lunes, 1 de julio de 2013

Espacio de representación.3


Algunos psicólogos creyeron ver en la imagen una mala “copia” de la per­cepción y, en suma, un error de la conciencia. Para nosotros, la imagen cumple con numerosas funciones. Y una de las más importantes funciones de la imagen es la de llevar impulsos al aparato de respuesta. Así es que cuando surge una imagen, tiende a movilizarse una respuesta. Cuando surge una abstracción no necesariamente se moviliza una respuesta. Con esto de las “cosas que me imagino”, está pasando que voy llevando impulsos desde la representación al apa­ra­to de respuesta. Veremos esto mediante el ejemplo de la “to­nicidad muscular”. Si imagino un objeto a la derecha de mi cuer­po, poco a poco este tiende a enderezarse en esa dirección. Si lo imagino a la izquierda, sucede lo mismo hacia esa otra dirección. Más fácilmente se mueve la mano en dirección al objeto que se piensa; más difícilmente en la dirección opuesta. La imagen está predisponiendo el trabajo del centro motriz en una dirección u otra.
Desarrollemos esto. Una persona experimenta hambre en su casa y va inmediatamente a la nevera. Cualquiera diría que frente al estímulo, obra esa respuesta. ¡Así de fácil! ¿Pero, cómo es esto que al “estímulo-hambre” corresponda la “respuesta-ir a la nevera?”. ¿Por qué, por ejemplo, cuando a una persona le da hambre, no va al baño? ¿Cómo hace ella para que aparezca la nevera y no aparezca el baño? Es que seguramente ha pasado algo muy veloz que él ni siquiera alcanzó a visualizar pero que actuó. Es de suma importancia comprender la función con que cumple la imagen porque ésta es la que prepara el tono corporal y finalmente mueve al cuerpo en una dirección. Al decir que “la imagen lleva cargas psíquicas a niveles físicos” estamos a mucha distancia de lo que pensaban los psicólogos que suponían a la imagen como una percepción degradada. Relacionemos el trabajo de las imágenes con el de los glóbulos rojos. Estos glóbulos de la sangre llegan hasta los pulmones y se cargan de oxígeno; desde allí se trasladan por el torrente a descargar el oxígeno en distintos puntos del cuerpo; cuando lo hacen, se cargan de gases viciados y entonces vuelven a los pulmones para desechar su carga en ellos. Así también, estas conectivas del trabajo psíquico (las imágenes), toman cargas de un lado; las llevan a otro; las descargan; vuelven a tomar cargas y así van haciendo ese traslado de energía psicofísica. Las imágenes van trasladando impulsos que en ocasiones son tensiones, que en ocasiones son irritaciones, en ocasiones son datos de percepción, en ocasiones son datos de memoria. Se van traduciendo estos impulsos en imágenes que al manifestarse se lanzan hacia los cen­tros de respuesta. Entonces los centros se mueven, o de­fen­­diendo al cuerpo y provocando huida, o acercándose hacia las cosas placenteras. Y es gracias a estas imágenes que los registros de lo placentero y de lo doloroso pueden conver­tir­se en actividad del cuerpo. Pero también sucede esto con lo placentero y lo doloroso en las actividades mismas de la men­te. Algunas imágenes están cumpliendo con la función de des­cargar tensiones en la representación por la función de evocar objetos o situaciones placenteras que sirvan a la economía del psi­quismo. Estas imágenes siempre tienden a abrirse paso y al hacerlo van encontrando resistencias. Hay, precisamente, ciertas imágenes que se imponen obsesivamente porque no se pueden abrir paso. Desde luego que existen procedi­mientos para permitir que la imagen se abra paso y se ma­ni­fies­te hacia el centro en cuestión. Y eso nos hace ver claramen­te la fun­ción catártica de la imagen. La imagen se convierte luego en palabras, por ejemplo, y por las palabras algunas tensiones se descargan o se siguen transformando en su desplazamiento hacia los centros. Por lo demás, vamos a encontrar no sólo la función “catártica” (el traslado de carga de la imagen), sino también la función “transferencial” que tiene la ima­gen cuando se va desprendiendo del campo de impulsos que la motivó.
Preguntemos: ¿cómo es posible que, en el nivel de sueño, las imágenes que son tan poderosas no muevan al cuerpo? Deberían, por tonicidad, mover al cuerpo más que en vigilia. Si a medida que baja el nivel hay más imágenes, entonces du­rante el sueño debería moverse más el cuerpo. Sin embargo, lo normal es que, en el sueño, el cuerpo no se mueva si­guien­do las imágenes. Ahí opera un mecanismo de bloqueo que fisiológicamente puede ser rastreado; un mecanismo que actúa, cuando baja el nivel de conciencia, cortando la conexión con el trabajo del centro motriz. Entonces, las imágenes surgen y no pasa la descarga movilizando al cuerpo.
Cuando hablamos de imágenes, no estamos hablando solamente de las imágenes visuales. Cada sentido produce su tipo de imagen y gracias a eso se puede tener representación de fenómenos olfatorios, de fenómenos gustativos, auditivos, etcétera. Normalmente, sobre todo en este tipo de cultura y con en este tipo de educación, las imágenes están asociadas a lo visual. Pero ustedes pueden comprobar, en ustedes mismos, que pue­den también representar olores, o pueden recordar voces sin que esto ne­ce­sariamente dependa de la representación visual. Eso que recuerdan en cuanto a olfato, o sonido, se da en “alguna parte” de la representación. Desde luego que ustedes van a distinguir, en cuanto a ubicación del fenómeno de representación auditiva, entre el sonido que llega desde afuera y el sonido que ustedes representan o imaginan. Este último no sólo está “aden­tro” (y eso ya les marca un espacio de representación), sino que ese “aden­tro” está ubicado en algún “lugar”. Este lugar no necesariamente es visto, pero es experimentado y es sentido. Ustedes ahora están en un concierto, tienen a la orquesta adelante. Ustedes cierran los ojos, están muy atentos a lo que va pasando con los instrumentos. Ustedes escuchan un instrumento a la izquierda. Escuchan luego un instrumento a la derecha. Si se fijan en sus propios ojos van a ver que cuando escuchan a la izquierda, los ojos se mueven hacia la izquierda y cuando escuchan al instrumento de la derecha, los ojos se mueven hacia la dere­cha. De esta manera ustedes van siguiendo no exactamente a la música, sino a las fuentes productoras del sonido también con el movimiento de los ojos. De ahí infieren ustedes (en un ca­so más de la tonicidad), que allá donde va la atención sobre el fenómeno, aunque no sea visual, también los ojos van si­guiendo a esa fuente. De tal manera que, aunque el ojo nada ten­ga que ver con la música y el ojo nada tenga que ver con el so­nido, el ojo va siguiendo en el espacio a los estímulos que van llegando al oído. Es más, se dice de un sonido que es “alto” o que es “bajo” porque también (si observan lo que su­cede con la representación de esos sonidos y observan el re­gistro del movimiento del ojo), comprobarán que a medida que se agu­zan los sonidos, el ojo tiende a moverse hacia arriba. A medida que los so­nidos se hacen graves el ojo tiende a moverse hacia abajo. Aparente­men­te, el ojo y el oído no tienen conexión. Pero como todos los sentidos pro­ducen su representación y esta representación está dada en un espacio mental, este espacio pone un ámbito en el que se emplazan las representaciones que han provenido de distintas fuentes perceptuales. Este espacio no es sino el conjunto de representaciones internas del propio sis­tema cenestésico. De tal modo que el espacio mental es una suerte de pan­talla que reproduce los impulsos de la propia cenestesia. Así es que to­do fenómeno de percepción que llega al aparato de coordinación, se em­plaza en algún punto de la pantalla de re­presentación. Se trate de un so­nido, se trate de un olor o se trate de un objeto que entra por vía visual, en todos los casos se emplaza en algún punto del espacio de representación. Este espacio no solamente tiene gradación en dos planos, sino que tie­ne profundidad, tiene volumen y reproduce, apro­­xi­ma­damen­te, al propio cuerpo. Se trata de un “cuerpo” de representación, o si se quiere, de un “trasfondo re­fe­­ren­cial espacial”.
Si se recuerda aquella orquesta del ejemplo, tal vez se recuerde también la música y la ubicación “espacial” en la que se emplazaban los dis­tintos instrumentos y los distintos sonidos. Se podrá comprobar también que en los actos de recordar se verifica el movimiento del ojo en bus­ca de la fuente productora de “sonido”, localizando los “lugares” de don­de proviene dicho “sonido”. Cuando se recuerdan sonidos “lejanos y adelante”, se los emplaza en una profundidad del espacio diferente a la de los recuerdos de los sonidos ubicados “cerca y adelante”, y esa gradación de distancias internas está acompañada por la acomodación del ojo como si éste percibiera fenómenos del mundo externo. Estos “lejos” y “cer­ca”, com­binados con las posiciones “adelante” y “atrás, “a derecha e izquierda”, “arriba” y “abajo”, nos muestran claramente la volumetría del espacio de representación. Si este espacio tiene por lo menos tres di­mensiones, entonces todo fenómeno (aún táctil, gustativo u olfatorio), tendrá posibilidades de emplazarse en lo alto, en lo ancho y en lo profundo. Esta profundidad del espacio de representación es la que permite ubi­car a los fenómenos, si han partido del mundo interno o si han partido del mundo externo.
Aquí es necesario precisar que la “barrera” separadora del mundo “in­terno” y “externo” es el tacto, desdoblado co­rres­pondientemente como tacto interno y externo. Una importante ubicación de la “barrera táctil” está en el rostro que es, precisamente, donde se encuentran concentrados en poco espacio la mayor parte de los sentidos externos.
Existe pues, un sistema de gradación en el espacio de representación que permite ubicar los fenómenos desde la fuente de donde provienen y ade­más distinguir, en alguna medida, entre el mundo de la cenestesia y el mun­do de los sentidos externos. Gracias a que existe ese espacio de representación, un sistema de impulsos llega a conciencia y se traduce en ima­gen, esta imagen se traduce nuevamente disparando actividad sobre un centro y éste se activa en dirección a alguna franja y profundidad del men­cionado espacio. Por otra parte, del trabajo del centro también se tie­ne percepción, ésta genera su imagen correspondiente y así, en un circuito de retroalimentación, se va ajustando la actividad general.
Si la representación interna se emplaza en el nivel de los fenó­menos cenestésicos, estas imágenes que se convierten en respuestas van a movilizar fenómenos en niveles cenestésicos. Si la representación se dispara en las gradaciones propias de las actividades externas, entonces movilizarán centros en dirección externa. Desde luego que pueden existir numerosos errores en el emplazamiento de una imagen en un nivel de representación y entonces sería de interés contar con procedimientos que permitieran desplazar la imagen (que es la base de la respuesta) hacia el punto adecuado del espacio de representación interno.
El espacio de representación va tomando distintas características según actúe un nivel de conciencia u otro. Cuando surge un fenómeno en el es­pacio de representación, en vigilia, es distinto a cuando surge en el ni­vel de sueño. Cuando ustedes se ven a ustedes mismos en un sueño, ustedes se emplazan en algún punto del espacio de representación diferente a cuando recuerdan un fenómeno. En el primer caso se ven incluidos, como imagen, dentro de ese espacio pero se obser­van desde un punto de mira externo (se ven a ustedes mismos desde “afuera”). En el segundo caso, reconocen al fenómeno adentro del espacio de representación y lo observan desde ustedes mismos (o sea que su punto de mira está “afuera”, igual que en el caso anterior, pero ustedes no se ven a sí mismos desde un punto de mira externo sino que ven al objeto desde ustedes mismos como si miraran desde sus ojos, reconociendo al objeto incluido en el espacio de representación). Si ustedes tienen el punto de mira “afuera”, el espacio interno aparece como continente y la imagen de sí mismo aparece contenida dentro de ese espacio. En este caso las consecuencias de la traducción de imagen a movimiento van a ser diferentes a si ustedes están “afuera” como punto de mira y como imagen (ya que ven desde ustedes y por tanto son continentes y el objeto observado es contenido).
Lo primero sucede en los sueños. Ustedes se ven a ustedes mismos dentro del espacio de representación. ¿Qué movilizan entonces? Movilizan la imagen de ustedes mismos. Pero es bien diferente a si ustedes no se ven a ustedes mismos sino que ven al fenómeno incluido en tal espacio. Así que si bien existen explicaciones fisiológicas de la desconexión de la motricidad que se produce en la bajada de los niveles de concien­cia, desde luego que existen registros psicológicos que permi­ten com­prender que, precisamente en los sueños, se paraliza la movilización de imágenes hacia el mundo porque el registro que el sujeto tiene de sí mismo es observado desde un punto externo y, por tanto, resulta incluido en el espacio interno. Debemos subrayar nuevamente que los registros que estamos mencionando sobre la propia imagen y el punto de observación, no necesariamente deben ser considerados como imágenes visuales. En ciegos de nacimiento y según ellos explican, no aparecen representaciones visuales y recuerdan, sin nin­guna duda muy bien, fenómenos auditivos, fenómenos gus­ta­­tivos y de otra naturaleza. No necesitan de la imagen vi­sual. De todas maneras, en ellos las representaciones de los otros sentidos apa­re­cen ubicadas espacialmente.
Conviene ahora hacer algunas observaciones sobre la es­truc­turación de la conciencia y el espacio de representación y sobre algunos errores que sobrevienen en su funcionamiento. Según que los impulsos que llegan a la conciencia sean trabajados por uno u otro de los mecanismos de abs­tracción, clasificación, divagación o imaginación dirigida, se obtendrán dis­tintas traducciones formalizando múltiples representaciones. En cuanto a los errores de trabajo de la conciencia los podemos considerar diferentes a los errores que se dan en la rela­ción entre conciencia, sentidos y memoria. a los que llama­mos genéricamente, “disfunciones”. La alucinación, por ejem­plo, no es una disfunción sino un error del coordinador. Se produce cuando aparecen representaciones que son “proyectadas” y percibidas “fuera” de la conciencia y se las experimenta como reales objetos o situaciones emplazados en el mundo externo con las características propias de los fenómenos que se perciben sensorialmente. En ese sentido, todos los fenómenos que se producen en los niveles de sueño y en los niveles de semisueño activo, son fenómenos alucinatorios por el registro de realidad fuertemente sugestiva que se presenta al observador cuyo punto de mira está “afuera” de la escena de modo parecido a como lo está en vigilia.
Las alucinaciones (en vigilia), son configuraciones que hace la conciencia sobre la base de memoria. Suelen surgir en si­tuaciones de gran agotamiento, por carencia de estímulos, en determinadas enfermedades y en situaciones de peligro de muerte. Son frecuentes en caso de debilidad física y en casos de conciencia emocionada (que trataremos más adelante), en los que el coordinador pierde su facultad de desplazarse en el tiempo y en el espacio.
Como disfunciones de la conciencia con los sentidos, puede mencionarse la incapacidad de relacionar datos coherentemente al confundir datos provenientes de una vía que se atribuyen a otra.
Las disfunciones de la conciencia con memoria son numerosas y ocurren en los distintos niveles de conciencia. Se puede afirmar que los dis­tintos niveles cumplen con la función de compensar a la masa de información dando, ocasionalmente, respuestas estructuradoras o bien respuestas com­pensatorias. Esto nos hace pensar que si un fenómeno cae en el campo de un ni­vel de conciencia, inmediatamente tiende a ser es­tructurado, relacionado con otros. Desde ese nivel también se genera in­mediatamente una respuesta compensatoria. Se trata de niveles que están sometidos a desequilibrios sucesivos por la irrupción de nuevos fenómenos.
En el nivel de sueño profundo el trabajo de los sentidos ex­t­ernos es mínimo. No hay otra información del medio exter­no que aquella que supera el umbral que pone el mismo sue­ño. El trabajo del sentido cenes­tésico es predominante, apor­tando im­pulsos que son traducidos y transformados por el trabajo de los mecanismos asociativos, dando lugar al sur­­gi­miento de las imágenes oníricas, las imágenes del sueño. Las carac­­te­rísticas de las imágenes en este nivel son su gran poder de su­­ges­ti­bi­lidad, su gran capacidad hipnótica. El tiempo psicológico y el espacio se encuentran modificados con res­pecto a la vigilia. La estructuración acto-objeto aparece frecuentemente sin correspondencia entre sus ele­men­tos. Se busca un determinado objeto y surge otro que completa la búsqueda de un modo extraordinario. Así mismo, climas y situaciones se suelen independizar mutuamente. De manera que los actos de con­ciencia en los distintos niveles no coinciden con los objetos de concien­cia como ocurre en vigilia. Por lo demás, las cargas que acompañan a las representaciones del nivel de sueño profundo se independizan de los objetos que en vigilia mantendrían una ligazón más estrecha. Es típica la desaparición de la crítica y autocrítica en el sueño, pero a me­dida que va subiendo el nivel de conciencia aquellos mecanismos incrementan su trabajo.
La inercia de los niveles y el ámbito en que los fenómenos se colocan, hacen que la movilidad y el pasaje de un nivel a otro se haga paulatinamente, más o menos lentamente, que tenga una cierta continuidad. Así, la salida y entrada al sueño se harán pasando por el semisueño y es un caso muy extraordinario el pasaje directo de la vigilia al sueño, sin tener registros mínimos del pasaje por niveles intermedios. Cuando se parte del nivel de sueño y el sujeto despierta con alteración, en esta vigilia está operando la inercia de la etapa anterior de semisueño que arrastra contenidos del momento anterior.
En el nivel de semisueño que antecede a la vigilia, los sentidos externos comienzan a enviar información a la conciencia, información que no es totalmente estructurada porque hay también interferencia de ensoñaciones y presencia de fuertes registros cenestésicos. Los contenidos del sueño pierden poder sugestivo aun cuando siguen apareciendo, debido a una suerte de semi percepción vigílica que ya da nuevos parámetros, da nuevas referencias. La sugestionabilidad sigue actuando, sobre todo en el caso de algunas imágenes muy vívidas a las que llamamos “imágenes hipnagógicas”. Por otra parte, el sis­te­ma de ensueños intermitentes reaparece. Es en este nivel don­de el núcleo de ensueño y los ensueños secundarios son más fácilmente registrables, por lo menos en sus climas y en sus tensiones básicas. El nivel de semisueño tiene diferentes características según actúe en presueño (arrastrando contenidos de vigilia), o en post sueño (arrastrando contenidos oníricos). También se puede observar el caso de un estado alterado de conciencia que ocurre solamente en determinadas condiciones. El modo de ensoñación propio de este nivel (seguimos hablando de semisueño), se suele trasladar por inercia a la vigilia, proporcionando la materia prima para la divagación, aunque en ésta también aparezcan elementos de percepción vigílica. Seguramente en el traslado de un nivel a otro se va modificando el espacio de representación y se va modificando el emplazamiento que el sujeto hace de sí mismo en este espacio. El coordinador en ese ámbito puede ya realizar algunas operaciones coherentes. Mencionamos también que este nivel es sumamente inestable y por ello de fácil desequilibrio y alteración. También encontramos los estados de semisueño pasivo y activo. El pasivo ofrece un pasaje fácil al sueño, como si el sujeto se dejara “caer” simplemente y va correspondiendo con un sistema de relajación progresivo. Hablamos, en cambio, de semisueño activo cuando el semisueño se está disponiendo en dirección a la vigilia. Este estado puede convertirse en “alterado” cuando se pasa a una “falsa vigilia” porque se ha conectado el sistema de relaciones con el mundo externo pero sin abandonar el sistema de ideación del semisueño.
En vigilia los sentidos externos aportan un mayor caudal de información regulando, por inhibición, a los sentidos internos y posibilitando que el coordinador se oriente al mundo en el trabajo compensatorio del psi­quis­mo. Funcionan aquí los mecanismos de abstracción, los mecanismos de crítica y autocrítica, llegando a altos grados de manifestación e in­ter­ven­ción en las tareas de coordinar y registrar. Los mecanismos de re­ver­si­bi­li­dad, de los que en los niveles anteriores se tenía mínima manifestación, pueden aquí operar ampliamente. La sugestión de los contenidos infravigílicos disminuye al crecer el sistema de referencia basado en los datos externos. Hay un tono de vigilia activa, que puede ser atenta, con máximo manejo de la apercepción y hay también un tono de vigilia al­t­e­rada. La vigilia pasiva también puede ser atenta o alterada. En este úl­timo caso aparece la divagación silenciosa y los ensueños más o menos fijados.
Existen numerosas relaciones entre niveles que producen al­te­ra­ciones recí­procas. No es posible que un nivel actúe sobre otro, que haya traslado de car­ga de un nivel sobre otro, sin que ese nivel se vea afectado. Todo nivel que actúa sobre otro se ve él, a su vez, afectado. Pueden citarse por lo me­nos cuatro factores que inciden en la relación entre niveles. A uno le lla­m­amos “inercia”, a otro le llamamos “ruido”, a otro “rebote” y a otro “arras­tre”. Hablemos un poco de la inercia. Cada nivel de con­ciencia trata de mantener su nivel propio de trabajo, manteniendo su actividad hasta finalizar su ciclo. Ya hablamos en su momento de que todo esto estaba sometido a ciclaje, en general. Y es claro, la vigilia trata de mantenerse en vigilia, durante un ciclo, durante un tiempo más o menos adecuado. Es el tiempo en que las personas realizan sus actividades cotidianas. Cuando au­menta la fatiga (no solamente muscular sino profunda), entonces está cayendo ya el ciclo de la vigilia. Pero entre tan­to, en plena vigilia este estado trata de mantenerse.
Los casos que a continuación se mencionan son consecuencias de la inercia estructural de cada nivel que tiende a mantener y extender su tipo de articulación característica. El caso de “ruido” se verifica cuando la iner­cia del nivel anterior aparece como fondo de perturbación en el trabajo del nivel superior. La inercia del semisueño aparece como fondo de perturba­ción en este estado de vigilia al cual ha llegado el sujeto al des­pertarse. Como ruido, podemos distinguir a los climas emo­ti­vos, a las tensiones y a los contenidos no correspondientes con el trabajo del coordinador en ese momento. El “efecto re­bote” surge como respuesta de un nivel en el que se han intro­ducido contenidos de otro nivel superando las defensas de la inercia, o al llegar a las defensas de la inercia. De tal ma­nera que puede existir un contenido que se va trasladando y llegando a un determinado nivel encuentra fuertes resistencias, encuentra “defensas del nivel”. Decimos que el contenido “rebota”, vuelve a su campo original. En ocasiones, contenidos, climas y tonos propios de un nivel, se tras­ladan y per­ma­ne­cen en otro nivel como “arrastre”. No permanece el ni­vel de con­ciencia anterior, sino que aquello que fue visualizado en un ni­­vel, al cambiar de nivel permanece como arrastre. Aquellos que se despiertan alterados por el sueño anterior, ya están en ple­na vigilia y mantienen las imágenes del sueño o el cli­ma en que sucedió aquél sueño; lo mantienen como arrastre en vigilia y por un buen tiempo.
Existen importantes casos de climas, tensiones o contenidos fi­jados en el psiquismo que son arrastrados por mucho tiempo y se presentan en los distintos niveles. Estos son casos de arrastre no de un nivel sobre otro, sino de un contenido fijado que aparece en los distintos niveles de conciencia y que puede aparecer con imágenes diferentes pero con el mismo clima que le es carac­te­rístico. Estamos hablando de arrastre en sentido muy genérico.
Debemos hacer algunas distinciones entre tonos, climas, ten­siones y contenidos. A los “tonos” se los considera en cuanto a intensidad energética. Las operaciones en cada nivel pueden ser efectuadas con mayor o menor intensidad, con mayor o menor tono. Y en ocasiones, un tono puede convertirse en un factor de ruido. Demasiado volumen en una actividad, se desproporciona del contexto de las otras actividades. A los “climas” siempre se les ha llamado (por lo menos en esta lengua que hablamos acá), “estados de ánimo”. Los climas, por su variabilidad, aparecen intermitentemente y pueden cubrir la conciencia durante un cierto tiempo, tiñendo todas sus acti­vi­dades. Debemos diferenciar a estos estados de ánimo que tienen fuerte carga emotiva, de las operaciones emotivas que acompañan a todo el funcionar del psiquismo. Si el estado de ánimo, el trasfondo emotivo, es de disgusto en general, caiga un objeto u otro en ese campo, tomará esas características de disgusto. Los climas pueden fijarse en el psiquismo y perturbar a la estructura completa, impidiendo la movilidad y el desplazamiento hacia otros climas oportunos. Estos climas fijados circulan por los distintos niveles y así pueden pasar de la vigilia al sueño, continuar allí, volver a la vigilia y así siguiendo, durante largo tiempo. Todo esto es distinto al clima si­tua­cio­nal que aparece en situaciones precisas. Las “tensiones” tienen una raíz más física, más corporal. Desde luego que todo es corporal, pero estas tensiones tienen una raíz más “corporal” en el registro que se tiene de ellas ya que las perci­bi­mos directamente en la musculatura. Los climas, en cambio, se re­gis­tran difusamente. La vinculación de estas tensiones con el psi­quis­mo no siempre es directa ya que al relax muscular no le acompaña di­rec­­tamente un relax mental, sino que la con­­cien­cia puede continuar con ten­siones y alteraciones mientras que el cuerpo ya ha conseguido relajarse. Esto tiene alguna importancia al considerar los sistemas de descargas de tensio­nes. Se suele creer que a una descarga física, muscular, co­rres­ponde siempre una distensión mental. Y esto a veces no es así. A veces se produce una curiosa contradicción en el su­jeto que experimenta físicamente esa descarga de tensiones y, no obstante, sigue registrando tensiones indefinidas.
Deberíamos tener en cuenta cómo se integra este circuito entre sentidos, memoria, coordinador, niveles y centros. Las conectivas entre sentidos, memoria, conciencia y centros, revelan aspectos de importancia del funcionamiento del psiquismo. Estos circuitos conectivos trabajan en in­te­rre­gu­lación. Están regulados entre sí, ajustados entre sí en continua dinámica, llevando así a todo el psiquismo a una compleja autorregulación. Cuando el coordinador hace apercepción de la percepción, por ejemplo, queda inhibida la evocación. El coordinador ahora está atento a un objeto de percepción, y en tanto y en cuanto está atento a ese objeto, los datos que me­cánicamente suministra memoria quedan bloqueados. Se dirá que de todos modos la memoria suministra información para que se pueda reconocer el dato que viene de la percepción. Pero la evidencia de las operaciones de la memoria desaparece, entonces queda abierta la puerta de entrada a la per­cepción y la atención se dirige hacia ella. Inversamente, la apercepción de memoria inhibe la percepción. Fíjense hasta en la mirada de un sujeto cuando evoca; tiende a cerrar los párpados, tiende a disminuir la actividad de los sentidos externos. Y en cambio fíjense en lo que sucede en las mentes perturbadas, cuando se mezclan estos procesos que deberían estar interregulados y compensados. Al contrario, el sujeto está sumido en un mundo evocatorio y su mirada se hace fija, vidriosa y abierta dando a entender una suerte de actividad alucinatoria, en donde aquello que está sucediendo con su evocación, es trasladado al mundo objetal cubriéndolo, como si se recibiera información externa.
Cuando están actuando los sentidos externos se frena la en­trada de estímulos internos y viceversa. La mayor in­te­rre­gu­lación aparece en los cambios de nivel de trabajo cuando al ir bajando al sueño se bloquean los mecanismos de re­versibilidad. Vamos bajando de nivel de conciencia, van blo­queán­dose los mecanismos de reversibilidad, soltándose entonces con fuerza los mecanismos de asociación.
Entre los sentidos también hay interregulación automática. Cuando la vista amplía su umbral medio, disminuye el tac­to, el olfato y el oído, sucediendo de igual modo entre los demás sentidos. Se ocluyen los ojos para oír mejor, etcétera.
En cuanto al espacio de representación en el que se dan las imágenes provenientes de distintos sentidos, ocurren fenómenos muy interesantes. A medida que se desciende de nivel de conciencia, el espacio de representación aumenta en dimensión, se hace “volumétrico”. Esto sucede así por cuanto a medida que se desciende de nivel de conciencia disminuye el registro de los sentidos externos y aumenta el registro cenestésico interno. Así es que: a medida que se desciende de nivel, al aumentar el regis­tro de las señales de todo el intra­cuer­­po, aumenta también la traducción de la configuración de vo­lumen del espacio mental. Este cobra dimen­sión y amplitud. A medida que se sube de nivel de conciencia las señales pro­­ve­nientes de la cenestesia se apagan, disminuyen y comienzan las con­frontaciones con los datos de las operaciones mentales y con los datos que provienen de sentidos externos. Así es que, subida de nivel de concien­cia significa “aplanamiento del espacio de representación”, falta de regis­tro de las otras configuraciones que se hacen en los niveles más profundos.

Desde luego que el espacio de representación está actuan­do en plena vigilia, pero este espacio, en lugar de cobrar volumen se “aplana” marcando las diferencias en la representación de los fenómenos internos y de los fenómenos externos. De todas maneras, también tiene su profundidad. Cuando en plena vigilia me represento a un fenómeno que está detrás de mí, lo represento en una suerte de espacio mental, que en este caso incluye la parte de atrás de mi cabeza, aunque ahí no haya ojos. Como los ojos y los otros sen­tidos externos están emplazados en la superficie externa y anterior del cuerpo, cuando ocurre un tipo de representación como la que hemos mencionado (ver lo que está detrás de mí), tengo referencias como para marcar diferencias entre los fenómenos externos de percepción y los internos de representación. Eso no sucede cuando se des­ciende de nivel y se observa al fenómeno en cualquier dirección, porque los registros cenestésicos provienen de todas las direcciones. Y entonces, puedo verme a mí mismo como sucede en los sueños, desde afuera, como si es­­tu­viera percibiéndome desde los registros que tengo en dis­tin­tas partes del espacio de representación. Al observar las representaciones en un espacio distinto al vigílico (en el nivel de sueño), tales contenidos aparecen estando afuera del observador ya que éste se encuentra (como punto de mira) emplazado en los límites del espacio de representación haciendo de “continente” de los objetos que se re­pre­­sen­tan. Pero ocurre que uno mismo (como representación) puede estar colocado dentro de ese espacio y ser observado desde los límites del continente. Desde luego que ese “uno mismo” puede ser representado de distintas ma­neras: como imagen visual, o como suma de registros no visuales. En el nivel vigílico se observa el mundo externo como no incluido en el espacio de representación y “uno mis­mo” queda identificado con el punto de mira que apa­re­ce en el otro extremo de la relación estando excluido del mundo del que provienen las percepciones, salvo en los casos alucinatorios en vigilia en los que el espacio de re­pre­­sen­tación se modifica y los contenidos internos son “pro­­yec­tados” al mundo externo y tomados, en consecuencia, como percepciones provenientes de los sentidos externos. Y si esto sucede es, a su vez, porque los mecanismos de reversibilidad se han bloqueado alterándose el nivel de conciencia.
Silo

No hay comentarios: