Las tres vías experienciales
que mencionáramos de comienzo (la sensación, la imagen y el recuerdo), deben
ser estudiadas más cuidadosamente.
Sin sensación, no hay dolor, no hay placer. La imaginación es
necesario que sea registrada. Sin este registro no podemos hablar de
imaginación. Si registramos el trabajo de la imaginación es porque ésta llega
al punto de registro como sensación. El dolor también se abre paso a través de
la memoria. El registro de este dolor que se abre paso desde la memoria es
posible gracias a que la memoria se expresa como sensación. Se trate de
imaginación o se trate de memoria, todo es detectado como sensación. El dolor
no está en la imaginación, el dolor no está en la memoria, el dolor está en la
sensación a la cual se reduce todo impulso. Se tiene memoria de algo, porque se
registra ese hecho; se imagina sobre algo, porque se registra ese hecho. De tal
modo que es ese registro, esa sensación, la que nos da información sobre lo que
se memoriza, sobre lo que se imagina. Es claro que para no confundir las cosas
vamos a distinguir entre la sensación propiamente tal (aquella que proviene de
los sentidos), de otras sensaciones (que no provienen de los sentidos), tales
las que provienen de la memoria o las que provienen de la imaginación. A estas
dos últimas no les vamos a llamar sensación para que no se nos confunda la
descripción.
Pero si vamos a reducir las cosas a sus últimos elementos,
comprobamos que una imagen y un dato mnémico llegan a algo que las registra
como sensación. Decimos que se registra la actividad de estos sentidos, decimos
que se registra la actividad de la memoria, que se registra la actividad de
la imaginación. Al decir “registro”, hacemos distinciones entre una llegada
por una vía o una llegada por otra vía. Y anotamos que hay “algo” que registra.
Sin este “algo” que registra, no podemos hablar de lo registrado. Y lo que
registra debe tener también su constitución. Seguramente tendremos también de
él, sensación. Estamos hablando del registro de la entidad que registra y a
esta entidad la llamamos “conciencia”.
Ese aparato que registra está en movimiento y las actividades
que él registra también son móviles. Sin embargo, tiene cierta unidad. A veces
se identifica a este aparato con el yo. Pero el yo, a diferencia de la conciencia,
no parece estar constituido desde el comienzo sino que se va constituyendo en
el ser humano. Por otra parte, del yo no se puede hablar si no se fijan sus
límites y parece que éstos están dados por la sensación del cuerpo. Este yo se
debe ir constituyendo en el ser humano a medida que se constituye el conjunto
de las sensaciones del cuerpo... por supuesto que la memoria está en el cuerpo,
la imaginación está en el cuerpo, los sentidos están en el cuerpo y el aparato
de registro de todo ello está en el cuerpo y está ligado a las sensaciones del
cuerpo.
Como las sensaciones del cuerpo operan desde el nacimiento (y
aún antes), ya desde el comienzo se va constituyendo esta sensación general del
cuerpo a la cual algunos identifican con el yo, pero en realidad se está hablando
de la conciencia como aparato de registro. Digamos que muy en la infancia,
muy cerca del nacimiento, no funciona el yo. No se nace con un yo. La
identificación con el propio yo se realiza a medida que las sensaciones del
cuerpo se codifican gracias al aparato de memoria. No hay yo sin memoria, y
esta memoria no puede funcionar si no hay datos. Estos datos comienzan a
articularse a medida que la experiencia se desarrolla. Estamos diciendo que un
niño no tiene yo. Un niño puede percibir un nosotros pero no sabe si su cuerpo
comienza o termina en un objeto. Un niño no sabe si él es yo o si su madre es
yo. Este yo se va articulando por acumulación de experiencia.
Decimos que todos los fenómenos y procesos psíquicos están en el
cuerpo, pero ¿dónde está el cuerpo? El cuerpo para el yo que se ha constituido,
está afuera de él y está adentro de él. ¿Cuáles son los límites del cuerpo? Los
límites del cuerpo tienen que ver con la sensación. Pero si la sensación se
extendiera más allá del cuerpo ¿cuáles serían entonces los límites del cuerpo?.
Esto tiene cierta importancia, porque si distinguimos como límite del cuerpo el
tacto externo, por ejemplo, el cuerpo termina donde termina el tacto externo.
El cuerpo empieza allá donde se registran sensaciones sobre la piel. Pero
podría suceder que no se tuviera límite táctil, que la temperatura de esa piel
estuviera al mismo nivel térmico que el medio que rodea a esa piel, entonces no
se sabría exactamente cuáles son los límites de ese cuerpo; hasta donde llega
ese cuerpo. Conocemos muchas ilusiones sensoriales y sabemos que cuando una
persona se tiende relajadamente y la temperatura ambiente es una temperatura
muy aproximada a la temperatura de la piel, se experimenta la sensación de
que el cuerpo se agranda, no porque esté ocurriendo un fenómeno extraordinario,
todo lo contrario, está sucediendo la ilusión de agrandamiento del cuerpo porque
no hay límite del cuerpo y no lo hay porque la temperatura de esa piel con
ese medio es la misma. Así es que según se ponga límite a las sensaciones, se
constituye la sensación del propio cuerpo.
Decimos que una de las vías del dolor es la vía de la sensación.
Y al hablar de sensación nos estamos refiriendo ya a esto que se percibe
mediante ciertos aparatos de que dispone el cuerpo. Veamos. Tengo la sensación
de un objeto externo. Pero también la sensación de un dolor interno. La sensación
de ese dolor interno ¿dónde está? Seguramente la registro en ese aparato del
que hablábamos al principio. Pero ¿dónde está la sensación? La sensación parece
estar en el interior de mi cuerpo. Y cuando veo el objeto externo ¿dónde está
la sensación? La sensación también está en el interior de mi cuerpo. Y ¿qué
hace distinguir al objeto que está en el interior y al objeto que está en el
exterior? No por cierto la sensación, ya que tanto la sensación de lo que
ocurre afuera como de lo que ocurre adentro, es registrada en mi interior. No
puedo registrar una sensación de lo que hay afuera, fuera de mi cuerpo. Tengo
que registrar las sensaciones (se trate de objetos externos o de objetos
internos), dentro de mi cuerpo. Pero digo sin embargo, que un objeto que
percibo está afuera. ¿Y cómo digo de un objeto que percibo que “está afuera” y
de otro que “está adentro” si de todos modos el registro siempre está adentro?
Debe haber algún funcionamiento particular de la estructura que permita
establecer esas distinciones.
Yo recuerdo un trabajo que estuve efectuando ¿dónde registro el
recuerdo de ese acontecimiento? Lo registro en mi interior. Imagino un
trabajo que voy a efectuar inmediatamente o que voy a efectuar en el futuro
¿dónde registro eso que voy a hacer? Lo registro en mi interior, por cierto.
Pero los acontecimientos que aparecen en mi pantalla de representación aparecen
como “afuera”. Estoy recordando, percibiendo, o imaginando actividades que
parecen ocurrir afuera. La representación interna que tengo de todo eso, se me
presenta como si ocurriera en el mundo externo.
Si ahora observo dónde registro estas imágenes (sean propias de
la imaginación o sean propias de la memoria), veo que las registro en una
suerte de “pantalla”, en una suerte de “espacio” de representación. Y este
espacio de representación está en mi interior. Si cierro los ojos y recuerdo
algo, observo que esto que recuerdo se da en una especie de pantalla, en un
espacio de representación. ¿Y qué estoy haciendo entonces con todo esto que
pasa adentro, con respecto a los objetos y a los acontecimientos que suceden en
el exterior? Seguramente estoy haciendo algo distinto de lo que sucede en el
exterior. Diré que lo “reflejo”, diré que lo “traduzco”, diré lo que quiera,
pero en todos los casos estoy haciendo operaciones en mi interior que algo
tienen que ver con fenómenos que no le son propios... Cómo funcione toda esta
maquinaria, es cuestión de estudio detenido.
¿En qué se puede diferenciar una sensación que atribuyo a un
objeto del mundo externo y una sensación que atribuyo a un objeto del mundo
interno? ¿A las sensaciones en sí mismas, o a ciertos límites que el cuerpo
pone a estos mundos?
Debemos reconocer que hay cierta relación entre las sensaciones
que tengo del mundo externo, los recuerdos que tengo del mundo externo y la
imaginación que tengo del mundo externo. No podemos decir livianamente que
todo aquello sea ilusión. No es ilusión por la simple razón de que si pienso
en un objeto y luego me movilizo hacia ese objeto y tengo la sensación de ese
objeto, hay algo que concuerda entre lo que he recordado del objeto, entre lo
que he imaginado del objeto y lo que ahora percibo del objeto. Es evidente que
yo puedo memorizar ese objeto, luego abrir los ojos y encontrarme con el
objeto. Formas más, formas menos, colores más o menos, distancias más o menos,
pero puedo encontrarme con todo aquello. Es más, puedo decirle a alguien que
hay un objeto allá y este alguien representar o encontrar el objeto. Es decir,
hay alguna cosa que concuerda, deformada o no. Pero está claro también que
podría ser, por ejemplo, daltónico y percibir ese objeto que es de un color
como si fuera de otro. Así es que si bien hay acuerdo entre todas estas
funciones, también puede haber acuerdo de ilusiones. Para nosotros es
importante comprender cómo es posible que concuerden funciones tan heterogéneas
porque de algún modo concuerdan y lo hacen gracias a ese aparato coordinador
y procesador de todos esos diferentes datos. Es evidente que estas señales
están coordinadas entre sí y hay una conciencia que las coordina. Entre las
funciones de la conciencia aparece el yo que registro como el punto de decisión
de mis actividades en el mundo externo y de ciertas actividades que regulo
voluntariamente en mi mundo interno. El yo está en el cuerpo. Pero ¿cómo está
en el cuerpo ese yo? ¿Está en el cuerpo como una localización física, o este yo
se ha ido constituyendo por una masa de experiencia, una suma de experiencia?;
¿o tal vez este yo es una estructura que se articula por las distintas
señales que llegan a un determinado punto? Puede ser que este yo que coordina
empiece a coordinar después de contar con una masa informativa crítica,
porque si esta masa no se ha formado aún, el yo no aparece y el mismo cuerpo es
confundido.
Vamos a estudiar por partes cómo es esto de las sensaciones que
se registran en el exterior del cuerpo y en el interior del cuerpo.
Tenemos un esquema en donde aparece esta estructura a la que
llegan impulsos y de la que salen respuestas. Estos impulsos que llegan, lo
hacen a un determinado aparato que los detecta. Este aparato detector de impulsos,
es el aparato de sentidos. Este aparato censa datos del mundo externo y
también del interno. Los datos llegan a este aparato, pero además percibo que
estos datos pueden ser reactualizados aún cuando no estén llegando en este
momento. Digo entonces que esos datos que llegan a ese punto de registro,
también simultáneamente llegan a un aparato que los almacena. Esos datos son
almacenados. Se trate de datos del medio externo o se trate del medio interno,
estos datos que llegan son almacenados. Allí donde tenga registro de esos
datos, simultáneamente he sufrido la grabación de los mismos y esto me pone en
condiciones de extraer ahora datos anteriores. Todo esto ocurre ante sentidos
que tienen distintas localizaciones físicas y que están en continuo movimiento
pero que tienen relaciones entre sí y que no están absolutamente
compartimentados. Así es que cuando uno detecta algo, a los otros sentidos les
ocurren modificaciones. Si se percibe a través o por medio de los ojos es
gracias a que el sentido del ojo está en movimiento (no simplemente en
movimiento físico externo muscular para localizar la fuente de luz), está en
actividad. El ojo no se pone en actividad simplemente al recibir la luz. El
sentido del ojo está en movimiento, está en actividad y se produce en él una
variación cuando llega un impulso. Todos los otros sentidos también están en
actividad y cuando el ojo percibe un fenómeno externo a él, en los otros
sentidos se produce también variación en su movimiento.
Esto que está pasando en los sentidos externos, está pasando
también en los sentidos internos. Los sentidos internos están en actividad
también, de manera que puede muy bien suceder que alguien esté percibiendo con
el ojo un objeto y que también esté percibiendo internamente un dolor de estómago.
Y este percibir con el ojo el objeto, simultáneamente a percibir con sentidos
internos el dolor de estómago, hace que esa información vaya a memoria
simultáneamente. Ejemplificando. Llego a una ciudad y todo me sale mal. Luego
recuerdo esa ciudad ¿y qué digo de esa ciudad? Digo que “esa es una ciudad
desastrosa”. ¿Y por qué digo que esa es una ciudad desastrosa? Porque me ha ido
mal en esa ciudad. ¿Y qué es eso de que “me ha ido mal?”. ¿Es simplemente por
las percepciones que he tenido?, ¿o una cantidad de situaciones en que he
estado, una cantidad de registros de otra naturaleza que no son los perceptuales
externos? Sin duda que han estado trabajando otros registros, otras sensaciones
internas. Seguramente es lo que pasa con todo, no con aquella ciudad desagradable.
Parece que cuando registro algo lo grabo y si lo registro simultáneamente con
los datos de otros sentidos lo grabo también en simultaneidad. Parece que de
continuo se está recibiendo información de todos los sentidos y de continuo se
está grabando toda esa información. Y parece que se condiciona y se engancha
esa información de un sentido con la información de otro sentido.
A veces, al captarse ciertas fragancias por el olfato, la memoria
evoca situaciones visuales completas. ¿Y qué tiene que ver el olfato con todas
esas situaciones visuales? Es obvio que están encadenados los sentidos entre
sí. A veces, cuando un sentido se pone en marcha los otros bajan su nivel de actividad.
Cuando todos los sentidos están siendo bombardeados, hay problema para el
registro. Pero cuando se pone atención (y ya veremos que es esto de la
“atención”) sobre un sentido, los otros sentidos tienden a aquietarse. Es como
si todos los sentidos estuvieran haciendo ruido en su barrido y estuvieran alertando
a ese yo. Como si todos los sentidos estuvieran en búsqueda. Entonces, cuando
una señal llega a un sentido, todos los otros tienden a aquietarse. Los
sentidos aún cuando no perciban ningún dato externo están en movimiento y
están produciendo su ruido, están dando información de ellos mismos. Hay un
fondo de ruido que va bajando a medida que los sentidos se especializan en una
determinada área de percepción.
¿Y la memoria qué hace? Toma datos de los sentidos y toma datos
de las operaciones de aquel aparato de registros también. Yo recuerdo, por
ejemplo, las operaciones mentales que he estado haciendo: primeramente tengo
sensación de las mismas operaciones mentales, puedo hablar de mis operaciones
mentales porque tengo sensación de ellas. Tengo sensación de mis operaciones,
esas son sensaciones internas, tan sensaciones como un dolor de estómago.
Estamos tomando ciertas precauciones y estamos discutiendo con determinadas
posturas que circulan por ahí, posturas que suponen que las operaciones mentales
nada tienen que ver con el cuerpo, porque el cuerpo tiene que ver con las
operaciones del aparato digestivo, o con lo que los ojos perciben y cuando se
habla de las cosas del “espíritu” a estas cosas no hay que relacionarlas con
el cuerpo (?). Estamos discutiendo con los que suponen que hay un espíritu que
nada tiene que ver con el cuerpo. Y si hay un espíritu que nada tiene que
ver con el cuerpo y es él el que realiza estas operaciones, ¿quién registra
esas operaciones?, ¿dónde se registran esas operaciones? y ¿cómo se evocan
luego esas operaciones? Si se habla de un espíritu será porque tengo registro
de ese espíritu y si tengo registro de ese espíritu es porque algo puede ser
impresionado por ese espíritu. Y si no tengo sensación de ese espíritu no puedo
hablar de él.
Hay otros que piensan que el aparato psíquico es una suma de
sensaciones, como si no hubiera otros aparatos complicados y delicados que coordinaran
estas sensaciones, que las hicieran funcionar en estructura. Con ellos también
se ha discutido en su momento, con aquellos que creían que las actividades de
la mente eran simple suma de sensaciones. Es muy distinto a decir que del
trabajo de los sentidos, la memoria y la imaginación tengo sensaciones a decir
que ellos sean sensación. Hay distinciones entre ellos y hay funciones muy
diferentes con que cumplen los aparatos de sentido y los aparatos de
representación. De manera que ese pensamiento tosco, sensualista, no es
exactamente del que participamos. Tampoco participamos de ese otro
pensamiento enrarecido que habla del “espíritu” como si hubiera una entidad que
no tuviera que ver con los registros ni con las sensaciones. Hay quienes hablan
de la mente, del dolor de la mente, porque el dolor del cuerpo nada tiene que
ver con ellos. Y este dolor de la mente, ¿cómo es que se experimenta? Se experimenta
en el espíritu, dicen, así como las sensaciones artísticas se experimentan en
el espíritu. ¿Y quién es ese caballero (el “espíritu”) que realiza tantas operaciones
fuera del cuerpo, y cómo tengo yo los datos de ese caballero?
Por “aparatos” entendemos a la estructura de los sentidos, la
estructura de memoria y la estructura de conciencia con sus distintos niveles.
Estos aparatos trabajan integradamente y la conexión que hay entre ellos se
efectúa mediante impulsos que, a su vez, van sufriendo distribuciones,
traducciones y transformaciones.
Silo
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