lunes, 13 de mayo de 2013

La Esperanza, abriendo el futuro




Uno de los argumentos más usados para ocultar la verdad a un paciente terminal es no destruir su esperanza, porque eso aceleraría su muerte. Me parece importante aclarar, que desde luego, el saber que se sufre una enfermedad incurable y mortal derrumba la esperanza de llegar a la vejez, de culminar los planes de vida. También destruye la fantasía que, aunque irreal, todos guardamos en el fondo del alma: la de ser inmortales y, de alguna extraña manera, no tener que morir. Aquí es importante replantear la esperanza: la esperanza de morir bien atendido, sin dolor, de estar junto a sus seres queridos y la más grande de todas: la esperanza en la trascendencia. (Elizabeth Kubler-Ross, 1996)

En cada fase de la asistencia, la esperanza y la fe juegan un importantísimo papel. Hay que tener en cuenta que la esperanza en el inicio de una enfermedad grave es algo completamente distinto a la esperanza al final de la vida. En los comienzos de una dolencia seria, la esperanza radica siempre en que el diagnóstico no sea correcto. Cuando éste se confirma, entonces alberga la esperanza de que esa grave enfermedad se halle en un estado germinal y todavía pueda ser tratada. La esperanza en dicha fase estriba, por tanto, en la curación, tratamiento y prolongación de la vida. Cuando estas tres cuestiones ya no son probables, no digo imposibles porque siempre hay una excepción-la esperanza se transforma en otra que ya no tiene que ver con la curación, tratamiento y prolongación de la vida, sino en alcanzar la trascendencia de alguna u otra forma.

Nunca se puede arrebatar la esperanza a una persona, si no se puede prestar ayuda médica, siempre se puede ayudar al alma.

La desesperanza del otro nos desgasta. Sin esperanza los seres humanos sufrimos. Con esperanza todo lo que imaginemos es posible. La esperanza es nada menos que la expresión más plena de la vida misma: la vida sin fronteras, la vida después de la muerte, las infinitas posibilidades que se abren ante nosotros cuando nos disponemos a viajar más allá de la existencia conocida. (Sogyal Rimpoché, 1994)

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