En este esquema que estamos redescribiendo, el
aparato de conciencia trabaja con mecanismos de reversibilidad. Es decir
que así como percibo un sonido, mecánicamente, involuntariamente, también
puedo poner atención en la fuente del estímulo, en cuyo caso mi conciencia
tiende a llevar la actividad hacia la fuente sensorial. No es lo mismo percibir
que apercibir. Apercibir es atención más percepción. No es lo mismo
memorizar, es decir esto que ahora cruza por mi mente y llega desde mi memoria
(en donde conciencia pasivamente recepciona el dato), que rememorar, en donde
mi conciencia va a la fuente de memoria, trabajando por singulares procedimientos
de selección y descarte. Así pues la conciencia dispone de mecanismos de
reversibilidad que trabajan de acuerdo al estado de lucidez en que se encuentre
la conciencia en ese momento. Sabemos que disminuyendo el nivel, cada vez es
más difícil ir a las fuentes de los estímulos voluntariamente. Los impulsos se
imponen, los recuerdos se imponen y todo eso con gran fuerza sugestiva va
controlando a la conciencia mientras ésta, indefensa, se limita a recibir los
impulsos. Baja el nivel de conciencia, disminuye la crítica, disminuye la autocrítica,
disminuye la reversibilidad con todas sus consecuencias. No sólo sucede esto en
las caídas de nivel de conciencia, sino también en los estados alterados de
conciencia. Es claro que no confundimos niveles con estados. Podemos estar, por
ejemplo, en el nivel de conciencia vigílico, pero en estado pasivo, en estado
atento, en estado alterado, etcétera. Cada nivel de conciencia admite distintos
estados. Son diferentes, en el nivel de sueño paradojal, los estados de sueño
tranquilo, de sueño alterado y de sueño sonambúlico. Puede también caer la
reversibilidad en alguno de los aparatos de conciencia por estados alterados y
no porque haya bajado el nivel.
Podría suceder que una persona estuviera vigílica y sin embargo,
por una especial circunstancia, padeciera fuertes alucinaciones. Observaría
fenómenos que para ella serían del mundo externo, cuando en realidad estaría
proyectando “externamente” algunas de sus representaciones internas. Estaría
fuertemente sugestionado por esos contenidos, por esas alucinaciones, del mismo
modo que está una persona en pleno sueño fuertemente sugestionada por sus
contenidos oníricos. Sin embargo nuestro sujeto estaría despierto, no
durmiendo. También por una fiebre muy alta, por acción de drogas o de alcohol,
sin haber perdido el nivel de conciencia vigílico se encontraría en un estado
alterado de conciencia, con la consiguiente aparición de fenómenos anormales.
Los estados alterados no son tan globales, sino que pueden
afectar a determinados aspectos de la reversibilidad. Podemos decir que
una persona cualquiera, en plena vigilia, puede tener bloqueado algún aparato
de reversibilidad. Todo funciona bien, sus actividades diarias son normales,
es una persona corriente. Todo anda a las mil maravillas... salvo en un punto.
Cuando se toca ese punto, el sujeto pierde todo control. Hay un punto de
bloqueo de su reversibilidad. Cuando se toca ese punto, disminuye el sentido
crítico y autocrítico, disminuye el control de sí mismo y extraños fenómenos internos
se apoderan de su conciencia. Pero esto no es tan dramático y nos sucede a
todos. En mayor o menor medida, todos tenemos nuestros problemas con algún
aspecto de los mecanismos de reversibilidad. No disponemos tan a gusto de todos
nuestros mecanismos. Puede suceder entonces, que nuestro famoso yo director de
orquesta, no lo sea tanto cuando son afectados algunos aspectos de la reversibilidad
en el momento en que ocurren disfunciones entre los distintos aparatos del
psiquismo. El ejemplo de la cámara de silencio es muy interesante, en él
comprendemos que no se trata de un caída del nivel de conciencia, sino de la
supresión de impulsos que deberían llegar a conciencia, y allí la misma noción
del yo se altera, se pierde. También se pierden franjas de reversibilidad, de
sentido crítico y ocurren alucinaciones compensatorias.
La cámara de silencio nos muestra el caso de la supresión de los
estímulos externos y pocas veces ocurren allí fenómenos de interés si no se han
eliminado todas las referencias sensoriales. Ocurre a veces, la falta o
insuficiencia de impulsos provenientes de sentidos internos. A estos fenómenos
los llamamos genéricamente, “anestesias”. Por algún bloqueo, las señales que
deberían llegar no lo hacen. El sujeto se enrarece, su yo se distorsiona, se bloquean
algunos aspectos de su reversibilidad. Así es que el yo puede verse
alterado por exceso de estímulos o por carencia de ellos. Pero en todo caso, si
nuestro yo director se desintegra, las actividades de reversibilidad
desaparecen.
Por otra parte, el yo dirige las operaciones utilizando un
“espacio” y según se emplace este yo en ese “espacio”, la dirección de los
impulsos cambiará. Hablamos del “espacio de representación” (diferente al
espacio de percepción).2 En este espacio de representación, del cual
toma también muestras el yo, se van emplazando impulsos e imágenes. Según que
una imagen se lance a una profundidad o a un nivel del espacio de
representación, sale una respuesta diferente al mundo. Si para mover mi mano la
imagino visualmente como si la viera desde afuera, la imagino desplazándose
hacia un objeto que quiero coger, no por eso mi mano realmente se desplazará.
Esta imagen visual externa no corresponde al tipo de imagen que debe ser
disparada para que la mano se mueva. Para que esto ocurra es necesario que yo
utilice otros tipos de imágenes: una imagen cenestésica (basada en la sensación
interna) y una imagen kinestésica (basada en el registro muscular y de posición
que va teniendo mi mano al moverse). Podría suceder que de pronto me equivocara
en el tipo y emplazamiento de la imagen hacia el mundo. Podría yo haber sufrido
un cierto “trauma”, como les gustaba decir en otras épocas, y entonces al
querer incorporarme de la silla en que me encuentro, me equivocara en el
emplazamiento de la imagen en el espacio de representación, o bien confundiera
el tipo de imagen. ¿Qué me estaría pasando? Yo estaría dando señales, me
estaría viendo a mi mismo levantarme de la silla, pero podría suceder que no
estuviera disparando las correctas imágenes cenestésicas y kinestésicas que son
las que mueven a mi cuerpo. Si me equivocara en el tipo de imagen o en el
emplazamiento de la misma, mi cuerpo podría no responder y quedar paralizado.
Podría a la inversa, suceder que esta persona que está paralizada desde aquel
famoso “trauma” y que no puede emplazar correctamente su imagen, recibiera el
fuerte impacto emotivo de un chamán curandero o de una imagen religiosa y como
resultado de ese fenómeno de fe (de fuerte registro emotivo cenestésico),
reconectara el correcto emplazamiento o discriminara correctamente la imagen
(cenestésica) del caso. Y resultaría bastante vistoso el hecho de que
alguien frente a esos extraños estímulos externos, rompiera su parálisis y
saliera caminando. Podría suceder, si se pudiera reconectar correctamente la
imagen. Y así como existen muchas somatizaciones, pueden existir también muchas
des somatizaciones de acuerdo a los juegos de imágenes que venimos
comentando. Empíricamente, esto ha pasado muchas veces y están debidamente
registrados numerosos y diversos casos.
Este asunto de las imágenes no es una cuestión menor. Ahí está
nuestro yo disparando imágenes y cada vez que una imagen va, un centro se
moviliza, y una respuesta sale al mundo. El centro moviliza una actividad, sea
hacia el mundo externo o sea hacia el intracuerpo. El centro vegetativo, por
ejemplo, moviliza actividades de disparo hacia adentro del cuerpo y no hacia la
motricidad externa. Pero lo interesante de este mecanismo es que una vez que el
centro moviliza una actividad los sentidos internos toman muestra de esa
actividad que se disparó al intracuerpo o al mundo externo. Entonces, si muevo
el brazo tengo noción de que lo hago. La noción que tengo de mi movimiento no
está dada por una idea sino por registros cenestésicos propios del intracuerpo
y por registros kinestésicos de posición entregados por distintos tipos de
introceptores. Sucede que, según muevo el brazo, tengo registro de mi movimiento.
Gracias a esto es que puedo ir corrigiendo mis movimientos hasta dar con el
objeto justo. Puedo irlo corrigiendo con mayor facilidad que un niño, porque
el niño todavía no tiene la memoria, la experiencia motriz para realizar
movimientos tan manejados. Puedo ir corrigiendo mi movimiento porque de cada
movimiento que hago voy teniendo las correspondientes señales. Por supuesto
que esto va a gran velocidad y de cada movimiento que produzco tengo señal de
lo que va sucediendo en un circuito continuo de realimentación, que permite
corregir y además aprender los movimientos. Así pues, de toda acción que
moviliza un centro al mundo, tengo una toma de realimentación que vuelve al
circuito. Y esta toma de realimentación que vuelve al circuito, moviliza a su
vez distintas funciones de los otros aparatos de conciencia. Sabemos que hay
formas de memoria motriz, por ejemplo, algunas personas cuando estudian lo
hacen mejor caminando que sentadas. En otro ejemplo, alguien interrumpe su
diálogo con otra persona con la que departía mientras caminaba porque ha olvidado
lo que estaba por decir. Sin embargo, al volver al lugar en que perdió el hilo
de su discurso, puede recuperarlo completamente. Y, para terminar con esto,
ustedes saben que cuando han olvidado algo, si repiten los movimientos
corporales previos al momento del olvido, pueden retomar la secuencia olvidada.
En realidad, hay una realimentación compleja del acto que sale: se toman
muestras del registro interno, se reinyecta en el circuito, va hacia memoria,
circula, se asocia, se transforma y se traduce.
Para muchos, sobre todo para la psicología clásica, la cosa termina
cuando se realiza un acto. Y parece que la cosa recién comienza cuando uno
realiza un acto, porque este acto se reinyecta y esa reinyección despierta una
larga cadena de procesos internos. Así vamos con nuestros aparatos, conectándolos
entre sí por medio de complejos sistemas de impulsos. Estos impulsos se
deforman, se transforman y se sustituyen unos por otros. Así pues, y según los
ejemplos que se han dado en su momento, esta hormiga que recorre mi brazo es
rápidamente reconocida. Pero esta hormiga que recorre mi brazo cuando duermo,
no es fácilmente reconocida, sino que ese impulso se deforma, se transforma y a
veces se traduce, suscitando numerosas cadenas asociativas según la línea
mental que esté trabajando en ese momento. Complicando un poco más las cosas:
cuando mi brazo está mal emplazado, me doy cuenta de eso y me muevo. Pero
cuando estoy durmiendo y mi brazo está mal emplazado, esa suma de impulsos que
llegan es tomada por la conciencia, traducida, deformada y asociada de modo
singular. Allí sucede que imagino un ejército de avispas que atacan mi brazo y
entonces esas imágenes llevarán carga hacia el brazo y el brazo se moverá en un
acto de defensa (que logrará una reacomodación) y seguiré durmiendo. Esas
imágenes servirán, precisamente, para que el sueño se continúe. Estarán al
servicio, esas traducciones y deformaciones de impulsos, de la inercia del
nivel. Estas imágenes del sueño estarán sirviendo a la defensa de su mismo
nivel. Hay muchísimos estímulos internos que dan señal durante el sueño.
Entonces, en el momento del sueño paradojal, estos impulsos aparecen como
imagen. Sucede que hay una tensión visceral profunda, por ejemplo. ¿Qué
sucederá? Lo del brazo, pero adentro. Esa tensión visceral profunda envía señal
y esta se traduce como imagen. Supongamos algo más fácil: una irritación
visceral envía la señal que se traduce como imagen. El soñante ahora se ve
adentro de un incendio y si la señal es demasiado intensa el “incendio”
terminará rompiendo la inercia del nivel, entonces el sujeto se despertará y
tomará algún digestivo o algo por el estilo. Pero de no ser así, se mantendrá
la inercia del nivel y se asociarán al incendio otros elementos que
contribuirán a ir diluyendo la situación porque la misma imagen puede trabajar
disparándose hacia dentro y provocando distensiones. En los sueños,
continuamente, se están recibiendo impulsos de distintas tensiones internas,
se están traduciendo las imágenes correspondientes y éstas imágenes que
movilizan centros, también movilizan al centro vegetativo que da respuestas de
distensión interna. De manera que las tensiones profundas van dando sus
señales y las imágenes van rebotando hacia adentro, provocando las distensiones
equivalentes a las tensiones que han sido disparadas.
Cuando el sujeto era niño, recibió un fuerte ‘shock’. Quedó fuertemente
impresionado por una escena. Se contrajeron muchos de sus músculos externos.
También se contrajeron algunas zonas musculares más profundas. Y cada vez que
recuerda aquella escena, se produce el mismo tipo de contracción. Ahora sucede
que esa escena está asociada (por similitud, contigüidad, contraste, etcétera)
con otras imágenes que aparentemente no tienen nada que ver. Entonces, al
evocar esas imágenes, saltan las primigenias y se producen las contracciones.
Sucede por último, con el paso del tiempo, que ya se ha perdido en memoria antigua
la imagen primera que era la que producía la tensión. Y ahora,
inexplicablemente, al recibir un impulso y soltarse una imagen, se producen
esas contracciones. Sucede que frente a ciertos objetos, o situaciones, o personas,
se despiertan en el sujeto fuertes contracciones y un extraño temor, al que no
se le encuentra relación con aquello que pasó en su infancia. Se ha borrado una
parte y han quedado las otras imágenes. Cada vez que en sus sueños se sueltan
imágenes que ponen en marcha esas contracciones y de ellas se toman muestras
que vuelven a traducirse en imágenes, se está realizando en la conciencia un
intento por distender y por transferir las cargas que están fijadas a una
situación no resuelta. En el sueño se está tratando de resolver con el disparo
de imágenes, las tensiones opresivas y además se está tratando de desplazar
las cargas de ciertos contenidos a otros de menor potencial a fin de que se
separe, o se redistribuya la carga dolorosa primitiva.
Teniendo en cuenta el trabajo empírico catártico y
transferencial que se realiza durante el sueño, las técnicas de operativa
pueden seguir el proceso de tomar impulsos y disparar imágenes a los puntos de
resistencia. Pero es necesario hacer aquí unas breves digresiones en torno
a la clasificación de las técnicas de operativa, a los procedimientos generales
y al objetivo de tales trabajos.
Agrupamos a las distintas técnicas de operativa3 del
siguiente modo. 1. Técnicas
catárticas: sondeo catártico, catarsis de realimentación, catarsis de climas y
catarsis de imágenes. 2. Técnicas
transferenciales: experiencias guiadas;4 transferencias y transferencias exploratorias.
3. Técnicas autotransferenciales.
En las transferencias se emplaza al sujeto en un particular
nivel y estado de conciencia, en un nivel de semisueño activo en el que va
bajando y subiendo por su paisaje interno; va avanzando o retrocediendo; va
expandiendo o va contrayendo y al hacerlo así, nuestro sujeto va encontrando
resistencias en determinados puntos. Esas resistencias que encuentra son para
quien guía la transferencia, indicadores importantes de bloqueo, fijación, o
contracción. El guía va a procurar que las imágenes del sujeto lleguen
suavemente a esas resistencias y las superen. Y decimos que cuando se puede
superar una resistencia, se produce una distensión o se produce una
transferencia de carga. A veces estas resistencias son muy grandes y no se las
puede acometer de frente porque se producen reacciones, o rebotes y el sujeto
no se va a sentir animado a nuevos trabajos si ha sufrido algún fracaso al
tratar de vencer sus dificultades. Así pues con las resistencias grandes, el
guía no avanza frontalmente sino que más bien retrocede y “haciendo rodeos”
llega nuevamente a ellas pero conciliando contenidos internos y no actuando con
violencia. El guía va orientándose por las resistencias siempre con el
procedimiento de imágenes. Trabaja en el nivel de semisueño por parte del
sujeto para que este pueda presentar un conjunto de alegorías conocidas y
manejables. Trabajando con alegorías en el nivel de semisueño activo, el guía
puede movilizar imágenes, vencer resistencias y liberar sobrecargas.
El objetivo final de los trabajos de operativa es el de
integrar contenidos que estan separados, de manera que esta incoherencia vital
que uno percibe en sí mismo pueda ser superada. Estos mosaicos de
contenidos que no encajan bien; estos sistemas de ideación en donde uno
reconoce tendencias contradictorias; estos deseos que uno quisiera no desear;
estas cosas que han pasado y que uno no quisiera repetir; esa complicación
enorme de contenidos no integrados; esa contradicción continua, es lo que se
pretende ir superando con el apoyo de las técnicas transferenciales de
integración de contenidos. Y conociendo bien las técnicas transferenciales
interesa incursionar en diversos tipos de trabajos autotransferenciales, en
los que ya se prescinde de un guía externo utilizando un sistema de imágenes
codificado para orientar el propio proceso. En las autotransferencias se
rescatan contenidos biográficos que no están conciliados y se pueden trabajar
temores y sufrimientos imaginarios ubicados en un presente o en un futuro
psicológico. Los sufrimientos que se introducen en conciencia por sus distintos
tiempos y por sus distintas vías, pueden ser modificados mediante la utilización
de imágenes autotransferenciales disparadas al nivel y ámbito adecuados del
espacio de representación.
Hemos orientado nuestros trabajos en dirección a la superación
del sufrimiento. También hemos dicho que el ser humano sufre por lo que cree
que pasó en su vida, por lo que cree que pasa, y por lo que cree que pasará. Y
sabemos que ese sufrimiento que el ser humano tiene por lo que cree, es un sufrimiento
real aunque no sea real lo que cree. Trabajando sobre sí mismo, se puede llegar
a esas creencias dolorosas reorientando la dirección de la energía psíquica.
Silo
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