Recuerdo y olvido
El recuerdo, o más precisamente la evocación, surge cuando la memoria entrega
a la conciencia datos ya grabados. Esta evocación es producida intencionalmente
por la conciencia, lo que la distingue de otro tipo de rememoración que se
impone a la conciencia, como cuando ciertos recuerdos la invaden coincidiendo
en ocasiones con búsquedas o con contradicciones psicológicas que aparecen sin
participación del coordinador. Hay grados de evocación, según el dato se haya
registrado con mayor o menor intensidad; cuando los datos pasan levemente el
umbral de registro, la evocación será también leve e incluso hay casos en que
no se recuerda, pero al volver a percibir el dato se lo reconoce. A partir de
estos umbrales mínimos de evocación aparecen gradaciones más intensas hasta
llegar al recuerdo automático, o veloz reconocimiento, que es por ejemplo el
caso del lenguaje. El reconocimiento se produce cuando al recibir un dato y ser
cotejado con anteriores, aparece como ya registrado siendo entonces reconocido.
Sin reconocimiento, el psiquismo experimentaría un estar siempre por primera vez
ante los fenómenos, a pesar de que estos se repitieran. El olvido es la
imposibilidad para traer a la conciencia datos ya grabados. Esto ocurre por un
bloqueo en la reminiscencia que impide la reaparición de la información. Hay,
por otra parte, una suerte de olvido funcional que impide la aparición continua
de recuerdos, gracias a mecanismos de interregulación que operan inhibiendo un
aparato mientras funciona otro. Así, no hay recuerdo continuo cuando el
coordinador está percibiendo, o está coordinando respuestas, o bien está
evocando una franja particular. La gradación en la intensidad de la grabación y
la evocación, se vincula con los campos de presencia y copresencia del
coordinador
Silo
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