EL ARTE DEL BIEN MORIR
...Cómo prepararnos para nuestra propia Muerte
Actuar en Presencia de
la Finitud: Una oportunidad para crecer interiormente
A
pesar de los avances de la ciencia y la medicina, nada puede hacerse para
evitar el destino de la muerte del
cuerpo (por ahora). Ese es el destino de todo cuerpo, por joven, viejo, lindo o
feo, sano o enfermo. Se muere y punto.
Para empezar a privar a la
muerte de su mayor ventaja sobre nosotros, adoptemos una actitud del todo
opuesta a la común; privemos a la muerte de su extrañeza, frecuentémosla, acostumbrémonos a ella; tengámosla presente en nuestros pensamientos. No sabemos dónde nos espera así pues esperémosla en todas partes.
Practicar la muerte es practicar la libertad. El hombre que ha aprendido a
morir ha desaprendido a ser esclavo. “Quien muere antes de morir no morirá jamás”, dice Silo.
“Muchas
enseñanzas nos dicen que lo que ocurre en nuestra mente
ahora, durante la vida, es exactamente lo que ocurrirá
durante la muerte, puesto que en esencia no existe ninguna diferencia; la vida
y la muerte son una misma cosa, una totalidad interrumpida.
Mi madre me explicó alguna vez que aquí hay dos opciones: convertirse o en un viejo sabio, o en un
viejo amargado.....Existe la opción de que la última etapa de la vida, por sus mismas características de ser más lenta, menos eficaz, menos
externa...nos acerque a la verdadera sabiduría...uno podría pensar que la vida nos va despojando de todo hasta quedarnos con lo único que podrá trascender: el espíritu, siempre y cuando
elijamos el camino de la sabiduría y no el de la amargura. Al no poder priorizar el hacer, podemos
optar por vivir hacia adentro, por
explorar, por compartir, por recordar, por realizar mejores obras, por cultivar
el espíritu, por
aglutinar a la familia, escribir o leer, construir un nuevo y último significado para la
vida.
Existe
la posibilidad de encontrarle un sentido a la muerte, replantearse lo
espiritual, reencontrarse con un Dios olvidado o abrir paso a la reflexión
y a la revisión interior de muchas creencias, para quedarnos sólo
con aquellas creencias que nos abran el futuro.
Es
evidente que a la mayoría de nosotros nos gustaría
tener una muerte apacible, pero también está
claro que no podemos esperar una buena muerte si nuestra vida ha estado llena
de violencia, si nuestra mente ha estado agitada principalmente por emociones
como la ira, el apego o el miedo. Por lo tanto, si deseamos morir bien, hemos
de aprender a vivir bien, para ello debemos cultivar la paz en nuestra mente y
en nuestra manera de vivir
Mediante
la repetida familiarización con los procesos de la muerte por medio de la meditación,
un meditador experimentado puede aprovechar su muerte para alcanzar una gran
realización espiritual.
Para
una persona que verdaderamente se haya preparado, la muerte puede llegar no
como una derrota sino como un triunfo, el momento más
glorioso que corona toda la vida.
Reflexionar
sobre la muerte tiene por objeto producir un auténtico cambio en lo mas hondo
del corazón. Contemplar la muerte no tiene por qué
ser morboso ni terrorífico. ¿Por
qué no reflexionar sobre la muerte inspirados,
relajados y cómodos, ya sea echados en la cama, cuando estamos de
vacaciones o mientras escuchamos una música que nos agrada
especialmente? ¿Por qué no reflexionar sobre la
muerte cuando estamos felices, sanos, confiados y seguros?
¿Recuerdo
en todo momento que estoy muriendo y que todas las demás
personas y cosas también están
muriendo, de modo que las trato con compasión?
El
fruto de una reflexión frecuente y profunda sobre
la muerte será una sensación de “emerger”,
muchas veces con una cierta repugnancia, de los comportamientos habituales.
La
codicia, el aferramiento, es la fuente de todos nuestros problemas.. Aprender a
vivir es aprender a desprenderse. Y esta es la tragedia y la ironía
de nuestra lucha por retener: no sólo es imposible, sino que nos
provoca el mismo dolor que intentamos evitar.
Cuanto
más reflexionamos, más desarrollamos una actitud de
desprendimiento; es entonces cuando se produce un cambio en nuestra manera de
verlo todo....Un buen ejemplo a seguir es el de los tibetanos corrientes que al
llegar a lo que llamaríamos la edad de la jubilación
suelen concentrarse en la práctica espiritual y a
entrenarse para la muerte, en un intento de facilitar la entrada a la “ciudad
de la luz”. Ahora bien, es mejor no esperar a esa edad, ¿quién
sabe si no nos llega antes?
¿Cómo
trabajar para vencer el apego? El desprendimiento es el camino que lleva a la
auténtica libertad.
Así
como las olas no causan ningún sufrimiento a las rocas al
chocar con ellas, sino que las erosionan y esculpen dándoles
bellas formas, también los cambios y la presencia
de la muerte puede moldear nuestro carácter y suavizar nuestras
aristas. Si trabajamos bien este tema, nuestra confianza en nosotros mismos
puede ir en aumento y puede llegar a ser tan grande que la bondad y la compasión
empiezan a emanar desde nosotros y a llevar la alegría
a los demás. Esta bondad es lo que sobrevive a la muerte, una
bondad fundamental que está en todos nosotros. Nuestra
vida entera es una enseñanza sobre cómo
descubrir esta poderosa bondad y un entrenamiento para realizarla.
Así
cada vez que las pérdidas y decepciones de la
vida nos dan una lección sobre que nada es
permanente, nos llevan mas cerca de la verdad. Cada caída
no es en absoluto un desastre sino una posibilidad de descubrimiento de un
refugio interior. La práctica espiritual es necesaria
para avanzar en esta dirección, ya que correctamente
utilizados los obstáculos y dificultades a menudo
pueden resultar una fuente inesperada de energías. En las biografías
de los maestros y de gente común se observa
con frecuencia que de no haber enfrentado obstáculos
y dificultades no habrían descubierto la fuerza, la
sabiduría, ni los recursos internos que necesitaban para
superarlos. ¡Y que mayor dificultad u obstáculo
que la imágen de nuestra muerte!” (Roygal Rimpoché,
1994)
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