Este espacio mental que corresponde exactamente al
cuerpo, es registrable por mí como suma de sensaciones cenestésicas.
Este “segundo cuerpo” es un cuerpo de sensación, de memoria y de
imaginación. No tiene existencia en sí, aunque en ocasiones algunos hayan
pretendido darle entidad separada del cuerpo. Es un “cuerpo” que se forma por
la suma de las sensaciones que provienen del cuerpo físico, pero según que la
energía de la representación vaya a un punto o a otro, moviliza una parte del
cuerpo u otra. Así es que, si una imagen se concentra en un nivel del espacio
de representación, más interno o externo, a una altura u otra, se ponen en
marcha los centros del caso movilizando energía hacia el punto corporal
correspondiente.
Estas imágenes que surgen lo hacen, por ejemplo, por una
determinada tensión corporal y entonces nos vamos a buscar la tensión en el
cuerpo, en el punto que corresponda.
¿Pero qué sucede cuando no hay esa tensión en el cuerpo, y sin
embargo en la pantalla de representación aparece un fenómeno de alegorización?
Puede ser que no esté presente en el cuerpo tal tensión. Pero puede ser que una
señal que partiendo de memoria actúe sobre conciencia y en conciencia destelle
como imagen, revele que el impulso de memoria influyó en alguna parte del
cuerpo. Se produjo en ese momento una contracción y ella lanzó el impulso que,
registrado en conciencia, apareció en pantalla como alegorización y ello nos da
a entender que el fenómeno está lanzando su pulso desde un punto del cuerpo.
Estos fenómenos pertenecen al pasado, no están presentes, no hay una tensión
permanente actuando, y sin embargo esta tensión (que no es una tensión en sí,
sino que es un impulso grabado en memoria), pone en marcha una tensión con el
registro cenestésico correspondiente y luego va a terminar apareciendo como
imagen. Según se evoque en el sistema de registro un determinado bit,
una determinada señal y esta señal sea soltada al mecanismo de conciencia,
podrán aparecer concomitantemente fenómenos de contracción del cuerpo, o fenómenos
irritativos del cuerpo.
Estoy pesquisando fenómenos que no existen actualmente.
Fenómenos que puedo registrarlos en mi propio cuerpo en la medida en que son
evocados, pero que no existen constantemente en el cuerpo sino que existen en
memoria y al ser evocados, se expresan en el cuerpo. De manera que este espacio
de representación tiene carácter de intermediario entre unos mecanismos y otros
porque está conformado por la suma de sensaciones cenestésicas. En él se
manifiestan fenómenos transformados de sensaciones externas o internas y en él
se expresan fenómenos ya producidos hace mucho tiempo y que están emplazados en
memoria. También en él aparecen fenómenos que no existen en ese momento en el
cuerpo, pero que siendo productos del trabajo imaginario del mismo coordinador,
terminan actuando sobre el cuerpo.
Es oportuno ahora, hacer una revisión de actividades que se
orientan hacia la modificación de ciertos comportamientos psíquicos.
El conjunto de técnicas que llamamos “operativa” nos permite
operar sobre los fenómenos, modificar fenómenos. Englobamos en operativa a
diversas técnicas: técnicas que llamamos de catarsis, técnicas que
llamamos de transferencias y diversas formas de auto-transferencias.
En épocas recientes se volvió a usar la palabra “catarsis”. Aparecía
de nuevo ese señor que se ponía en presencia de quien tenía problemas psíquicos
y le decía nuevamente, como miles de años atrás: “vea mi amigo, suelte su
lengua y explique los problemas que usted tiene”. Y entonces la gente soltaba
su lengua, explicaba sus problemas y se producía una suerte de lavado interno
(o de “vómito” interno). A esa técnica la llamaban “catarsis”.
Otra técnica de operativa fue llamada también “transferencia”.
Se tomaba a una persona que ya había producido su catarsis y que ya había
aliviado sus tensiones para entrar en un trabajo un poco más complejo. Ese
trabajo consistía en hacer “transitar” a esa persona por diferentes estados
internos. Al transitar por esos estados, aquella persona que ya no sufría
importantes tensiones podía moverse en su paisaje interno desplazando,
“transfiriendo”, problemas o dificultades. El sujeto transfería imaginariamente
contenidos oprimentes hacia otras imágenes que no tenían carga afectiva, ni
representaban un compromiso biográfico...
Anteriormente hablamos de los registros de las tensiones en el
simple hecho del atender. Ustedes lo reconocen bien. Pueden atender con tensión
o sin ella; hay diferencia. Ustedes pueden a veces soltar esta tensión y
atender. Normalmente creen que cuando sueltan la tensión para atender se
desinteresan del tema. No sucede así. Sin embargo, ustedes han asociado desde
hace mucho tiempo, cierta tensión muscular con el hecho de atender y creen que
atienden cuando están tensos. Pero la atención nada tiene que ver con esto.
Y ¿qué pasa con las tensiones en general, no sólo con las
tensiones de la atención? A las tensiones en general las ubicamos en distintas
partes del cuerpo, en los músculos especialmente. Estamos hablando de las
tensiones musculares externas. Tenso un músculo voluntariamente y tengo un
registro de esa tensión. Tenso voluntariamente los músculos faciales, tengo un
registro de esa tensión. Tenso distintos músculos de mi cuerpo y tengo registro
de esa tensión. Me voy familiarizando con esa técnica de la tensión artificial.
Me interesa mucho poder obtener la mayor cantidad de registros posibles,
tensando los distintos músculos de mi cuerpo. Y también me interesa ir disociando
esas tensiones que antes logré. He observado que al tensar un punto se tensan
otros. Luego trato de distender el punto, pero a veces no se distienden los
otros músculos que acompañaron a la tensión. Si se trabaja con ciertas partes
del cuerpo se comprueba que al querer tensar un punto se tensan ese punto y
otros y luego, al distender ese punto, se distiende ese punto pero no los
otros.
Esto sucede no solamente por estos trabajos voluntarios, eso
sucede en la vida cotidiana. De tal manera que frente a un problema de
confrontación cotidiano, por ejemplo, un sistema de músculos se pone tenso;
desaparece la confrontación con el objeto, los músculos en cuestión se
distienden, pero no los otros que le acompañaron en el momento de la tensión.
Un poco más de tiempo y termina todo distendido. Pero a veces sucede que pasa
bastante más tiempo y no se distienden los otros puntos.
¿Quién de ustedes no reconoce tensiones musculares más o menos
permanentes? Hay quienes registran esas tensiones a veces en el cuello, a veces
en otra parte de su cuerpo. Ahora mismo, si ustedes se fijan, pueden descubrir
tensiones innecesarias que están operando en diversas partes del cuerpo.
Ustedes a eso lo pueden registrar. Y como ven, eso que registran en distintas
partes de su cuerpo, no está cumpliendo con ninguna función.
Ahora bien. Distinguimos entre tensiones musculares externas de
tipo situacional y las tensiones musculares externas de tipo continuo. En las tensiones
situacionales el sujeto tensa determinadas partes de su cuerpo y al
desaparecer la dificultad (en nuestro ejemplo, la confrontación), desaparece
también la tensión. Esas tensiones situacionales, seguramente cumplen con
funciones muy importantes y se comprende que no pretendamos acabar con ellas.
Están las otras, las continuas, no las situacionales. Y estas continuas tienen
la circunstancia agravante que si se produce un determinado fenómeno de
confrontación, además, aumentan. Luego bajan, nuevamente, pero conservando el
nivel de tensión continua.
Puedo, con ciertos procedimientos, distender las tensiones
continuas pero esto no garantiza que no permanezcan en mi interior distintos
sistemas de tensiones. Puedo trabajar con toda la musculatura externa, puedo
hacer cuanto ejercicio quiera y sin embargo, internamente, las tensiones siguen
actuando. ¿De qué naturaleza son estas tensiones internas? En ocasiones son de
tipo muscular profundo y en ocasiones registro a estas tensiones como irritaciones
profundas, como irritaciones viscerales que dan impulsos y que van
configurando un sistema de tensión.
Cuando hablamos de estas tensiones profundas, estamos hablando
de tensiones que no son muy diferentes a las externas, pero que tienen un
componente emotivo importante. Podríamos considerar a estos dos fenómenos como
gradaciones de un mismo tipo de operación. Hablamos ahora de estas tensiones
internas teñidas emotivamente y a ellas las definimos como climas, no muy
diferentes a las tensiones en general pero con un fuerte componente emotivo.
¿Qué sucede con algunos fenómenos como los de depresión y las
tensiones? Una persona se siente aburrida (el aburrimiento es pariente de la
depresión), le da lo mismo una cosa que otra, no tiene especiales preferencias,
diríamos que está sin tensión. A lo mejor ella se registra a sí misma como
falta de vitalidad pero detrás de eso es muy posible que exista un fuerte
componente emotivo. En la situación en que se encuentra esa persona, notamos
que hay fuertes correntadas emotivas de tipo negativo y pensamos que si
aparecen esas correntadas emotivas es porque aún no existiendo tensión muscular
externa hay tensiones internas que pueden ser tensiones musculares internas o,
en otras ocasiones, fenómenos de irritación interna. A veces sucede que no
existe un sistema de tensiones continuo o de irritación continuo, sino que por
la confrontación con una situación dada se sueltan fenómenos mnémicos,
fenómenos de memoria que hacen su disparo interno y surge ese registro de falta
de vitalidad o aburrimiento, u opresión interna, o sensación de encerramiento,
etcétera.
A las tensiones musculares externas normalmente las podemos
manejar voluntariamente; a los climas, en cambio, no los podemos manejar
voluntariamente porque tienen otra característica: siguen al sujeto aún cuando
haya salido de la situación que lo motivó. Recordarán ustedes los fenómenos de
arrastre, estos que siguen al sujeto aunque la situación haya pasado. Estos
climas siguen tanto al sujeto que puede éste cambiar toda su situación,
transitar a lo largo de los años por distintas situaciones y continuar con ese
clima que lo persigue. Esas tensiones internas son traducidas de modo difuso y
totalizador. Este punto explica también las características de la emoción en
general que trabaja totalizando, sintetizando; no trabaja refiriéndose a un
punto particular de una tensión del cuerpo, no se refiere tampoco a un punto de
dolor en el intracuerpo, que puede ser localizado muy bien, se refiere más bien
a un estado de invasión de la conciencia. Se trata entonces de impulsos
cenestésicos no puntuales, eso está claro.
Cuando el mecanismo de traducción de impulsos aporta imágenes
que se corresponden con ese clima difuso, hablamos de correspondencia de clima
y tema (hay un tema que tiene correspondencia con ese clima). Entonces es
muy probable que esa persona que experimenta determinado clima, diga que “se
siente encerrada”, por ejemplo. Eso del “encerramiento” es un tipo de
representación visual, que coincide con el registro emotivo y hay algunos más
exagerados que no sólo hablan de “encerramiento”, así en general, sino que
explican que se sienten encerrados en una determinada caja con tales y cuales
características. Esto, en vigilia, no les es muy claro pero en cuanto
disminuye un poco su nivel de conciencia, sí aparece esa caja adentro de la
cual ellos se encuentran. Por supuesto, cuando los mecanismos de traducción
trabajan fuerte, cuando los registros cenestésicos son más intensos y cuando
la vía alegórica se pone en marcha, es más fácil rastrear estos fenómenos.
A veces aparecen imágenes que no se corresponden con los
climas. Por último, existen casos en que se registra el clima sin
imágenes. En realidad hay imagen cenestésica en todos los casos y el
emplazamiento de esta imagen difusa general en el espacio de representación
perturba las actividades de todos los centros, porque es desde ese espacio de
representación desde donde las imágenes disparan su actividad hacia los
centros.
A los climas se los baja de potencial por descargas catárticas,
por abreacciones motrices que son manifestaciones de esa energía hacia afuera
del cuerpo, pero si bien ocurre en esas ocasiones una disminución de la tensión
no por ello acontece su desplazamiento, su eliminación.
Las técnicas que corresponden a la transformación y
desplazamiento de climas, son las técnicas transferenciales. Su objetivo no
está puesto en la bajada del potencial de una tensión interna sino en el
traslado de la carga de una imagen a otra imagen.
No es completo decir que los climas se generan solamente por
traducción de señales de contracciones involuntarias profundas y que tales
contracciones, captadas por cenestesia, se transforman en imágenes difusas que
ocupan el espacio de representación. Decir esto no es completo. En primer
lugar, porque el registro puede ser no puntual sino general, como en el caso de
las emociones violentas. Y estos estados corresponden a descargas que circulan
por todo el organismo y no se refiere a la puntualidad de una tensión.
En cuanto al origen de estos fenómenos, puede estar en sentidos
internos o actuar desde memoria, o actuar desde conciencia. Cuando el impulso
corresponde a un fenómeno netamente corporal, cenestesia toma este dato y envía
la señal correspondiente que aparece como imagen difusa, es decir no
visualizable (como imagen cenestésica, no como imagen visual). Cenestesia
entonces envía la señal correspondiente y aparece la imagen difusa, que de
todas maneras se da en el espacio de representación.
Hay quienes dicen que cuando se encolerizan “ven todo rojo”, o
que se modifica su espacio de representación y ven al objeto que les provoca
cólera, “más pequeño”; otros dicen que lo ven “más resaltado”, etcétera. No
estamos hablando del impulso localizado sino del estado difundido, emotivo, que
de todos modos ha partido del registro cenestésico y se ha traducido en imagen
cenestésica no visualizable. A veces tiene también traducciones visualizables,
pero no es el caso. Tal emplazamiento de imagen no visualizable se da en el
espacio de representación y moviliza a los centros instintivos básicamente. De
todo eso que sucedió, se hace registro en memoria. Si, en cambio, el primer
impulso proviene de sentidos externos y al final del circuito de impulso
también se movilizan los centros instintivos, esto se graba en memoria asociado
a la situación externa. Esto motiva una grabación en donde el impulso externo,
el impulso que provino desde el exterior ahora queda ligado a un estado
corporal interno.
Volviendo al primer caso, el de la partida de impulso interno
por desarreglo vegetativo, por ejemplo. También en este caso hay grabación
situacional asociada, si los sentidos externos están por su parte trabajando.
Pero si eso se produjera cuando los sentidos externos no trabajan o trabajan
muy levemente (como en el nivel de sueño), la grabación situacional podría
referirse únicamente a datos de memoria ya que se actualizaría en ese momento,
quedando a su vez en memoria al final del circuito una extraña asociación de
fenómenos de un tiempo 2 (es decir, el
registro cenestésico), con fenómenos de un tiempo 1
(es decir, el dato de memoria).
Hemos visto casos en que la partida del impulso es del intracuerpo,
y se asocia a situaciones de percepción externa. Y casos del mismo impulso pero
asociado a memoria porque los sentidos externos no están trabajando en
ese momento. También hemos visto el caso del impulso que parte de sentidos
externos y termina movilizando registros internos cenestésicos, siendo
posible a partir de ese momento que la situación externa y el registro
interno queden grabados en memoria.
Por su parte, memoria puede entregar impulsos y al
movilizar registros desatar cadenas asociativas de imágenes (no sólo visuales
sino de cualquier otro sentido, incluyendo la cenestesia), que a su vez
despiertan nuevas entregas de datos, configurándose un estado emotivo climático
pero que ahora se asocia a una nueva situación que se está percibiendo por
sentidos externos.
Por último, conciencia misma en su elaboración de
imágenes puede poner en marcha todo lo anterior y además agregar su propia
actividad, grabándose al final en memoria situaciones externas asociadas a
elementos imaginarios. De todas maneras, el encadenamiento sentidos-memoria-conciencia
es indisoluble, no lineal y por supuesto estructural.
Así pues si el primer disparo es doloroso físico, la
configuración final puede ser de sufrimiento moral y estar presentes allí
verdaderos registros cenestésicos fuertemente grabados en memoria, pero
asociados simplemente a la imaginación. El dolor físico, a menudo termina en
sufrimiento moral articulado con elementos ilusorios pero registrables. Este
hecho nos enseña que lo ilusorio aunque no tenga existencia “real” es
registrable por diversas concomitancias que tienen indudable realidad psíquica.
No se explica mucho al decir de un fenómeno que es “ilusorio”, ni se explica
mucho más al decir que las ilusiones se registran, como se registran las
percepciones llamadas “no ilusorias”. El sufrimiento ilusorio tiene su real
registro para la conciencia. Allí es donde la transferencia tiene su mejor
campo de trabajo, en el sufrimiento ilusorio. Diferente es lo que sucede con
los impulsos dolorosos básicos, traducidos o transformados, a los que se puede
desproveer de otros componentes ilusorios sin que por ello desaparezca el
dolor físico. Pero este no es tema propio de la transferencia.
Se puede disociar el encadenamiento automático del sufrimiento.
A eso apunta primariamente la transferencia. Vemos a la transferencia como
una de las tantas herramientas de operativa, destinada básicamente a
desarticular el sufrimiento, a liberar a la conciencia de contenidos opresivos.
Así como la catarsis libera cargas y produce alivios provisorios, aunque a
veces necesarios, la transferencia apunta al traslado de esas cargas de un modo
permanente, por lo menos en lo que hace a un problema específico dado.
Veamos ahora, algunos aspectos del funcionamiento compensatorio
de los aparatos del psiquismo. Los umbrales de los distintos sentidos varían
en estructura y los umbrales de sentidos internos varían compensatoriamente con
respecto a los umbrales de los sentidos externos. Los fenómenos del umbral
cenestésico, al disminuir los impulsos de los sentidos externos, entran en la
percepción y comienzan a dar señal. Estamos diciendo que cuando disminuye el
impulso externo, aquellos otros fenómenos internos que estaban trabajando a
nivel de umbral, y que no registrábamos, aparecen de modo registrable. Por
tanto, puede percibirse en la caída de nivel de conciencia el surgimiento de
fenómenos del intracuerpo que en vigilia no aparecían. Al desaparecer el ruido
de los sentidos externos, éstos se hacen manifiestos. En la caída de nivel
aparecen los impulsos internos que dan señal a conciencia tomando canales
asociativos. Cuando se despierta esta vía asociativa los fenómenos de traducción
operan con gran fuerza.
Volvamos a los problemas de los fenómenos de traducción y de
transformación de impulsos. De un objeto que percibo visualmente, reconozco
otras características no visuales que puedo percibir según la situación. Estas
diferentes percepciones de un mismo objeto se han ido asociando en mi memoria a
lo largo de mi experiencia vital. Tengo un registro articulado de percepciones.
Estamos considerando ahora algo más que la estructuración que hace la
percepción de un sentido singular. Estamos considerando la estructuración que
se realiza frente a un objeto por la suma de datos de sentidos diferentes que a
lo largo del tiempo se fueron incorporando a memoria. Cuento con la
articulación de diferentes características de cada objeto, de tal modo que
tomando una de ellas se sueltan las otras características asociadas a él. Ese
es ya el mecanismo básico de la traducción de impulsos. ¿Y qué es lo que se
traduce? Veamos un ejemplo. Un impulso auditivo despierta registros mnémicos,
registros en los que los impulsos visuales de su momento estaban asociados a
impulsos auditivos. Ahora llega solamente el impulso externo auditivo y aparece
en mi espacio de representación el registro visual. Esto es frecuente en
vigilia. Y es gracias a ese mecanismo de asociación de sentidos, a esta
estructuración de los sentidos, que podemos configurar franjas importantes del
mundo externo.
Así como el espacio de representación se va articulando desde la
primera infancia en adelante, así también el mundo objetal se va articulando
desde la primera infancia en adelante. En esa etapa de aprendizaje, los niños
no parecen articular coherentemente los distintos registros que tienen de un
mismo objeto. Como hemos comentado en su momento, los niños no distinguen bien
entre su propio cuerpo y el cuerpo de su madre. Además, no relacionan bien el
tipo de estímulo que llega a un sentido con la función con que puede cumplir
ese objeto. Confunden además el aparato de registro, de tal modo que muchas
veces vemos a los niños llevando un objeto que quieren comer al oído, a la
oreja, y vemos que hacen distintos tipos de intercambios; no articulan todo ese
sistema de percepción, no lo articulan más o menos coherentemente. Tampoco su
espacio de representación está coherentemente articulado. Un edificio que está
lejos, desde luego que es percibido mas pequeño que cuando está cerca, pero
tienden sus manos hacia él para capturar una chimenea o a lo mejor una ventana
y comerla. Hay niños que hacen eso con la luna que, como ustedes saben, está
fuera del alcance de la mano, o estaba fuera del “alcance de la mano”... La
visión estereoscópica, que nos da profundidad y permite articular distintas
distancias en el espacio, se va configurando lentamente en el niño. También el
espacio de representación interno va cobrando volumen. Es claro que no se nace
con la misma articulación objetal de los adultos sino que los datos que van
aportando los sentidos permiten luego que el aparato psíquico vaya haciendo su
trabajo, basándose siempre en memoria.
Estamos estudiando estos primeros fenómenos de traducción de
impulsos. Por ejemplo, un fenómeno que incide sobre un sentido suelta una
cadena en donde aparecen las imágenes correspondientes a otros sentidos pero
relacionados con el mismo objeto. ¿Qué sucede en esos extraños casos de asociación
de las características de un objeto que se colocan en otro objeto? Ahí ya hay
una traducción mucho más interesante. Porque ahora un señor escucha el sonido
de una campana y no evoca la imagen de la campana sino la imagen de un familiar.
Ahora no se está relacionando al objeto que se oye con el objeto que en su
momento se vio o con el objeto que en su momento se olió, sino que ahora se
está asociando a ese objeto con otros fenómenos, con otras imágenes que
acompañaron a la grabación de un momento pero que no se refieren al objeto en
cuestión, sino a otro tipo de objeto. Primariamente se asocian, de un objeto
dado, sus distintas características perceptuales. Pero hablamos de algo más, de
un objeto al que se le asocian no sólo sus distintas características sino todos
aquellos fenómenos que estuvieron en relación con él. Y estos fenómenos comprometen
a otros objetos, comprometen a otras personas, comprometen a situaciones
completas. Entonces hablamos del fenómeno de la traducción de impulsos que se
refiere no sólo a las características de un mismo objeto, sino a las de otros
objetos y estructuras de situación que se asociaron al objeto dado. Parece
entonces, que la estructuración se hace relacionando percepciones distintas
sobre un mismo objeto y de acuerdo a contextos situacionales.
Algo más. Sucede que como hay impulso interno, si ese impulso
interno tiene suficiente potencial de señal como para llegar al umbral de
registro, al percibir el sonido de la campana el sujeto experimenta una curiosa
emoción. Ya no está traduciendo impulsos o asociando impulsos entre las
distintas características de ese objeto y otros que le acompañan, o entre
estructuras de percepción completas, sino algo más: está traduciendo entre
estructuras de percepción completas y estructuras del registro que le acompañó
en aquel momento.
Si vemos que se puede traducir el impulso que corresponde a un
sentido y trasladarlo a otro, ¿por qué no habríamos de poder traducir también
impulsos que son registrados por sentidos externos y que contiguamente evocan
impulsos que han sido grabados desde sentidos internos? No hay mayor dificultad
en esto. Sucede que el fenómeno es un tanto asombroso y tiene características
enrarecidas a medida que se baja de nivel de conciencia. Pero su mecánica no es
muy extraña.
Recordemos que la memoria estudiada por capas como memoria
antigua, memoria mediata y memoria reciente, está en movilidad. La materia
prima más próxima es la del día y ahí tenemos los datos más frescos. Pero hay
numerosos fenómenos asociados que se refieren a memoria antigua y estos nos
ponen en dificultades, por cuanto al registro de un objeto que puede estar
asociado con fenómenos recientes, le acompañan traductivamente fenómenos de
memoria antigua. Esto es muy extraordinario y sucede particularmente con cierto
tipo de sentidos. Por su estructuración, el sentido olfatorio es el más rico en
este tipo de producciones. El sentido del olfato suele despertar cadenas
asociativas muy grandes de tipo situacional y muchas de ellas muy antiguas.
Ustedes conocen ese ejemplo: se percibe la calidad de cierto olor y se sueltan
imágenes completas de la infancia. ¿Y cómo se sueltan esas imágenes? ¿Ustedes
se acuerdan del mismo olor, simplemente del mismo olor, de hace 20 años? No, ustedes se acuerdan de toda una
antigua situación que ha sido disparada por la percepción actual de ese olor.
La traducción de impulsos, que apareció primariamente como
simple y de fácil pesquisa, termina complejificada. Franjas diversas de
memoria, estructuraciones de percepción aparentemente incoherentes, registros
internos que se asocian con fenómenos percibidos externamente, producciones
imaginarias que interfieren a la vez en el registro externo y se asocian a él,
operaciones de memoria que traduciéndose van tomando en un nivel de conciencia
las vías asociativas, todo ello dificulta la comprensión del esquema general.
Hasta ahora hemos visto a los impulsos asociándose y traduciéndose
unos en otros. Pero hay también fenómenos muy curiosos que son los fenómenos de
transformación. La imagen que estaba estructurada de un modo, al poco tiempo
comienza a tomar otras configuraciones. Este proceso que ocurre en las vías
asociativas, en las que los impulsos asociados que surgen en el espacio de
representación cobran vida propia y empiezan a deformarse, a transformarse, nos
muestran una movilidad sobre otra movilidad. Y con estos problemas nos encontramos
en las técnicas transferenciales. Debemos darle fijeza a todo esto, contar con
algún tipo de leyes generales que nos permitan operar en este caos móvil.
Necesitamos algunas leyes operativas, algo que responda siempre, en las mismas
condiciones, dando los mismos resultados. Y esto existe porque,
afortunadamente, el cuerpo tiene cierta fijeza. Es gracias a que el cuerpo
tiene cierta permanencia, que nosotros vamos a poder operar. Pero si esto
sucediera en el mundo psíquico, exclusivamente, no habría forma posible de
operar; no habría ninguna referencia.
La referencia objetal corpórea es la que nos va a permitir decir
que aunque un dolor en una zona del cuerpo se traduzca de distintos modos,
evoque distintas contigüidades de imágenes, haga mezclas de memoria y de
tiempos, ese fenómeno se va a detectar en una determinada zona del espacio de
representación. Y vamos a poder comprender muchos otros fenómenos curiosos y
muchas funciones, gracias a la fijeza del cuerpo. Este cuerpo es un viejo
amigo, un buen compañero que nos da referencias para movernos en el psiquismo.
No tenemos otro modo.
Veamos qué sucede con el espacio de representación y los
fenómenos que a partir de él se disparan.
Imagino una línea horizontal delante de mis ojos. Cierro los
ojos, ¿dónde la imagino? Bueno, la imagino adelante y afuera. Imagino ahora a
mi estómago, ¿dónde lo imagino? Abajo y adentro. Imagino ahora aquella línea en
el lugar en que se encuentra el estómago y esto me crea un problema de
ubicación. Imagino ahora el estómago adelante y afuera y esto también me crea
un problema de ubicación. Cuando imagino el estómago abajo y adentro, no sólo
imagino el estómago sino que tengo un registro cenestésico del mismo y esto es
un segundo componente de la representación. Ahora puedo imaginar el estómago
adelante, arriba y afuera, pero no tengo el mismo registro cenestésico. De modo
que cuando la imagen se emplaza en el lugar que corresponde, tiene el
componente cenestésico de registro, que nos da una referencia importante. Si
ustedes hacen un pequeño esfuerzo, van a poder imaginar también el estómago
arriba y afuera. ¿Pero como lo van a imaginar? Tal vez como un dibujo, como lo
han visto en los libros. Pero si lo imaginan en cambio abajo y adentro, ¿lo imaginan
como qué?, ¿como el dibujo? De ninguna manera. ¿Tienen una imagen visual? De
ninguna manera. Podrían tenerla asociada por el fenómeno de traducción, pero
¿qué es eso de imaginarlo en el espacio de representación, abajo y adentro? Es
trabajar con otro tipo de imagen, con una imagen cenestésica.
Así es que según se emplace la imagen en el espacio de representación
en un punto o en otro y con un nivel de profundidad u otro nivel de
profundidad, no sólo se tiene el registro de tal imagen sino la representación
cenestésica que corresponde a tal espacio y a tal profundidad. Cuando los
objetos emplazados en el espacio de representación están observados “desde el
fondo” de ese espacio, decimos que estamos trabajando con la articulación
vigílica. Es decir, vemos los fenómenos externos a nosotros (o llamados
“externos” a nosotros), como afuera de nuestra cabeza.
Yo ahora puedo imaginar objetos lejanos que están afuera de mi
cabeza. ¿Desde dónde registro estas imágenes? Desde adentro de mi cabeza, esa
es la sensación que tengo. Sin embargo, no digo que estos objetos estén
adentro de mi cabeza. Si ahora a este objeto que imagino afuera lo coloco imaginariamente
adentro de mi cabeza, tengo un registro cenestésico, aparte de esa imagen que
he emplazado en el interior de mi cabeza.
Según el nivel de profundidad en el espacio de representación,
llegamos a tener un tipo de registro externo, o un tipo de registro
cenestésico. Esto tiene bastante importancia para comprender el fenómeno
transferencial posterior.
Puedo imaginar, desde el fondo de esta especie de pantalla, los
fenómenos que están afuera de mi cabeza y también, al imaginar fenómenos que
están adentro de mi cabeza, tener un emplazamiento dentro de ese espacio
mental. Puedo hacer un esfuerzo mayor e imaginar ese objeto adentro de mi
cabeza como visto al mismo tiempo y desde distintas partes. Es posible ver al
objeto desde distintos puntos como si “el que representa” estuviera alrededor
del objeto, pero normalmente se representa al objeto desde un cierto “fondo”.
Hay bastantes inconvenientes con el espacio mental emplazado
desde la cabeza hacia atrás, no desde la cabeza hacia adelante. Casi todos los
sentidos externos están ubicados en la zona delantera de la cabeza y así se
percibe el mundo y así se articula el espacio mental que le corresponde, pero
desde las orejas hacia atrás la percepción y la representación se dificultan.
Atrás de ustedes están las cortinas de esta sala y sin verlas
pueden imaginarlas. Pero cuando en el espacio de representación se observan las
cortinas que están atrás se puede preguntar: ¿desde dónde ven esas cortinas?
Las ven desde la misma pantalla, sólo que en ésta se ha producido una suerte
de inversión. No se ponen detrás de las cortinas, se ponen en el mismo lugar de
emplazamiento interno y ahora les parecen las cortinas estar afuera de ustedes,
pero atrás. Esto nos crea problemas, pero de todos modos seguimos emplazados
en el transfondo del espacio de representación.
Ese espacio de representación crea algunos problemas “topográficos”.
Yo imagino ahora, fenómenos que están lejos de esta sala, fuera de esta sala.
No puedo pretender que mi conciencia esté afuera de esta sala. Sin embargo,
incluyo en mi espacio de representación a esos objetos. Esos objetos están
emplazados en el interior de mi espacio de representación. ¿Dónde está entonces
el espacio de representación, si se refiere a objetos que están afuera? Este
fenómeno ilusorio es sumamente interesante, por cuanto puede extenderse la
representación de los objetos afuera del espacio inmediato a la percepción de
mis sentidos, pero nunca afuera de mi espacio de representación. Y resulta que
mi espacio de representación, precisamente, es interno y no es externo.
Si uno se fija mal en esto, cree que el espacio de
representación se extiende desde el cuerpo hacia afuera. En realidad el espacio
de representación se extiende hacia el interior del cuerpo. Esta “pantalla” se
configura gracias a la suma de impulsos cenestésicos que dan referencias
continuas. Esta pantalla es interna y no es que en esta pantalla destellen los
fenómenos que imagino afuera, en todo caso los voy imaginando adentro pero en
distintos niveles de profundidad de esa pantalla interna.
Cuando decimos que las imágenes que surgen en distintos puntos
del espacio de representación actúan sobre centros, queda claro que no podrían
actuar sobre centros si la pantalla estuviera emplazada hacia afuera. Las
imágenes actúan sobre los centros porque estos impulsos van hacia adentro aún
cuando el sujeto crea que esos fenómenos se emplazan afuera. Y aquí es bueno
aclarar que no estoy negando la existencia de los fenómenos externos sino que
estoy cuestionando su configuración, por cuanto se me presentan (dichos
fenómenos) ante los filtros de la percepción y se articulan en la pantalla de
representación.
A medida que cae el nivel de
conciencia se modifica la estructuración del espacio de representación y
aquellos fenómenos que antes eran vistos desde adentro creyéndolos afuera, en
la caída de nivel de conciencia están vistos afuera creyéndolos adentro, o
bien, están vistos adentro creyéndolos afuera. Aquel fondo de pantalla en el
que yo estaba emplazado cuando me refería a fenómenos externos imaginados
¿donde está ahora en mis sueños cuando “yo” mismo me veo puesto afuera de
“aquello” que ve? Y me veo desde arriba, de abajo, a distancia, más cerca,
etcétera. Resulta que ahora el espacio de representación verdaderamente toma
características internas en sus límites. El espacio de representación se hace
interno en la caída de nivel de conciencia porque han desaparecido los
estímulos de los sentidos externos y se ha reforzado el trabajo de los sentidos
internos. Al reforzarse los impulsos cenestésicos, el espacio de representación
interno ha tomado plenitud y ahora tenemos a estos fenómenos ocurriendo en el
“interior” del espacio de representación como tal. Aparecen imágenes en las que
el espacio de representación toma características resaltadas de acuerdo al
barrido que van haciendo los impulsos de la cenestesia. En los sueños, el espacio
de representación aparece con límites semejantes a paredes o como continentes
de todo tipo, y en ocasiones aparece como la propia cabeza dentro de la cual
se dan los restantes fenómenos oníricos. El mayor de los continentes en la
caída de nivel de conciencia es, precisamente, el límite del espacio de
representación.
Los centros instintivos (el
vegetativo y el sexual), se movilizan fuertemente en la caída de nivel de
conciencia aunque existan algunas concomitancias de tipo emotivo y también algunas
intelectuales y casi ninguna concomitancia motriz. Cuando el emplazamiento de
los fenómenos ocurre en el espacio de representación correspondiente al nivel
de conciencia bajo, el disparo mayor de las imágenes va al centro vegetativo y
al sexo, que son los centros más internos y que trabajan con registros de
sensaciones cenestésicas, mientras que los otros centros suelen estar muy
ligados a impulsos que vienen de los sentidos externos. Por otra parte,
imágenes que en la vida cotidiana no movilizan cargas ni descargas importantes
en los centros mencionados, pueden resultar de gran potencia en la caída de
nivel de conciencia. A su vez, del trabajo de esos dos centros se configuran
fuertes imágenes internas, ya que del trabajo de los centros se tiene
percepción que se convierte en imagen. Este fenómeno es reversible y así como
el espacio de representación se configura por los impulsos cenestésicos, así
también cualquier imagen que se emplaza en un determinado nivel del
espacio de representación en su capa interna, actúa sobre el nivel corporal que
le corresponde.
Reconsideremos ahora lo dicho en
torno a las asociaciones objetales de distintos sentidos; en torno a las
traducciones de los impulsos con respecto a un mismo objeto; a las asociaciones
objetales entre objetos y situaciones, y a las traducciones de los impulsos de
un objeto con respecto a otros objetos que le rodean. Las asociaciones
objetales referidas a situaciones externas y a situaciones internas (es decir a
impulsos cenestésicos), son registros complejos que van siendo grabados en
memoria. Estas grabaciones existen siempre como trasfondo de todo fenómeno de
representación (es decir de imagen) y están ligadas a precisas zonas y
profundidades del espacio de representación.
Contamos ya con algunos elementos
como para comprender qué es lo que sucede con el tránsito de las imágenes en el
espacio de representación en niveles de sueño y de semisueño. Comprendemos ya
los primeros pasos de lo que vamos a llamar “técnicas de transferencia”. Dichas
técnicas van a ser efectivas, van a poder cumplir con sus objetivos, si
efectivamente estos fenómenos que aparecen en la pantalla de representación en
los bajos niveles de conciencia (al transformarse), movilizan distintas
partes del cuerpo, distintas tensiones en el cuerpo, o desplazan fenómenos
mnémicos que producen tensiones expresadas en imágenes correspondientes.
Actuando sobre estas imágenes, modificamos el sistema de asociaciones que han
motivado aquellas tensiones.
Nuestro problema va a estar, en estas técnicas
transferenciales, en asociar o disociar los climas de las imágenes. Es decir,
separar los climas de los temas.
A veces se nos van a presentar situaciones en las que tengamos
que asociar a un clima una imagen, porque sin esta imagen nos encontramos
solamente con imágenes cenestésicas pero no visualizables y al no ser
visualizables no podemos trasladarlas en distintas alturas y distintos niveles
en el espacio de representación. Entonces nos veremos obligados con determinados
climas a asociarles determinadas imágenes para luego movilizar estas imágenes
en el espacio de representación y con ello “arrastrar” a los climas. De no
proceder así, ese clima difuso se distribuirá de tal modo en el espacio de representación
que no podremos operar con él.
Y a veces, por otro peculiar funcionamiento de los fenómenos en
los niveles de sueño, nos encontramos con imágenes visuales a las cuales hay
adheridas cargas que no corresponden exactamente con ellas y entonces
trataremos de disociar estas cargas y transferirles otras cargas
correspondientes.
Así es que tendremos que resolver numerosos problemas en la
transferencia de cargas, en la transferencia de imágenes, en el desplazamiento
de imágenes y en la transformación de imágenes.
Silo
Silo
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