sostenidas
irritaciones sensoriales externas. Si aumenta el ruido ciudadano, si aumenta la
estimulación visual, si aumenta todo ese fárrago de noticias del mundo externo,
entonces en esa persona se puede producir una suerte de reacción. El sujeto
tiende a desconectar sus sentidos externos y “caerse para adentro”. Empieza a
estar a merced de los impulsos del intracuerpo, a desconectar su mundo externo
en un proceso de enrarecimiento de la conciencia. Pero la cosa no es tan
dramática, se trata de una entrada dentro de sí mismo al intentar eludir el
ruido externo. En este caso, el sujeto que deseaba disminuír el ruido
sensorial, se va a encontrar nada menos que con la amplificación de los
impulsos del intracuerpo, porque así como existe una regulación de límites en
cada uno de los sentidos externos e internos, así también el sistema de
sentidos internos compensa al sistema de sentidos externos. Podemos decir que,
en general, cuando baja el nivel de conciencia (hacia el sueño), los sentidos
externos bajan en sus umbrales aumentando el umbral de percepción de los
sentidos internos. Inversamente, cuando sube el nivel de conciencia (hacia el
despertar), en el sujeto comienza a bajar el umbral de percepción de los sentidos
internos y se abre el umbral de percepción externa. Pero ocurre que aún en
vigilia, en el ejemplo anterior, los umbrales de sentidos externos pueden
reducirse y el sujeto entrar en situación de “fuga” frente a la irritación que
le produce el mundo.
Siguiendo con la descripción de los grandes bloques de aparatos.
Observamos los trabajos que efectúa la memoria al recibir impulsos. Memoria
siempre toma datos y así se ha formado un substrato básico desde la primera
infancia. En base a ese substrato se organizarán todos los datos de memoria que
se vayan acumulando. Parece que son los primeros momentos de la vida los
que determinan en gran medida los procesos posteriores. Pero la memoria antigua
va quedando cada vez más alejada de la disponibilidad vigílica de la
conciencia. Sobre el substrato se van acumulando los datos más recientes hasta
llegar a los datos inmediatos del día. Imaginen ustedes las dificultades que
hay en esto de rescatar contenidos de memoria muy antiguos que están en la base
de la conciencia. Es difícil llegar hasta allá. Hay que enviar “sondas”. Para
colmo, esas sondas que se lanzan son a veces rechazadas por resistencias.
Entonces, deben utilizarse técnicas bastante complejas para que estas sondas
puedan llegar a tomar su muestra de memoria, con la intención de reacomodar
esos contenidos que en algunos casos desafortunados estaban mal encajados.
Hay otros aparatos, como los centros, que hacen un trabajo
bastante más simple. Los centros trabajan con imágenes. Las imágenes son
impulsos que proviniendo de conciencia, se disparan hacia los centros
correspondientes y estos centros mueven el cuerpo en dirección al mundo.
Ustedes conocen el funcionamiento del centro intelectual, emotivo, motriz,
sexual, vegetativo, y saben que para movilizar a cualquiera de ellos será
necesario que se disparen imágenes adecuadas. Podría suceder también que la
carga, la intensidad del disparo, fuera insuficiente. En tal caso, el centro en
cuestión se movería con debilidad. También podría suceder que la carga fuera
excesiva y entonces en el centro se provocaría un movimiento desproporcionado.
Por otra parte, esos centros que también están en continuo movimiento y que
trabajan en estructura, al movilizar cargas hacia el mundo toman energía de los
centros contiguos. Una persona tiene algunos problemas que se reflejan en su
motricidad intelectual, pero sus problemas son de naturaleza afectiva. Así, las
imágenes propias de la motricidad del intelecto están contribuyendo a que se
reordenen contenidos, pero no se arregla el problema emotivo por esa
reelaboración de imágenes desenfrenadas o por un “rumiar” imágenes fantásticas.
Si esa persona, en lugar de abandonarse a sus ensoñaciones se pusiera en pie y
empezara a mover el cuerpo trabajando con su motricidad, succionaría las cargas
negativas del centro emotivo y la cosa cambiaría. Pero, normalmente, se
pretende manejar todos los centros desde el centro intelectual y esto trae
numerosos problemas porque a los centros, como hemos estudiado en su momento,
se los maneja desde “abajo” (desde donde hay más energía y velocidad) y no
desde “arriba” (desde donde se invierte la energía psíquica en tareas
intelectuales). En fin, que todos los centros trabajan en estructura, que
todos los centros al lanzar su energía hacia el mundo succionan energía de los
otros centros. A veces, un centro se sobrecarga y al rebasar su potencial
también energiza a los otros centros. Estos rebasamientos no siempre son
negativos porque si bien en un tipo de rebasamiento uno se puede
encolerizar y desatar acciones reprobales, en otro tipo de rebasamiento uno se
puede entusiasmar, se puede alegrar y esa sobrecarga energética del centro
emotivo puede terminar distribuida muy positivamente por todos los otros
centros. A veces, en cambio, se produce una gran carencia, un gran vacío, una
gran succión del centro emotivo. El sujeto empieza a trabajar en negativo con
el centro emotivo. En una imagen, es como si en el centro emotivo se hubiera
producido un “hoyo negro” que concentra materia, que contrae el espacio y absorbe
todo hacia él. Nuestro sujeto se deprime; sus ideas se obscurecen y también va
bajando su potencial motriz e incluso vegetativo. Dramatizando un poco, agregamos
que hasta sus defensas vegetativas disminuyen y entonces una cantidad de
respuestas que su organismo da normalmente se encuentran ahora atenuadas; su
organismo es ahora más proclive a la enfermedad.
Todos los aparatos trabajan con mayor o menor intensidad de
acuerdo al nivel de conciencia. Si nuestro sujeto está vigílico, está
despierto, pasan cosas muy diferentes a si está durmiendo. Claro que hay
muchos estados y niveles intermedios. Hay por allí un nivel intermedio de
semisueño que resulta de una mezcolanza entre la vigilia y el sueño. Hay
también diferentes niveles dentro del sueño mismo. No es lo mismo un sueño
paradojal, un sueño con imágenes, que un sueño profundo, vegetativo. En este
sueño profundo vegetativo la conciencia no toma datos, por lo menos en su campo
central; es un sueño que se parece a la muerte, que puede durar bastante tiempo
y si uno al despertar no pasó por el sueño paradojal, tiene la sensación de
contracción del tiempo. Es como si no hubiese pasado el tiempo porque el tiempo
de conciencia es relativo a la existencia de los fenómenos que en ella existen,
de modo que no habiendo fenómenos no hay tiempo para la conciencia. En ese
sueño donde no hay imágenes las cosas van demasiado rápido. Pero esto no es
completamente así, porque cuando uno se acuesta a dormir y duerme unas cuantas
horas, lo que ha sucedido en realidad es que ha habido muchos momentos de ciclos.
Así ha pasado uno por el sueño paradojal, luego por sueño profundo, luego por
el paradojal, luego por el profundo y así siguiendo. Si despertamos al sujeto
cuando está en sueño profundo sin imágenes (que podemos comprobar desde afuera
gracias al eeg o al mor), es posible que no recuerde nada de
los trenes de imágenes que aparecieron en la etapa de sueño paradojal (en la
que se observa desde afuera el movimiento ocular rápido bajo los párpados del
durmiente); mientras que si lo despertamos en el momento en que está soñando
con imágenes, es posible que recuerde su sueño. Por otra parte, al que despertó
le parece que el tiempo se le hubiera acortado porque no recordó todo lo que
sucedió en distintos ciclos de sueño profundo. En los niveles bajos de conciencia,
como en los niveles de sueño paradojal, es donde los impulsos del intracuerpo
trabajan con mayor soltura. Y es donde trabaja también memoria con mucha
actividad. Sucede que cuando uno duerme, el circuito se recompone: aprovecha no
sólo para eliminar toxinas sino para transferir cargas, cargas de contenidos de
conciencia, de cosas que durante el día no se asimilaron bien. El trabajo del
sueño es intenso. El cuerpo está quieto, pero hay trabajos intensos de
conciencia. Se reordenan contenidos echando para atrás la filmación y
nuevamente para adelante, clasificando y ordenando de otro modo los datos perceptuales
del día. Durante el día se va acumulando un desorden perceptual muy grande
porque los estímulos son variados y discordantes. En el sueño en cambio, se
produce un orden muy extraordinario. Se clasifican las cosas de un modo muy
correcto. Por supuesto que a nosotros nos da la impresión de que esto es al
revés, de que lo que percibimos durante el día es muy ordenado y que en el
sueño hay un gran desorden. En realidad las cosas pueden estar muy bien
ordenadas, pero las percepciones que tenemos de las cosas son enormemente
fortuitas, son muy aleatorias, mientras que el sueño en su mecánica va
reelaborando y colocando los datos en sus “ficheros”. El sueño no sólo hace esa
tarea extraordinaria sino que, además, trata de recomponer situaciones
psíquicas que no se han solucionado. El sueño trata de lanzar cargas de un
lado para otro, de producir descargas catárticas porque hay sobretensiones. En
el sueño se solucionan muchos problemas de carga, se producen distensiones
profundas. Pero también en el sueño se producen fenómenos transferenciales de
cargas que se van dispersando de unos contenidos a otros y de estos a terceros
en un franco proceso de desplazamiento energético. Muchas veces las personas
han experimentado, después de un bello sueño, la sensación de que algo “encajó”
bien, como si se hubiera producido una transferencia empírica, como si el
sueño hubiera hecho su transferencia. Pero también están los sueños “pesados” y
uno se despierta con la sensación de que no está bien digerido un proceso
interno. El sueño está haciendo su intento de reelaborar contenidos, pero no lo
logra y, entonces, el sujeto sale de ese nivel con una muy mala sensación. Desde
luego que el sueño está siempre al servicio de la recomposición del psiquismo.
Silo
No hay comentarios:
Publicar un comentario