“Cuando el viajero emerge de la
crisálida de lo físico, abandona su lugar de
espera e inicia la etapa siguiente de su viaje, donde se determinará
su sino.¿qué ruta tomará
el viajero? ¿Cual será su destino? ¿Cual
será el resultado de la vida que acaba de abandonar:
dolor o placer, castigo o recompensa?
El proceso ya ha comenzado, alguien,
algo lo está analizando, se está reviendo y sopesando su
existencia; al transcurrir el proceso, la evaluación
se desarrolla también dentro de él.
Ve su historia iluminada, pero no simplemente como recuerdo, sus actos,
pensamientos, objetivos, intenciones, deseos y motivaciones secretas le son
reveladas más bien como factores de un acertijo matemático.
La solución se convertirá en su sino. Si antes de
iniciarse el proceso lo afligía el suspenso, ahora espera
con serenidad conocer su suerte. De acuerdo a las particulares creencias uno se
puede encontrar con distintos métodos de juicios:
a)El método de la medición
El método de la medición
es análogo a sacar el saldo de una libreta de cheques: se
suman las unidades cuantificables de bien: buenas obras, buenos pensamientos,
buena conducta y se las compara con los “pecados cuantificables”...Si
el saldo es positivo según los cristianos se concede la
reunión con Dios en el paraíso o si no el infierno...
Los egipcios lo imaginaban como un
tribunal de 42 jueces, el alma confesaba sus pecados: he hecho daño,
dicho mentiras..etc. Entonces el corazón, que para los egipcios era
el centro de la conciencia y símbolo del alma, se sopesaba
contra una pluma. Si la balanza permanecía en equilibrio, el alma
proseguía su marcha hacia los placeres del paraíso.
Si no el alma iba al infierno.
Aunque el judaísmo
no tiene un más allá como tal, pues se concentra
en la vida antes que en lo que sigue, en otros tiempos de la tradición
de los judíos ortodoxos se decía que dos ángeles
acompañaban a cada persona a lo largo de su vida. Uno desde el hombro derecho, registraba las
buenas obras; el otro desde el izquierdo, tomaba nota de sus pecados. Cuando
llegaba el momento del juicio, un tercer ángel, un ser parecido al sol,
se adelantaba para tomar los dos registros a fin de sopesar los buenos y malos
actos.
Cuando se realiza el juicio
también se le da un
tiempo para que pueda recomponer su contradicción y entonces algunos son juzgados, y a otros se les da un tiempo, que
correspondería al mito cristiano del purgatorio, en donde puede haber interacción con los vivos. Interacción mental. Los vivos pueden
ayudarlo a hacer lo que tiene que hacer
(así se explican
los rezos por los muertos)
Una gran similitud con la creencia
anterior está en algunos hindúes: En el otro mundo las cosas
están fuera de tu control. Lo que hagas y lo que te suceda
son factores decididos por tus actos en este mundo. Mientras vives en la Tierra
hay dos shravanas (seres sobrenaturales), uno en cada hombro; todas las noches
mientras duermes, ellos van a Yamaloka con un registro de los actos que has
realizado durante el día; lo entregan a Chirragupra,
el tenedor de los “libros contables”
quien efectúa las debidas anotaciones. Esto se convierte en la
base de lo que recibirás placer o dolor.
b) El método Karmico
Karma es el destino que le fue
dictaminado por los actos de la vida pasada. Si el método
de la medición es una sencilla chequera o un modelo de
calculadora el método karmico es una
computadora que manipula una cantidad casi infinita de detalles interrelacionados. Este método determina la suma de
todas las posibilidades del empeño humano y sus consecuencias éticas,
de lo cual resulta sólo un dictamen: volveremos a
la vida en circunstancias reducidas (quizás como un camello o como
perro) o nuestro dictamen traerá
una recompensa bajo una forma de vida más
elevada que la reciente, quizás como erudito o maestro
respetado. Por sobre todo cabe desear que podamos alcanzar el último
y más dulce de todos los objetivos: el de abandonar la
cantadora y exigente Rueda de la Vida para elevarnos a un estados de paz
inefable, el nirvana, que es un estado más allá
de todos los paraísos, un estado de liberación
e integración con la conciencia cósmica.
c)El Método Evolutivo
En el método
evolutivo, el universo aparece como en evolución constante;
la vida de cada uno se juzga según como hayamos
contribuido a la evolución del todo. Con este método cada uno tiene un propósito dual tanto en la vida
como en la muerte: evolucionar como individuos y colaborar con algo al
universo.
La religión Bahai, se
centra en el progreso espiritual no sólo como objetivo de la vida humana sino como fuente de felicidad, Tanto
antes como después de la muerte. Para ellos el
juicio resulta de que la propia alma se compromete interiormente a dar los
pasos necesarios para una evolución espiritual
hacia Dios. En este contexto, la recompensa y el castigo están estrechamente ligados a esa meta única: quienes
se esfuerzan sistemáticamente por acercarse a
Dios experimentan el gozo de la satisfacción; quienes se
alejan de la meta espiritual se ganan un dictamen de la falta de gozo.
Una expresión más oculta del modelo evolucionalista
lo encontramos en la teosofía. En esta
tradición, el espíritu también es eterno; y asciende por la escalerilla del ser mediante una serie de
renacimientos, hasta que alcanza la condición de perfecto
recibiendo ayuda de los Maestros, que se han ido antes.
Tanto en Bahai como en la teosofía no hay jueces externos, por el contrario el juez es uno mismo. Lo que el
espíritu difunto evalúa específicamente no son tanto sus actos como las intenciones ocultas tras ellos
y la coincidencia de esas intenciones
con el rumbo de la evolución de una conciencia
universal. Aquí en este método no hay latigazos, ni ángeles que sopesen los
pensamientos y todos los actos. En cambio, el espíritu mismo
reflexiona sobre la vida que acaba de concluir, como si la viera desarrollada
en una pantalla. Pero no se trata de una mera serie de observaciones por las
cuales juzgar, sino que experimentamos los efectos que causaron sobre otros con
cada uno de nuestros pensamientos y actos.
Esta autoevaluación tras la
muerte puede ser penosísima. No experimentamos sólo el recuerdo, sino el dolor que hemos causado. Revivimos la existencia en
palpable identificación y empatía con aquellos que les hemos hecho daño. Nos
enfrentamos a nuestras intenciones más profundas,
nuestras motivaciones ocultas y a las razones secretas de nuestra conducta.
Al parecer este método puede
parecer benigno, pero puede ser feroz, pues exige que el espíritu muerto se observe con ojos desprotegidos. Sin embargo después de enfrentar la verdad despojada, tras haber cumplido con el penoso trabajo de enfrentar el mal interior
se queda en libertad de vivir como alma en medio del amor y la belleza. Allí algunos creen que aprendemos a entrar en la dimensión del tiempo a fin de comunicarnos con quienes están en la tierra, enviando mensajes telepáticos a través de los sueños.
d) El método del desafío
El budismo tibetano tiene un sistema de juicio único en el mundo, tanto por su escala como por su grandiosidad. Consiste en
una serie de sucesos que aparecen brillantemente ideados para hacer que el espíritu se extravíe. Fracasar en este método puede significar una reencarnación en una forma
de vida inferior. Solo una serie de éxitos frente a
los desafíos recompensan al final al espíritu al
escapar de la rueda de la vida y entrar al nirvana.
Cuatro días después de la muerte, período de espera determinado por
el sistema tibetano para que el alma se desprenda del cuerpo, comienzan a
enfrentarse una serie de desafíos. El desafío en sí consiste en antiguas imágenes que los maestros y
eruditos budistas interpretan como manifestaciones de la propia siquis. La
imaginería de estos 49 desafíos proviene de nuestro interior, son representaciones de nuestra propia
codicia, ignorancia, deseo, envidia y odio.
Aunque el juicio final se ve afectado tanto por la
vida que acaba de terminar como por el estado de ánimo en el
momento de la muerte, el determinante más poderoso del
sino del viajero es el modo en que transitará los desafíos venideros. Lo más importante en este camino
es saber que todo es una ilusión transitoria. Si el viajero
vacila, llora, grita, cree por un instante en la realidad del monstruo
amenazante, entonces ha fracasado en la prueba. Por personal que pueda ser cada
encuentro, por comprometido, dramático,
excitante y terrorífico que resulte, todo es
ilusión. No hay otra verdad. La esencia de los 49 hechos son sólo distracciones para apartarnos de la verdad fundamental de la ilusión...todo viajero no debe permitir que lo distraigan. Eso se logra a través de la meditación que es el medio por el cual
el viajero se prepara para los cuarenta y nueve encuentros en el estado de
bardo, a fin de desempeñarse con sereno
entendimiento. Esta continuidad única del propósito más allá de la muerte se refleja en la práctica de leer
El libro tibetano de los muertos tantos
los moribundos como los difuntos durante los 49 días siguientes
al fallecimiento. El objetivo de esta lectura es recordar a los viajeros que
todo es ilusión, afirmarlos contra las distracciones y proporcionarles una voz rítmica grave y uniforme para facilitar la meditación.
Los sistemas del más allá que no juzgan a los muertos, como los indios Nembe, pueden resultar una tranquilizadora sorpresa
para quienes suponen desde la niñez que deben
rendir cuentas de lo hecho tanto en la vida como en la muerte.
Al pasar por la etapa del juicio llegamos a un
cierre. Con el juicio final, el espíritu se ve
liberado de la incertidumbre, la ambigüedad y el
suspenso de la espera. Las intenciones y conductas del espíritu pasan por algún método de revisión, se determina su futuro y
se impulsa al viajero hacia adelante.”( Sukie
Miller, 1997)
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