Los impulsos que llegan al coordinador, provenientes
de los sentidos y de la memoria, son transformados en representaciones, en
imágenes. La conciencia procesa esas estructuras de percepción y reminiscencia
a fin de elaborar respuestas eficaces en su trabajo de equilibrar a los medios
externo e interno. Mientras un ensueño es una imagen-respuesta al medio interno
de la conciencia, un desplazamiento motriz es un movimiento-respuesta al medio
externo del psiquismo y ese desplazamiento está llevado también por imágenes.
En el caso de las ideaciones intelectuales llevadas a niveles sígnicos,
contamos con otro tipo de imagen-respuesta que va a cumplir con funciones de
comunicación, tal es el caso del lenguaje. Pero también sabemos que hay
determinados signos e ideas puras, abstractas, que vuelven sobre el interior
del psiquismo.
Por otra parte, cualquier representación que surja en el campo
de presencia del coordinador suscita cadenas asociativas entre el objeto
presentado y su copresencia. Así, mientras el objeto es apresado con precisión
de detalle en el campo de presencia, en el campo de copresencia aparecen
relaciones con objetos que no están presentes pero que están vinculados con él,
jugando la memoria un papel fundamental.
El tema de los impulsos tiene importancia por la particular
forma que el coordinador tiene de trabajar las representaciones haciéndolo por
dos vías. Por la vía abstractiva, opera reduciendo la multiplicidad
fenoménica a sus caracteres esenciales. Se trate de fenómenos del mundo externo
o interno existe actividad abstractiva, por una parte y actividad asociativa,
por otra. Las representaciones se estructuran sobre la base de similitud,
contigüidad, contraste y otras formas menores, estableciéndose distintos
ordenamientos según el nivel en que operan.
Partiendo de estas dos vías de abstracción y de asociación, la
conciencia organiza imágenes dentro de un espacio de representación. Estas
imágenes son nexos entre la conciencia que las forma y los fenómenos del mundo
objetal (interno o externo) a los cuales están referidos. No habría
comunicación entre el mundo objetal y la conciencia si no existieran estos
fenómenos que han partido como impulsos de algunas de las vías, que producen
estas imágenes, que se emplazan en el nivel que corresponde en el espacio de
representación y que efectúan su disparo de señal sobre el centro correspondiente
para que la señal transformada se manifieste al mundo externo o interno.
Los impulsos se verán fuertemente traducidos y transformados
antes de llegar a la conciencia; antes de llegar a esos aparatos abstractivos y
asociativos según las condiciones sensoriales previas y, posteriormente, según
el trabajo de los niveles de conciencia. Estamos diciendo que los impulsos que
parten del aparato sensorial y llegan a conciencia, y en conciencia abren la
vía abstractiva o abren la vía asociativa, estos impulsos ya antes de llegar a
conciencia, pueden estar transformados o traducidos. Al estar transformados o
traducidos abren las distintas vías con información que no es la que
corresponde exactamente al dato que llegó al sentido. Otro tanto va a suceder
con datos que provenientes de memoria, abren las vías asociativas o abstractivas
en conciencia pero que antes de llegar a ella han sufrido traducciones y
transformaciones.
Destaquemos una vez más que de cada sentido brotan impulsos que
se traducen luego como imágenes correspondientes, aunque tales imágenes no son
visuales (salvo, por supuesto, las de la vista). Todos los sentidos hacen su
disparo sensorial que se va a traducir en imagen correspondiente al sentido:
imágenes auditivas, imágenes táctiles, cenestésicas, etcétera. De ese modo, los
impulsos cenestésicos producirán imágenes, pero los fenómenos de traducción y
transformación complicarán las cosas, a tal punto que aparecerán imágenes
correspondientes a un sentido cuando en realidad tales imágenes han provenido
de los impulsos de otro sentido. Así es que, por ejemplo, un dato cenestésico
interno llega a conciencia y abre una vía asociativa o abstractiva, pero este
dato al llegar a conciencia aparece o se configura como imagen visual cuando
en realidad su fuente primera ha sido cenestésica. La cenestesia no informa con
datos visuales, pero sin embargo se ha producido una traducción del impulso y
ha llegado a conciencia. El dato primariamente fue cenestésico pero ahora aparece
una representación visual, auditiva, o de otro tipo. Es muy difícil seguir al
impulso en cuestión, precisamente por estas transformaciones que operan en el
camino. Esto ha impedido, a gentes ocupadas en estos temas, comprender cómo es
el funcionamiento del aparato psíquico, cómo es la movilidad que tiene un
impulso, cómo es su transformación, cómo es su traducción y cómo su última
expresión tan alejada de las condiciones que lo originaron.
El problema del dolor adquiere otra valoración al
comprenderse aquello que produce dolor en un punto, que puede ser ilusoriamente
transformado, traducido y experimentar nuevas deformaciones en la evocación. En
cuanto al sufrimiento, no ya al dolor, valen las mismas consideraciones ya que
al transformarse los impulsos en imágenes no correspondientes, se movilizarán
respuestas que tampoco corresponderán a los impulsos iniciales de sufrimiento.
Así es que el problema del dolor y del sufrimiento, considerados simplemente
como sensaciones, tiene su mecánica, pero como los impulsos llegan deformados y
transformados en representación, es necesario apelar al trabajo de la
imaginación para comprenderlos en su totalidad. Por consiguiente, no basta con
explicar el dolor solamente como sensación. Es necesario comprender que esta
sensación dolorosa o sufriente, se transforma y traduce por la imaginación y
también por los datos que provienen de memoria. El dolor y el sufrimiento terminan
fuertemente deformados, traducidos y transformados por la imaginación en
general. Así es que numerosos sufrimientos no existen en ninguna parte, salvo
en las imágenes traducidas y transformadas por la mente.
Vamos a hablar de los impulsos producidos en conciencia de modo
característico, luego de haber tomado vías particulares que conocemos como
abstractivas y asociativas. Estos impulsos en conciencia podrían abrir otros
canales, pero nos van a importar solamente estos dos.
Al llegar a conciencia los impulsos, se estructuran de un modo
característico dependiendo esa estructuración, entre otras cosas, del nivel de
trabajo en que se halla conciencia en esos momentos. Las imágenes que luego se
van a producir han sido estructuradas de un modo característico. A esas
estructuraciones que se hacen con los impulsos, en general les llamamos
“forma”. Si se piensa en las formas como entidades separadas del proceso
psicológico se las puede llegar a considerar con existencia en sí, creyéndose
que las representaciones vienen a llenar esas formas. Hubo algunos antiguos que
pensaron así, que tales formas existían y que entonces los procesos internos
venían a llenar esas formas. Las formas, en realidad, son ámbitos mentales de
registro interno que permiten estructurar a distintos fenómenos. Cuando
hablamos de la “forma” de un fenómeno interno de conciencia, estamos
mencionando la estructura particular que tiene ese fenómeno. No hablamos de
“formas” independientes sino que hablamos de cómo se estructuran esos
fenómenos. El lenguaje común menciona esto de modo simple: “las cosas están
organizadas de una forma especial”, dice la gente. “Las cosas se hacen de
determinada forma, de determinada manera”. A eso nos estamos refiriendo cuando
hablamos de forma. Y podemos identificar a las formas con las imágenes, una vez
que estas imágenes ya han partido de las vías asociativas o abstractivas.
Podemos hablar de formas como estructuras de percepción, por
ejemplo. Cada sentido tiene su forma de estructurar esos datos. La conciencia
va a estructurar luego esos datos con formas características correspondientes a
las distintas vías. De un mismo objeto, por ejemplo, pueden tenerse distintas
formas según los canales de sensación usados, según la perspectiva con respecto
a dicho objeto y según el tipo de estructuración que efectúe la conciencia.
Todas esas formas que se tienen de un mismo objeto pueden hacernos aparecer al
objeto como siendo diferente a él mismo, como si se tratara de diferentes
objetos, según que a este objeto se lo perciba por el oído, por ejemplo, o se
lo perciba por el ojo. Aparentemente, son objetos distintos porque la
estructuración que se hace de los datos que provienen de ese objeto, es
distinta.
En el aprendizaje hay un cierto problema porque hay que hacer
corresponder, a medida que se está obteniendo una imagen total del objeto,
formas perceptuales diferentes. Así, me sorprendo al escuchar el sonido de un
objeto que no coincide con la imagen (auditiva) que me parecía debía
corresponder. A ese objeto le he sostenido en mis manos y he advertido su peso,
lo he observado con la vista pero ese objeto cae al suelo y tiene un sonido que
no se me hubiera ocurrido representar. ¿Cómo hago entonces, con datos
estructurados de tan distinta manera, con datos sensoriales auditivos,
táctiles, olfatorios, etcétera, para hacerlos corresponder en mi estructura de
conciencia? Esto es posible porque todo este sistema de percepción diverso se
estructura dentro de una forma de percepción que está ligada a registros
internos. Cuando reconozco un objeto digo que éste puede usar distintas
señales, distintos signos que son codificaciones de registro. Cuando tengo de
un objeto un registro codificado y este objeto aparece delante de mi percepción,
lo puedo considerar completo aunque tenga de él solamente una franja de su
totalidad. Los signos despiertan en mí, registros codificados. No son signos
solamente los signos del lenguaje. Escucho una palabra y, considerada
conceptualmente, puedo decir de ella que se trata de una expresión que tiene un
significado. Pero considerada desde la estructura de la conciencia, esta
palabra que llega es un impulso cuyo registro, para mí, está codificado. Así es
que una palabra pone en movimiento diversas actividades de mi mente, porque
suelta el registro que le corresponde; otra palabra, suelta otro tipo de registro
y así siguiendo. Pero sucede que estas expresiones que llegan a mí, son
estructuradas con una determinada forma. Muchas palabras van articulando frases,
van articulando oraciones, van articulando conjuntos y estos conjuntos, a
veces, también funcionan como signos codificados. Ya no se va a tratar de
que a la palabra “casa” la considere signo porque está codificada como
registro en mí. Ahora se trata de que todo un conjunto de palabras está codificado
de un modo estructurado. De manera que estas estructuras, estas formas de
organizar el lenguaje, también aparecen como codificadas en mí.
Los distintos niveles de conciencia ponen cada uno su propio
ámbito formal. Esto quiere decir que los distintos niveles de conciencia
estructuran los datos que llegan a mi conciencia de modo distinto, de forma
distinta. Cada nivel procede como la estructura de ámbito más general y está
ligado (ese nivel), a formas características. Las formas que emergen en la
conciencia van a depender, en gran medida, de ese nivel que está poniendo su
ámbito estructurador. El estímulo se va a convertir en forma, es decir, el
estímulo se va a convertir en imagen cuando la conciencia lo estructure desde
su nivel de trabajo. Así, un mismo estímulo se traducirá en formas distintas,
en imágenes distintas. Y estas imágenes se pueden trasladar en la conciencia.
Como el signo codificado en mí aparece nuevamente, lo reconozco
y aparece con una forma característica ubicado en mi espacio de representación.
Mi conciencia puede perfectamente trasladar la imagen que ha provenido de un
sentido a imágenes que corresponden a otros sentidos, porque a los efectos del
reconocimiento una sola característica o una franja de percepción puede ser
suficiente para estructurar el todo objetal. Así, podría suceder que un dato
proveniente del ojo fuera trasladado internamente a dato proveniente del oído.
Es decir, podría operarse en conciencia la traducción de un dato perceptual,
como si ese dato hubiera provenido de otro sentido. Así, aunque ese signo
despierte imágenes diferentes, ellas se corresponden entre sí en cuanto a la
ubicación que tienen en el espacio de representación y en cuanto a la función
con que van a cumplir luego como imagen al dar sus disparos al centro
correspondiente. Para el caso, que escuche yo el crepitar del fuego muy próximo
a mí; que vea el fuego, muy próximo a mí; que huela el fuego, muy próximo a mí;
en todos los casos estas percepciones que llegan a mí por canales diferentes
se estructuran en una representación global característica y todas las
percepciones son permutables, reemplazables unas por otras. Reemplazables y por
lo tanto traducibles. Están emplazadas en el mismo nivel de representación,
preparadas para dar el mismo tipo de disparo de peligro. Así es que escuche,
huela, o vea el fuego, esas percepciones iniciales pueden ser traducidas. El desplazamiento
de los datos perceptuales externos ponen en movimiento mi registro interno.
Si observo una línea en el espacio, y esta línea es seguida por mi ojo en una
dirección, también en mi registro interno voy a notar ese desplazamiento. De
esta manera lo que va pasando con el ojo, va pasando en mi espacio interno de
representación. De modo que no va a ser indiferente el tipo de imagen que
aparece afuera por cuanto la imagen correspondiente va a seguir determinados
movimientos, se va a emplazar en distintos puntos y profundidades de mi espacio
interno. Así pues, bastaría con estudiar lo que hace el ojo siguiendo a
determinados fenómenos de percepción, para comprender lo que va pasando
internamente en mi sistema de registro.
Silo
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