martes, 4 de junio de 2013

D. Propuesta de un Autoconocimiento situacional.
            Retome los trabajos autobiográficos y abra un nuevo capítulo en el que desarrollará la situación que le tocó vivir en su infancia y luego en su adolescencia. No se preocupe por perfeccionismos. Reconstruya su paisaje de formación a grandes rasgos, poniendo énfasis no en los objetos tangibles de aquella época, sino en los intangibles. Observe su estructura familiar y los valores que en ella tenían vigencia: aquello que era bien visto y aquello que era reprobado. Observe las jerarquías y los roles establecidos. No critique nada, trate de no juzgar... simplemente describa.
           
Describa ahora los objetos intangibles que se daban en la relación con sus amigos.

No juzgue.
           
Describa los intangibles que operaban en su escuela, en relación con el compañero o compañera sexual, en el medio social en que le tocaba actuar. No juzgue.
           
Una vez descripto lo que hemos recomendado, trate de sintetizar cómo era ese paisaje apoyándose en modas, edificaciones, instrumentos, vehículos, etcétera, dándole apoyo objetal a su paisaje de formación. No juzgue.
           
Por último, trate de rescatar la "sensibilidad", el tono afectivo general de los momentos más importantes de su paisaje de formación. Tal vez la música, los héroes del momento, la ropa codiciada, los ídolos del mundo de los negocios, de la política, de la cinematografía, del deporte, le sirvan como referencias para captar el tono afectivo que como trasfondo operaba en su mundo circundante. No juzgue.
           
Pase ahora a examinar cómo "miraba" todo aquello y cómo era "mirado" usted por los miembros de ese mundo. Recuerde la forma en que juzgaba todo aquello y el modo en que reaccionaba. No lo juzgue desde su "hoy", hágalo desde aquella época. ¿Cómo era su choque, su huída, su repliegue, su acuerdo? Si responde a esto lo estará haciendo con referencia a las conductas que se fueron formando en usted en aquellas épocas. Describa de qué manera enjuiciaba y era enjuiciado  y con qué roles actuaba en aquel paisaje. Pero no se diga ahora si aquello estaba bien o mal. Simplemente describa.
           
Estamos ahora en condiciones de comprender cómo aquellas conductas y aquel tono afectivo general han llegado hasta aquí, hasta el día de hoy. Estudie pues, el "arrastre" de aquellas épocas en materia de acción y de "sensibilidad". No debe desorientarse por la modificación de sus conductas, ya que muchas de ellas conservan la misma estructura aunque se hayan sofisticado considerablemente a lo largo del tiempo.

Comprenda que muchas "tácticas" han ido mejorando, pero que otras han quedado fijas, sin adaptación creciente. Estudie la relación de esas conductas fijas, de esas tácticas, con el tipo de sensibilidad de aquella época. Compruebe si íntimamente está dispuesto a hacer abandono de aquella sensibilidad que, desde luego, involucra valoraciones que usted mantiene en pié.
           
Llegamos a un momento de profunda meditación. No estamos sugiriendo que usted abandone los valores y la sensibilidad de su etapa de formación. Estamos hablando de algo diferente; de comprender como todo aquello opera en su momento actual.

Es usted quien debe decidir, y herramientas no le faltan, para producir los cambios que juzgue necesarios. Pero aquí, las modificaciones que usted opere serán estructurales y situacionales, ya no simplemente subjetivas porque está cuestionando la relación global con el mundo en que vive.
           
Hemos caracterizado al trabajo anterior, no como una práctica más sino como una meditación sobre la propia vida. Del contexto de lo expuesto se deriva que no estamos tratando de modificar algunas tácticas indeseables, sino de exponer ante los propios ojos la verdad de la relación personal con el mundo. Desde luego, que a estas alturas se está en condiciones de comprender las raíces de numerosas compulsiones asociadas a conductas iniciadas en el paisaje de formación. Pero la modificación de conductas ligadas a valores y a una determinada sensibilidad, difícilmente pueda efectuarse sin tocar la estructura de relación global con el mundo en que se vive actualmente. Comprendido el problema habrá de decidirse, si no se desea un cambio estructural del comportamiento, cuáles son las tácticas a modificar porque se las considera inadecuadas. Esta última pretensión podrá satisfacerse mediante la aplicación de diversas técnicas que en su momento hemos estudiado.

¿Pero qué es lo que puede ganarse si no se está dispuesto a cambios estructurales? Cuando menos obtendremos ventajas al ampliar el conocimiento sobre nosotros mismos y en lo que respecta a la necesidad de cambios radicales, la situación que nos toca vivir en este momento es la que nos decidirá en una u otra dirección. Por otra parte, las situaciones cambian y el futuro dispondrá, tal vez, de requerimientos que actualmente no son suficientemente sentidos por nosotros.
L. A. AMMANN

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