D. Propuesta de un
Autoconocimiento situacional.
Retome
los trabajos autobiográficos y abra un nuevo capítulo en el que desarrollará la
situación que le tocó vivir en su infancia y luego en su adolescencia. No se
preocupe por perfeccionismos. Reconstruya su paisaje de formación a grandes
rasgos, poniendo énfasis no en los objetos tangibles de aquella época, sino en
los intangibles. Observe su estructura familiar y los valores que en ella
tenían vigencia: aquello que era bien visto y aquello que era reprobado.
Observe las jerarquías y los roles establecidos. No critique nada, trate de no
juzgar... simplemente describa.
Describa ahora los objetos intangibles que se
daban en la relación con sus amigos.
No juzgue.
Describa los intangibles que operaban en su
escuela, en relación con el compañero o
compañera sexual, en el medio social
en que le tocaba actuar. No juzgue.
Una vez descripto lo que hemos recomendado, trate de
sintetizar cómo era ese paisaje apoyándose en modas, edificaciones,
instrumentos, vehículos, etcétera, dándole apoyo objetal a su paisaje de
formación. No juzgue.
Por último, trate de rescatar la
"sensibilidad", el tono afectivo general de los momentos más
importantes de su paisaje de formación. Tal vez la música, los héroes del
momento, la ropa codiciada, los ídolos del mundo de los negocios, de la
política, de la cinematografía, del deporte, le sirvan como referencias para
captar el tono afectivo que como trasfondo operaba en su mundo circundante. No
juzgue.
Pase ahora a examinar cómo "miraba"
todo aquello y cómo era "mirado" usted por los miembros de ese mundo.
Recuerde la forma en que juzgaba todo aquello y el modo en que reaccionaba. No
lo juzgue desde su "hoy", hágalo desde aquella época. ¿Cómo era su
choque, su huída, su repliegue, su acuerdo? Si responde a esto lo estará
haciendo con referencia a las conductas que se fueron formando en usted en
aquellas épocas. Describa de qué manera enjuiciaba y era enjuiciado y con qué roles actuaba en aquel paisaje.
Pero no se diga ahora si aquello estaba bien o mal. Simplemente describa.
Estamos ahora en condiciones de comprender cómo
aquellas conductas y aquel tono afectivo general han llegado hasta aquí, hasta
el día de hoy. Estudie pues, el "arrastre" de aquellas épocas en
materia de acción y de "sensibilidad". No debe desorientarse por la
modificación de sus conductas, ya que muchas de ellas conservan la misma
estructura aunque se hayan sofisticado considerablemente a lo largo del tiempo.
Comprenda que muchas "tácticas" han ido
mejorando, pero que otras han quedado fijas, sin adaptación creciente. Estudie
la relación de esas conductas fijas, de esas tácticas, con el tipo de
sensibilidad de aquella época. Compruebe si íntimamente está dispuesto a hacer
abandono de aquella sensibilidad que, desde luego, involucra valoraciones que
usted mantiene en pié.
Llegamos a un momento de profunda meditación. No
estamos sugiriendo que usted abandone los valores y la sensibilidad de su etapa
de formación. Estamos hablando de algo diferente; de comprender como todo
aquello opera en su momento actual.
Es usted quien debe decidir, y herramientas no le
faltan, para producir los cambios que juzgue necesarios. Pero aquí, las
modificaciones que usted opere serán estructurales y situacionales, ya no
simplemente subjetivas porque está cuestionando la relación global con el mundo
en que vive.
Hemos caracterizado al
trabajo anterior, no como una práctica más sino como una meditación sobre la
propia vida. Del contexto de lo expuesto se deriva que no estamos tratando de
modificar algunas tácticas indeseables, sino de exponer ante los propios ojos
la verdad de la relación personal con el mundo. Desde luego, que a estas
alturas se está en condiciones de comprender las raíces de numerosas
compulsiones asociadas a conductas iniciadas en el paisaje de formación. Pero
la modificación de conductas ligadas a valores y a una determinada
sensibilidad, difícilmente pueda efectuarse sin tocar la estructura de relación
global con el mundo en que se vive actualmente. Comprendido el problema habrá
de decidirse, si no se desea un cambio estructural del comportamiento, cuáles
son las tácticas a modificar porque se las considera inadecuadas. Esta última
pretensión podrá satisfacerse mediante la aplicación de diversas técnicas que
en su momento hemos estudiado.
¿Pero qué es lo que puede
ganarse si no se está dispuesto a cambios estructurales? Cuando menos
obtendremos ventajas al ampliar el conocimiento sobre nosotros mismos y en lo
que respecta a la necesidad de cambios radicales, la situación que nos toca
vivir en este momento es la que nos decidirá en una u otra dirección. Por otra
parte, las situaciones cambian y el futuro dispondrá, tal vez, de
requerimientos que actualmente no son suficientemente sentidos por nosotros.
L. A. AMMANN
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