miércoles, 15 de mayo de 2013

La gran ilusión, la inexistencia de la muerte




SILO y su declaración:
Declaro ante ustedes mi fe y mi certeza de experiencia respecto a que la muerte  no detiene  el futuro,  que la muerte por lo contrario  modifica  el estado provisorio de nuestra existencia para lanzarla hacia la trascendencia inmortal. Y no impongo mi certeza ni mi fe  y convivo con aquellos que se  encuentran en estados diferentes respecto del sentido, pero me obligo a brindar  solidariamente  el mensaje que reconozco  hace  feliz  y libre al ser humano.  Por ningún motivo eludo mi  responsabilidad de expresar mis verdades aunque tales fueran discutibles  por quienes experimentan la provisoriedad de la vida y el absurdo  de la muerte.

Por otra parte,  jamás pregunto a otros por sus  particulares creencias y, en todo caso, aunque defino con claridad mi posición respecto a este punto,  proclamo para todo ser humano la libertad de creer o no creer en Dios y la libertad de creer o no creer  en la inmortalidad.

Entre  miles y miles de mujeres y hombres que codo a  codo, solidariamente,   trabajan  con  nosotros,   se  suman  ateos   y creyentes,  gentes con dudas y con certezas y a nadie se pregunta por su fe y todo se da como orientación para que decidan por sí mismos la vía que mejor aclare el sentido de sus vidas.

No es valiente dejar de proclamar las propias certezas,  pero  es indigno de la verdadera solidaridad tratar de imponerlas.
Acerca de la Inmortalidad
Mario Rodríguez, Silo nos dice : He hablado con muchos amigos, les he preguntado y a ver dime- qué es para ti la inmortalidad? ¿qué dices tú que es la inmortalidad? Y me han respondido distintas cosas. Unos me han dicho: para mí la inmortalidad es esto que no acaba con la muerte, yo muero pero algo sigue en mis hijos. Interesante!

Otros han dicho: yo pongo en marcha acciones y las acciones siguen más allá de mi muerte. Eso también es muy interesante! Y entonces cómo dicen que todo se acaba con la muerte! Si no se acaban ni los contratos de arriendo! Siguen cosas, siguen muchas cosas! Continúan las cosas! Para bien y, desgraciadamente, para mal.
Cuántas cosas vivimos y sufrimos que arrancaron hace mucho tiempo y que todavía llegan hasta nosotros. Es bastante más serio de lo que se piensa esto de que las acciones humanas no se paran simplemente con la muerte. Así me dijo uno: siguen en mi hijo, otro me dijo: siguen en las cosas que hice. Otro me dijo: siguen en la memoria de la gente, interesante, en la memoria de la gente permanezco. Y hubo alguien que me dijo: sigo personalmente, con mi alma, con mi espíritu, como se le llame.
¿Y tú que dices?, me dijeron ellos. Yo digo que todo lo que piensa la gente sobre eso es legítimo y que yo simplemente destaco la importancia de ese tema. Y en eso estamos todos de acuerdo, el tema es importante. Pero usted lo resuelve de un modo y otro lo resuelve de otro y libremente interpretamos eso, y libremente damos nuestra opinión sobre ese particular.


Es importante para la vida de una vez por todas decidir qué piensa uno de estas cosas, porque según piense uno una cosa u otra, su vida se va a orientar de distinta manera. Si yo pienso que todo termina con la muerte, todo se relativiza, todo es igual, puedo hacer cualquier cosa y me pueden hacer cualquier cosa. Si yo pienso que mis acciones continúan en la memoria, en mis hijos, en distintos objetos que he producido, que he movido y demás, no es indiferente lo que yo haga con mi vida, no es cualquier cosa lo mismo que cualquier otra cosa.

A lo largo de la historia, los santos y los místicos han adornado sus percepciones con distintos nombres y le han conferido distintos rostros e interpretaciones, pero lo que experimentan fundamentalmente todos ellos es la naturaleza esencial de la mente. Los cristianos y los judíos la llaman Dios; los hindues el Yo, Shiva, Brahman y Vishnu; los místicos sufies la llaman la Esencia Oculta y los budistas la naturaleza del buda. En el corazón de todas las religiones se halla la certidumbre de que existe una verdad fundamental y que esta vida en su condición de finita constituye una oportunidad sagrada para evolucionar y conocerla.

La opción de alcanzar la lucidez de la mente podría compararse con el cielo y el semisueño o confusión de la mente con las nubes. Cuando estamos en tierra mirando hacia lo alto, se nos hace muy difícil creer que haya algo más que nubes. Sin embargo, sólo hemos de remontarnos en un avión para descubrir sobre ellas una expansión ilimitada de transparente cielo azul. Desde allí arriba, las nubes que suponíamos lo eran todo parecen minúsculas y remotas.

Se nos ha educado en la creencia de que sólo es real aquello que podemos percibir con los sentidos ordinarios. Sin embargo todos hemos tenido sospechas de algo trascendente y sagrado, algo que no se ve, ni se toca, quizás inspirados por alguna composición musical por la serena felicidad que a veces nos inspira la naturaleza, por la simple meditación o por la situación más ordinaria de la vida cotidiana

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