El
sistema nervioso recibe la información acerca de los cambios en los medios
externo e interno, a través de los órganos de los sentidos. Ante estos
cambios, lleva a cabo ajustes por mecanismos efectores de respuesta que
incluyen cambios en la secreción de hormonas y se expresan por acción de los
centros.
Las diferentes vías sensitivas llevan
impulsos desde los órganos de los sentidos, mediante cadenas de neuronas, a
sitios particulares de interpretación y coordinación en la corteza cerebral.
Además de estos sistemas conductores, existe otro sistema de ingreso, la
formación reticular activadora (fra)
transmisor-modulador de impulsos provenientes de todos los sentidos (conductor
inespecífico) que está ubicada en el eje central del tronco cerebral. Esta modulación
de los impulsos sensoriales va a tener relación con nuestro tema: los niveles
de conciencia. La primera evidencia de que el encéfalo (masa cerebral) regula
la generación de impulsos sensoriales o su transmisión en las vías
específicas, fue la observación de que la estimulación de la fra, inhibe la transmisión en diversos
núcleos y vías nerviosas sensoriales. Esto demostró la existencia de
mecanismos encefálicos capaces de aumentar o disminuir el volumen del aporte
sensorial mediante efectos sobre sus vías o sobre los órganos de los sentidos
mismos. Efectos adicionales sobre el aporte sensorial fueron observados en
experimentos de estimulación eléctrica de la fra,
en los que se liberaba adrenalina, que hace descender el umbral de los receptores
y aumenta la capacidad de transmisión nerviosa (en las sinapsis) mecanismo
también presente en los estados de alerta o emergencia.
Al mismo tiempo, experimentos más complejos evidenciaron una
segunda función de la fra, al
observarse que su actividad mantenía el estado de vigilia, en tanto que su
inhibición o destrucción producía indicadores de sueño y coma. Estando definida
entonces la acción reguladora y moduladora de la fra sobre el aporte y distribución de impulsos sensoriales
en el encéfalo, queda también claro su rol central en la manutención de una
actividad cerebral (cortical) característica del nivel vigílico, o su
inhibición.
Por último, se suma a esto una acción similar de la fra sobre los impulsos de respuesta
provenientes del encéfalo hacia el cuerpo, los que también pasan por ella, recibiendo
una “acción facilitadora” o “supresora”, según el nivel. De este modo, se
esclarece aún más su participación en el mantenimiento de la inercia de cada
nivel y el rebote de estímulos que lo modificarían.
Como resultante, la fra
aparece como el centro de gravedad en la regulación de los distintos niveles
de conciencia, los que a su vez corresponden a grados de integración creciente
de las funciones del sistema nervioso central que coordinan y regulan al
sistema sensorial, al sistema autónomo y a los demás sistemas orgánicos en
conjunto con el sistema glandular. Tales funciones se encuentran en el
encéfalo, representadas por estructuras de complejidad creciente que van desde
las primitivas localizaciones vegetativas autónomas pasando por la emocional
límbica hasta la intelectual en la corteza. Cada fracción o nivel integrado,
va correspondiendo a un nuevo nivel de conciencia.
Como sabemos, estos niveles pueden ser en principio, de sueño,
semisueño y vigilia. A través del eeg
podemos tener registro de la actividad eléctrica que cada uno genera denominándolas
“delta”, “theta”, “alpha” y “beta”, respectivamente, según su intensidad y
amplitud. Estos estados están sometidos a ciclos diarios (dependientes en gran
medida de la luz) y biorritmos vegetativos, variando además con la edad. En
síntesis, que según la información sensorial sobre el medio, el estado
interno del organismo y el refuerzo hormonal, se dan distintos niveles de
actividad e integración de las funciones reticulares para mantener un estado
de vigilia alerta; de las funciones del circuito límbico-mesencefálico que
intervienen en el mantenimiento de los equilibrios vegetativos (homeostáticos)
y en la regulación de la conducta instintiva y emocional; y por último, de la
corteza a cargo de las llamadas funciones superiores del sistema nervioso
tales como el aprendizaje y el lenguaje.
Neurofisiológicamente, los niveles de conciencia corresponden a
distintos niveles de trabajo del sistema nervioso central, los cuales están
dados por la integración de funciones nerviosas cada vez más complejas que
coordinan y regulan a los sistemas nerviosos periférico y autónomo, y a los
demás sistemas orgánicos en conjunto con el sistema glandular. En la dinámica
de los niveles de conciencia este factor intermedio de amplitud de trabajo del
sistema nervioso se conjuga con un factor externo dado por las características
de los impulsos sensoriales y con un factor interno sintético dado por la
“capacidad de transmisión” nerviosa. La actividad eléctrica del cerebro
(reflejo de su nivel de trabajo) fluctúa entre 1
ciclo/seg. (estado delta) en el caso del sueño, hasta una frecuencia máxima no
determinada, considerando en este caso un límite funcional de 30 ciclos/seg. (estado beta) que corresponde a
la vigilia activa.
Franja de trabajo. Cada nivel de trabajo (estados theta,
delta, alfa y beta) corresponde al predominio o mayor porcentaje presente
de un tipo de frecuencia (onda) y microvoltaje, sobre los demás. Por
último, estos niveles están, en general, sujetos a los ciclajes diarios
típicos de sueño, semisueño y vigilia. Vale destacar que con la edad, la onda
dominante en reposo varía, acelerándose hasta alcanzar el patrón alfa en el
adulto
Silo.
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