LECCION 1
Introducción a la
transferencia.
En la lección anterior
surgió la pregunta: "¿qué pasa cuando los impulsos se bloquean antes de
llegar a los centros?" Supongamos el caso de una anestesia intracorporal.
El sujeto explica que no siente tensión en el sexo, apareciendo síntomas de
impotencia. Supongamos otro caso, en el que una fuerte situación conflictiva,
en lugar de integrarse o descargarse catárticamente, queda olvidada.
Supongamos, por último, el caso de un estado depresivo continuo en el que el
sujeto no experimenta tensiones que pueda corregir mediante relax o
abreacciones catárticas.
Son los casos
mencionados, y otros de mayor complejidad, los que invitan a encarar trabajos
más difíciles conocidos como "transferencias".
Las transferencias
tiene como objeto la integración de contenidos. No proceden como la catarsis,
descargando tensiones hacia la periferia, sino trasladando cargas de unos
contenidos a otros, a fin de equilibrar un sistema de ideación, una
"escena" mental.
En realidad, la
conciencia trabaja transfiriendo cargas de unos contenidos a otros,
continuamente. Sucede, sin embargo, que por algún motivo ciertos contenidos
quedan aislados produciendose disociaciones...
La vida humana, desde
el punto de vista sicológico, debería ser una progresiva integración de
contenidos. En ese sentido, la transferencia como técnica pretende que se
cumpla el proceso normal, afectado por disociaciones accidentales.
Así como existen
expresiones catárticas naturales, también existen operaciones transferenciales
cumplidas durante los sueños, en los ensueños, en el ejercicio artístico,
amoroso y religioso.
No estamos aquí
definiendo a esas actividades por la transferencia, sino explicando que, en
ellas, ocurren transferencias.
En el sueño paradojal
(o sueño con imágenes) se producen transferencias (integraciones, ordenamientos
de contenidos), pero además se reordenan en memoria los datos del día. También
se alivian las tensiones y el cuerpo descansa. El sueño, pues, cumple con
numerosas funciones, una de ellas es la transferencial.
Muchos fenómenos
catárticos, al aliviar sobrecargas, permiten transferencias. A la inversa,
fenómenos transferenciales liberan remanentes de sobrecargas que se expresan
catárticamente. Si bien se trata de funciones distintas, actúan a menudo
concomitantemente.
Ya se verá más adelante,
que en los casos de excesiva tensión habrá que provocar descargas catárticas
antes de comenzar un trabajo transferencial. También se comprenderá en qué
circunstancia una abreacción será inoportuna porque despojará de carga a los
contenidos que deseamos integrar.
I Tensiones y climas.
Los impulsos y sus transformaciones.
En autoconocimiento hicimos una
primera distinción entre tensión y clima, explicando al segundo como una
sensación global e indefinida. La tensión, en cambio, fue explicada en relación
con músculos externos e internos y, a veces, con imágenes mentales. En aquella
oportunidad se mencionaron climas de desamparo, violencia, soledad, injusticia,
opresión, inseguridad, etcétera.
Así como al estudiar
las técnicas de catarsis no se prestó atención a las tensiones situacionales,
sino a las permanentes, al trabajar ahora con las técnicas transferenciales, se
pondrá interés en los "climas fijados" (permanentes), que operan como
trasfondo emotivo en la vida cotidiana, ocupando el campo central de la
conciencia sólo en determinadas circunstancias.
Los climas tienen un
carácter no puntual, sino difuso. A veces, carentes de imágenes visuales,
resultan de sensaciones cenestésicas (sentidos internos), producidas por un
desarreglo funcional, o un conjunto de impulsos de memoria, o de conciencia.
Estos dos últimos, convertidos en imágenes cenestésicas, actúan sobre los
centros vegetativo, sexual o emotivo, los que dan respuesta interna, provocando
un nuevo conjunto de sensaciones (realimentación de impulsos). Al ser tomadas
dichas sensaciones por cenestesia, llegan a conciencia difusamente (como en el
caso de las sensaciones producidas por desarreglo funcional) y allí se traducen
en otras imágenes (visuales, auditivas, etcétera.), propias de los sentidos
externos.
De este modo, tanto
un desajuste orgánico, como una sobrecarga sexual o emotiva, pueden convertirse
en imágenes por ejemplo visuales, merced al fenómeno de traducción, pero
siempre acompañadas de un clima emotivo difuso, propio de los impulsos del
intracuerpo.
La traducción de
impulsos cenestésicos en imágenes propias de los sentidos externos es mayor, a
medida que desciende el nivel de conciencia. En efecto, aquellos impulsos
cenestésicos que en vigilia llegan a conciencia sólo como climas difusos, en
sueño profundo aparecen traducidos, ya que al bajar el nivel se desconectan del
mundo externo los sentidos correspondientes, ampliándose el umbral de
percepción de aquellos internos.
Veamos un ejemplo.
Las sensaciones que en vigilia son interpretadas como "cosquilleo"
por la mala posición de un brazo, en sueños pueden aparecer traducidas como
hormigas que caminan por el brazo. Estas
imágenes servirán al durmiente para que corrija su posición sin despertar;
pero, además, darán lugar a una larga cadena de asociaciones, resultando un
argumento onírico más o menos complicado.
Un aumento en la
acidez estomacal, puede traducirse en imágenes de incendio; un problema
respiratorio, en el entierro del durmiente; una dificultad cardíaca, en un
flechazo; el exceso de gases, en un vuelo en globo y una sobrecarga sexual, en
imágenes visuales, auditivas y táctiles referidas al compañero
o compañera sexual.
También los estímulos
provenientes del mundo externo pueden ser deformados en el nivel de sueño, sin
por ello traducirse de un sentido a otro. Por ejemplo: el timbre del teléfono
será el sonido de campanas al viento; alguien que golpea la puerta será el viejo zapatero de algún cuento y las sábanas
enredadas en las piernas resultarán una ciénaga llena de impedimentos, pero con
calidades táctiles similares a las del estímulo.
Hemos citado dos
transformaciones de impulsos diferentes: una llamada "traducción" y
otra "deformación".
Otro caso importante
en la transformación de impulsos es el de "ausencia"; tal lo que
sucede en las anestesias intracorporales, ausencia de miembros u órganos, o
fallas en algún sentido externo, que son experimentadas como climas de
"perdida de identidad", "desconexión con el mundo",
etcétera. En los bajos niveles de conciencia, estas ausencias de estímulos
pueden también compensarse con deformaciones o traducciones variadas, según las
cadenas asociativas que cumplan con una mejor función para la economía
síquica.
II. Percepción y
representación. Cadenas asociativas.
Cuando alguien percibe un objeto, lo
reconoce, o bien advierte su novedad. Esto es posible debido a que a la entrada
del impulso (que va a memoria y a conciencia), corresponde un veloz análisis en
memoria. Este análisis resulta del cotejo entre los impulsos que llegan y los
grabados anteriormente. Memoria entonces, entrega a conciencia una señal
completa y conciencia "reconoce" al objeto.
Así como los impulsos
que comienzan en sentidos (sensaciones) llegan a conciencia estructurados como
percepciones, memoria entrega datos a conciencia que se estructuran como
representaciones. El acuerdo entre percepción y representación, permite a conciencia reconocer al estímulo, o
desconocerlo según el caso.
Si la percepción de
un objeto no tiene antecedentes, memoria entrega, de todos modos, datos
incompletos que permiten a conciencia ubicar al objeto por similitud,
contigüidad o contraste con respecto a franjas de objetos, o partes de otros
objetos. En estos casos, el sujeto dirá que el nuevo objeto se parece a otros
en tales y cuales características y que no podría tratarse de otro tipos de
objetos, etcétera.
A toda percepción corresponde una
representación. Las representaciones se disparan en trenes de impulsos desde
memoria. A los trenes de impulsos se los conoce como "cadenas
asociativas", destacándose en conciencia aquellos primarios que tienen que
ver directamente con el objeto propuesto. Pero actuando además otros que sirven
a la dinámica de la conciencia. De otro modo, conciencia funcionaría sólo
"fotográficamente", sonre la base del reconocimiento y
desconocimiento de los impulsos que llegan a ella. En realidad, conciencia
trabaja secuencialmente, y no con "fotografías" estáticas.
Supongamos, ahora,
que memoria es excitada por impulsos que llegan desde sentidos internos
(cenestésicos), al tiempo que están llegando impulsos del mundo externo (por
sentidos externos). Memoria entregará los datos del caso a conciencia y
resultarán los reconocimientos correspondientes. Está claro que si el sujeto,
mientras actúa en el mundo, recibe desde su intracuerpo impulsos que
corresponden a un desajuste vegetativo, obtendrá un reconocimiento del mundo
relativamente "climatizado". Los ejemplos son claros: una persona con
malestar hepático no ve con agrado un hermoso cuadro; una irritación visceral
configura un mundo irritante; una contracción profunda contrae la percepción
del mundo.
De este modo,
numerosas cadenas asociativas que aparecen en conciencia son suscitadas por
impulsos tanto externos como internos que llegan a memoria.
Hemos dicho que las
asociaciones suelen darse por similitud, contigüidad y contraste.
Veamos los casos.
Si al decir:
"montaña" asocio con "edificio", advierto que operó la
similitud; si respondo "nieve", funcionó la contigüidad; si digo "pozo", el contraste.
En la similitud, las
representaciones actúan por lo parecido; en la contigüidad, por lo próximo, o
lo que está o estuvo en contacto con el objeto propuesto; en el contraste, por
lo que se opone a él.
Gracias a esas vías asociativas, conciencia puede establecer
relaciones de diferenciación, complementación y síntesis (aunque se requiere,
para las operaciones más complejas, la puesta en marcha de los mecanismos de
abstracción). Las relaciones mencionadas sirven tanto al trabajo racional como
imaginario.
Si las cadenas son
controladas, hablamos de "imágenes dirigidas" y si se trata de
trenes de representaciones sin control, hablamos de "imágenes
libres".
Al recordar
ordenadamente los objetos de mi habitación, procedo por representación dirigida.
Al divagar o dejar que las asociaciones
jueguen con soltura procedo por representación libre.
III. Asociaciones y
niveles de conciencia.
A medida que
desciende el nivel de conciencia, la asociaciones dirigidas disminuyen y
aumentan las libres. El cotejo racional de datos se entorpece y, en general, la
atención ya no dirige las actividades de la conciencia. Por consiguiente,
disminuye el sentido crítico y autocrítico.
Al caer el nivel, se
bloquean los mecanismos de reversibilidad y, al subir, se desbloquean.
Son los
mecanismos de reversibilidad los que
permiten a la conciencia dirigir las operaciones de un modo más o menos
"voluntario".
Cuando la conciencia
dirige operaciones hacia las fuentes de impulsos, opera la reversibilidad. Tal
es el caso de rememorar (atención + memoria), distinto del simple recordar, en
el que los impulsos llegan de memoria a conciencia sin trabajo atencional
alguno.
Otro caso de
reversibilidad es el de la apercepción (atención + percepción), distinto de la
simple percepción en la que los datos llegan a conciencia sin que ésta se
oriente hacia la fuente de estímulo.
Las operaciones llamadas
"racionales" son netamente vigílicas y, por ende, propias del trabajo
de reversibilidad.
Las operaciones
típicamente "irracionales" del nivel de sueño se imponen a la
conciencia con todo el poder sugestivo de sus imágenes (ausencia de crítica),
merced al bloqueo de la reversibilidad.
En el nivel
intermedio de semi-sueño (en estado de fatiga, al despertar o al entrar en el
sueño), se parcializan las actividades reversibles.
Existen otros casos
de parcialización de la reversibilidad y son los que se manifiestan en los
estados alterados de conciencia (fuerte sugestionabilidad, hipnosis,
alucinación, etcétera.) aun cuando el nivel sea vigílico. Estas situaciones han
llevado a no pocas confusiones a la Sicología clásica, al creer por ejemplo que
la hipnosis era un especial estado de sueño; que las alucinaciones eran simples
simulaciones, etcétera.
En el estado alterado
de "conciencia emocionada", también se parcializan mecanismos de
reversibilidad, a pesar de que otras operaciones continúan efectuándose de
acuerdo a las solicitaciones de la actividad vigílica.
IV. Espacio de
Representación.
Al percibir visualmente un objeto se
lo ve emplazado en un determinado punto del espacio. Pueden apreciarse su alto,
su ancho y también su volumen. Por otra parte, que el cuerpo percibido está más
cerca de nosotros que otros objetos, o a la inversa.
La percepción visual
es muy compleja. Todo objeto percibido
tiene para nosotros color y extensión. Estas dos categorías son inseparables y
forman una estructura.
Del mismo modo, en la
representación visual no existe color sin extensión, ni a la inversa. Si se
imagina un vidrio transparente, por ejemplo, y a través de él un determinado
objeto, el "vidrio" (a pesar de su "transparencia") posee
una cierta diafanidad o un tenue grisado que permite advertirlo como tal. Si,
por otra parte, se imagina una mancha roja, a ésta se le puede dar tal
amplitud que no se advierten sus
límites, o bien se la puede representar como una "mancha" muy
pequeña. En los dos casos advertimos su extensión.
En la percepción, los
cuerpos se desplazan o permanecen en un punto dado, independientemente de las
operaciones mentales del observador. Lo mismo sucede con el color (mantienen su
color o lo modifican con independencia). El observador o el objeto podrán
cambiar su posición y las modificaciones habrán de producirse con exclusión de
las actividades mentales. Desde luego que a
veces ocurren ilusiones y se toma el desplazamiento propio como si fuera
del objeto, o a la inversa; pero eso no compromete al objeto en cuanto externo
a la conciencia.
No pasa igual en la representación.
Color y extensión pueden ser modificados por las operaciones mentales. También
puede hacerse variar la extensión, en cuanto "distancia", entre
observador y objeto.
En casos
excepcionales como el de las alucinaciones, la representación adquiere más
vigor que la percepción, emplazándosela además en el espacio
"externo", terminando por confundirse el objeto representado con una
percepción externa.
Los objetos
percibidos pueden diferenciarse de los representados, en primer lugar
básicamente por su carácter independiente o dependiente de las operaciones
mentales. En segundo lugar, por su diferente nitidez o vigor, aunque esto no es
tan característico en determinados
casos.
Al cerrar los párpados y representar
un objeto que antes percibí, advierto que aquél aún sigue siendo
"externo" a mí, inclusive aunque comprenda que depende de mis
operaciones. El objeto es representado en un espacio parecido al de la
percepción pero que desde luego no es el mismo. Distingo ambos espacios gracias
al tacto interno de mis párpados y a la cenestesia que corresponde a mis
operaciones de representación.
El objeto
representado aparentemente en el espacio de percepción, crea esa ilusión por
estar emplazado en la capa más externa del espacio de representación. Si
emplazo el mismo objeto hacia el centro de la cabeza, noto que surge el límite
con el espacio "externo", como traducción del límite táctil de mis
párpados y de mi cenestesia en general.
El espacio de
representación corresponde al de percepción en su tridimensionalidad.
Merced al espacio de representación,
todas las imágenes pueden ser emplazadas
como objetos y, de acuerdo con la "profundidad" o
"altura" en que se encuentran, podrán dispararse impulsos hacia los
centros de respuesta correspondientes. Si, por ejemplo, imagino a mi mano desde
"afuera" (como si la viera), moviéndose hacia un objeto, no por ello
la mano se moverá realmente. Si, en cambio, siento a mi mano desde
"adentro" desplazándose (imágenes kinestésicas), advierto cómo los
músculos se ponen en marcha en la dirección propuesta. Es que he colocado la
imagen correspondiente en el exacto nivel y profundidad del espacio de
representación.
Las imágenes
correspondientes a los sentidos externos (visuales, auditivas, olfatorias,
gustativas y táctiles) no disparan la actividad del centro motriz sino que
"trazan" el camino por el que se orientará la actividad del cuerpo,
luego de que se ponga en marcha por la acción de las imágenes correspondientes
a sentidos internos (cenestesia y kinestesia). Y todo eso ocurrirá, siempre que
las imágenes de sentidos internos estén correctamente emplazadas en profundidad
y altura, teniendo además la carga adecuada. Si se equivoca la profundidad,
puede no haber respuesta. Si se equivoca la altura, puede responder otra parte
del cuerpo; si las cargas no son adecuadas, la respuesta puede ser débil o
excesiva.
El espacio de
representación es la "pantalla", o el "monitor" en el que
la conciencia puede advertir sus propias operaciones y dirigirlas con su
mecanismo atencional, o bien, las operaciones pueden dispararse automáticamente
desde allí sin la participación de la atención.
Los impulsos de
sentidos externos e internos, los que provienen de memoria y los que surgen de
las operaciones de la misma conciencia, terminan convertidos en imágenes que se
emplazan en los distintos niveles de altura y profundidad en el espacio de
representación.
Conociendo los
fenómenos de transformación de impulsos (traducción, deformación y ausencia),
se comprenderá la enorme posibilidad combinatoria de los fenómenos de
conciencia y las vastísimas resultantes catárticas y transferenciales que
corresponden a las cargas y a los contenidos que se desplazan en los distintos
niveles del espacio de representación.
Ejercicio 1.
El guía pide al sujeto que recuerde
una escena agradable de su vida, solicitándole luego que diferencie entre las
tensiones musculares y los climas emotivos que se suscitan. Posteriormente, el
guía pide que se efectúen operaciones similares con recuerdos ingratos.
El sentido del
ejercicio es el de distinguir entre tensiones y climas.
Ejercicio 2.
El guía pide al sujeto que describa
ordenadamente los objetos que aparecen al entrar a su casa, y luego, los de una
habitación. Posteriormente, el guía pide al sujeto que asocie libremente y
describa las imágenes que se le ocurren en la misma habitación, poniendo
especial énfasis en la no racionalización de las operaciones.
El sentido del
ejercicio es distinguir entre cadenas dirigidas y cadenas libres. Debe advertirse que en las
cadenas dirigidas el nivel tiende a ser vigílico y en las libres, de
semi-sueño. Debe discutirse, además, el trabajo de reversibilidad en ambos
casos.
Ejercicio 3.
El guía, que ha
tomado nota de las cadenas libres del
ejercicio anterior, discute con el
sujeto las asociaciones por similitud, contigüidad y contraste.
Ejercicio 4.
Tanto en este ejercicio, como en los
siguientes, el sujeto deberá relatar en el momento, qué va ocurriendo.
El guía pide al sujeto que se relaje
profundamente y que partiendo de una imagen de sí mismo (en la que el sujeto se
vea a sí mismo), comience a bajar hacia las profundidades, utilizando
escaleras, ascensores, cuerdas, etcétera. Luego, le solicitara regresar al
plano inicial y, desde allí, subir hacia las alturas. Finalmente, le sugerirá
volver al plano medio inicial.
El sujeto habrá de
destacar las racionalizaciones y dificultades
que aparecieron en sus cadenas libres, al desplazarse por las distintas alturas del espacio de
representación.
Ejercicio 5.
El guía pide al
sujeto que, partiendo de la imagen de sí mismo, avance libremente en su
paisaje. Luego pide que retome el camino que usó, hasta llegar al punto
inicial.
El sujeto habrá de
relatar las dificultades en el
"avance" y "retroceso" en las profundidades del espacio de
representación.
Ejercicio 6.
El guía pide al sujeto que, partiendo de la imagen de sí mismo se
contraiga cada vez más, enpequeñeciendose
con respecto a los otros objetos de su paisaje. Pide luego que vuelva a
su tamaño inicial y que crezca cada vez más, para volver finalmente, a su tamaño normal.
El sujeto habrá de
relatar las dificultades de las contracciones y expansiones de su espacio de representación.
Con esta serie de
ejercicios, queda efectuada una primera aproximación a los trabajos con
imágenes que se usarán en las transferencias.[1]
[1] Para la mejor comprensión
del trabajo con imágenes, ver Experiencias Guiadas, Silo, Editorial Plaza y
Janes, Barcelona, 1989
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