domingo, 30 de junio de 2013

 Imaginación.


Es muy difícil diferenciar entre el estímulo que proviniendo de un sentido llega a un aparato de registro, y la imagen que suscita, la imagen que despierta este estímulo. Es bastante difícil dis­tinguir entre el impulso del sentido y la imagen que corresponde a ese impulso. No podemos decir que la imagen y el impulso del sentido sean lo mismo. Tampoco podemos distinguir, psicológicamente, las velocidades que tiene el impulso interno y la velocidad que tiene la imagen. Es como si la imagen y el impulso fueran una misma cosa, cuando en realidad no lo son.
Al considerar a la imagen es necesario tomar algunas pre­cau­­ciones. En primer lugar, debemos reconocer que las imá­ge­nes no sólo se corresponden con los estímulos sensoriales, sino que también se suscitan desde memoria y, en segundo lugar, debemos estar siempre alerta ante la interpretación ingenua que hace aparecer a la imagen como correspondiente únicamente al sentido visual.
Para algunos estudiosos primitivos de estos asuntos, la imagen ha cumplido con una función de segundo grado en la eco­no­mía del psiquismo. Para ellos, una imagen es una es­pecie de percepción degradada, una percepción de segunda clase. En otras palabras, que si un señor mira un objeto y lue­go cierra los ojos y evoca este objeto, observa que esta evo­cación que hace del objeto es de inferior calidad a la percepción. Con el ojo percibe mejor y más claramente un objeto que evocándolo. Ese recuerdo, por lo demás, está teñido por una cantidad de elementos extraños que influyen en la confusión que se hace del objeto. Entonces, esta representación que se tiene de la presentación del objeto, aparece como una degrada­ción, como una caída de la percepción. Com­pren­di­das así las co­sas, aquellos estudiosos dejaron a la imagen archivada en el inventario de las secundariedades de los fenómenos del psi­­quis­mo. Tampoco tuvieron mucha claridad en cuanto a que las imágenes no sólo correspondían al sentido visual sino que cada sentido era productor de imágenes co­rres­pondientes. Y se creyó, por último, que la imagen tenía que ver sólo con la memoria y no que estaba estrechamente li­gada al sentido.
En realidad la imagen cumple con numerosas funciones. Vamos a necesitar comprender la función de la imagen para luego entender que esta imagen movilizándose, va a actuar sobre los centros y va a llevar energía de un punto a otro, pro­­duciendo transformaciones de suma importancia para la eco­­nomía del psiquismo. Por lo pronto, si los sentidos aparecen para dar información sobre los fenómenos del mundo externo o interno, las imágenes que acompañan a las percepciones de los sentidos no están simplemente para repetir los datos de la información recibida sino para movilizar actividades con respecto al estímulo que llega. Pero observemos esto en un ejemplo cotidiano. Estoy en mi casa y suena el timbre. El timbre es un estímulo para mí que lo percibo. En­ton­ces, rápidamente salto de la silla en que estoy y voy a abrir la puerta. Al día siguiente suena el timbre y se trata del mismo estímulo, pero en lugar de saltar de la silla e ir a abrir la puerta me que­­do en la silla. En el primer caso, estaba yo contando con la espera de una carta que debía traer el cartero esa mañana. En el segundo caso estaba esperando que el vecino llamara a mi puerta para pedirme una cacerola. Si en mi presencia o en mi co­pre­­sen­cia estaba un dato o estaba otro, este estímulo en un caso o en otro, se ha limitado a mo­vilizar una determinada ima­gen. En el primer caso, el estí­mulo movilizó la imagen del cartero que estaba esperando. Claro, yo estaba en otra cosa y en ese momento no estaba esperando al cartero. Desde luego estaba en otra cosa, pero al llegar ese estímulo se movilizó el conjunto de imágenes con que yo de algún modo contaba. Al movilizarse estas imágenes, yo salté de esa silla y fui a la puerta. Pero en el se­gundo caso contaba con otro sistema de ideación y al surgir el estímulo no movilizó la imagen del cartero, movili­zó la imagen del vecino, entre otras cosas porque ya recibí la car­ta que esperaba el día anterior. De manera que al surgir esta segunda imagen, mi cuerpo se movilizó de otro modo, o no se movilizó.
Así que esta cosa antigua, de que todo funciona tan simplemente por cuestiones de estímulos y respuestas que correspon­den a esos estímulos, no es así. Aún cuando en un circuito ele­mental como el del reflejo, en un arco reactivo corto llega el estímulo y sin ninguna voluntariedad sale la respuesta, aparte de ponerse en marcha una respuesta, inmediatamente se ha ge­nerado una imagen que está produciendo también su efecto. Así es que siempre va acompañando a la sensación, el surgimiento de una imagen. Y lo que moviliza en realidad las actividades no es la percepción, sino la imagen.
Vamos a ver cómo esta imagen tiene propiedades que hemos estudiado cuando hemos hablado de la “tonicidad muscular” en que los músculos se ponen en un determinado tono de actividad siguiendo a las imágenes visuales. Las imágenes visuales van en una determinada dirección y los músculos se acomodan en esa dirección. ¿Es acaso el estímulo el que está moviendo los músculos? De ninguna manera. Es la imagen la que está moviendo los músculos. Debemos reconocer que determinadas imágenes no sólo activan nuestra musculatura externa, sino también la musculatura interna y que nu­me­­ro­sos fenómenos fisiológicos se ponen en marcha. La imagen moviliza fenómenos internos, lo que produce activi­dad hacia el mundo externo, como si la función de la imagen fuera devolver energía al mundo externo del cual llegaron las sensaciones.
Los sentidos internos tienen que recibir también información de lo que va pasando en las actividades de mi conciencia, porque si no tuviera esa información, yo no po­dría dar continuidad a esos procesos. Así es que los sentidos internos es­tán captando no sólo datos viscerales, datos del intracuerpo, sino que es­­­tán cap­tando también lo que pasa con mis actividades y con las operaciones de mi conciencia.
El “aparato” formador de imágenes funciona en distintos niveles de trabajo contribuyendo a modificar la actividad no sólo de esta conciencia, de este coordinador, sino de los apa­ra­tos mismos de información de la memoria y de la actividad de los centros.
Desde luego que llegan datos del funcionamiento de la con­cien­cia, a los sentidos internos. A su vez, la conciencia también puede actuar para orientar a los sentidos en una dirección o en otra y hacer que se atienda a una franja sensorial y se desatienda a otra. Esas, en realidad, son funciones de la con­ciencia más que funciones de los sentidos. Debemos estudiar eso cuando toquemos el tema de la estructuración que efec­túa la conciencia. Pero, de todos modos, es bueno advertir que los sentidos están movidos por la actividad de los fe­nó­me­nos que llegan hasta ellos y también están movidos por la dirección que imprime el aparato coordinador. Cuando los sentidos no se limitan sólo a recibir impresiones del mundo ex­terno o interno, sino que son intencionalmente direc­cio­na­dos, entonces estamos en pre­sencia del fenómeno de re­ver­si­bi­li­dad. Es muy distinto sentir ruido, porque ese ruido se produce sin la participación de mi intención, a ir a buscar un de­ter­minado ruido. Cuando estoy buscando con mis sentidos una determinada cosa, estoy dirigiendo la actividad del sentido a partir de los mecanismos del coordinador. Y también, apar­te de dirigir los sentidos, es muy distinto cuando sim­ple­men­te percibo un dato a cuando tengo conciencia de la percepción de ese dato. Yo escucho el timbre y eso no me sig­nifica gran cosa. Pero cuando escucho el timbre y este escuchar el timbre es para mí concientizado, en el sentido que lo aíslo de una masa indiferenciada de estímulos y le pres­to atención, entonces estoy trabajando no con la percepción de un estí­mu­lo indiferenciado, sino con la apercepción sobre ese estímulo. Hay un trabajo entonces que no es de simple detección y luego percepción, sino que hay un trabajo en donde le pongo atención a la percepción. A eso le llamo “aper­­cep­ción”. Es más, puedo disponer a todos mis sentidos en la di­rección de la apercepción. Observan que es muy diferente el li­mi­tarse a estar montado en una masa de percepciones, a estar en una actitud aperceptiva. En esta actitud todos los estímulos que van llegando son registrados con atención. Puedo estar en una actitud aburrida y de todos modos llegar los estímulos, o puedo estar en una actitud atenta a que salten los estímulos, co­mo el cazador espera que salte la liebre. Puedo estar muy atento esperando el surgimiento de de­terminados estímulos y aún cuando los estímulos no surjan, es­toy en actitud aperceptiva. Tener en cuenta el mecanismo de reversibilidad va a ser importante para comprender el pro­ble­ma de los niveles de trabajo de la conciencia y para precisar algunos fenómenos ilusorios.

Estamos tratando de destacar, entre otras cosas, que los sen­­tidos no están llevando sólo información del mundo externo, sino que los sentidos trabajan muy complejamente, que son dirigidos en algunas de sus partes por la actividad de la conciencia. No están influyendo sobre los sentidos simple­mente los fenómenos del mundo externo o los fenóme­nos internos viscerales, sino que la actividad de la conciencia va influyendo sobre el trabajo de los sentidos. De no ser esto así, no se explicaría que ciertas perturbaciones de la conciencia modificaran el registro que se tiene del mundo externo. Ejemplificando: diez personas distintas pueden, sobre un mismo objeto, tener una percepción distinta (aunque estén colocadas a la misma distancia, en las mismas condiciones luminosas, etcétera), porque hay determinados objetos que se prestan para que la conciencia proyecte so­bre ellos su trabajo. En realidad la conciencia no proyecta sobre los ob­jetos su tra­bajo; la conciencia proyecta sobre los sentidos su trabajo y en­­tonces modifica el sistema de percepción. La conciencia puede proyec­tar sus imágenes sobre el aparato de recepción, el aparato de recepción pue­de devolver esta estimulación interna y entonces se puede tener el re­gistro de que el fenómeno ha llegado desde el exterior. Si esto es así, en­ton­ces determinados funcionamientos de la conciencia pueden modificar la es­tructuración que hacen los sentidos de los datos del mundo externo.
Silo

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