martes, 4 de junio de 2013

E. La planificación del futuro encarada desde un punto de vista integral.



            Cuando hablamos de planificación, nos estamos refiriendo a cuestiones de máximo interés para la dirección de nuestra vida. Existen numerosas técnicas de planificación que van desde un diagrama de flujo para la elaboración de un programa computacional hasta la estrategia a desarrollar en una empresa, en la vida política, social o cultural. Pero no vamos a considerar esos casos sino aquellos que se refieren a la orientación de vida. En este campo existe bastante confusión.

Así, por ejemplo, una pareja planifica su futuro: aspira a una vida plena de comprensión y acuerdo, quiere realizar una existencia compartida y definitiva. Como estos planificadores son gentes prácticas, no dejan de calcular cuestiones de ingresos, gastos, etcétera Al pasar cinco años comprueban que la planificación resultó adecuada. Los ingresos han sido exitosos y han conseguido numerosos objetos que antes deseaban tener. Todo lo tangible ha resultado mejor aún que lo previsto.

Nadie en su sano juicio hablaría de un fracaso de planificación. Pero es claro que habrá que determinar si los intangibles que eran la base del plan a desarrollar se lograron plenamente. En materia de prioridades el primario era la vida en pareja, plena de comprensión y acuerdo; los objetos tangibles eran secundarios necesarios para lograr aquel resultado en la práctica. Si las cosas fueron de esa manera, el plan vital resultó un éxito, si las prioridades se invirtieron o el término más importante desapareció de escena, la planificación concluyó en fracaso. Este es el caso de una planificación de vida de cierta importancia en la que los elementos intangibles deben tenerse en cuenta. No ocurre lo mismo con un diagrama de flujo, ni con una estrategia empresarial.
           
Finalmente, a nadie se le ocurriría planificar su vida en estado de ofuscación o alteración, es decir, en estado de compulsión interna evidente. Llevando el ejemplo a lo grotesco, digamos que todo el mundo comprende que ciertas planificaciones pueden salir más o menos bien aún en estado de ebriedad, pero no parece el más adecuado nivel de conciencia a los efectos de proyecciones razonables a mediano y largo plazo. En otras palabras, en una planificación adecuada será conveniente comprender desde "donde" se la hace, cuál es la dirección mental que traza el camino del plan. ¿Cómo no preguntarse si una planificación está dictada por las mismas compulsiones que hasta el momento han guiado numerosos desaciertos en la acción? Concluyamos con la planificación de la vida desde un punto de vista integral: deben estar claramente expuestas las prioridades; ha de distinguirse entre tangibles e intangibles a obtener; se fijarán plazos e indicadores intermedios y, desde luego, convendrá aclarar cuál es la dirección mental desde la que se lanza el proyecto, observando si se trata de una compulsión o de un razonable cálculo ajustado a la consecución del objetivo.

L. A. AMMANN


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