Algunos psicólogos creyeron ver en la imagen una mala
“copia” de la percepción y, en suma, un error de la conciencia. Para nosotros,
la imagen cumple con numerosas funciones. Y una de las más importantes
funciones de la imagen es la de llevar impulsos al aparato de respuesta. Así es
que cuando surge una imagen, tiende a movilizarse una respuesta. Cuando surge
una abstracción no necesariamente se moviliza una respuesta. Con esto de las
“cosas que me imagino”, está pasando que voy llevando impulsos desde la
representación al aparato de respuesta. Veremos esto mediante el ejemplo de
la “tonicidad muscular”. Si imagino un objeto a la derecha de mi cuerpo, poco
a poco este tiende a enderezarse en esa dirección. Si lo imagino a la
izquierda, sucede lo mismo hacia esa otra dirección. Más fácilmente se mueve la
mano en dirección al objeto que se piensa; más difícilmente en la dirección
opuesta. La imagen está predisponiendo el trabajo del centro motriz en una
dirección u otra.
Desarrollemos esto. Una persona experimenta hambre en su casa y
va inmediatamente a la nevera. Cualquiera diría que frente al estímulo, obra
esa respuesta. ¡Así de fácil! ¿Pero, cómo es esto que al “estímulo-hambre”
corresponda la “respuesta-ir a la nevera?”. ¿Por qué, por ejemplo, cuando a una
persona le da hambre, no va al baño? ¿Cómo hace ella para que aparezca la
nevera y no aparezca el baño? Es que seguramente ha pasado algo muy veloz que
él ni siquiera alcanzó a visualizar pero que actuó. Es de suma importancia
comprender la función con que cumple la imagen porque ésta es la que prepara el
tono corporal y finalmente mueve al cuerpo en una dirección. Al decir que “la
imagen lleva cargas psíquicas a niveles físicos” estamos a mucha distancia de
lo que pensaban los psicólogos que suponían a la imagen como una percepción
degradada. Relacionemos el trabajo de las imágenes con el de los glóbulos
rojos. Estos glóbulos de la sangre llegan hasta los pulmones y se cargan de oxígeno;
desde allí se trasladan por el torrente a descargar el oxígeno en distintos
puntos del cuerpo; cuando lo hacen, se cargan de gases viciados y entonces
vuelven a los pulmones para desechar su carga en ellos. Así también, estas
conectivas del trabajo psíquico (las imágenes), toman cargas de un lado; las
llevan a otro; las descargan; vuelven a tomar cargas y así van haciendo ese
traslado de energía psicofísica. Las imágenes van trasladando impulsos que en
ocasiones son tensiones, que en ocasiones son irritaciones, en ocasiones son
datos de percepción, en ocasiones son datos de memoria. Se van traduciendo
estos impulsos en imágenes que al manifestarse se lanzan hacia los centros de
respuesta. Entonces los centros se mueven, o defendiendo al cuerpo y
provocando huida, o acercándose hacia las cosas placenteras. Y es gracias a
estas imágenes que los registros de lo placentero y de lo doloroso pueden
convertirse en actividad del cuerpo. Pero también sucede esto con lo placentero
y lo doloroso en las actividades mismas de la mente. Algunas imágenes están cumpliendo
con la función de descargar tensiones en la representación por la función de
evocar objetos o situaciones placenteras que sirvan a la economía del psiquismo.
Estas imágenes siempre tienden a abrirse paso y al hacerlo van encontrando
resistencias. Hay, precisamente, ciertas imágenes que se imponen obsesivamente
porque no se pueden abrir paso. Desde luego que existen procedimientos para
permitir que la imagen se abra paso y se manifieste hacia el centro en
cuestión. Y eso nos hace ver claramente la función catártica de la imagen. La
imagen se convierte luego en palabras, por ejemplo, y por las palabras algunas
tensiones se descargan o se siguen transformando en su desplazamiento hacia los
centros. Por lo demás, vamos a encontrar no sólo la función “catártica” (el
traslado de carga de la imagen), sino también la función “transferencial” que
tiene la imagen cuando se va desprendiendo del campo de impulsos que la
motivó.
Preguntemos: ¿cómo es posible que, en el nivel de sueño, las
imágenes que son tan poderosas no muevan al cuerpo? Deberían, por tonicidad,
mover al cuerpo más que en vigilia. Si a medida que baja el nivel hay más
imágenes, entonces durante el sueño debería moverse más el cuerpo. Sin
embargo, lo normal es que, en el sueño, el cuerpo no se mueva siguiendo las
imágenes. Ahí opera un mecanismo de bloqueo que fisiológicamente puede ser
rastreado; un mecanismo que actúa, cuando baja el nivel de conciencia, cortando
la conexión con el trabajo del centro motriz. Entonces, las imágenes surgen y
no pasa la descarga movilizando al cuerpo.
Cuando hablamos de imágenes, no estamos hablando solamente de
las imágenes visuales. Cada sentido produce su tipo de imagen y gracias a eso
se puede tener representación de fenómenos olfatorios, de fenómenos gustativos,
auditivos, etcétera. Normalmente, sobre todo en este tipo de cultura y con en
este tipo de educación, las imágenes están asociadas a lo visual. Pero ustedes
pueden comprobar, en ustedes mismos, que pueden también representar olores, o
pueden recordar voces sin que esto necesariamente dependa de la representación
visual. Eso que recuerdan en cuanto a olfato, o sonido, se da en “alguna parte”
de la representación. Desde luego que ustedes van a distinguir, en cuanto a
ubicación del fenómeno de representación auditiva, entre el sonido que llega
desde afuera y el sonido que ustedes representan o imaginan. Este último no
sólo está “adentro” (y eso ya les marca un espacio de representación), sino
que ese “adentro” está ubicado en algún “lugar”. Este lugar no necesariamente
es visto, pero es experimentado y es sentido. Ustedes ahora están en un
concierto, tienen a la orquesta adelante. Ustedes cierran los ojos, están muy
atentos a lo que va pasando con los instrumentos. Ustedes escuchan un
instrumento a la izquierda. Escuchan luego un instrumento a la derecha. Si se
fijan en sus propios ojos van a ver que cuando escuchan a la izquierda, los
ojos se mueven hacia la izquierda y cuando escuchan al instrumento de la
derecha, los ojos se mueven hacia la derecha. De esta manera ustedes van siguiendo
no exactamente a la música, sino a las fuentes productoras del sonido también
con el movimiento de los ojos. De ahí infieren ustedes (en un caso más de la
tonicidad), que allá donde va la atención sobre el fenómeno, aunque no sea
visual, también los ojos van siguiendo a esa fuente. De tal manera que, aunque
el ojo nada tenga que ver con la música y el ojo nada tenga que ver con el sonido,
el ojo va siguiendo en el espacio a los estímulos que van llegando al oído. Es
más, se dice de un sonido que es “alto” o que es “bajo” porque también (si
observan lo que sucede con la representación de esos sonidos y observan el registro
del movimiento del ojo), comprobarán que a medida que se aguzan los sonidos,
el ojo tiende a moverse hacia arriba. A medida que los sonidos se hacen graves
el ojo tiende a moverse hacia abajo. Aparentemente, el ojo y el oído no
tienen conexión. Pero como todos los sentidos producen su representación y
esta representación está dada en un espacio mental, este espacio pone un ámbito
en el que se emplazan las representaciones que han provenido de distintas
fuentes perceptuales. Este espacio no es sino el conjunto de representaciones internas
del propio sistema cenestésico. De tal modo que el espacio mental es una
suerte de pantalla que reproduce los impulsos de la propia cenestesia. Así es
que todo fenómeno de percepción que llega al aparato de coordinación, se emplaza
en algún punto de la pantalla de representación. Se trate de un sonido, se
trate de un olor o se trate de un objeto que entra por vía visual, en todos los
casos se emplaza en algún punto del espacio de representación. Este espacio no
solamente tiene gradación en dos planos, sino que tiene profundidad, tiene
volumen y reproduce, aproximadamente, al propio cuerpo. Se trata de un
“cuerpo” de representación, o si se quiere, de un “trasfondo referencial
espacial”.
Si se recuerda aquella orquesta del ejemplo, tal vez se recuerde
también la música y la ubicación “espacial” en la que se emplazaban los distintos
instrumentos y los distintos sonidos. Se podrá comprobar también que en los
actos de recordar se verifica el movimiento del ojo en busca de la fuente
productora de “sonido”, localizando los “lugares” de donde proviene dicho “sonido”.
Cuando se recuerdan sonidos “lejanos y adelante”, se los emplaza en una
profundidad del espacio diferente a la de los recuerdos de los sonidos ubicados
“cerca y adelante”, y esa gradación de distancias internas está acompañada por
la acomodación del ojo como si éste percibiera fenómenos del mundo externo.
Estos “lejos” y “cerca”, combinados con las posiciones “adelante” y “atrás,
“a derecha e izquierda”, “arriba” y “abajo”, nos muestran claramente la
volumetría del espacio de representación. Si este espacio tiene por lo menos
tres dimensiones, entonces todo fenómeno (aún táctil, gustativo u olfatorio),
tendrá posibilidades de emplazarse en lo alto, en lo ancho y en lo profundo.
Esta profundidad del espacio de representación es la que permite ubicar a los
fenómenos, si han partido del mundo interno o si han partido del mundo externo.
Aquí es necesario precisar que la “barrera” separadora del
mundo “interno” y “externo” es el tacto, desdoblado correspondientemente
como tacto interno y externo. Una importante ubicación de la “barrera táctil”
está en el rostro que es, precisamente, donde se encuentran concentrados en
poco espacio la mayor parte de los sentidos externos.
Existe pues, un sistema de gradación en el espacio de
representación que permite ubicar los fenómenos desde la fuente de donde
provienen y además distinguir, en alguna medida, entre el mundo de la
cenestesia y el mundo de los sentidos externos. Gracias a que existe ese
espacio de representación, un sistema de impulsos llega a conciencia y se
traduce en imagen, esta imagen se traduce nuevamente disparando actividad
sobre un centro y éste se activa en dirección a alguna franja y profundidad del
mencionado espacio. Por otra parte, del trabajo del centro también se tiene
percepción, ésta genera su imagen correspondiente y así, en un circuito de
retroalimentación, se va ajustando la actividad general.
Si la representación interna se emplaza en el nivel de los fenómenos
cenestésicos, estas imágenes que se convierten en respuestas van a movilizar
fenómenos en niveles cenestésicos. Si la representación se dispara en las
gradaciones propias de las actividades externas, entonces movilizarán centros
en dirección externa. Desde luego que pueden existir numerosos errores en el
emplazamiento de una imagen en un nivel de representación y entonces sería de
interés contar con procedimientos que permitieran desplazar la imagen (que es
la base de la respuesta) hacia el punto adecuado del espacio de representación
interno.
El espacio de representación va tomando distintas
características según actúe un nivel de conciencia u otro. Cuando surge un
fenómeno en el espacio de representación, en vigilia, es distinto a cuando
surge en el nivel de sueño. Cuando ustedes se ven a ustedes mismos en un
sueño, ustedes se emplazan en algún punto del espacio de representación
diferente a cuando recuerdan un fenómeno. En el primer caso se ven incluidos,
como imagen, dentro de ese espacio pero se observan desde un punto de mira
externo (se ven a ustedes mismos desde “afuera”). En el segundo caso, reconocen
al fenómeno adentro del espacio de representación y lo observan desde ustedes
mismos (o sea que su punto de mira está “afuera”, igual que en el caso
anterior, pero ustedes no se ven a sí mismos desde un punto de mira externo
sino que ven al objeto desde ustedes mismos como si miraran desde sus ojos, reconociendo
al objeto incluido en el espacio de representación). Si ustedes tienen el punto
de mira “afuera”, el espacio interno aparece como continente y la imagen de sí
mismo aparece contenida dentro de ese espacio. En este caso las consecuencias
de la traducción de imagen a movimiento van a ser diferentes a si ustedes están
“afuera” como punto de mira y como imagen (ya que ven desde ustedes y por tanto
son continentes y el objeto observado es contenido).
Lo primero sucede en los sueños. Ustedes se ven a ustedes mismos
dentro del espacio de representación. ¿Qué movilizan entonces? Movilizan la
imagen de ustedes mismos. Pero es bien diferente a si ustedes no se ven a ustedes
mismos sino que ven al fenómeno incluido en tal espacio. Así que si bien
existen explicaciones fisiológicas de la desconexión de la motricidad que se
produce en la bajada de los niveles de conciencia, desde luego que existen
registros psicológicos que permiten comprender que, precisamente en los
sueños, se paraliza la movilización de imágenes hacia el mundo porque el
registro que el sujeto tiene de sí mismo es observado desde un punto externo y,
por tanto, resulta incluido en el espacio interno. Debemos subrayar nuevamente
que los registros que estamos mencionando sobre la propia imagen y el punto de
observación, no necesariamente deben ser considerados como imágenes visuales.
En ciegos de nacimiento y según ellos explican, no aparecen representaciones
visuales y recuerdan, sin ninguna duda muy bien, fenómenos auditivos,
fenómenos gustativos y de otra naturaleza. No necesitan de la imagen visual.
De todas maneras, en ellos las representaciones de los otros sentidos aparecen
ubicadas espacialmente.
Conviene ahora hacer algunas observaciones sobre la estructuración
de la conciencia y el espacio de representación y sobre algunos errores que
sobrevienen en su funcionamiento. Según que los impulsos que llegan a la
conciencia sean trabajados por uno u otro de los mecanismos de abstracción,
clasificación, divagación o imaginación dirigida, se obtendrán distintas
traducciones formalizando múltiples representaciones. En cuanto a los errores
de trabajo de la conciencia los podemos considerar diferentes a los errores
que se dan en la relación entre conciencia, sentidos y memoria. a los que
llamamos genéricamente, “disfunciones”. La alucinación, por ejemplo, no es
una disfunción sino un error del coordinador. Se produce cuando aparecen
representaciones que son “proyectadas” y percibidas “fuera” de la conciencia y
se las experimenta como reales objetos o situaciones emplazados en el mundo
externo con las características propias de los fenómenos que se perciben
sensorialmente. En ese sentido, todos los fenómenos que se producen en los
niveles de sueño y en los niveles de semisueño activo, son fenómenos
alucinatorios por el registro de realidad fuertemente sugestiva que se presenta
al observador cuyo punto de mira está “afuera” de la escena de modo parecido a
como lo está en vigilia.
Las alucinaciones (en vigilia), son configuraciones que hace la
conciencia sobre la base de memoria. Suelen surgir en situaciones de gran
agotamiento, por carencia de estímulos, en determinadas enfermedades y en
situaciones de peligro de muerte. Son frecuentes en caso de debilidad física y
en casos de conciencia emocionada (que trataremos más adelante), en los que el
coordinador pierde su facultad de desplazarse en el tiempo y en el espacio.
Como disfunciones de la conciencia con los sentidos, puede
mencionarse la incapacidad de relacionar datos coherentemente al confundir
datos provenientes de una vía que se atribuyen a otra.
Las disfunciones de la conciencia con memoria son numerosas y
ocurren en los distintos niveles de conciencia. Se puede afirmar que los distintos
niveles cumplen con la función de compensar a la masa de información dando,
ocasionalmente, respuestas estructuradoras o bien respuestas compensatorias.
Esto nos hace pensar que si un fenómeno cae en el campo de un nivel de
conciencia, inmediatamente tiende a ser estructurado, relacionado con otros.
Desde ese nivel también se genera inmediatamente una respuesta compensatoria.
Se trata de niveles que están sometidos a desequilibrios sucesivos por la
irrupción de nuevos fenómenos.
En el nivel de sueño profundo el trabajo de los sentidos externos
es mínimo. No hay otra información del medio externo que aquella que supera el
umbral que pone el mismo sueño. El trabajo del sentido cenestésico es
predominante, aportando impulsos que son traducidos y transformados por el
trabajo de los mecanismos asociativos, dando lugar al surgimiento de las
imágenes oníricas, las imágenes del sueño. Las características de las
imágenes en este nivel son su gran poder de sugestibilidad, su gran
capacidad hipnótica. El tiempo psicológico y el espacio se encuentran
modificados con respecto a la vigilia. La estructuración acto-objeto aparece
frecuentemente sin correspondencia entre sus elementos. Se busca un determinado
objeto y surge otro que completa la búsqueda de un modo extraordinario. Así
mismo, climas y situaciones se suelen independizar mutuamente. De manera que
los actos de conciencia en los distintos niveles no coinciden con los objetos
de conciencia como ocurre en vigilia. Por lo demás, las cargas que acompañan a
las representaciones del nivel de sueño profundo se independizan de los objetos
que en vigilia mantendrían una ligazón más estrecha. Es típica la desaparición
de la crítica y autocrítica en el sueño, pero a medida que va subiendo el
nivel de conciencia aquellos mecanismos incrementan su trabajo.
La inercia de los niveles y el ámbito en que los fenómenos se
colocan, hacen que la movilidad y el pasaje de un nivel a otro se haga
paulatinamente, más o menos lentamente, que tenga una cierta continuidad. Así,
la salida y entrada al sueño se harán pasando por el semisueño y es un caso muy
extraordinario el pasaje directo de la vigilia al sueño, sin tener registros
mínimos del pasaje por niveles intermedios. Cuando se parte del nivel de sueño
y el sujeto despierta con alteración, en esta vigilia está operando la inercia
de la etapa anterior de semisueño que arrastra contenidos del momento anterior.
En el nivel de semisueño que antecede a la vigilia, los sentidos
externos comienzan a enviar información a la conciencia, información que no es
totalmente estructurada porque hay también interferencia de ensoñaciones y
presencia de fuertes registros cenestésicos. Los contenidos del sueño pierden
poder sugestivo aun cuando siguen apareciendo, debido a una suerte de semi
percepción vigílica que ya da nuevos parámetros, da nuevas referencias. La
sugestionabilidad sigue actuando, sobre todo en el caso de algunas imágenes muy
vívidas a las que llamamos “imágenes hipnagógicas”. Por otra parte, el sistema
de ensueños intermitentes reaparece. Es en este nivel donde el núcleo de
ensueño y los ensueños secundarios son más fácilmente registrables, por lo
menos en sus climas y en sus tensiones básicas. El nivel de semisueño tiene
diferentes características según actúe en presueño (arrastrando contenidos de
vigilia), o en post sueño (arrastrando contenidos oníricos). También se puede
observar el caso de un estado alterado de conciencia que ocurre solamente en
determinadas condiciones. El modo de ensoñación propio de este nivel (seguimos
hablando de semisueño), se suele trasladar por inercia a la vigilia,
proporcionando la materia prima para la divagación, aunque en ésta también
aparezcan elementos de percepción vigílica. Seguramente en el traslado de un
nivel a otro se va modificando el espacio de representación y se va modificando
el emplazamiento que el sujeto hace de sí mismo en este espacio. El coordinador
en ese ámbito puede ya realizar algunas operaciones coherentes. Mencionamos
también que este nivel es sumamente inestable y por ello de fácil desequilibrio
y alteración. También encontramos los estados de semisueño pasivo y activo. El
pasivo ofrece un pasaje fácil al sueño, como si el sujeto se dejara “caer”
simplemente y va correspondiendo con un sistema de relajación progresivo.
Hablamos, en cambio, de semisueño activo cuando el semisueño se está
disponiendo en dirección a la vigilia. Este estado puede convertirse en
“alterado” cuando se pasa a una “falsa vigilia” porque se ha conectado el
sistema de relaciones con el mundo externo pero sin abandonar el sistema de
ideación del semisueño.
En vigilia los sentidos externos aportan un mayor caudal de
información regulando, por inhibición, a los sentidos internos y posibilitando
que el coordinador se oriente al mundo en el trabajo compensatorio del psiquismo.
Funcionan aquí los mecanismos de abstracción, los mecanismos de crítica y
autocrítica, llegando a altos grados de manifestación e intervención en las
tareas de coordinar y registrar. Los mecanismos de reversibilidad, de los
que en los niveles anteriores se tenía mínima manifestación, pueden aquí operar
ampliamente. La sugestión de los contenidos infravigílicos disminuye al crecer
el sistema de referencia basado en los datos externos. Hay un tono de vigilia
activa, que puede ser atenta, con máximo manejo de la apercepción y hay también
un tono de vigilia alterada. La vigilia pasiva también puede ser atenta o
alterada. En este último caso aparece la divagación silenciosa y los ensueños
más o menos fijados.
Existen numerosas relaciones entre niveles que producen alteraciones
recíprocas. No es posible que un nivel actúe sobre otro, que haya traslado de
carga de un nivel sobre otro, sin que ese nivel se vea afectado. Todo nivel
que actúa sobre otro se ve él, a su vez, afectado. Pueden citarse por lo menos
cuatro factores que inciden en la relación entre niveles. A uno le llamamos
“inercia”, a otro le llamamos “ruido”, a otro “rebote” y a otro “arrastre”.
Hablemos un poco de la inercia. Cada nivel de conciencia trata de mantener su
nivel propio de trabajo, manteniendo su actividad hasta finalizar su ciclo. Ya
hablamos en su momento de que todo esto estaba sometido a ciclaje, en general.
Y es claro, la vigilia trata de mantenerse en vigilia, durante un ciclo,
durante un tiempo más o menos adecuado. Es el tiempo en que las personas
realizan sus actividades cotidianas. Cuando aumenta la fatiga (no solamente
muscular sino profunda), entonces está cayendo ya el ciclo de la vigilia. Pero
entre tanto, en plena vigilia este estado trata de mantenerse.
Los casos que a continuación se mencionan son consecuencias de
la inercia estructural de cada nivel que tiende a mantener y extender su tipo
de articulación característica. El caso de “ruido” se verifica cuando la inercia
del nivel anterior aparece como fondo de perturbación en el trabajo del nivel
superior. La inercia del semisueño aparece como fondo de perturbación en este
estado de vigilia al cual ha llegado el sujeto al despertarse. Como ruido,
podemos distinguir a los climas emotivos, a las tensiones y a los contenidos
no correspondientes con el trabajo del coordinador en ese momento. El “efecto
rebote” surge como respuesta de un nivel en el que se han introducido
contenidos de otro nivel superando las defensas de la inercia, o al llegar a
las defensas de la inercia. De tal manera que puede existir un contenido que
se va trasladando y llegando a un determinado nivel encuentra fuertes
resistencias, encuentra “defensas del nivel”. Decimos que el contenido
“rebota”, vuelve a su campo original. En ocasiones, contenidos, climas y tonos
propios de un nivel, se trasladan y permanecen en otro nivel como
“arrastre”. No permanece el nivel de conciencia anterior, sino que aquello
que fue visualizado en un nivel, al cambiar de nivel permanece como arrastre.
Aquellos que se despiertan alterados por el sueño anterior, ya están en plena
vigilia y mantienen las imágenes del sueño o el clima en que sucedió aquél
sueño; lo mantienen como arrastre en vigilia y por un buen tiempo.
Existen importantes casos de climas, tensiones o contenidos fijados
en el psiquismo que son arrastrados por mucho tiempo y se presentan en los
distintos niveles. Estos son casos de arrastre no de un nivel sobre otro, sino
de un contenido fijado que aparece en los distintos niveles de conciencia y que
puede aparecer con imágenes diferentes pero con el mismo clima que le es característico.
Estamos hablando de arrastre en sentido muy genérico.
Debemos hacer algunas distinciones entre tonos, climas, tensiones
y contenidos. A los “tonos” se los considera en cuanto a intensidad energética.
Las operaciones en cada nivel pueden ser efectuadas con mayor o menor
intensidad, con mayor o menor tono. Y en ocasiones, un tono puede convertirse
en un factor de ruido. Demasiado volumen en una actividad, se desproporciona
del contexto de las otras actividades. A los “climas” siempre se les ha llamado
(por lo menos en esta lengua que hablamos acá), “estados de ánimo”. Los climas,
por su variabilidad, aparecen intermitentemente y pueden cubrir la conciencia
durante un cierto tiempo, tiñendo todas sus actividades. Debemos diferenciar
a estos estados de ánimo que tienen fuerte carga emotiva, de las operaciones
emotivas que acompañan a todo el funcionar del psiquismo. Si el estado de
ánimo, el trasfondo emotivo, es de disgusto en general, caiga un objeto u otro
en ese campo, tomará esas características de disgusto. Los climas pueden
fijarse en el psiquismo y perturbar a la estructura completa, impidiendo la
movilidad y el desplazamiento hacia otros climas oportunos. Estos climas
fijados circulan por los distintos niveles y así pueden pasar de la vigilia al
sueño, continuar allí, volver a la vigilia y así siguiendo, durante largo
tiempo. Todo esto es distinto al clima situacional que aparece en
situaciones precisas. Las “tensiones” tienen una raíz más física, más corporal.
Desde luego que todo es corporal, pero estas tensiones tienen una raíz más
“corporal” en el registro que se tiene de ellas ya que las percibimos
directamente en la musculatura. Los climas, en cambio, se registran
difusamente. La vinculación de estas tensiones con el psiquismo no siempre es
directa ya que al relax muscular no le acompaña directamente un relax
mental, sino que la conciencia puede continuar con tensiones y alteraciones
mientras que el cuerpo ya ha conseguido relajarse. Esto tiene alguna
importancia al considerar los sistemas de descargas de tensiones. Se suele
creer que a una descarga física, muscular, corresponde siempre una distensión
mental. Y esto a veces no es así. A veces se produce una curiosa contradicción
en el sujeto que experimenta físicamente esa descarga de tensiones y, no
obstante, sigue registrando tensiones indefinidas.
Deberíamos tener en cuenta cómo se integra este circuito
entre sentidos, memoria, coordinador, niveles y centros. Las conectivas
entre sentidos, memoria, conciencia y centros, revelan aspectos de importancia
del funcionamiento del psiquismo. Estos circuitos conectivos trabajan en interregulación.
Están regulados entre sí, ajustados entre sí en continua dinámica, llevando así
a todo el psiquismo a una compleja autorregulación. Cuando el coordinador hace
apercepción de la percepción, por ejemplo, queda inhibida la evocación. El
coordinador ahora está atento a un objeto de percepción, y en tanto y en cuanto
está atento a ese objeto, los datos que mecánicamente suministra memoria
quedan bloqueados. Se dirá que de todos modos la memoria suministra información
para que se pueda reconocer el dato que viene de la percepción. Pero la
evidencia de las operaciones de la memoria desaparece, entonces queda abierta
la puerta de entrada a la percepción y la atención se dirige hacia ella.
Inversamente, la apercepción de memoria inhibe la percepción. Fíjense hasta en
la mirada de un sujeto cuando evoca; tiende a cerrar los párpados, tiende a
disminuir la actividad de los sentidos externos. Y en cambio fíjense en lo que
sucede en las mentes perturbadas, cuando se mezclan estos procesos que deberían
estar interregulados y compensados. Al contrario, el sujeto está sumido en un
mundo evocatorio y su mirada se hace fija, vidriosa y abierta dando a entender
una suerte de actividad alucinatoria, en donde aquello que está sucediendo con
su evocación, es trasladado al mundo objetal cubriéndolo, como si se recibiera
información externa.
Cuando están actuando los sentidos externos se frena la entrada
de estímulos internos y viceversa. La mayor interregulación aparece en los
cambios de nivel de trabajo cuando al ir bajando al sueño se bloquean los
mecanismos de reversibilidad. Vamos bajando de nivel de conciencia, van bloqueándose
los mecanismos de reversibilidad, soltándose entonces con fuerza los mecanismos
de asociación.
Entre los sentidos también hay interregulación automática.
Cuando la vista amplía su umbral medio, disminuye el tacto, el olfato y el
oído, sucediendo de igual modo entre los demás sentidos. Se ocluyen los ojos
para oír mejor, etcétera.
En cuanto al espacio de representación en el que se dan
las imágenes provenientes de distintos sentidos, ocurren fenómenos muy
interesantes. A medida que se desciende de nivel de conciencia, el espacio de
representación aumenta en dimensión, se hace “volumétrico”. Esto sucede así por
cuanto a medida que se desciende de nivel de conciencia disminuye el registro
de los sentidos externos y aumenta el registro cenestésico interno. Así es que:
a medida que se desciende de nivel, al aumentar el registro de las señales de
todo el intracuerpo, aumenta también la traducción de la configuración de volumen
del espacio mental. Este cobra dimensión y amplitud. A medida que se sube de
nivel de conciencia las señales provenientes de la cenestesia se apagan,
disminuyen y comienzan las confrontaciones con los datos de las operaciones
mentales y con los datos que provienen de sentidos externos. Así es que, subida
de nivel de conciencia significa “aplanamiento del espacio de representación”,
falta de registro de las otras configuraciones que se hacen en los niveles más
profundos.
Desde luego que el espacio de representación está actuando en
plena vigilia, pero este espacio, en lugar de cobrar volumen se “aplana”
marcando las diferencias en la representación de los fenómenos internos y de
los fenómenos externos. De todas maneras, también tiene su profundidad. Cuando
en plena vigilia me represento a un fenómeno que está detrás de mí, lo
represento en una suerte de espacio mental, que en este caso incluye la parte
de atrás de mi cabeza, aunque ahí no haya ojos. Como los ojos y los otros sentidos
externos están emplazados en la superficie externa y anterior del cuerpo,
cuando ocurre un tipo de representación como la que hemos mencionado (ver lo
que está detrás de mí), tengo referencias como para marcar diferencias entre
los fenómenos externos de percepción y los internos de representación. Eso no
sucede cuando se desciende de nivel y se observa al fenómeno en cualquier
dirección, porque los registros cenestésicos provienen de todas las
direcciones. Y entonces, puedo verme a mí mismo como sucede en los sueños,
desde afuera, como si estuviera percibiéndome desde los registros que tengo
en distintas partes del espacio de representación. Al observar las
representaciones en un espacio distinto al vigílico (en el nivel de sueño),
tales contenidos aparecen estando afuera del observador ya que éste se
encuentra (como punto de mira) emplazado en los límites del espacio de
representación haciendo de “continente” de los objetos que se representan.
Pero ocurre que uno mismo (como representación) puede estar colocado dentro de
ese espacio y ser observado desde los límites del continente. Desde luego que
ese “uno mismo” puede ser representado de distintas maneras: como imagen
visual, o como suma de registros no visuales. En el nivel vigílico se observa
el mundo externo como no incluido en el espacio de representación y “uno mismo”
queda identificado con el punto de mira que aparece en el otro extremo de la
relación estando excluido del mundo del que provienen las percepciones, salvo
en los casos alucinatorios en vigilia en los que el espacio de representación
se modifica y los contenidos internos son “proyectados” al mundo externo y
tomados, en consecuencia, como percepciones provenientes de los sentidos
externos. Y si esto sucede es, a su vez, porque los mecanismos de
reversibilidad se han bloqueado alterándose el nivel de conciencia.
Silo
No hay comentarios:
Publicar un comentario