La vida
desde sus comienzos se ha manifestado en numerosas formas. Muchas son las especies
que han desaparecido por no adaptarse al medio, a las nuevas circunstancias.
Los seres vivos tienen necesidades que van a satisfacer en su medio ambiente.
Esta situación en el medio ecológico se da en continuo movimiento y cambio. La
relación es inestable y desequilibrada, provocando en el organismo respuestas
que tienden a compensar ese desequilibrio y así poder mantener la estructura,
que de otro modo desaparecería bruscamente. Así, vemos a la naturaleza
viviente desplegarse con variedad de formas en un medio ambiente de numerosas
características, distintas y cambiantes, y en su base mecanismos simples de
compensación frente al desequilibrio que hace peligrar la permanencia de la
estructura.
La adaptación al cambio externo
implica también un cambio interno en el organismo para su supervivencia. Cuando
este cambio interno no se produce en los seres vivos, éstos van desapareciendo
y la vida elige otras vías para seguir su expansión creciente. Siempre en lo
vital estará presente el mecanismo de responder compensatoriamente al
desequilibrio, que según el desarrollo de cada especie, tendrá mayor o menor
complejidad. Esta tarea de compensar al medio externo, y también a las
carencias internas, se va a comprender como adaptación (y específicamente como
adaptación creciente), como única manera de permanecer en la dinámica de la
inestabilidad en movimiento.
La vida animal, particularmente, se va a desarrollar según
funciones de nutrición, reproducción y locomoción. Desde luego que también en
la vida vegetal y aún en los seres unicelulares existen estas funciones, pero
claramente en los animales estas funciones relacionan constantemente el
organismo con su medio manteniendo la estabilidad interna de la estructura, lo
que se va a expresar más especializadamente como tendencias vegetativas, como
“instintos” de conservación y de reproducción. El primero mantiene la
estructura individual y el segundo de la especie. En esta preparación de los
organismos para conservarse como individuos y perpetuarse como especie, se
expresa la inercia (diríamos la “memoria”), que tiende a asegurar la
permanencia y continuidad a pesar de las variaciones.
En los animales, las funciones de nutrición y reproducción van a
necesitar de la locomoción para poder desenvolverse. Ésta permite el
desplazamiento en el espacio para la consecución de alimentos; internamente hay
también una movilidad, un transporte de sustancias para ser asimiladas por los
organismos. La reproducción va a ser interna en el individuo y externa en la
multiplicación de individuos. La primera se verifica como generación y regeneración
de tejidos, la segunda, como producción de individuos dentro de la misma
especie. Ambas van a hacer uso de la locomoción para cumplir su cometido.
La tendencia hacia el ambiente en la búsqueda de fuentes de
abastecimiento, hacia la huída o encubrimiento frente al peligro, dan dirección
y movilidad a los seres vivos. Estas tendencias particulares en cada especie
forman un equipo de tropismos. El tropismo más sencillo consiste en dar
respuesta frente al estímulo. Esta mínima operación de responder a un elemento
ajeno al organismo que provoca un desequilibrio en la estructura, para
compensar y restablecer la estabilidad, va a manifestarse luego de manera
diversa y compleja. Todas las operaciones van a dejar “huellas” que para las
nuevas respuestas serán vías de preferencia (en un tiempo 2 se opera sobre la base de las condiciones
obtenidas en un tiempo 1). Esta
posibilidad de grabación es de suma importancia para la permanencia de la
estructura en un medio externo cambiante y un medio interno variable.
Tendiendo el organismo hacia el medio ambiente para adaptarse a
éste y sobrevivir, deberá hacerlo venciendo resistencias. En el medio hay
posibilidades pero también hay inconvenientes, y para sobrepasar dificultades y
vencer resistencias hay que invertir energía, hay que hacer un trabajo que
demanda energía. Esta energía disponible estará ocupada en ese trabajo de
vencer resistencias ambientales. Hasta tanto no se superen esas dificultades y
se termine el trabajo, no habrá nuevamente energía disponible. Las grabaciones
de huellas (memoria) permitirán responder sobre la base de experiencias
anteriores, lo que dejará energía libre disponible para nuevos pasos
evolutivos. Sin disponibilidad energética no es posible hacer trabajos más
complejos de adaptación creciente. Por otra parte, las condiciones ambientales
se presentan al organismo en desarrollo como alternativas de elección y son
también las huellas las que permiten decidir ante las diferentes alternativas
de adaptación. Además, esta adaptación se efectúa buscando la menor
resistencia frente a distintas alternativas y con el menor esfuerzo. Este menor
esfuerzo implica menos gasto de energía. Así es que concomitantemente a vencer
resistencias se trata de hacerlo con el mínimo de energía posible, para que la
energía libre disponible se pueda invertir en nuevos pasos de evolución. En
todo momento evolutivo hay transformación, tanto del medio como del ser vivo.
He aquí una paradoja interesante: la estructura para conservar su unidad, debe
transformar al medio y transformarse también a sí misma.
Sería erróneo pensar que las estructuras vivas cambian y
transforman sólo al medio ambiente, ya que este medio se complica
crecientemente y no es posible adaptarse manteniendo la individualidad tal como
ha sido creada en su comienzo. Este es el caso del hombre, cuyo medio, con el
paso del tiempo, deja de ser sólo natural para ser además social y técnico. Las
complejas relaciones entre los grupos sociales y la experiencia social e
histórica acumulada, ponen un ambiente y una situación en la que va a ser
necesaria la transformación interna del hombre. Tras este rodeo en el que la
vida aparece organizándose con funciones, tropismos y memoria para compensar un
medio variable, y así adaptarse crecientemente, vemos que es necesaria también
una coordinación (por mínima que fuere) entre estos factores, y para la
orientación oportuna hacia las condiciones favorables de desarrollo. Al
aparecer esta mínima coordinación, surge el psiquismo como función de la vida
en adaptación creciente, en evolución.
La función del psiquismo consiste en coordinar todas las
operaciones de compensación de la inestabilidad del ser vivo con su medio. Sin
coordinación, los organismos responderían parcialmente sin completar las
distintas partes compositivas, sin mantener las relaciones necesarias y, por
último, sin conservar la estructura en el proceso dinámico de adaptación.
Silo
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