Los sistemas de respuesta (no hay respuestas aisladas)
van organizando una personalidad, mediadora con el ambiente, que para su mejor
dinámica articula distintos roles como sistemas codificados de respuesta.
La personalidad cumple con una
función precisa, que es la de buscar la menor resistencia en el medio. Esta
organización de roles que ofrecen menor dificultad en la relación ambiental se
va codificando de acuerdo al aprendizaje por acierto y error. La acumulación de
conducta ordena un sistema de roles ligados a situaciones, en donde unos
aparecen mientras otros se ocultan. Este caso es muy ilustrativo como sistema
de adaptación. Con el tiempo se van organizando lo que podríamos llamar
“círculos de personalidad”, en distintas capas de profundidad. Estos círculos
se articulan de acuerdo a las indicaciones de los ensueños y a los medios
ambientales de mayor frecuentación. Ahora bien, en este juego de roles que
tratan de ofrecer menor resistencia al medio, éstos pueden ajustarse o no a un
consenso convencionalmente aceptado, dando respuestas típicas o atípicas,
respectivamente. Las respuestas típicas no sólo son codificadas por el
individuo sino también por grupos sociales amplios, de tal manera que cuando en
estos grupos surge una respuesta distinta a la habitual puede resultar
desconcertante. Esto puede ocurrir sobre todo en situaciones nuevas, para las
que no hay respuesta codificada. La respuesta que se da en esos casos puede resultar
oportuna o inoportuna. Así, aparecen las respuestas atípicas sin coincidencia
con la situación, pudiéndose ponderar el grado de inadecuación que
manifiestan. Las respuestas típicas, si bien pueden ser adecuadas en un
medio que se mantiene sin mayores cambios, no lo son en un medio cambiante que
en su dinámica modifica costumbres, valores, etcétera. En ocasiones, la tipicidad
de las respuestas es un bloqueo para la adaptación al cambio. Hay otras
manifestaciones atípicas que actúan como catarsis de tensiones, o manifestando
emociones negativas como catarsis de climas. Ambas respuestas atípicas
surgen por presión de los impulsos internos que se expresan en situaciones
no necesariamente coincidentes. En este caso, las tensiones y los climas
operan como ruido situacional, irrumpiendo en el medio con brusquedad. Desde
el punto de vista de la adaptación creciente, los tipos de conducta que interesan
son aquellos que cuentan con numerosas opciones de respuesta, situación que
permitirá un ahorro de energía utilizable para nuevos pasos de adaptación. Por
tanto, habrá respuestas de adaptación creciente, pero también respuestas de adaptación
decreciente y esto habrá de suceder tanto en las respuestas atípicas como en
las típicas con sus distintos grados de oportunidad. Así, la conducta
particular puede cumplir o no con una función adaptativa.
Podemos ponderar los cambios de conducta como significativos o
circunstanciales. Un cambio será significativo si la nueva orientación es hacia
la línea evolutiva y será circunstancial cuando sólo haya reemplazo de roles,
de ideología, ampliación de los círculos de personalidad, apogeo o decadencia
de ensueños, etcétera. Nada de esto último es indicador de un cambio interno de
importancia. Hay cambio significativo de conducta, desde un punto de vista más
general, cuando se agota una instancia psíquica porque los contenidos vigentes
en una instancia (con su temática y argumentación características), se van
desgastando hasta agotarse. El psiquismo se orienta entonces hacia una nueva
instancia como respuesta articulada en su relación con el mundo.
La conducta es un indicador de los cambios que interesan. Muchas
decisiones de cambio, o planes de cambio, quedan encerrados en el psiquismo
y por esto no indican modificación, mientras que cuando se expresan en
verdaderos cambios de conducta es porque ha ocurrido alguna modificación en la
estructura conciencia-mundo.
Silo
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