Una apertura mental tan libre de expectativas como sea
posible, combinada con la inestimable diversidad de la realidad, parece
componer la potente fórmula que nos mantiene
abiertos a las posibilidades nuevas. Por contraste, la vida de quien se resiste
a las posibilidades, de quien niega la posibilidad de algo más,
parece directamente empobrecida, anémica.
La apertura a las
posibilidades es la esencia de la etapa 3 del viaje por el más allá; quizá sea su mismo combustible.
Esta apertura brota de ese momento del juicio de la Etapa II en que, por uno u
otro método, la
verdad de la vida que llevó una persona determina el destino de su espíritu. Por virtud del dictamen pronunciado, el espíritu avanza por los mil paisajes del más allá rumbo a un destino. Al revelarse las metas posibles del viaje, es donde
las culturas del mundo ofrecen la mayor variedad de posibilidades. Desde un
estrellato vacío en el cielo hasta un paraíso enjoyado, rebosante de leche y miel ; desde un solitario camino por un
bosque fantasmagórico hasta un infierno barroco de torturas perpetuas, los reinos del más allá al que viajan los espíritus son casi infinitos en
su topografía, habitantes y cualidades. Es allí, en ese espectro de posibilidades, donde se expresa todo el potencial de
la imaginación vital .
La amplia variedad de
respuestas a la cuestión de qué
nos pasará después de morir, es lo que puede
dejarnos en libertad de analizar las posibilidades, para creer luego lo que
prefiramos.
Por Ejemplo:
Lo que creen los aborígenes
australianos, indios guijarros, esquimales inuit:
Dicen que los espíritus
de los muertos alzan vuelo para entrar en la Via Lactea. Muchos mitos
australianos cuentan que el birribir de una persona (una parte profundamente
espiritual del alma) trepa por una cuerda hecha con pelaje de zarigueya para
transformarse en una estrella de la Via Lactea y confundirse con el poder de
los Héroes del Cielo. Los inuit ven en la Via Lactea tan sólo
el camino que deben seguir los muertos; si uno sale a una noche clara en el
campo, lejos de los fulgores urbanos que opacan las estrellas, verá
la presencia reconfortante de esa ruta allá arriba, muy lejos, pero
refulgiendo con la eterna presencia de millones de almas. Allá
están, visibles y presentes para los vivos, todas las
noches. Para quien recuerde estas creencias, el cielo nunca volverá
a ser el mismo.
Luz
La luz, forma visible de la
energía pura, es importante en casi todos los sistemas
espirituales de creencias. En el análisis yungueano de los sueños
puede simbolizar el espíritu. En la tradición
cristiana representa muchas cosas: gracia, caridad, fe. Este símbolo
espiritualmente rico y reconfortante, aparece en los sistemas del más
allá de muchas culturas. De hecho, en todo el mundo se
pinta el más allá como inundado por una luz
bella y a menudo nada común.....
Ángeles, Guias, Guardianes y Compañeros.
“En
la mayoría de las concepciones del más
allá está poblado de guías,
guardianes o ambos tipos de seres reconfortantes o desafiantes, que pueden
cruzarse en el camino del viajero en ciertos puntos del trayecto. Se repiten
varios personajes en especial, como los boteros, que llevan a los espíritus
al otro lado del río en el paisaje del más
allá.
Entre los yorubas, los
amigos y parientes muertos sirven de guía al espíritu.
Lo reciben en un rito que recuerda los relatos de quienes, al experimentar la
muerte clínica, vieron
a seres amados esperándolos al final del túnel
para alentarlos a continuar.
He visto a personas asoladas
por el dolor, que se preguntaban ¿ dónde
estará ella ahora? Llenarse de fascinación
y esperanza ante la descripción del viaje budista en la
etapa bardo o de las vacas del bello paraíso hindú....Sin
embargo, el concepto más reconfortante es que los
muertos están en algún lugar. Esta idea
contrarresta la temible imagen de un diminuto espíritu solitario, que gira en el
espacio hacia la nada. La mera idea del viaje hacia un destino en el más
allá trae consigo una sensación de realidad interrumpida: de avanzar con
intención, energía y hasta gozo por un mosaico
de posibilidades.” (Sukie Miller, 1997)
El Retorno
“Muchas
creencias hablan del retorno. En muchas culturas tribales no hay retorno a la
tierra: la gente cruza y desaparece para siempre de la vida terrenal. En
algunos grupos sólo los buenos tienen
oportunidad de regresar, siempre que hayan tenido una muerte buena, es decir
una muerte natural a su debido tiempo, con ritos fúnebres
cuidadosamente ejecutados por sus deudos. En otros grupos el retorno se basa en
haber sido malo, no haber aportado todo los que se podía
y haber dejado asuntos inconclusos.
En las tradiciones
religiosas hindues y budistas, el concepto del karma añade
complejidad, dramatismo y suspenso al proceso del renacimiento. Si el alma ha
de regresar, dónde y en qué cuerpo y circunstancias, todo
depende de la pasada conducta de la persona. En estas tradiciones, la rueda de
la vida gira y gira y sólo cuando se hayan atendido
todas las consecuencias de vidas anteriores nos deja en libertad. Lo que nos
permite liberarnos de la rueda de la vida para formar parte de una realidad
mayor y más profunda es, según la tradición
hindú, la eliminación de todos los deseos; según
la budista, el liberarnos de toda ilusión.
El judaísmo,
el cristianismo, el islam y otras religiones monoteístas
nunca abrazaron formalmente el concepto de la reencarnación
personal. Sin embargo el concepto del retorno es tan potente que si bien rechazan
los renacimientos individuales, pregonan la idea de un renacimiento colectivo,
una resurrección grupal de sus pueblos. Para los judíos,
los muertos se levantarán cuando llegue el Mesías.
En el cristianismo, la resurrección de Cristo señala
una segunda vida para el hijo de Dios. En el Islam hay una segunda muerte,
cuando se produce el juicio; luego se repite la muerte. Sin embargo, en el último
día del tiempo, como sucede entre los judíos,
todos los cuerpos volverán a levantarse.”
(Sukie Miller, 1997)
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