Con la
idea de “centro” se engloba el trabajo de diferentes puntos físicos, a veces
muy separados entre sí. Es decir, que un centro de respuesta resulta de una
relación entre distintos puntos del cuerpo. Si hablamos del centro del
movimiento advertimos que no está ubicado en un lugar físico preciso sino que
corresponde a la acción de muchos puntos corporales. Y lo mismo va a pasar con
operaciones más complejas que las simples operaciones de respuesta del cuerpo.
Cuando se habla de las emociones en el ser humano, da la impresión de que
hubiera un punto desde el cual se manejaran todas las emociones. Y eso no es
así. Hay numerosos puntos que son los que al trabajar coordinadamente, provocan
esa respuesta que vamos a llamar “emotiva”.
Así pues, los aparatos que controlan
la salida de los impulsos hacia el mundo de la respuesta, son los que conocemos
como “centros”. El mecanismo de estímulo y respuesta refleja se va
complejificando hasta que la respuesta se hace diferida y van interviniendo
circuitos de coordinación capaces de canalizar las respuestas, precisamente,
por distintos centros. Así es que la respuesta diferida ha hecho numerosos
recorridos antes de efectuarse hacia el mundo externo.
Diferenciamos entre un estímulo que puede llegar desde los
sentidos a la conciencia, del impulso que puede llegar desde la memoria. En
este segundo caso se verifican numerosas operaciones y de acuerdo al nivel de
la señal elaborada en la conciencia, se selecciona la salida por un centro u
otro. Ejemplificando. Damos un golpe en una parte de la pierna, en la rodilla,
y la pierna se mueve sin necesidad de que ese estímulo pase por los complicados
mecanismos de conciencia que elaboran finalmente su señal en forma de imagen,
imagen que va buscando el nivel correspondiente en el sistema de representación
y de ahí actúa sobre el centro adecuado para volcar la respuesta al mundo. Es
cierto que en la respuesta refleja, casi simultáneamente con ella, se configura
una imagen, pero el estímulo ha pasado limpiamente desde el aparato de
recepción al centro. Tomando ahora la señal que se desdobló como imagen se
puede seguir su transformación hasta llegar como impulso a la memoria, allí
archivarse y volver al mecanismo de coordinación en el que se elabora una nueva
imagen y aunque el estímulo haya desaparecido ya (cuando se efectuó la
respuesta refleja), desde la memoria se puede seguir enviando información,
manteniendo una imagen que, a su vez, refuerza la actividad del centro de
salida.
Los centros trabajan estructurados entre sí y con registros propios
(al par del registro general que tiene el coordinador), por la información que
llega desde los sentidos internos en el momento de accionar en el medio y
también por las conexiones entre los centros y el coordinador. También se tiene
conciencia de lo que va pasando con la actividad de los centros, por cuanto los
centros al efectuar trabajos de respuesta también dan señal interna al aparato
de sensación. Así pues, los centros pueden seguir dando señal de respuesta;
pueden detener esa señal de respuesta; la señal en cuestión que llega a los
centros puede correrse y buscar otro canal, etcétera, gracias a que en la misma
salida hay una vuelta de la señal hacia un aparato interno que registra lo que
está pasando con la respuesta. Así pues, si lanzo mi mano en una dirección,
esta mano podría seguir de largo; podría no llegar al objeto; podría cometer
numerosos errores si es que de este movimiento no fuera teniendo también
sensación interna, al par que voy teniendo sensación por los otros sentidos que
van registrando las diversas operaciones. Ahora, si tuviera que empujar
delicadamente este libro que está delante de mí sobre la mesa tendría que
regular el impulso de mi mano porque si me equivocara en esto, el libro podría
caer al suelo. Es más, la resistencia que este libro me presenta me indica cuanta
presión tengo que ejercer y a esto lo voy sabiendo gracias a la respuesta. Es
decir, la acción motriz que desarrollo sobre el libro encuentra una determinada
resistencia de la cual tengo sensación interna, gracias a esa sensación interna
voy regulando la actividad. Así es que se tiene sensación de la actividad de
los centros de respuesta.
El centro vegetativo es la base del psiquismo en el que
se activan los instintos de conservación individual y de la especie y que
excitados por señales correspondientes de dolor y placer se movilizan en
defensa y expansión de la estructura total. De tales instintos no tengo
registro sino por determinadas señales. Tales instintos se manifiestan
fuertemente en el momento en que se compromete una parte o la totalidad de la
estructura. También el centro vegetativo se moviliza por imágenes, pero
imágenes de registro cenestésico. Y estas imágenes vienen promovidas por el
estado de sueño o de fatiga, por ejemplo. Se tiene registro cenestésico de
este estado, se tiene registro cenestésico de lo que luego se va a convertir en
sensación de hambre; se tiene registro del reflejo del sexo. El registro
cenestésico aumenta en caso de enfermedad, pero también en caso de ausencia de
sensaciones externas. Este centro da respuestas compensadoras, equilibradoras,
a esos impulsos cenestésicos que van llegando de distintas partes de la
estructura. Aún cuando la señal sensorial vaya al centro vegetativo y dé
respuesta, esa señal puede actuar también sobre la memoria y de memoria
llegar a coordinación y tener conciencia de esas señales. Pero no es la
conciencia de esas señales la que moviliza la respuesta del centro vegetativo.
El centro sexual es el colector y distribuidor energético
principal que opera por concentración y difusión alternadas, con aptitud para
movilizar la energía en forma localizada o en forma difundida. Su trabajo es
voluntario y también involuntario. Y pasa un poco como con el centro
vegetativo, del cual a su vez es una especialización, la especialización más
inmediata. La tensión en este centro da fuertes registros cenestésicos y desde
él se distribuye la energía al resto de los centros. La disminución de la tensión
en el centro sexual se produce por descargas propias de este centro, por
descargas a través de los demás centros y por transmisión de señal a la
conciencia que la convierte en imagen. También puede colectar tensiones del
cuerpo y de los otros centros ya que está fuertemente ligado al aparato
vegetativo, el cual toma las señales de todos los impulsos cenestésicos. La
estructura vegetativo-sexual, es la base a partir de la cual se organizan
todos los centros y, por tanto, todo el sistema de respuestas. Y esto es así
porque aquellos están ligados directamente a los instintos de conservación
individual y de conservación de la especie. Esta base instintiva es la que
nutre el funcionamiento de todos los otros sistemas de respuesta. Fallando esta
base de respuestas sobre la que se asientan los otros aparatos de respuesta, se
registrarán perturbaciones en toda la cadena de respuestas.
El centro motriz actúa como regulador de los reflejos
externos y de los hábitos del movimiento. Permite el desplazamiento del cuerpo
en el espacio trabajando con tensiones y relajaciones.
El centro emotivo es el regulador y sintetizador de
respuestas situacionales mediante su trabajo de adhesión o rechazo. De ese
trabajo del centro emotivo se registra esta particular aptitud del psiquismo
para experimentar las sensaciones de acercarse a lo placentero o de alejarse de
lo doloroso, sin que por esto el cuerpo necesariamente actúe. Y puede suceder
que no exista referencia objetal externa y sin embargo se experimente la
emoción del rechazo o el estado de adherencia, porque se trataría de objetos de
la propia representación que provocan (por el surgimiento de imágenes),
disparos del centro emotivo. Ejemplificando, no habría que huir, ya que no
existe peligro objetal, sin embargo se está huyendo del “peligro” de la propia
representación.
El centro intelectual responde a impulsos de los
mecanismos de conciencia conocidos como abstracción, clasificación, asociación,
etcétera. Trabaja por selección o confusión de imágenes, en una gama que va
desde las ideas a los distintos tipos de imaginación, dirigida o divagatoria,
pudiendo elaborar formas de respuesta como imágenes simbólicas, sígnicas y
alegóricas. Aunque éstas parecen abstractas e “inmateriales” de ellas se tiene
registro sensorial interno y se las puede recordar, seguir su transformación en
una secuencia y registrar sensaciones de acierto o error.
Existen diferencias de velocidad en el dictado de respuestas al
medio. Tal velocidad es proporcional a la complejidad del centro. Mientras el
intelecto elabora una respuesta lenta, la emoción y la motricidad lo hacen con
más velocidad, siendo la velocidad interna del funcionamiento vegetativo y del
sexo, considerablemente mayor a la velocidad de los otros centros.
El funcionamiento de los centros es estructural. Esto se
registra por las concomitancias en los otros centros cuando uno está actuando
como primario. Al trabajo intelectual lo acompaña un tono emotivo, por ejemplo
cierto agrado por el estudio que se está efectuando y que ayuda a mantenerse en
el trabajo. Mientras, en este caso, la motricidad se reduce al mínimo. Así es
que al trabajar el centro de respuesta intelectual, el mantenimiento de la
carga lo hace la emotividad pero en desmedro del centro contiguo que es el
motriz y que tiende a inmovilizarse a medida que se acentúa el interés intelectual.
Si se tratara de la recomposición vegetativa por enfermedad, el sujeto
experimentaría fatiga o debilidad y toda la energía iría a la recuperación del
cuerpo. Tal centro trabajaría plenamente para dar respuestas internas equilibradoras
y la actividad de los otros centros se reduciría al mínimo.
Los centros pueden trabajar en disfunción, lo que
ocasiona también errores de respuesta. Las contradicciones en el trabajo
entre centros surgen cuando las respuestas no se organizan estructuradamente y
los centros disparan actividad en direcciones opuestas entre sí.
Estos centros que vamos separando para su mejor comprensión en
realidad están trabajando en estructura circulando entre ellos energía psicofísica
o, más simplemente, energía nerviosa. En general, cuando la actividad aumenta
en unos centros, disminuye en otros. Es como si siempre trabajáramos con una
determinada carga. Y entonces, con esa misma cantidad de carga, cuando unos
trabajan más los otros tendrán que trabajar menos. Cuando alguien corre el
centro motriz trabaja máximamente, pero el centro vegetativo debe regular
funciones internas. La emotividad puede incluso ser el motivo de esa carrera,
de esa persona que corre. Y el corredor, por último, puede estar haciendo
operaciones intelectuales. Ejemplifiquemos: está corriendo porque alguien lo
persigue y mientras corre está buscando por donde deslizarse con mayor
facilidad, está buscando el modo de escapar de aquella cosa amenazante que va
tras él. Así es que son muchas las cosas que se podrían hacer mientras se
corre. Lo más ponderable, en este caso, es la actividad motriz. La energía en
el intelecto disminuye cada vez que el centro motriz se pone en marcha. En
nuestro ejemplo, es bastante difícil andar corriendo mientras a uno le
persiguen y hacer cálculos matemáticos simultáneamente. Algo pasa en el
intelecto mientras se está movilizando el centro motriz, pero eso no quiere
decir que desaparezca su actividad. En el sexo prácticamente esa energía está
anulada y en la emotividad esa energía actúa pero de un modo variable de
acuerdo a la incitación que ha puesto en marcha esa carrera. Si una persona
efectúa complejas operaciones matemáticas, su centro vegetativo tenderá a
aquietarse. O bien se aquieta el centro vegetativo o bien se dejan de hacer
operaciones intelectuales.
Todas estas consideraciones tienen importancia práctica porque
explican que la sobreactividad de un centro disminuye la actividad de los otros
centros, particularmente de los centros que llamamos contiguos.
Hemos dado un orden a los centros hablando del intelectual, el
emotivo, el motriz, el sexual y el vegetativo. Consideramos contiguos a los
centros que en ese orden están lateralmente colocados frente al centro dado.
Decíamos que la sobreactividad de un centro disminuye la actividad de los
otros, particularmente la actividad de los centros contiguos. Esto último permite
comprender, por ejemplo, que los bloqueos emotivos o las sobrecargas sexuales
puedan modificarse desde una determinada actividad del centro motriz. Ese
centro motriz actúa “catárticamente” (es la primera vez que vamos a usar esa
palabra, que luego usaremos mucho), descargando tensiones. También explica que
la actividad negativa del centro emotivo, por ejemplo la depresión (que no es
una sobrecarga sino lo contrario), hace disminuir la carga intelectual y hace
disminuir también la carga motriz. Y una carga positiva en el mismo centro, el
entusiasmo por ejemplo (a diferencia de la depresión), puede rebasar el centro
emotivo y producir sobrecarga en los contiguos: sobrecarga intelectual y
sobrecarga motriz.
Es claro que cuando un centro se desborda y da energía también a
otros lo está haciendo en desmedro de algún otro centro, porque la economía
energética del conjunto es más o menos constante. Así que de pronto un centro
se desborda, “se llena de entusiasmo”, empieza a lanzar energía a sus centros
contiguos, pero alguien está perdiendo en eso. Al final termina por descargarse
ese centro al cual se le está succionando toda la energía y de la cual usufructúan
los demás. Ese centro termina por descargarse y esta descarga empieza a invadir
a los otros centros hasta que, finalmente, todos ellos se descargan. En ese
sentido, si tuviéramos que hablar de un centro que da energía a toda la
maquinaria, hablaríamos del centro vegetativo.
El centro sexual es un colector importante de la energía
psicofísica. El va a ponderar la actividad de todos los otros centros
influyendo en ellos de un modo manifiesto o tácito. Por lo tanto, estará
incluido hasta en las actividades superiores de la conciencia, en las
actividades más abstractas. Y hará que esa conciencia busque en una u otra
dirección abstracta pero experimentando un especial gusto o un especial
disgusto por esas direcciones.
Independientemente de los estímulos
que van llegando del mundo externo, los centros trabajan con un ciclaje
característico. Cuando los estímulos llegan, el ritmo normal que tiene un
centro se ve modificado pero luego retoma su nivel de trabajo con el ritmo que
le es propio. Estos ciclos y ritmos son diferentes y producen ciertas
repeticiones características. Reconocemos los ciclos respiratorios, los
ciclos circulatorios, los ciclos digestivos. Pertenecen al mismo centro,
pero no es que el centro vegetativo tenga un solo ritmo sino que en ese centro
se verifican distintas actividades y cada una de ellas tiene distinto ritmo. A
ese tipo de ritmos, como los que hemos mencionado, se los conoce como ciclos
cortos. Así mismo, existen ciclos diarios y otros de mayor amplitud. Hay
ciclos de etapa biológica. El trabajo cotidiano, por ejemplo, está organizado
de acuerdo a edades y es inadecuado poner a un niño de cinco años, o a un señor
de 80, en actividades propias de personas jóvenes adultas.
Debemos agregar, por último, que la
actividad de los centros se registra en ciertos puntos del cuerpo aunque esos
puntos no sean los centros. El registro del centro vegetativo, por ejemplo, es
un registro corporal interno, difuso. Cuando uno siente su cuerpo lo
experimenta de modo difuso y no sólo en una parte o zona precisa. El registro
del sexo se experimenta en el plexo sexual. El registro de algunas emociones
se verifica en el plexo cardíaco y en la zona respiratoria. El trabajo
intelectual se experimenta en la cabeza (“se piensa con la cabeza”, se dice). Y
no se debe confundir aquello que moviliza las actividades, con el registro de
esas actividades. Lo que moviliza actividades es llamado por nosotros “centro”
y tiene su base neuroendócrina dispersa, mientras que el registro de las
actividades de los centros se experimenta preferentemente en algunos puntos
localizados del cuerpo.
Silo
No hay comentarios:
Publicar un comentario