El psiquismo humano, de notable complejidad, tiene
como antecedentes a otras formas orgánicas condicionadas por los macrociclos de
la naturaleza como las estaciones y el pasaje del día a la noche. Numerosas
variaciones modifican las condiciones internas y externas del psiquismo. Hay
variaciones de temperatura, de luminosidad, y también variaciones climatológicas
de cada estación. Todos los organismos sufren un mayor o menor determinismo de
los ciclos naturales. El ser humano no está tan condicionado como las otras
especies a la ciclicidad orgánica y su psiquismo logra modificaciones y una
independencia cada vez mayor. Un caso muy claro se da en el ejercicio del sexo
que, a diferencia de las otras especies, se independiza de los ciclos
estacionales.
En los mecanismos de conciencia hay distintos ritmos como
muestran diversas descargas bioeléctricas reflejadas en el
electroencefalógrafo. Los centros tienen su ritmo particular y los niveles de
conciencia evidencian sus ciclos de trabajo. Cuando la vigilia cumple con su
tiempo de trabajo diario, “baja” su actividad y se comienza a entrar en el
período de sueño. Así, el período de sueño compensa al período de trabajo
vigílico. En la mecánica de los distintos niveles de conciencia operan los
ciclajes del metabolismo y los ritmos vegetativos en general.
El ciclo mayor del ser humano está dado por el tiempo vital,
que se va completando al pasar por las distintas etapas existenciales:
nacimiento, niñez, adolescencia, juventud, primera y segunda madurez, vejez,
ancianidad y muerte. En cada etapa hay transformación del psiquismo según las
necesidades orgánicas, según los intereses, según las posibilidades que
ofrece el medio, etcétera. Finalmente, los ciclos y ritmos psicosomáticos
muestran modificaciones importantes de acuerdo a los cambios de dirección
que se producen en los momentos de surgimiento y desgaste de cada etapa vital.
Silo
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