jueves, 27 de junio de 2013

Niveles de trabajo de la conciencia. Ensueños y núcleo de ensueño.


Recordando el esquema que planteamos anteriormente, no había más que una estructura, un sistema de estímulos y un centro que daba una respuesta a esos estímulos. Ese centro luego se especializaba en distintas franjas, eran franjas de actividades de respuesta frente a los estímulos. Y en­tonces distinguíamos distintos centros, pero sabíamos también que estos centros variaban en la respuesta no sólo por variación de estímulos, sino que variaban en la respuesta por el estado en el cual se encontraban ellos mismos. A ese estado en el que se encontraban los centros en un momento dado, le llamábamos nivel de trabajo. Ese nivel de trabajo, por lo tanto, iba modulando la actividad del centro en sus respuestas. Si el nivel de trabajo era alto, la respuesta hacia el mundo era más eficaz, más manifiesta. Si el nivel de trabajo era bajo, la respuesta hacia el mundo no era tan eficaz.
En esta estructura encontramos el nivel de vigilia que favorece la ac­tividad hacia el mundo externo. Por otra parte, encontramos al sueño como un nivel que aparentemente bloquea la respuesta al mundo externo, aún cuando los estímulos parecen llegar plenamente al durmiente. Y hay un nivel intermedio, el de semisueño, por el cual se transita al conectar y desconectar con el mundo externo.
Hablamos de los niveles de trabajo y nos referimos a ellos como la movilidad interna que tiene la estructura de la conciencia para responder a los estímulos. Estos niveles tienen su propia dinámica y no se los puede considerar como simples com­puertas que se cierran o abren. En realidad, mientras se es­tá trabajando en un nivel, en los otros niveles sigue existiendo movilidad con energía más reducida. Es decir que si nos en­contramos, por ejemplo, en el nivel vigílico, el nivel de sueño continúa trabajando aunque con actividad reducida. De es­ta suerte, existen fuertes presiones de los otros niveles frente al nivel que se expresa en ese momento. De este modo, son nu­merosos los fenómenos propios de la vigilia que están afec­tados por fenómenos de los otros niveles y son numerosos los fe­nómenos propios del sueño que están afectados por la ac­ti­vi­­­dad de los otros ni­­veles. Esto de concebir a los niveles, no como compartimentos estancos si­no como un conjunto de po­­ten­­ciales de trabajo que están en dinámica si­multánea, tiene importancia para luego entender fenómenos que lla­ma­remos de “rebotes” de contenidos, de “presión” de contenidos, etcétera.
Así como existen localizaciones neuroendocrinas que regulan las actividades de respuesta del ser humano (y a los que englobamos con la designación de “centros”), también existen localizaciones que regulan a los niveles de trabajo de la conciencia. Efectivamente, ciertos puntos envían señales para que se efectúe la actividad vigílica, de semisueño, o de sueño. A su vez, esos puntos que envían señal, reciben instrucciones de diferentes partes del cuerpo antes de ponerse a disparar sus órdenes, con lo que resulta un circuito cerrado. En otras pa­labras: cuando el cuerpo necesita del reposo nocturno, sumi­nis­tra datos a ciertos puntos que comienzan a dar sus señales y entonces el nivel de conciencia baja... No queremos meternos en ninguna de las complicaciones fisiológicas o psicofisio­ló­gicas del caso, sino manejarnos en términos muy generales.2 Cuando se van acumulando determinadas sustancias en el cuerpo, o cuando el trabajo cotidiano ha provocado fatiga en el cuerpo, estas sustancias y esta fatiga acumuladas dan señales, suministran señales a un punto que las colecta. Y este punto que colecta esas seña­les comienza a emitir también sus mensajes con lo cual el ni­­­­vel de conciencia baja. Va bajando este nivel hasta que el su­je­to ex­perimenta sueño y entra en ese estado de sueño con lo que comienza la etapa reparadora del circuito. Por supuesto que no se trata sólo de reparar al cuerpo con esto de la “bajada” del nivel de conciencia. La baja del nivel de conciencia va a permitir que se produzcan numerosos fenómenos complejos y no sólo de reparación. Pero en principio, podemos verlo así. A su vez, cuando el descanso ha hecho su efecto reparador, estos puntos comienzan a enviar señales al punto de control que a su vez emite sus señales para ir provocando el despertar. También, estímulos externos o fuertes estímulos internos pueden disparar el fenómeno y producirse la subida de nivel aún cuando el sueño no haya cumplido con su efecto reparador. Esto es bien evidente. Nuestro sujeto está reparando, está descansando, pero una detonación al lado de sus oídos provoca el despertar. Así que los ciclos se van manifestando, los ritmos se van expresando en estos niveles y tienen su rítmica propia, pero cuando interviene un fenómeno que rompe los límites de umbral se produce el disparo desde ese centro de control interno y comienza el despertar fuera de ritmo.
En el nivel de vigilia encontramos el mejor despliegue de las actividades humanas. Los mecanismos racionales trabajan plenamente y se tiene dirección y control de las actividades de la mente y del cuerpo en el mundo externo.
En el nivel de sueño, en cambio, los mecanismos racionales se ven muy disminuidos en su trabajo y el control de las ac­tividades de la mente o del cuerpo es prácticamente nulo. En momentos, el sueño es netamente vegetativo y sin imágenes; en momentos el sueño es como si estuviera bajo el predo­mi­nio total, absoluto, del centro vegetativo y trabajara so­la­men­te esa estructura dando respuestas a estímulos internos. Ahí no hay imágenes que pueblen la pantalla de la con­ciencia; se está en un estado tal que llegan datos internos y se “responde” a esos datos también internamente y todo esto lo va ha­ciendo con su automatismo característico, el centro ve­ge­ta­tivo. Pero luego comienza un ciclo de sueño con ensueños, con imágenes, que más adelante se vuelven a interrumpir co­men­zando otro período sin ellas. Esto sucede cada noche. De ma­nera que aún en el nivel de sueño, sueño profundo, en­con­tra­­mos un estado plenamente vegetativo, sin imágenes y un estado en donde las imágenes aparecen. Todo esto tiene sus ciclos y ritmos.
Diferenciamos, por supuesto, entre niveles y estados. Las imágenes del sueño son muy veloces, tienen fuerte carga afec­­tiva y sugestionan fuertemente a la conciencia. El material de estas imágenes está tomado de la vida diaria aunque ar­ticulado caprichosamente. Esto de “caprichosamente” se verá más adelante que no es tan así, ya que llegando al tema de las conformaciones alegóricas y de otro tipo en las pro­­ducciones oníricas, veremos que esto está sometido a un conjunto de leyes bastante precisas. Pero por ahora decimos que las cosas se articulan caprichosamente. El sueño sirve para reparar al cuerpo y para ordenar toda la masa de infor­ma­ción recibida durante el día. Además, sirve para descargar numerosas tensiones físicas y psíquicas.
En el semisueño, se mezclan fenómenos de los otros dos niveles. Al semisueño se asciende del sueño y a él se llega antes del despertar completo. También en plena vigilia se desciende al semisueño en los estados de fatiga y se empiezan a verificar las mezclas de niveles. El nivel de semisueño es pródigo en fantaseos y largas cadenas de imágenes que cumplen con la función de descargar tensiones internas.
El ensueño en vigilia no es un nivel sino un estado, en el que imágenes propias del nivel de sueño o semisueño se abren paso presionando a la conciencia. Estos ensueños actúan, se manifiestan en la vigilia por presión de los otros niveles. Ello ocurre con la finalidad de aliviar tensiones. Pero también los ensueños en vigilia sirven para compensar dificultades de situación o necesidades que experimenta el sujeto. Esto, en su última raíz, está emparentado con el problema del dolor y ese es el indicador interno y el registro interno que se tiene cuando no se puede expresar el sujeto en el mundo y entonces apa­recen imágenes compensatorias. Cuando hablamos de fan­taseo o ensueño en vigilia no nos re­ferimos al nivel de semisue­ño, ya que el sujeto puede seguir realizando sus actividades cotidianas mecánicamente, “soñando despierto”, por así decir. El sujeto no ha descendido al semisueño o al sueño pro­fun­do; el sujeto sigue con sus actividades cotidianas pero, sin em­bargo, los ensueños em­piezan a rondar.
Observamos que la mente se traslada de un objeto a otro, ins­tante tras instante. Que es muy difícil mantener una idea, un pensamiento, sin que se filtren elemento ajenos a ellos, es decir: otras imágenes, otras ideas, otros pensamientos. A estos contenidos erráticos de conciencia, los llamamos “ensueños”. Estos ensueños o divagaciones, dependen de las presiones de los otros niveles, también de estímulos externos tales como ruidos; olores; formas; colores, etcétera, y de estímulos corporales como tensión; calor; hambre; sed; incomodidad, etcétera. Todos estos estímulos internos y externos, todas estas presiones que están actuando en los otros niveles, se manifiestan formando imágenes y presionando al nivel vigílico. Los ensueños son inestables y cambiantes y cons­tituyen impedimentos al trabajo de la atención.
Llamamos “ensueños secundarios” a aquellos que se dispa­ran co­ti­dia­na­mente y que tienen carácter situacional, es decir, pasajero. Un in­dividuo que se encuentra en una situación, es sometido a un conjunto de presiones ex­ternas y surgen respuestas de ensueños secundarios; cambia a otra si­tuación y surgen otras respuestas de ensueños secundarios. Consi­de­ra­mos a estos como ensueños secundarios o situa­cio­nales porque se dis­pa­ran en respuesta, en compensa­ción de situaciones más o menos precisas.
Pero existen otros ensueños de mayor fijeza o repetición que aún varian­do denotan un mismo clima mental, una misma “atmósfera” mental. Aquellas imágenes que surgieron por única vez en una situación dada y después desaparecieron son bien diferentes a estas otras imágenes que, aun­que cambiemos de situación, aparecen repetitivamente. Estos ensueños que no son secundarios pueden cambiar también, a su modo. Pero tienen permanencia aunque sea en esto del clima mental, tienen un sabor similar. Como digresión, obsérvese que las palabras que estamos usando son netamente sensoriales. Hablamos de “clima”, como si fuera táctil la per­cepción de ese fenómeno. Hablamos de “sabor”, como si se pudiera de­­gus­tar un ensueño... ya volveremos sobre estas par­ticularidades más adelante.
A veces estos mismos ensueños aparecen en los fantaseos del se­mi­sue­ño y también en el sueño nocturno. El estudio de los ensueños secundarios y de los ensueños en los otros niveles, sirve para determinar cierto núcleo fijo de divagación que es un fuerte orientador de tendencias psíquicas. En otras palabras, que las tendencias vitales de una persona, aparte de las condiciones que imponen las circunstancias, están lanzadas a alcanzar esa imagen, ese ensueño fijo que las guía. Este núcleo fijo se va a manifestar como imagen; esta imagen va a tener la propiedad de orientar al cuerpo, de orientar las actividades en una dirección. La imagen apunta en una determinada dirección y allá va toda la estructura.
El núcleo de ensueño orienta a numerosas tendencias de la vida humana en una dirección no advertida claramente desde la vigilia y muchas de las razones que una persona pudiera dar sobre algunas de sus actividades, en realidad están movidas por ese núcleo y no están movidas por esas “razones”; más bien estas razones son función de ese núcleo. Consecuen­te­mente, los cambios en el núcleo provocan cambios en la orientación de algunas tendencias personales. Siempre esta persona sigue buscando cómo satisfacer sus necesidades, pero siempre este núcleo sigue ponderando la dirección. En otros casos, el núcleo queda fijado, queda adherido a una etapa de la vida, aunque las actividades generales se vayan modificando. A este núcleo de ensueño no se lo visualiza sino que se lo experimenta como clima mental. Las imágenes guían las actividades de la mente y podemos registrarlas pero este núcleo de ensueño no es una imagen; este núcleo de ensueño es el que va a determinar imágenes compensatorias. Así pues, el nú­cleo de ensueño no es una imagen sino que es ese clima mental que se experimenta. El núcleo va a motivar la pro­ducción de determinadas imágenes que, consecuentemente, van a llevar a una actividad.
Ejemplo de núcleo negativo es un permanente sentimiento de culpa, por ejemplo. Un señor tiene un permanente sen­ti­mien­to de culpa. Él no ha hecho ninguna cosa reprobable, o sí, pero lo que él experimenta es este estado de culpa, él se sien­te culpable. Él no tiene ninguna imagen pero experimenta ese especial estado de conciencia. Tomemos, en otro ejemplo, el sentimiento trágico del futuro. Todo lo que va a pasar va a salir mal. ¿Por qué? No se sabe. Tomemos al sentimiento con­­tinuo de opresión. El sujeto está oprimido, dice que “no se encuentra consigo mismo” y siente que las cosas se le vienen encima... No hay por qué pensar, sin embargo, que todos los núcleos sean negativos.
Los núcleos permanecen fijados durante años, apareciendo los ensueños compensatorios de tales núcleos. Durante largo tiempo estos núcleos están operando. Y van dando lugar al nacimiento de ensueños com­pen­sa­to­­rios. Así, por ejemplo, si el núcleo que presiona constantemente es p­a­recido al sentimiento de abandono, si este sujeto se encuentra aban­do­nado, si este su­jeto se encuentra desprotegido, si experimenta ese sentimiento de des­pro­tec­ción y de abandono, es muy probable que surjan en­sueños com­pen­sa­torios de adquisición, de posesión y que estas imágenes guíen las actividades del sujeto. Seguramente, esto pasa no solamente en el ámbito individual sino en el ámbito social y en determinados mo­mentos históricos. Seguramente, en épocas de fractura histórica au­men­tan estas imágenes de posesión desmedida, porque aumentan los cli­mas de abandono, los climas de desposesión, las faltas de referencias inter­nas.
Los ensueños secundarios dan respuestas compensatorias a estímulos, sean estímulos de situación o de presiones internas, porque su función es la de descargar las tensiones pro­ducidas por estas dificultades internas. Por tanto, los ensueños secundarios son muy variables pero se observan en ellos algunas constantes. Se puede advertir que estos ensue­ños giran en torno a un clima particular. Estos ensueños van variando según la situación, se van expresando de distinto modo, pero tienen algo en común. Y eso en común que tienen nos hace advertir la presencia de un clima particular que tiene que ver con cada uno de ellos. Ese clima común que tienen los en­­sueños secundarios delata al núcleo de gran fi­jeza que es el que no gira si­tua­cionalmente, sino que es el que permanece en las distintas situaciones.
En uno de los ejemplos mencionados, el sujeto está en una situación que le es sumamente ingrata y piensa que todo le va a salir mal. Lo cam­biamos a una situación que le es sumamente grata y sigue pensando que todo le va a salir mal. De manera que aún variando las situaciones, ese clima sigue presionando y sigue disparando imágenes. Cuando el nú­cleo de ensueño empieza a manifestarse como imagen fija, dicho núcleo co­mien­­za a variar por cuanto su tensión básica ya se orienta en el sentido de la descarga. Podemos usar una figura explicativa: al sol no se lo ve cuando está arri­ba, al sol se lo ve en el ho­rizonte, a la salida y a la pos­tura del mismo. Con el núcleo de ensueño sucede lo mismo: no se lo ve en plena actividad aún cuando sea más fuerte en su presión. Se lo ve cuan­do re­cién se origina o se lo ve cuando declina. El núcleo puede durar años o toda la vida, o mo­dificarse por accidente. También al variar una etapa vital pue­de cambiar el núcleo. Si este núcleo, si ese clima fijo ha sur­gido es porque está relacionado con determinadas tensio­nes y al cambiar la etapa vital esas tensiones se modifican considerablemente. La orien­tación de la vida comienza a cambiar y la conducta experimenta mo­di­fi­ca­ciones importantes. La orientación de la vida cambia porque han cam­biado esos ensueños que dan dirección hacia los ob­jetos, y estos en­sueños que dan dirección han cambiado por­que ha cambiado el clima que los determina, y los climas han cambiado porque ha cambiado el sis­tema de tensiones in­ternas, y el sistema de tensiones ha cambiado por­que ha cambiado la etapa física del sujeto, o porque ha surgido un ac­­cidente que ha provocado también el cambio en el sistema de tensiones.
Los centros que hemos examinado en algunos casos dan ór­denes a otros centros. Aquellos centros voluntarios, como el centro intelectual, da órdenes a las partes voluntarias de los otros centros, pero no a las partes involuntarias de los otros cen­tros y mucho menos a los centros instintivos, particu­lar­mente al centro vegetativo en su trabajo interno. Este centro in­telectual no da órdenes y si las da nadie le responde. No va­ría la presión sanguínea, ni varía la circulación, ni varían los to­nos profundos porque el intelecto dé órdenes. Es al revés la cosa. Las presiones internas que dan lugar al nacimiento del núcleo de ensueño, están ligadas al funciona­mien­to de los centros instintivos. Y por ello varían tales núcleos con los cambios de etapa fisiológica, del mismo modo que los accidentes físicos graves logran parecidos efectos. Así es que no cambian estos núcleos por órdenes recibidas desde el centro inte­lec­tual, por ejemplo, sino que cambian estos núcleos cuando cam­bia la actividad vegetativa, por lo cual es muy difícil modificar voluntariamente estos núcleos. Varían tales núcleos con los cambios de etapas fisiológicas. Hemos dicho, además, que los ‘shocks’ emotivos pueden también formar o modificar un núcleo de presión interna ya que la parte involuntaria del cen­tro emotivo, según explicáramos, da señales a todos los cen­tros modificándolos en su acción. Si el ‘shock’ emotivo es intenso puede modificar por mucho tiempo el funcionamiento del centro vegetativo. Ejemplos hay a mares. Ese ‘shock’ emotivo puede desa­tar, desde ese momento, un nuevo núcleo de presión apareciendo la compensación consecuente. También los ensueños secundarios habrán de mostrar el surgimiento de un nuevo tema permanen­te, no obstante su variabilidad, y las búsquedas o las intencio­nes vitales del sujeto se orientarán de otro modo, variando tam­bién su comportamiento en el mundo. El sujeto recibió un fuerte ‘shock’ y a partir de ese ‘shock’ cambió su vida. A par­tir de ese ‘shock’ cambiaron sus actividades y sus búsquedas vitales. Esos ‘shocks’ emotivos pueden actuar con tal fuerza que además provoquen alteraciones serias en algunos pun­tos del centro vegetativo ya que el centro emo­tivo, en su par­te involuntaria, actúa sobre el centro ve­ge­ta­tivo y lo modifica. ‘Shocks’ que llegan a esos niveles de profundidad emo­ti­va pueden provocar alteraciones serias en algunos puntos del centro vegetativo, apareciendo disfunciones y soma­tiza­cio­nes. Somatizaciones por acción emotiva, es decir, enfermedades físicas causadas por accidentes emotivos.
Resumiendo. Hemos hablado de los niveles de conciencia di­ciendo que existen puntos corporales desde los cuales se ma­­nejan estos niveles, así como hay otros puntos corporales que manejan los centros. Estos pun­tos corporales detectan se­ñales y dan señales a su vez para que el nivel de trabajo de esa estructura suba o baje.
Hemos dicho que en el nivel de vigilia las actividades intelectuales se despliegan enormemente. Que en el nivel de sueño estas actividades disminuyen considerablemente, aún cuan­do las imágenes aumenten en su poder. Y que en el ni­vel de se­misueño se encuentra esto mezclado.
Hemos diferenciado entre niveles de conciencia y estados en que se puede encontrar un determinado nivel. Hemos dicho que los ensueños que aparecen en el nivel vigílico son productos de tensiones situacionales o productos de las presiones de los otros niveles. Así es que los ensueños que aparecen en el nivel de vigilia no son indicativos de niveles, sino que re­flejan estados.
Hemos hablado también de que estos ensueños situaciona­les tienen entre sí algún tipo de relación. Una relación que no va por la imagen, sino que va por el clima. Esa relación de cli­ma que tienen los ensueños secundarios entre sí nos per­mite hablar de un núcleo de ensueño. Este núcleo de ensueño tie­ne gran fijeza y responde a tensiones profundas. El núcleo va­ría con di­ficultad a lo largo del tiempo, pero hay de­terminados ‘shocks’ emotivos profundos que lo pueden bom­bardear y también los cambios de etapa vital provocan modificaciones en él.

Es el núcleo de ensueño el que orienta las tendencias de la vida humana. Los ensueños secundarios dan respuestas compensatorias a estímulos de situación y están invadidos por el clima del núcleo de ensueño. Las pre­­siones internas que dan lugar al nacimiento del núcleo de ensueño es­tán ligadas al funcionamiento de los centros instintivos. Así que estos nú­cleos están ligados fuertemente al centro vegetativo y al centro sexual. Son ellos los que en realidad motivan el surgimiento del núcleo de ensueño.
Silo

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