domingo, 30 de junio de 2013

 Conciencia.


Entendemos a la conciencia como el sistema de coordinación y registro que efectúa el psiquismo humano. A veces hablamos de “conciencia”, a ve­ces de “coordinador” y a veces de “registrador”. Lo que pasa es que aún tratándose de la misma entidad, está cumpliendo con funciones distintas pero no se trata de entidades diferentes. Muy distinto es esto a lo que llamamos yo. A ese yo no lo identificamos con conciencia. Considere­mos a los niveles de conciencia como distintos ámbitos de trabajo de la con­­ciencia e identifiquemos al yo con aquello que observa los procesos psí­­quicos, no necesariamente vigílicos, que se van desarrollando. En vigilia voy registrando y voy haciendo numerosas operaciones. Si alguien me pregunta “¿quién es usted?”, voy a decir: yo y le voy a agregar a eso un documento de identidad, un número, un nombre, o cosas por el estilo. Y me da la impresión de que ese yo, registrará desde adentro las mismas ope­raciones, observará las operaciones de la conciencia. Por lo pronto ya te­nemos una distinción entre las operaciones que efectúa la conciencia y este observador que se refiere a esas operaciones de la conciencia. Y si me fijo cómo voy observando las cosas, veo que voy observando las co­sas “desde adentro”. Y si observo mis propios mecanismos, veo que mis mecanismos están vistos “desde afuera”. Si ahora bajo el nivel de con­ciencia y me voy al sueño, ¿cómo me veo yo? Yo voy caminando por la calle, en un sueño; yo veo autos que pasan, gente que pasa ¿desde dón­de veo a la gente que pasa, a los autos que pasan? ¿Desde dentro de mí? (Como ahora que los veo a ustedes y sé que están afuera de mí, y por lo tanto los veo desde adentro de mi). ¿Así me veo yo? No, yo me veo desde afuera. Si observo cómo veo desde el nivel de sueño, me veo a mí mismo viendo los autos que pasan, a la gente que pasa, y yo me observo desde afuera. Háganlo de otro modo, prueben con la memoria. Ustedes ahora se recuerdan en una situación cuando eran niños. Bien. ¿Qué es lo que ven en esa escena?, ¿ven ustedes desde adentro, como ven ahora las cosas que los rodean, ven desde adentro (siendo niños) las cosas que los rodean? Se ven desde afuera. En ese sentido, ¿dónde está el yo? ¿El yo está adentro del sistema de estructuración que hace la conciencia y percibe las cosas, o el yo está afuera? La impresión que se tiene es que en algunos casos está adentro y en otros casos está afuera, por una parte. Y por otra parte, se ve que al observar las mismas operaciones de la conciencia es separado el observador de estas operaciones. En todos los casos, el yo aparece como separado, esté adentro o esté afuera. Lo que sí sabemos es que no está incluido en las operaciones.
Este yo entonces, ¿cómo es que lo identifico con la conciencia, si todos los registros que tengo son de separación, entre yo y conciencia? Si observo todos los registros que tengo del yo, voy a ver que todos estos registros son de separación entre esto que llamo “conciencia y operaciones de la conciencia”, y esto que llamo “yo”.
¿Cómo se constituye este yo, por qué surge este yo y por qué cometo el error de asociar el yo a la conciencia? Primeramente, no consideramos consciente a ningún fenómeno que no sea registrado, ni tampoco a ninguna operación del psi­quismo en la que no participen tareas de coordinación. Cuando hablamos de registro, hablamos de registro en distintos niveles. Porque no identificamos conciencia con vigilia. Conciencia es algo más amplio. Se suele vincular conciencia con actividad vigílica, quedando el resto fuera de la conciencia.
En cuanto a los mecanismos fundamentales de conciencia, entendemos por tales a los mecanismos de reversibilidad que son las facultades que tiene la conciencia para dirigirse, por medio de la atención, a sus fuentes de información. Si se dirige hacia la fuente sensorial, hablamos de “aper­cep­ción”; si se dirige hacia la fuente de memoria, hablamos de “evocación”. Puede existir también la “apercepción en la evocación” cuando se apercibe un dato que se grabó en el umbral de registro. Ese es el caso de la grabación sub­liminal de la cual no se cae en cuenta en el momento en que se produce y que luego, sin embargo, puede ser evocada.
Llamo “percepción” al simple registro del dato sensorial. Aquí estamos juntos, se escucha un ruido, percibo el ruido. Mi interés luego podrá dirigirse a la fuente de ruido, pero el he­cho es que el dato se impuso a mi registro. A esto lo voy a con­siderar percepción. Por supuesto que es sumamente complejo, ha habido estructuración y todo aquello. Llamo, en cambio, “apercepción” a la búsqueda del dato sensorial. Así es que percibo cuando se impone el dato, apercibo cuando busco el dato. Llamo “recuerdo” a esto que no viniendo de los sentidos sino que viniendo de memoria, llega a la conciencia. Llamo “evocación” a esta actividad de la conciencia que se dirige a buscar los datos de memoria. Pero también hay otros casos que nos complican un poco: la “apercepción en la evocación”, por ejem­plo, en la que parecen mezclarse los actos de los dos aparatos. Este es el caso en que el dato ha sido grabado en el umbral sensorial y en ese mo­mento no tengo conciencia vigílica de lo que ha pasado con ese dato, pero ese dato se ha registrado en memoria. Y entonces, más adelante, en un trabajo de evocación, ese dato se evidencia. Ejem­plificando. Veo nume­ro­sas personas en la ca­lle, voy pasando mi mirada automáticamente delante de ellas y luego, recordando lo que pasó, digo: “¡Pero si pasó un amigo frente a mí y no lo saludé!”. Ahí estoy trabajando con apercepción en la evocación. Es decir, me estoy fijando en lo que pasó en memoria, es­toy evocando, y al evocar surge aquello que fue grabado pero de lo cual no tuve debida cuenta en el momento en que se produjo. Entonces, de to­das las sensaciones de registro que tengo ahora en el hecho de evocar, selecciono y voy a una de aquellas.
La actuación de los mecanismos de reversibilidad está di­rec­tamente r­e­­la­cionada con el nivel de trabajo de la con­­cien­cia. Y decimos que a me­­dida que se desciende en los niveles de conciencia, disminuye el tra­ba­jo de esos me­canis­mos y a la inversa. Esto va a tener para nosotros una gran importancia práctica en trabajos posteriores. A me­dida que disminuye el nivel de trabajo de la conciencia, los mecanismos de reversibilidad se van bloqueando, van dis­minuyendo sus actividades. Y a medida que subimos el nivel de trabajo de la conciencia la rever­si­bi­li­dad (la dirección de la conciencia sobre sus propios mecanis­mos), se ele­va en su trabajo.
Hay una estructuración mínima sobre la base de la cual fun­cio­nan todos los mecanismos de conciencia, que es esta de acto-objeto. Así como funcionan estímulos-registros, así también funcionan actos-objetos en conciencia, ligados por este mecanismo de estructuralidad de la conciencia; este mecanismo intencional de la conciencia. Siempre los actos están referidos a objetos, se trate de objetos tangibles, intangibles o me­ramente psíquicos.
Así como los sentidos y memoria están siempre trabajando, así conciencia está continuamente lanzando actos dirigiéndose hacia objetos. Esta ligazón entre un acto y un objeto no es permanente, ya que existen actos lanzados en busca de su objeto, y es precisamente esta situación la que le da dinámica a la conciencia.
Algunos psicólogos pensaron que era característica fundamental de la conciencia que el acto de conciencia estuviera ligado al objeto. Que no podía haber acto sin objeto y no podía haber objeto sin acto. Desde luego ellos no descartaron que el objeto al cual se refiere la conciencia pueda cambiar. Si eso no fuera así, la conciencia se vería en serias dificultades para transitar de un objeto a otro, porque en el mo­men­to de tránsito nos encontraríamos con que ese acto se en­cuentra sin el mismo objeto. Es gracias a que puede trabajar este acto en busca de objetos que la conciencia puede trasladarse de unos a otros. En rigor, aquellos psicólogos descubrieron una gran verdad y es que siempre el acto de conciencia se refiere a un objeto y que aunque el objeto cambie, la conciencia se dirige “hacia”. La conciencia, por tanto, es intencional y se comporta como una estructura acto-objeto. De tal manera que los objetos de conciencia, se trate de percepciones que llegan a conciencia, de recuerdos, de representaciones, de abstracciones, etcétera, aparecen todos ellos, como objetos de los actos de conciencia. Y ahora pues, puedo buscar un determinado re­cuerdo: ese es un objeto. Ahora puedo buscar una determinada percepción: ese es un objeto. Ahora puedo hacer una abstracción: ese es un ob­jeto. Pero las operaciones que realizo son de distinta naturaleza. Hay dis­tintos tipos de actos.
Esta intencionalidad de la conciencia (este dirigirse los actos de con­cien­­cia hacia determinados objetos), siempre está lanzada hacia el futuro, hacia cosas que deben aparecer. Es muy importante esta actividad de fu­tu­rición del acto de conciencia. La intencionalidad siempre está lanzada hacia el futuro, lo que se registra como tensión de búsqueda.
Si voy a recordar lo que sucedió hace media hora me estoy dis­poniendo a lanzar mi acto de conciencia hacia el futuro. En este momento “to­davía no” encuentro lo que pasó hace diez mi­nutos, pero lo estoy bus­cando; seguramente en el futuro encontraré lo que estoy buscando; ahora, finalmente, di con lo que estaba buscando. Inevitablemente, la con­ciencia se va mo­viendo en futuro y así trabaja revirtiendo sobre los acon­te­ci­mientos pasados. Inevitablemente, el tiempo de conciencia es de fu­turición: va hacia lo que va a sucederle a la conciencia, aun en el caso del recuerdo. Así es que estas personas que se van hacia el pasado y se que­dan arraigadas en el pasado y se quedan fijadas en el pasado, y parece que su dinámica de conciencia quedara cristalizada, aún para estas personas, la dinámica de conciencia sigue actuando. En todos los casos voy ha­ciendo registros de cosas pasadas pero la dirección de mi conciencia siem­pre es buscando, siempre es ava­nzan­do, aunque sea tratando de traer los acontecimientos que ya pasaron hace mucho tiempo. La estructuración de los tiempos de conciencia es distinta según varíe el ni­vel de trabajo de la conciencia. En sucesión los datos se van almacenan­do de un modo particular y luego puedo ir evocando el orden sucesivo pero esto no funciona así en otros niveles de trabajo de la conciencia. La su­cesión del transcurrir se modifica según los niveles de conciencia. Enton­ces las cosas anteriores pueden aparecer como posteriores, las posteriores como anterio­res y ahí se produce esa mezcla particular que ocurre en los sueños.
Hay dos características importantes en la estructuración que hace la con­ciencia según el nivel de trabajo que esté operando: el ordenamiento de los tiempos, por una par­te, y la variación de la reversibilidad por la otra.
La eficacia de los mecanismos de reversibilidad y el ordenamiento de los objetos en los tiempos de conciencia, son características netamente vigílicas. Podemos hablar de otra suerte de mecanismo, o de otra suerte de función de la conciencia tal como la atención que es una aptitud de la concien­cia que permite observar a los fenómenos internos y externos. Cuando un estímulo supera el umbral, despierta el interés de la conciencia quedando en un campo central al cual se dirige la atención. Es decir, la atención funciona por intereses, por algo que de algún modo impresiona a la conciencia.
Surge un estímulo que pasa umbral y entonces, no habiendo otras cosas que tratar, mi atención se dirige hacia el estímulo que lo solicita. Es decir, esta atención siempre es guiada por intereses, que son registros. El objeto puede quedar en un campo central, en cuyo caso lo estoy considerando plenamente a él. Si considero plenamente a ese objeto, los objetos que lo rodean pierden interés, en el sentido de que mi atención abarca al objeto y secundariamente, su campo se amplía a otros. Pero mi atención está dirigida hacia un objeto. A eso le llamo campo de presencia: a todo aque­llo que aparece en mi atención de un modo soberano. Y todo lo que no aparece ligado estrictamente a ese objeto, se va diluyendo en mi atención. Es como si me desinteresara de otras cosas que rodean al objeto. A este desinterés objetal gradual lo considero ingresando en el campo de co­­presencia, pero esa copresencia es también actuante y acompaña a la pre­­sencia del objeto central. Por tanto, no vayamos a confun­dir los campos de presencia y copresencia con la vieja representa­ción del “foco aten­cional” que se suponía resaltaba el objeto al cual se atendía y des­di­bu­jaba gradualmente a los otros ob­jetos, quedando estos en situación de inac­tividad.
Estos campos de copresencia, aunque aparezcan como fenó­menos estrictamente del mecanismo de conciencia, tienen que ver con la memoria. En un primer momento estoy observando un objeto. Este objeto está ro­deado de otros. El objeto que atiendo es el más importante, pero también hay otros. Estas operaciones tienen que ver con la atención y tie­nen que ver con la percepción. Si yo evoco el objeto central que observé anteriormente, entonces entrará en mi campo de presencia; pero también ahora puedo evocar y poner en mi campo de presencia, a los objetos que fueron secundarios en el momento de la percepción. De manera que en la evo­cación puedo desplazar mi campo de presencia a las co­pre­sencias. Aquello que era lo secundario puede convertirse en la evocación, en lo primario. Yo puedo hacer todo esto porque de todos modos ha habido registro del objeto presente y de los objetos copresentes.
Y estas copresencias en memoria van a cumplir con funciones muy importantes porque van a permitir que yo ligue una cantidad de objetos que no están presentes en un momento de grabación pero que han sido grabados antes. Y esto me va a permitir decir: “¡ah, esto se parece a tal cosa que vi antes!; ¡ah, esto se parece a tal otra cosa!; ¡ah, esto se diferencia de aquello!; ¡ah, esto se relaciona con aquello!”. Es porque a medida que voy percibiendo, también está trabajando memoria y copresentemente están trabajando numerosos datos frente a lo que veo. Este trabajo de presencias y copresencias permite estructurar los datos nuevos que van llegando, aunque sea por las percepciones. Si no existiera la presión de esos datos de copresencia, no podría estructurar los datos nuevos que llegan.
Así que decimos muy simplemente que cuando la atención trabaja hay objetos que aparecen como centrales y objetos que aparecen en la periferia, objetos que aparecen co­pre­sen­te­mente. Esta presencia y copresencia atencional, se da tanto con los objetos externos como con los objetos internos.
Al atender a un objeto se hace presente un aspecto evidente y lo no evidente opera de modo copresente. Este objeto que estoy viendo está presente sólo en lo que alcanzo a percibir de él, lo demás está “tapado”. Pero eso que está tapado actúa de modo copresente. Yo no me imagino que es sólo una línea que tengo delante o sólo un plano o dos planos que simplemente percibo. Yo me doy cuenta de que se trata de un cuerpo. Todo esto está trabajando copresentemente. Y todo esto es más que la percepción que tengo. Cada vez que percibo, percibo el objeto más lo que le acompaña. Esto lo hace la conciencia sobre la percepción. Y siempre estoy percibiendo, estoy estructurando más de lo que percibo. A veces lo hago bien, a veces no tan bien. Esto de inferir más de un objeto de lo que de él se percibe es característico de la conciencia. La conciencia trabaja con más de lo que necesita atender, sobrepasa al objeto observado. En los distintos niveles de conciencia se experimenta lo mismo. Por ejemplo, en vigilia hay copresencia de ensueño y en los sueños puede haber vigilia copresente. ¿Quién no ha tenido la sensación mientras duerme, de que está despierto? ¿Quién no ha tenido la sensación de saber, mientras duerme, que está soñando? ¿Quién no ha tenido la sensación en vigilia, de estar más o menos dormido al advertir la fuerza de una secuencia de ensueños? Los niveles están trabajando copresentemente y a veces se tiene registro de este hecho. A veces afloran contenidos de distintos niveles a la vigilia, y entonces cobro conciencia de la presión de estos con­tenidos. Mi vigilia es invadida por un estado, mi nivel de con­­ciencia vigílico es invadido por un estado que no le corresponde al mundo de la percepción; por objetos que nada tienen que ver con los objetos que percibo cotidianamente. Los estados que surgen en mi vigilia, me ponen en presencia de que es­tán operando otros niveles simultáneamente al nivel de vigilia. Esto también es copresencia del trabajo de los otros niveles, si­multáneamente al trabajo de un determinado nivel.
Hay también en esta conciencia singular, algunos mecanismos abs­trac­tivos y asociativos. La capacidad de abstraer de la conciencia au­men­ta también en el nivel vigílico. Decimos que, en general, en vigilia au­­­menta la reversibilidad, aumenta el manejo de la atención, aumenta el orden de los acontecimientos en el tiempo y también aumenta el trabajo abstractivo de la conciencia. En semisueño y en sueño, van bajando en su nivel de trabajo todos los mecanismos que hemos descripto antes y va bajando la capacidad de abstracción también. A medida que se baja de nivel, baja la capacidad de abstracción, se puede abstraer menos. Menos operaciones matemáticas se hacen cuando uno tiene sueño y pocas operaciones matemáticas cuando uno duerme. Pero a medida que se baja de nivel de conciencia aumenta la capacidad asociativa. En la base de la vigilia está también la asociación, pero se especializa la vigilia en los mecanismos abstractivos. Hablando de la imaginación, decimos que su trabajo se manifiesta poniendo en marcha los mecanismos asociativos. Comprobamos que hay una imaginación espontánea, por así decir, simplemente asociativa y una imaginación dirigida. Es muy distinto esto de asociar cosas desordenadamente a poner en relación distintas ocurrencias como puede hacer, por ejemplo, un novelista. El escribe: “capítulo primero”, “capítulo segundo”, y va ordenando la imaginación. Es bien distinta la imaginación espontánea, desordenada y asociativa, de la imaginación que ordena todo lo asociativo que ha ido ocurriendo. A ésta se le suele llamar “imaginación dirigida”. El arte trabaja mucho con este tipo de imaginación.
Hay importantes distinciones entre las operaciones abs­trac­ti­vas y las operaciones imaginativas. Las abstractivas tienen una mayor lógica, ordenan el mundo de los datos. Mientras que la imaginación no se ocupa de ordenar, sino que va traba­jan­do con imágenes que funcionan según asociaciones y que van de lo igual a lo igual, o de lo parecido a lo parecido. Esa es una vía, a la cual llamamos de “similitud”. Similitud es, por ejem­plo, esta asociación “rojo-sangre”. Por “contigüidad”, o proximidad, se puede asociar “puente-río”. Y por “contraste” se puede asociar “blanco-negro”, “alto-bajo”, y así siguiendo. La imaginación divagatoria se caracteriza por la asociación libre, sin guía, en la que las imágenes se sueltan y se imponen a la conciencia so­bre todo en sueños y ensueños. En la imaginación dirigida, en cambio, hay una cierta libertad operativa de la conciencia en su nivel vigílico, admitiéndose una dirección en torno a un plan de inventiva en el que es de interés formalizar algo inexistente aún. Alguien sigue un plan y se dice: “voy a escribir sobre tal cosa” y suelta la imaginación pero va llevando, más o menos, el plan.

Según que los impulsos que llegan a la conciencia sean traba­ja­dos por uno u otro de los mecanismos señalados, es decir, por los mecanismos de abs­tracción o por los mecanismos de aso­ciación, se obtendrán distintas tra­ducciones que se formalizarán en representaciones distintas. Nor­mal­men­te, los trabajos abstractos tienen que ver poco con la imagen. En cam­bio, cuando se sueltan los mecanismos asociativos, la base del trabajo es la imagen. Esto de la imagen nos lleva a cuestio­nes de suma importancia.
Silo

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