miércoles, 26 de junio de 2013

La especialización de las respuestas frente a los estímulos externos e internos. Los centros.


Con la idea de “centro” se engloba el trabajo de diferentes puntos físicos, a veces muy separados entre sí. Es decir, que un centro de respuesta resulta de una relación entre distintos puntos del cuerpo. Si hablamos del centro del movimiento advertimos que no está ubicado en un lugar físico preciso sino que corresponde a la acción de muchos puntos corporales. Y lo mismo va a pasar con operaciones más complejas que las simples operaciones de respuesta del cuerpo. Cuando se habla de las emociones en el ser humano, da la impresión de que hubiera un punto desde el cual se manejaran todas las emociones. Y eso no es así. Hay numerosos puntos que son los que al trabajar coordinadamente, provocan esa respuesta que vamos a llamar “emotiva”.
Así pues, los aparatos que controlan la salida de los impulsos hacia el mundo de la respuesta, son los que conocemos como “centros”. El mecanismo de estímulo y respuesta refleja se va complejificando hasta que la respuesta se hace diferida y van interviniendo circuitos de coordinación capaces de canalizar las respuestas, precisamente, por distintos centros. Así es que la respuesta diferida ha hecho numerosos recorridos antes de efectuarse hacia el mundo externo.
Diferenciamos entre un estímulo que puede llegar desde los sentidos a la conciencia, del impulso que puede llegar desde la memoria. En este segundo caso se verifican numerosas operaciones y de acuerdo al nivel de la señal elaborada en la conciencia, se selecciona la salida por un centro u otro. Ejem­pli­ficando. Damos un golpe en una parte de la pierna, en la ro­dilla, y la pierna se mueve sin necesidad de que ese estímulo pase por los complicados mecanismos de con­ciencia que elaboran finalmente su señal en forma de imagen, imagen que va buscando el nivel correspondiente en el sistema de representación y de ahí actúa sobre el centro adecuado para volcar la respuesta al mundo. Es cierto que en la respuesta refleja, casi simultáneamente con ella, se configura una imagen, pero el estímulo ha pasado limpiamente desde el aparato de recepción al centro. Tomando ahora la señal que se desdobló como ima­gen se puede seguir su transformación hasta llegar co­mo im­pulso a la memoria, allí archivarse y volver al mecanismo de coordinación en el que se elabora una nueva imagen y aunque el estímulo haya desaparecido ya (cuando se efectuó la respuesta refleja), desde la memoria se puede seguir enviando información, manteniendo una imagen que, a su vez, refuerza la actividad del centro de salida.
Los centros trabajan estructurados entre sí y con registros pro­pios (al par del registro general que tiene el coordinador), por la información que llega desde los sentidos internos en el momento de accionar en el medio y también por las conexiones entre los centros y el coordinador. También se tiene conciencia de lo que va pasando con la actividad de los centros, por cuanto los centros al efectuar trabajos de respuesta también dan señal interna al aparato de sensación. Así pues, los centros pueden seguir dando señal de respuesta; pueden detener esa señal de respuesta; la señal en cuestión que llega a los centros puede correrse y buscar otro canal, etcétera, gracias a que en la misma salida hay una vuelta de la señal hacia un aparato interno que registra lo que está pasando con la respuesta. Así pues, si lanzo mi mano en una dirección, esta mano podría seguir de largo; podría no llegar al objeto; podría cometer numerosos errores si es que de este movimiento no fuera teniendo también sensación interna, al par que voy teniendo sensación por los otros sentidos que van registrando las diversas operaciones. Ahora, si tuviera que empujar delicadamente este libro que está delante de mí sobre la mesa tendría que regular el impulso de mi mano porque si me equivocara en esto, el libro podría caer al suelo. Es más, la resistencia que este libro me presenta me indica cuan­ta presión tengo que ejercer y a esto lo voy sabiendo gracias a la res­puesta. Es decir, la acción motriz que desarrollo sobre el libro encuentra una determinada resistencia de la cual tengo sensación interna, gracias a esa sensación interna voy regulando la actividad. Así es que se tiene sensación de la actividad de los centros de respuesta.
El centro vegetativo es la base del psiquismo en el que se activan los ins­tintos de conservación individual y de la especie y que excitados por se­ñales correspondientes de dolor y placer se movilizan en defensa y ex­p­ansión de la estructura total. De tales instintos no tengo registro sino por determina­das señales. Tales instintos se manifiestan fuertemente en el mo­mento en que se compromete una parte o la totalidad de la estructura. También el centro vegetativo se moviliza por imá­genes, pero imágenes de registro cenestésico. Y estas imá­genes vienen promovidas por el estado de sueño o de fa­tiga, por ejemplo. Se tiene registro cenestésico de este estado, se tiene registro cenestésico de lo que luego se va a convertir en sensación de hambre; se tiene registro del reflejo del sexo. El registro cenestésico aumenta en caso de enfermedad, pero también en caso de au­sencia de sensaciones externas. Este centro da respuestas compensado­ras, equi­li­bra­doras, a esos impulsos cenestésicos que van llegando de dis­tintas partes de la estructura. Aún cuando la se­ñal sen­so­rial vaya al centro vegetativo y dé respuesta, esa se­ñal puede actuar también sobre la me­moria y de memoria llegar a coor­dinación y tener conciencia de esas se­ñales. Pero no es la conciencia de esas señales la que moviliza la res­puesta del centro vegetativo.
El centro sexual es el colector y distribuidor energético principal que opera por concentración y difusión alternadas, con aptitud para movilizar la energía en forma localizada o en forma difundida. Su trabajo es volunta­rio y también involuntario. Y pasa un poco como con el centro vegetativo, del cual a su vez es una especialización, la especialización más inmediata. La tensión en este centro da fuertes registros cenestésicos y desde él se distribuye la energía al resto de los centros. La disminución de la ten­sión en el centro sexual se produce por descargas propias de este centro, por descargas a través de los demás centros y por transmisión de señal a la conciencia que la convierte en imagen. También puede colectar tensiones del cuerpo y de los otros centros ya que está fuertemente ligado al aparato vegetativo, el cual toma las señales de todos los impulsos cenestésicos. La estructura vegetativo-sexual, es la base a par­tir de la cual se organizan todos los centros y, por tanto, todo el sistema de respuestas. Y esto es así porque aquellos están ligados directamente a los instintos de conservación individual y de conservación de la especie. Esta base instintiva es la que nutre el funcionamiento de todos los otros sistemas de respuesta. Fallando esta base de respuestas sobre la que se asientan los otros aparatos de respuesta, se registrarán perturbaciones en toda la cadena de respuestas.
El centro motriz actúa como regulador de los reflejos externos y de los hábitos del movimiento. Permite el desplazamiento del cuerpo en el espacio trabajando con tensiones y relajaciones.
El centro emotivo es el regulador y sintetizador de respuestas situacionales mediante su trabajo de adhesión o rechazo. De ese trabajo del centro emotivo se registra esta particular aptitud del psiquismo para experimentar las sensaciones de acercarse a lo placentero o de alejarse de lo doloroso, sin que por esto el cuerpo necesariamente actúe. Y puede su­ceder que no exista referencia objetal externa y sin embargo se experimente la emoción del rechazo o el estado de adherencia, porque se trataría de objetos de la propia representación que provocan (por el surgimiento de imágenes), disparos del centro emotivo. Ejemplificando, no habría que huir, ya que no existe peligro objetal, sin embargo se está huyendo del “peligro” de la propia representación.
El centro intelectual responde a impulsos de los mecanismos de conciencia conocidos como abstracción, clasificación, asociación, etcétera. Trabaja por selección o confusión de imágenes, en una gama que va desde las ideas a los distintos tipos de imaginación, dirigida o divagatoria, pudiendo elaborar for­mas de respuesta como imágenes simbólicas, sígnicas y alegóricas. Aunque éstas parecen abstractas e “inmateriales” de ellas se tiene registro sensorial interno y se las puede recordar, seguir su transformación en una secuencia y registrar sensaciones de acierto o error.
Existen diferencias de velocidad en el dictado de respuestas al medio. Tal velocidad es proporcional a la complejidad del centro. Mientras el intelecto elabora una respuesta lenta, la emo­ción y la motricidad lo hacen con más velocidad, siendo la ve­locidad interna del funcionamiento vegetativo y del sexo, considerablemente mayor a la velocidad de los otros centros.
El funcionamiento de los centros es estructural. Esto se registra por las concomitancias en los otros centros cuando uno está actuando como primario. Al trabajo intelectual lo acom­paña un tono emotivo, por ejemplo cierto agrado por el estudio que se está efectuando y que ayuda a mantenerse en el trabajo. Mientras, en este caso, la motricidad se reduce al mínimo. Así es que al trabajar el centro de respuesta inte­lec­tual, el mantenimiento de la carga lo hace la emotividad pero en desmedro del centro contiguo que es el motriz y que tiende a inmovilizarse a medida que se acentúa el interés in­telectual. Si se tratara de la recomposición vegetativa por en­fermedad, el sujeto experimentaría fatiga o debilidad y toda la energía iría a la recuperación del cuerpo. Tal centro trabajaría plenamente para dar respuestas internas equilibradoras y la actividad de los otros centros se reduciría al mínimo.
Los centros pueden trabajar en disfunción, lo que ocasiona tam­bién errores de respuesta. Las contradicciones en el traba­jo entre centros surgen cuando las respuestas no se organizan estructuradamente y los centros disparan actividad en direcciones opuestas entre sí.
Estos centros que vamos separando para su mejor comprensión en rea­lidad están trabajando en estructura circulan­do entre ellos energía psi­co­física o, más simplemente, energía nerviosa. En general, cuando la ac­tividad aumenta en unos cen­tros, disminuye en otros. Es como si siempre trabajá­ra­mos con una determinada carga. Y entonces, con esa mis­ma can­tidad de carga, cuando unos trabajan más los otros tendrán que trabajar menos. Cuando alguien corre el centro motriz trabaja máximamente, pero el centro vegetativo debe regular funciones internas. La emotividad puede incluso ser el motivo de esa carrera, de esa persona que corre. Y el corredor, por último, puede estar haciendo operaciones intelectuales. Ejem­plifiquemos: está corriendo porque alguien lo persigue y mientras corre está buscando por donde deslizarse con mayor facilidad, está buscando el modo de escapar de aquella cosa amenazante que va tras él. Así es que son muchas las co­sas que se podrían hacer mientras se corre. Lo más pondera­ble, en este caso, es la actividad motriz. La energía en el inte­lec­­to disminuye cada vez que el centro motriz se pone en mar­cha. En nuestro ejemplo, es bastante di­fícil andar corriendo mien­tras a uno le persiguen y hacer cálculos matemáticos si­multáneamente. Algo pasa en el intelecto mientras se está movilizando el centro motriz, pero eso no quiere decir que desaparezca su actividad. En el sexo prácticamente esa energía está anulada y en la emotividad esa energía actúa pero de un mo­­do variable de acuerdo a la in­citación que ha puesto en mar­cha esa carrera. Si una perso­na efectúa complejas operaciones matemáticas, su centro ve­getativo tenderá a aquietarse. O bien se aquieta el centro vegetativo o bien se dejan de hacer operaciones intelectuales.
Todas estas consideraciones tienen importancia práctica porque explican que la sobreactividad de un centro disminuye la actividad de los otros centros, particularmente de los centros que llamamos contiguos.
Hemos dado un orden a los centros hablando del intelectual, el emotivo, el motriz, el sexual y el vegetativo. Consideramos contiguos a los centros que en ese orden están lateralmente colocados frente al centro dado. Decíamos que la sobreactividad de un centro disminuye la actividad de los otros, particularmente la actividad de los centros contiguos. Esto último permite comprender, por ejemplo, que los bloqueos emotivos o las sobrecargas sexuales puedan modificarse desde una determinada actividad del centro motriz. Ese centro motriz actúa “catárticamente” (es la primera vez que vamos a usar esa palabra, que luego usaremos mucho), descargando tensiones. También explica que la actividad negativa del centro emotivo, por ejemplo la depresión (que no es una sobrecarga sino lo contrario), hace disminuir la carga intelectual y hace disminuir también la carga motriz. Y una carga positiva en el mismo centro, el en­tusiasmo por ejemplo (a diferencia de la depresión), puede rebasar el cen­­tro emotivo y producir sobrecarga en los contiguos: sobrecarga intelectual y sobrecarga motriz.
Es claro que cuando un centro se desborda y da energía también a otros lo está haciendo en desmedro de algún otro centro, porque la economía energética del conjunto es más o me­nos constante. Así que de pronto un centro se desborda, “se llena de entusiasmo”, empieza a lanzar energía a sus centros contiguos, pero alguien está perdiendo en eso. Al final termina por descargarse ese centro al cual se le está succionando toda la energía y de la cual usufructúan los demás. Ese centro termina por descargarse y esta descarga empieza a invadir a los otros centros hasta que, finalmente, todos ellos se descargan. En ese sentido, si tuviéramos que hablar de un centro que da energía a toda la maquinaria, hablaríamos del cen­tro vegetativo.
El centro sexual es un colector importante de la energía psicofísica. El va a ponderar la actividad de todos los otros centros influyendo en ellos de un modo manifiesto o tácito. Por lo tanto, estará incluido hasta en las actividades superiores de la conciencia, en las actividades más abstractas. Y hará que esa conciencia busque en una u otra dirección abstracta pero experimentando un especial gusto o un especial disgusto por esas direcciones.
Independientemente de los estímulos que van llegando del mundo externo, los centros trabajan con un ciclaje característico. Cuando los estímulos llegan, el ritmo normal que tiene un centro se ve modificado pero luego retoma su nivel de trabajo con el ritmo que le es propio. Estos ciclos y ritmos son diferentes y producen ciertas repeticiones características. Re­co­­nocemos los ciclos respiratorios, los ciclos cir­cu­­la­torios, los ciclos digestivos. Pertenecen al mismo centro, pero no es que el centro vegetativo tenga un solo ritmo sino que en ese centro se verifican distintas actividades y cada una de ellas tiene distinto ritmo. A ese tipo de ritmos, co­mo los que hemos mencionado, se los conoce como ciclos cortos. Así mismo, existen ciclos diarios y otros de ma­yor amplitud. Hay ciclos de etapa biológica. El trabajo co­tidiano, por ejemplo, está organizado de acuerdo a edades y es inadecuado poner a un niño de cinco años, o a un se­ñor de 80, en actividades propias de personas jóve­nes adultas.

Debemos agregar, por último, que la actividad de los centros se registra en ciertos puntos del cuerpo aunque esos puntos no sean los centros. El registro del centro vegetativo, por ejemplo, es un registro corporal interno, difuso. Cuando uno siente su cuerpo lo experimenta de modo difuso y no sólo en una parte o zona precisa. El registro del sexo se expe­ri­menta en el plexo sexual. El registro de algunas emociones se verifica en el ple­xo cardíaco y en la zona respiratoria. El tra­bajo intelectual se experimenta en la cabeza (“se piensa con la cabeza”, se dice). Y no se debe confundir aquello que mo­viliza las actividades, con el registro de esas actividades. Lo que moviliza actividades es llamado por nosotros “centro” y tiene su base neuroendócrina dispersa, mientras que el re­gistro de las actividades de los centros se experimenta preferentemente en algunos puntos localizados del cuerpo.
Silo

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