miércoles, 15 de mayo de 2013

El Juicio



Cuando el viajero emerge de la crisálida de lo físico, abandona su lugar de espera e inicia la etapa siguiente de su viaje, donde se determinará su sino.¿qué ruta tomará el viajero? ¿Cual será su destino? ¿Cual será el resultado de la vida que acaba de abandonar: dolor o placer, castigo o recompensa?

El proceso ya ha comenzado, alguien, algo lo está analizando, se está reviendo y sopesando su existencia; al transcurrir el proceso, la evaluación se desarrolla también dentro de él. Ve su historia iluminada, pero no simplemente como recuerdo, sus actos, pensamientos, objetivos, intenciones, deseos y motivaciones secretas le son reveladas más bien como factores de un acertijo matemático. La solución se convertirá en su sino. Si antes de iniciarse el proceso lo afligía el suspenso, ahora espera con serenidad conocer su suerte. De acuerdo a las particulares creencias uno se puede encontrar con distintos métodos de juicios:

a)El método de la medición

El método de la medición es análogo a sacar el saldo de una libreta de cheques: se suman las unidades cuantificables de bien: buenas obras, buenos pensamientos, buena conducta y se las compara con los pecados cuantificables...Si el saldo es positivo según los cristianos se concede la reunión con Dios en el paraíso o si no el infierno...

Los egipcios lo imaginaban como un tribunal de 42 jueces, el alma confesaba sus pecados: he hecho daño, dicho mentiras..etc. Entonces el corazón, que para los egipcios era el centro de la conciencia y símbolo del alma, se sopesaba contra una pluma. Si la balanza permanecía en equilibrio, el alma proseguía su marcha hacia los placeres del paraíso. Si no el alma iba al infierno.

Aunque el judaísmo no tiene un más allá como tal, pues se concentra en la vida antes que en lo que sigue, en otros tiempos de la tradición de los judíos ortodoxos se decía que dos ángeles acompañaban a cada persona a lo largo de su vida.  Uno desde el hombro derecho, registraba las buenas obras; el otro desde el izquierdo, tomaba nota de sus pecados. Cuando llegaba el momento del juicio, un tercer ángel, un ser parecido al sol, se adelantaba para tomar los dos registros a fin de sopesar los buenos y malos actos.

Cuando se realiza el juicio también se le da un tiempo para que pueda recomponer su contradicción y entonces algunos son juzgados, y a otros se les da un tiempo, que correspondería al mito cristiano del purgatorio, en donde puede haber interacción con los vivos. Interacción mental. Los vivos pueden ayudarlo a  hacer lo que tiene que hacer (así se explican los rezos por los muertos)

Una gran similitud con la creencia anterior está en algunos hindúes: En el otro mundo las cosas están fuera de tu control. Lo que hagas y lo que te suceda son factores decididos por tus actos en este mundo. Mientras vives en la Tierra hay dos shravanas (seres sobrenaturales), uno en cada hombro; todas las noches mientras duermes, ellos van a Yamaloka con un registro de los actos que has realizado durante el día; lo entregan a Chirragupra, el tenedor de los libros contables quien efectúa las debidas anotaciones. Esto se convierte en la base de lo que recibirás placer o dolor.

b) El método Karmico

Karma es el destino que le fue dictaminado por los actos de la vida pasada. Si el método de la medición es una sencilla chequera o un modelo de calculadora el método karmico es una computadora que manipula una cantidad casi infinita de detalles interrelacionados.  Este método determina la suma de todas las posibilidades del empeño humano y sus consecuencias éticas, de lo cual resulta sólo un dictamen: volveremos a la vida en circunstancias reducidas (quizás como un camello o como perro)  o nuestro dictamen traerá una recompensa  bajo una forma de vida más elevada que la reciente, quizás como erudito o maestro respetado. Por sobre todo cabe desear que podamos alcanzar el último y más dulce de todos los objetivos: el de abandonar la cantadora y exigente Rueda de la Vida para elevarnos a un estados de paz inefable, el nirvana, que es un estado más allá de todos los paraísos, un estado de liberación e integración con la conciencia cósmica.

c)El Método Evolutivo

En el método evolutivo, el universo aparece como en evolución constante; la vida de cada uno se juzga según como hayamos contribuido a la evolución del todo. Con este método cada uno tiene un propósito dual tanto en la vida como en la muerte: evolucionar como individuos y colaborar con algo al universo.

La religión Bahai, se centra en el progreso espiritual  no sólo como objetivo de la vida humana sino como fuente de felicidad, Tanto antes como después de la muerte. Para ellos el juicio resulta de que la propia alma se compromete interiormente a dar los pasos necesarios para una evolución espiritual hacia Dios. En este contexto, la recompensa y el castigo están estrechamente ligados a esa meta única: quienes se esfuerzan sistemáticamente por acercarse a Dios experimentan el gozo de la satisfacción; quienes se alejan de la meta espiritual se ganan un dictamen de la falta de gozo.

Una expresión más oculta del modelo evolucionalista  lo encontramos en la teosofía. En esta tradición, el espíritu también es eterno; y asciende por la escalerilla del ser mediante una serie de renacimientos, hasta que alcanza la condición de perfecto recibiendo ayuda de los Maestros, que se han ido antes.

Tanto en Bahai como en la teosofía no hay jueces externos, por el contrario el juez es uno mismo. Lo que el espíritu difunto evalúa específicamente no son tanto sus actos como las intenciones ocultas tras ellos y  la coincidencia de esas intenciones con el rumbo de la evolución de una conciencia universal. Aquí en este método no hay latigazos, ni ángeles que sopesen los pensamientos y todos los actos. En cambio, el espíritu mismo reflexiona sobre la vida que acaba de concluir, como si la viera desarrollada en una pantalla. Pero no se trata de una mera serie de observaciones por las cuales juzgar, sino que experimentamos los efectos que causaron sobre otros con cada uno de nuestros pensamientos y actos.

Esta autoevaluación tras la muerte puede ser penosísima. No experimentamos sólo el recuerdo, sino el dolor que hemos causado. Revivimos la existencia en palpable identificación y empatía con aquellos que les hemos hecho daño. Nos enfrentamos a nuestras intenciones más profundas, nuestras motivaciones ocultas y a las razones secretas de nuestra conducta.
Al parecer este método puede parecer benigno, pero puede ser feroz, pues exige que el espíritu muerto se observe con ojos desprotegidos. Sin embargo después de enfrentar la verdad despojada, tras haber cumplido con el  penoso trabajo de enfrentar el mal interior se queda en libertad de vivir como alma en medio del amor y la belleza. Allí algunos creen que aprendemos a entrar en la dimensión del tiempo a fin de comunicarnos con quienes están en la tierra, enviando mensajes telepáticos a través de los sueños.


d) El método del desafío

El budismo tibetano tiene un sistema de juicio único en el mundo, tanto por su escala como por su grandiosidad. Consiste en una serie de sucesos que aparecen brillantemente ideados para hacer que el espíritu se extravíe. Fracasar en este método puede significar una reencarnación en una forma de vida inferior. Solo una serie de éxitos frente a los desafíos recompensan al final al espíritu al escapar de la rueda de la vida y entrar al nirvana.

Cuatro días después de la muerte, período de espera determinado por el sistema tibetano para que el alma se desprenda del cuerpo, comienzan a enfrentarse una serie de desafíos. El desafío en sí consiste en antiguas imágenes que los maestros y eruditos budistas interpretan como manifestaciones de la propia siquis. La imaginería de estos 49  desafíos proviene de nuestro interior, son representaciones de nuestra propia codicia, ignorancia, deseo, envidia y odio.

Aunque el juicio final se ve afectado tanto por la vida que acaba de terminar como por el estado de ánimo en el momento de la muerte, el determinante más poderoso del sino del viajero es el modo en que transitará los desafíos venideros. Lo más importante en este camino es saber que todo es una ilusión transitoria. Si el viajero vacila, llora, grita, cree por un instante en la realidad del monstruo amenazante, entonces ha fracasado en la prueba. Por personal que pueda ser cada encuentro, por comprometido, dramático, excitante y terrorífico que resulte, todo es ilusión. No hay otra verdad. La esencia de los 49 hechos son sólo distracciones para apartarnos de la verdad fundamental de la ilusión...todo viajero no debe permitir que lo distraigan. Eso se logra a través de la meditación que es el medio por el cual el viajero se prepara para los cuarenta y nueve encuentros en el estado de bardo, a fin de desempeñarse con sereno entendimiento. Esta continuidad única del propósito más allá de la muerte se refleja en la práctica de leer El libro tibetano  de los muertos tantos los moribundos como los difuntos durante los 49 días siguientes al fallecimiento. El objetivo de esta lectura es recordar a los viajeros que todo es ilusión, afirmarlos contra las distracciones y proporcionarles una voz rítmica grave y uniforme para facilitar la meditación.

Los sistemas del más allá que no juzgan a los muertos, como los indios Nembe,  pueden resultar una tranquilizadora sorpresa para quienes suponen desde la niñez que deben rendir cuentas de lo hecho tanto en la vida como en la muerte.

Al pasar por la etapa del juicio llegamos a un cierre. Con el juicio final, el espíritu se ve liberado de la incertidumbre, la ambigüedad y el suspenso de la espera. Las intenciones y conductas del espíritu pasan por algún método de revisión, se determina su futuro y se impulsa al viajero hacia adelante.( Sukie Miller, 1997)

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