sábado, 13 de julio de 2013

Que Me Paso Cuando Fui Famoso(.Universidad de Santiago 11/11/93.)



Los humanos actuamos en el mundo buscando lo que creemos que nos hará feliz.
En está aseveración es importante reparar en la palabra "creemos".
Cuando tenemos una creencia sobre algo, esta no se presenta como creencia. Yo creo que mañana iré a almorzar con un amigo. Esto es un futurible, que puede o no ocurrir. No nos referimos a este tipo de futuribles cuando hablamos de creencias. Si mañana no voy a ese compromiso, entiendo que no salió como esperaba. Se trata, en este caso, de un futurible en que reconozco su probabilidad de ocurrencia. Hablamos de "creencias" cuando la probabilidad de no ocurrencia de lo que creo es igual a cero.
Si mañana saliera a la calle y todo auto que pasara cerca mío se me abalanzara e intentara arrollarme, tendría varios problemas. El primero, mantenerme a salvo. Pero tan importante como ese sería aceptar que los automovilistas no son como creo. En lugar de cuidar a los peatones de no arrollarlos, en lugar de eso, ellos intentan atropellarlos. Aquí tendría problemas y me resistiría a aceptar que el mundo no es como antes creí.
Esa creencia (que todo automovilista cuidará de no atropellar un peatón) no se me presenta como creencia. Se me presenta como realidad. Si eso no sucede, ¡Vaya si tendría problemas con mi imagen del mundo! Toda nuestra imagen del mundo es eso: una imagen. Creencias que tenemos sobre el mundo y las personas.
Pero ellas tienen para nosotros realidad sicológica. Es decir, las experimentamos como realidad y no como creencias.
Tal como un sueño lo experimentamos como real, y sólo sabemos que se trataba de un sueño al despertar, de igual modo, las creencias operan como realidades y nos damos cuenta de que se trataba de creencias cuando chocan con acontecimientos que ya no podemos interpretar. En cierto modo, "despertamos" de esa creencia. Estábamos ilusionados y ahora ya no, nos des-ilusionamos.
Así, tenemos creencias de nuestras relaciones afectivas, creemos en el sistema bancario, creemos en lo que dicen los diarios, la TV, etc.
Tenemos creencias acerca de nosotros, del comportamiento de los otros y del comportamiento social. Nos movemos guiados por creencias. Por algún tiempo

actuamos en el mundo y estas creencias actúan sin hacernos chocar con los acontecimientos. Entonces, eso va confirmando su valor de verdad.
Pero a menudo acontece que nuestras creencias fracasan. Dejan entonces de ejercer poder sobre nosotros y las sustituimos por otras.
No es posible reconocer una creencia como tal. La experimentamos como realidad y sólo descubrimos su carácter de modelo de la realidad cuando algún acontecimiento nos muestra que las cosas no son como "creíamos". Tampoco es posible reconocer un sueño como tal mientras dormimos. En cambio, cuando despertamos, desde un nuevo modo de estructurar, sí es posible comprobar que lo vivido en el momento anterior era un sueño.
Lo que creo que me hace feliz, no se presenta como una creencia.
Cuando pierdo a mi amada lo que experimento es la pérdida de la felicidad.
Cuando pierdo mi dinero y me empobrezco experimento la pérdida de la felicidad y no del dinero.
Cuando pierdo el poder o el prestigio sucede lo mismo
Desde mi experiencia inmediata no son creencias sino situaciones objetivas dadoras de felicidad.
La situación de poder o de fama o de prestigio es un caso particular de las ilusiones que creemos producen felicidad.
Recuerdo situaciones en que he comenzado un proyecto social con mucho sentido y humildad. En que cada paso de avance es pequeño pero de mucha coherencia. La experiencia interna de hacerlo es de plenitud y felicidad. De pronto el proyecto se hace conocido y todos lo admiran por lo bien hecho y lo verdadero de como es llevado. Entonces me regocijo por los aplausos y alabanzas que recibo. Pasa un poco de tiempo y estoy preocupado por que mas hacer para recibir mas aplausos. Me simpatizan todos los que hablan bien del proyecto y odio a todos los que hablan mal. Busco angustiosamente como poderme hacer notar.
El nivel de sufrimiento empieza a hacerse insoportable y me obliga a meditar. Que falló. Como algo que comenzó con pureza y verdad me tiene en este estado. Entonces reconozco que ya hace tiempo que me olvidé del proyecto de sus objetivos y de su sentido. Ahora solo cumplo la función de hacerme notar, que todos sepan que soy el descueve, me ha dejado de importar la gente que ese proyecto pretendía beneficiar, además observo que todo lo tengo que hacer yo solo porque nadie lo hace tan bien etc.
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Se requiere cierto entrenamiento para descubrir que ese estado es de sufrimiento y angustia y no de felicidad. Porque por otra parte, soy reconocido, me dejan pasar primero, me piden mi opinión que es muy importante, hay interés para juntarse conmigo etc.
Cuando hago algo válido con dirección y coherencia la experiencia es de felicidad. Pero cuando recibo un aplauso la experiencia también es de felicidad. Sólo que ésta última quiero hacerla permanecer, que el triunfo no se escape y la mirada que estaba puesta en otros, en ayudar a otros, en la felicidad de los otros, súbitamente se vuelca sobre mí y los otros comienzan a ser instrumentos que utilizo para conseguir aplausos.
Cuando estoy haciendo el proyecto social genuinamente, estoy continuamente reflexionando y con conciencia de mi propia existencia. Sé que no soy indispensable, reconozco el gusto de mi acción, y se que todo es transitorio y que cuando deje esta vida y este cuerpo y piense en esto que hoy hago volveré a experimentar felicidad.
Cuando estoy obnubilado por los aplausos existo sólo bajo la mirada de los otros. Me miro desde los otros y si los otros olvidan que existo experimento que no existo. En realidad no sé si existo, no es mi tema. Soy eterno y debo asegurarme la eternidad haciendo que todos están reconociéndome permanentemente.
La raíz de esto me parece que tiene que ver que queremos olvidarnos de la provisoriedad de nuestra existencia y vivir idiotizados como si eso no existiera. Entonces la vida detrás de los aplausos se torna vacía y sinsentido.
Quiero detenerme en otro aspecto fundamental. Busco los aplausos y me olvido de que el motivo original del proyecto era la felicidad de los otros y me olvido que lo estoy llevando a cabo con muchos otros que van aportando a una obra común.
De pronto los que antes eran mis pares ya no lo son. Algo ha pasado con ellos que no quiero que se metan conmigo. Solo necesito su opinión técnica especialista de ese particular punto para lo que él sirve. Porque no sirve para otra cosa. En realidad el es un buen tipo es su campo, pero hay que educar esa manía de meterse en la cosa global.
El otro ser humano deja de ser humano y pasa a ser una función. Si pudiera reemplazarlo por una máquina mejor. Es una función para MI proyecto, para MIS aplausos.
Si confundo la función que cumple una persona en la sociedad, con el ser humano que cumple esa función, estoy negando su condición de humano, estoy convirtiéndolo en un instrumento para mis fines, y lo trato del mismo modo que trato a cualquier objeto. O peor porque mi computador a veces lo trato mejor. Es decir ejerzo cotidianamente violencia sobre él porque lo he negado en su intención, su historia, su proyecto y su futuro.
Después nos quejamos porque aumenta la inseguridad y no nos damos cuenta que cada uno de nosotros está acelerando el espiral de violencia
social.
Son este tipo de reflexiones que nos lleva a formular una propuesta social centrada en el ser humano. Ni dios, ni ley, ni amo por sobre el ser humano.
Cualquier valor que coloque por sobre él es utilizado por los poderosos para manipularlo y hacerlo instrumento de sus propios fines. Si es Dios, las iglesias se adueñan de Dios para dominar al ser humano. Si es una ley, el estado se adueña y si es el dinero, los bancos se adueñan de él para someter la historia humana a sus mezquinos designios.

Dario Ergas

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