jueves, 27 de junio de 2013

Comportamiento. Paisaje de FORMACIÓN.


El estudio de los centros, de los niveles de conciencia y del com­­portamiento en general, debe permitirnos articular una sín­tesis elemental del funcionamiento de la estructura psíquica humana. Debe permitirnos comprender, ele­men­tal­men­te también, estos mecanismos básicos que guían las activida­des del ser humano según sufrimiento o placer, y debe per­mi­tirnos comprender no sólo la captación real que esta es­truc­­tura humana hace de la realidad circundante, sino también la captación ilusoria que esta estructura hace de la reali­dad circundan­te y de la propia realidad. Esos son los puntos que importan pa­ra nosotros. Nuestro hilo conductor está lan­zado en di­rec­ción hacia la comprensión del sufrimiento, del placer y de los datos psicológicos que pudieran ser verda­de­ros o ilusorios.
Entremos en el tema del comportamiento.
El estudio del funcionamiento de los centros y el descu­bri­mien­to de sus ciclos y ritmos, permite entender velocidades y tipos de reacción frente al mundo en su aspecto más maquinal. Por otra parte, el examen de los ensueños y del núcleo de ensueño, nos pone en contacto con fuerzas inhibitorias o movilizadoras de ciertos comportamientos que se asumen fren­­te al mundo. Pero además del aspecto mecánico psíquico y corporal, ade­­más del aspecto mecánico del comportamiento, re­conocemos factores de tipo social, de tipo ambiental y de acu­mulación de experiencia a lo lar­go de la vida, que actúan con igual fuerza que los factores mecánicos en la formación de este comportamiento. Y esto es así porque aparte de las estimulaciones que pudieran llegar a la estructura psíquica (y a las cua­les ésta responde inmediatamente), hay otras es­ti­mu­la­ciones no ocasio­na­les que permanecen en la estructura y con­tinúan dando señal con relativa fijeza. Estamos hablando de este fenómeno de la retención de los instantes en que se producen los fenómenos. Estos fenómenos no se producen simplemente y desaparecen definitivamente. Todo fenómeno que se produce, que modifica la postura de esta estructura es, además, almacenado en ella. De mo­do que esta memoria con que cuenta esa estructura (me­mo­ria no sólo de los estímu­los sino memoria de las respuestas a los es­­tímulos, y memo­ria también de los niveles que trabajaron en el momento de los estímulos y de las respuestas), va a presionar, va a influir decisi­va­mente sobre los nuevos eventos que ocurran en el psiquismo. Así pues, no vamos a contar en cada fenómeno que se pro­duce con una si­tuación primera, sino que vamos a contar con el fenómeno y todo lo que le aconte­ció anteriormente. Cuan­do hablamos del comportamiento, nos referimos a este factor de retención temporal que es de suma importancia.
Un importante factor formador de conducta es la propia biografía, que es todo lo que ha ido sucediendo al sujeto a lo largo de su vida. Esto pesa en la estructura humana tanto co­mo el acontecimiento que en ese momento se produce. Vis­tas así las cosas, en un comportamiento determinado frente al mundo está pesando tanto el estímulo que en ese instante se recibe, como todo aquello que forma parte del proce­so anterior de esa estructura. Normalmente se tiende a pensar que este es un sistema simple de estímulo y de respuesta pero si hablamos de estímulo, también lo que ha acontecido anteriormente es un estímulo actual. La memoria no es, en este sentido, simple acumulación de hechos pasados. La me­mo­ria, en es­­te sentido, es un sistema de estímulos actuantes des­de el pa­sado. La memoria es algo que no simplemente se ha acumulado en esa estructura, sino que está vivo, está vi­gente y está actuando con pareja intensidad a la de los es­tímulos pre­sen­tes. Estos acontecimientos podrán o no ser evo­cados en un determinado nivel de conciencia pero sean o no evocados, su acción es fatal en todo instante en que la es­tructura va recibiendo estimulaciones del mundo y se va com­­portando frente al mundo. Parece importante tener en cuen­ta lo biográfico, lo histórico en la vida humana y conside­rar­lo actuante de un modo presente, no simplemente de un modo acumulativo como si se tratara de un reservorio que abre sus compuertas únicamente cuando se recuerdan los acon­tecimientos pasados. Se recuerden o no se recuerden aque­llos acontecimientos, ellos fueron los formadores del comportamiento.
Hablar de biografía es lo mismo que hablar de historia per­­­sonal. Pero esa historia personal, según la entendemos, es una his­to­ria viva y actuante. Esta historia personal nos lle­va a considerar un se­gundo aspecto y es el que aparece co­mo código frente a si­tua­ciones dadas. Es decir, los aconte­ci­mientos provenientes de un medio suscitan no una respuesta sino un sistema es­tructurado de respuesta. Y este sistema de respuesta sirve en momen­tos posteriores para efectuar com­portamientos similares.
Estos códigos de situación, es decir, conductas fijas que el ser humano adquiere (probablemente para ahorrar energía y también probablemente como protección de su integridad), son el conjunto de roles.
Los roles son hábitos fijos de comportamiento que se van formando por la confrontación con distintos medios en que le toca a una persona vi­vir: un rol para el trabajo, un rol pa­ra la familia, un rol para las amistades, etcétera. Estos ro­les no están actuando solamente cuando surge la con­frontación con un medio dado. Estos roles están actuando también en todo momento aunque no estemos confrontados con la situación dada. Se ma­­nifiestan, se ponen en evi­den­cia, cuando el estímulo de situación entra en una determi­na­da franja del comportamiento humano.
Distinguimos los roles familiares, los roles laborales, distintos roles de si­tuación que una persona puede haber fijado, puede haber grabado. Y en­tonces es claro que cuando esa persona entra a su trabajo su comportamiento se adecua, to­­ma un rol propio de su trabajo y que es diferente al rol que to­ma frente a su familia. Pero hay también en el rol que to­ma en esa situación dada, muchos componentes propios de los roles de confrontación con otras situaciones. Es como si numerosos roles de otras situaciones se fil­traran en la situación que está grabada para responder en ese medio. A ve­ces esos otros roles no se filtran sólo por acción, no se manifiestan con sus caracterís­ti­cas por acción sino por inhibición. Por ejemplo, una persona ha grabado su rol de trabajo, ha grabado su rol de familia y ha grabado otros numerosos roles. Pero su rol de familia es inhibitorio, su rol de tra­bajo no tiene ningún motivo para ma­ni­festarse inhibitoriamente, y enton­ces sucede que aparecen estas infiltraciones propias de la relación fa­mi­liar en la relación de trabajo, surgiendo fenómenos inhibitorios que no han sido grabados en el rol de trabajo. Esto es sumamente frecuente y entonces se produce una especie de traspase de da­tos inhibitorios o ac­ti­va­do­res de roles que corresponden a distintas franjas de confrontación con el mundo.
Así como hemos estado hablando de un trabajo de centros de tipo di­ná­­mico y estructural y no hemos hablado de esos centros como si fue­ran compartimentos estancos y aisla­dos; así como hemos hablado de un trabajo de niveles su­ma­­men­­te dinámico, estructural, en donde esos niveles son mu­­­tua­mente actuantes, estamos hablando en el com­por­­ta­mien­to también de una estructura (en este caso de roles), en la que su­cede algo más que soltar una ficha de computadora fren­te a un estímulo dado.
Se puede advertir una dinámica continua en la estructura hu­­mana. Buscando algunos ejemplos, vemos que la gente muy jo­ven no tiene formada todavía esa capa protectora de roles. Esa gente joven se encuentra desprotegida en la confrontación con el mundo porque no ha grabado aún determinados códigos. Puede haber grabado el código básico de relación fa­miliar y unos pocos más. A medida que avanza en edad y a me­dida en que el medio va exigiendo una cantidad de compor­ta­mientos, van am­plián­dose estas capas de roles. Esto es lo que debería suceder. En realidad eso no sucede completamen­te porque hay numerosos fenómenos que impiden esta ganancia en seguridad en el manejo del me­dio. Se producen errores de rol. Tal es el caso de un indivi­duo que se comporta en un lugar con el rol de otras situacio­nes. Por ejemplo, en su trabajo se com­porta con roles familia­res. Entonces se relaciona con su je­fe del modo en que se re­la­ciona con su hermano y esto trae apa­rejado, lógicamente, numerosos problemas y confrontacio­nes. También puede ha­ber error de rol cuando la situación es nue­va y el sujeto no acierta a adaptarse.
El estudio de la historia personal, el estudio de la biografía, y el estudio de estos códigos de comportamiento, de estos roles de comportamiento, aclaran algunos aspectos y arrojan luz sobre algunas inhibiciones en otros campos. Por ejem­plo, en el trabajo de los centros y también en la estructuración de los ensueños. De manera que estos centros y esos niveles de trabajo también son modificados en su acción por estas codificaciones que se van haciendo, por esta historia personal, por esta biografía.
Podemos afinar un poco más nuestro estudio sobre el com­por­tamiento haciendo ingresar unos conceptos que resultarán sencillos y operativos. Así pues, llamamos “paisaje de for­mación” al conjunto de grabaciones que configuran el substrato biográfico sobre el que van sedimentando há­bitos y rasgos bá­sicos de personalidad. La formación de ese paisaje co­mien­za en el nacimiento. Las grabaciones estruc­tu­ra­das básicas com­prometen no sólo a un sistema de recuerdos sino a tonos afectivos, a una forma característica de pensar, a una manera típica de actuar y, en definitiva, a un modo de experimentar el mundo y de actuar en él.
La estructuración que progresivamente vamos haciendo del mundo que nos rodea está fuertemente influida por esa ba­se de re­cuerdos que com­prendió objetos tangibles, pero tam­bién in­tan­­gibles como valores, mo­tivaciones sociales y re­la­ciones ­in­ter­­personales. Podemos considerar a nuestra in­fan­cia como la etapa vital en la que el paisaje de formación se articuló plenamente. Recordamos a la familia funcionan­do de distinta manera que en el día de hoy; también se ha mo­dificado nuestra concepción de la amistad, del com­pa­ñe­ris­­mo y, en general, de las relaciones interpersonales. Los es­tamentos sociales tenían, en aquella época, una definición diferente y también ha variado lo que se debía hacer y lo que no (la normativa epocal), los ideales personales y gru­pa­les. En otras palabras: los objetos intangibles que constituyeron nuestro paisaje de formación, se han modificado. Sin embargo, el paisaje de formación se sigue ex­presando en nuestra conducta como un modo de ser y de movernos en­tre las personas y las cosas. Ese paisaje también es un to­no afectivo ge­neral y una “sensibilidad” de época no con­cor­dante con la actual.
Debemos considerar a la “mirada” propia y la de los otros, co­mo de­ter­minantes importantes de nuestro paisaje de for­ma­­ción. Son numerosos los factores que han actuado en no­sotros para ir produciendo un comportamiento personal a lo largo del tiempo, una codificación sobre la base de la cual damos respuestas y nos ajustamos al medio. La propia mi­rada sobre el mundo y las miradas ajenas sobre uno mismo, actuaban pues como reajustes de conducta y gracias a to­do esto se fue formando un com­portamiento. Hoy contamos con un enorme sistema de códigos acuñado en aquella eta­pa de for­mación y lo experimentamos como un “trasfondo” biográfico al cual responde nuestra conducta aplicándo­se a un mundo que, sin embargo, ha cambiado.

Numerosas conductas forman parte de nuestro comporta­mien­­to típico actual. A esas conductas podemos entenderlas como “tácticas” que utilizamos para desenvolvernos en el mun­do. Muchas de esas tácticas han resultado adecuadas hasta ahora, pero hay otras que reconocemos como ino­pe­ran­­tes y hasta como generadoras de conflicto. Y todo esto tie­ne no poca importancia al juzgar a nuestra propia vida en torno al te­ma de la adaptación creciente. A estas alturas se está en con­diciones de comprender las raíces de numerosas com­pulsiones asociadas a conductas iniciadas en el paisaje de formación. Pero la modificación de conductas ligadas a va­lores y a una determinada sensibilidad, difícilmente pueda realizarse sin tocar la estructura de relación global con el mun­do en que se vive actualmente.
Silo

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