lunes, 13 de mayo de 2013

ACERCA DE CÓMO AYUDAR AL QUE MUERE


Cuando nacemos todos nos hallamos desvalidos e impotentes, y sin el cuidado y el afecto que recibimos entonces, no habríamos sobrevivido. Puesto que los moribundos son igualmente incapaces de valerse por si mismos, deberíamos aliviar su malestar y asistirlos para que mueran con serenidad.

Muchas veces comprobamos que no se nos da casi ninguna idea acerca de cómo ayudar a un ser cercano que enfrenta más evidentemente la muerte, no se nos alienta a pensar en su futuro, en cómo va a continuar y en cómo podemos seguir prestándole ayuda.

Los cuidados prácticos y afectivos no bastan; las personas que se hallan conscientes de que están a las puertas de la muerte necesitan amor y cuidado, pero también necesitan algo todavía más profundo. Necesitan descubrirle un sentido auténtico a la muerte y a la vida. Sin ello ¿cómo podemos abrirle el futuro? La ayuda a las personas cuya muerte es más evidente, ha de incluir la posibilidad de cuidados espirituales, ya que sólo con el conocimiento espiritual podemos afrontar realmente la muerte y comprenderla.

Aquí lo principal es evitar todo aquello que perturbe la mente de la persona que va a partir. Al asistir a una persona moribunda, nuestro primer objetivo es infundirle serenidad, lo que se puede conseguir de muchas maneras. Una persona que esté familiarizada con las prácticas espirituales puede sentirse estimulado y alentado si le recuerdan estas prácticas, pero incluso la simple atención afectuosa puede generar una actitud serena .

Todos necesitamos asistencia emocional, es importante aprender a contener amorosamente, a recibir sin condiciones, a no asustarse ante los contenidos erráticos y demoledores del enfermo, de responder con empatía a su necesidad de ser acompañado, escuchado y comprendido. Todo esto representa una garantía, una confianza en el hecho de que aunque se debe morir solo, se cuenta con una presencia tranquilizadora que no nos abandonará. ( Soygal Rympoché, 1992)

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