miércoles, 26 de junio de 2013

Las tres vías de la experiencia humana: sensación, imagen y recuerdo.


La experiencia personal surge por la sensación, por la imaginación y por el recuerdo. Desde luego que también podemos reconocer sensaciones ilusorias, imágenes ilusorias y recuerdos ilusorios. Aún el yo se articula merced a la sensación, la imagen y el recuerdo. Y cuando el yo se percibe a sí mismo, también trabaja con estas vías, sean verdaderas o ilusorias. Se reconocen las mismas vías para toda operación posible de la mente. En estas vías cualquiera admite la existencia de errores, la existencia de ilusiones, pero es más difícil admitir la ilu­sión del yo, aunque tal cosa es también comprobable y ­demostrable.
Las tres vías del sufrimiento y aquello que registra el sufrimiento, son para nosotros temas de especial interés. Examinaremos pues la sensación, la imagen y el recuerdo y también aquello que registra y opera con ese material, a lo cual se le llama “conciencia” (o “coordinador”) y que a veces es identificado con el yo. Estudiaremos las tres vías por las que lle­­­­­ga el sufrimiento y estudiaremos también a la conciencia que re­gis­tra el sufrimiento.
Por vía de la sensación, de la imaginación y del recuerdo, se experimen­ta dolor. Hay “algo” que experimenta este dolor. Este “algo” que lo experimenta, es identificado como una entidad que, aparentemente, tiene unidad. Esta unidad que registra el dolor, está dada básicamente por una suerte de me­­moria. La experiencia del dolor es cotejada con experiencias anteriores. Sin memoria no hay cotejo, no hay compara­ción de experiencias.
Las sensaciones dolorosas son cotejadas con sensaciones dolorosas anteriores. Pero algo más: las sensaciones dolorosas son proyectadas también, son consideradas en un tiempo que no es el actual, en un tiempo futuro. Si se recuerdan las sensaciones dolorosas o si se imaginan las sensaciones do­lorosas, de este recordar y de este imaginar también se tie­ne sensación. No podría la memoria provocar dolor, no po­dría la imaginación provocar dolor si de la memoria y de la imaginación no se tuviera también sensación. No sólo por la vía de la sensación primaria directa se tiene registro, sino que también por vía de la memoria se tiene registro, se tiene sen­sación. Y por vía de la imaginación se tiene sensación. La sen­sación entonces invade el campo de la memoria, invade el campo de la imaginación. La sensación cubre todas las posibilidades de esta estructura que experimenta el dolor. Todo está trabajando con sensación y con algo que experimenta, con algo que registra esta sensación. Se llame ya más detalladamente sensación propiamente tal, se llame memoria, se llame imaginación, siempre la sensación está a la base; la detección de un estímulo está a la base y algo que registra ese estímulo está en el otro punto, en el otro extremo de esa relación.
Entre un estímulo y algo que registra ese estímulo, vamos a tener con­figurada esa primera estructura. Y parece que esa es­tructura va a mo­verse, tratando de evitar esos estímulos do­lo­rosos. Estímulos que llegan y que son detectados; estímulos que son almacenados; nuevas situaciones que se presentan y acción de esa estructura para evitar esos nuevos estímulos que están relacionados con datos anteriores. Estímulo que llega a un punto que recibe ese estímulo y desde ese punto, respuesta al es­tímulo. Si el estímulo que llega a ese punto es dolo­ro­so, la respuesta tiende a modificar ese estímulo. Si el estímulo que llega a ese punto no es doloroso sino que se experimenta como placentero, la respuesta tiende a hacer permanecer ese estímulo. Es como si el dolor quisiera el instante y el placer quisiera eternidad. Es como si hubiera, con esto del dolor y del placer, un problema de tiempos para aquel punto que lo registra. Se trate de estímulos dolorosos o placenteros esos estímulos se almacenan, se guar­dan en ese aparato regulador de tiempo que nosotros llamamos “memoria”. A estos estímulos que llegan, nosotros les llamamos “sensaciones”, pero esos estímulos que llegan, llegan no sólo de lo que podríamos lla­mar “mundo externo” al centro de registro, sino también llegan del mis­mo “mundo interno” al aparato de registro. Ya hemos visto que se puede recordar lo doloroso, se puede recordar lo placentero. Ya hemos visto que se puede imaginar lo doloroso, se puede imaginar lo placentero. Y esto de recordar y de imaginar, no está ligado a la sensación externa tan estrechamente como las otras sensaciones primarias directas.
El esquema es simple: un estímulo que llega, una respuesta que se da. Pero no simplifiquemos tanto como para considerar a los estímulos que llegan como pertenecientes exclusivamente al mundo externo de esa estructura. Si también hay estímulos en el mundo interno de esa estructura, también debe haber respuestas en el mundo interno de esa estructura. La sensación en general, tiene que ver con el registro, con lo que llega a la estructura. La imaginación, en cambio, tiene que ver con lo que esa estructura hace para acercarse al estímulo si fuera placentero o alejarse del estímulo si fuera doloroso. Ya en esa imagen está planteada la actividad frente a los estímulos que llegan a esa estructura. En su momento, veremos más detenidamente esto de la función con que cumple la imagen.
La memoria, en la medida en que entrega datos placenteros o dolorosos, moviliza también a la imaginación y esta imaginación moviliza a esa estructura en una dirección o en otra. Estamos contando con un estímulo que llega, una estructura que recibe ese estímulo y una respuesta que da esa estructura. Este es un esquema muy simple: estímulo-aparato de recepción-centro de respuesta.
El centro de respuesta hace que frente al estímulo se movilice esa es­tructura, no en cualquier dirección sino en una direc­ción más o menos pre­cisa, y reconocemos distintas actividades para responder a esos estímu­los, distintas direcciones, dis­­­tintas posibilidades de respuesta. Distinguimos pues entre dis­tintos centros posibles para dar respuestas posibles a dis­tin­­to tipo de estimulación. Desde luego que todos estos centros de res­puesta van a estar movidos en su base por el dolor y por el placer, pero en la actividad se van a manifestar las respuestas de distinto modo según que actúe un centro u otro. A este mundo de estímulos que llega le vamos a llamar el “mundo de la sensación”. A esto que se expresa hacia el mun­do de la sensación le vamos a llamar “respuesta” (lo que responde al mun­do de la sensación, será llamado “centro de respuesta”). Como las respuestas son numerosas y diferenciadas y cada sistema de respuesta tiene su rango propio, vamos a distinguir diversos centros de respuesta.
A toda esta estructura que engloba el registro de la sensación y la respuesta a esas sensaciones que llegan, a toda esta estructura que se manifiesta la vamos a llamar “comportamiento”. Y vamos a observar que este comportamiento no se mani­fiesta de una manera constante, sino que sufre numerosas va­riaciones según el estado en que se encuentre esa estructura, según el momento en que se encuentre esa estructura. Hay mo­mentos en que esa estructura percibe con más nitidez el estímulo doloroso. Hay momentos en que parece no percibirlo en absoluto. Hay momentos en que esa estructura parece que estuviera desconectada de esas sensaciones, que no tuviera registro de las sensaciones dolorosas. Esto de registrar con mayor o menor intensidad las sensaciones que llegan y esto de lanzar respuestas con mayor o menor intensidad a esos estímulos que llegan, va a depender del estado general de la estructura. A ese estado lo llamaremos genéricamente “nivel de trabajo” de esa estructura. Este nivel, según se esté en un momento o en otro de su proceso, va a permitir que se den respuestas más aceleradas, más intensas, respuestas menos aceleradas, respuestas apagadas.
Vamos a ponernos a revisar nuestros esquemas.1
No se explica mucho cuando se dice que el ser humano hace determina­das cosas para satisfacer sus necesidades. El ser humano hace determi­na­das cosas para evitar el dolor. Lo que sucede es que tales necesidades si no son satisfechas provocan dolor. Pero no es que alguien se mueva por una idea abstracta de satisfacer sus necesidades. Si alguien se mueve es por el registro del dolor. Estas cosas suelen confundirse bastante y parece que estas necesidades primarias, si no se satisfacen, son las que dan ma­yor dolor. Es tan dolorosa la sensación de hambre como otros tipos de sen­saciones que, si no se satisfacen, van provocando una tensión cada vez mayor. Por ejemplo, si a un ser humano se le violenta o quema alguna parte de su cuerpo, experimenta dolor y, por cierto, trata de dar respuestas a este dolor para que cese. Esta es una necesidad tan grande como la de alimentarse, como la de comer, esto de hacer algo para evitar que se in­tensifique la sensación dolorosa. En este caso, este ser humano va a tra­tar de huir de aquello que ponga en peligro la estructura de su cuerpo. A veces, alguien tiene registros dolorosos de hambre y no tiene hambre. Pien­sa en el hambre que podría tener, piensa en el hambre que podría te­ner otro y el hambre que podría tener otro le da a él un registro doloroso, pero ¿qué registro doloroso le da?, ¿acaso un registro doloroso físico? No exac­tamente. El puede recordar el hambre, él está hablando del dolor del ham­bre, pero él no registra el dolor del hambre, él registra otro tipo de do­­­lor. Y ese registro que tiene del dolor, lo puede movilizar enormemente.
Por vía de la imagen, por vía del recuerdo, él puede experimentar tam­bién una gama importante de dolores y también de placeres. El sabe que alimentándose, satisfaciendo sus necesidades inmediatas, se produce esa particular distensión en su estructura. Y el sabe que es interesante repetir esa distensión cada vez que esa tensión aumenta. Se aficiona a determinadas formas de alimentación, se habitúa a ciertas experiencias relajadoras de tensiones.
El estudio de los centros permite diferenciar actividades que el ser humano realiza, tratando primariamente de satisfacer sus necesidades. Por otra parte, los niveles de conciencia explican la variación de aquellas actividades conforme toda la estructura esté actuando vigílicamente, en semisueño, o en sueño.

Y vamos a observar en esta estructura, un comportamiento que es la forma en que ésta se va a expresar frente a los estímulos y según esté operando un determinado nivel de conciencia.

Silo

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