lunes, 27 de mayo de 2013

PRACTICAS DE TRANSFERENCIA


           
LECCION 1

Introducción a la transferencia.
En la lección anterior surgió la pregunta: "¿qué pasa cuando los impulsos se bloquean antes de llegar a los centros?" Supongamos el caso de una anestesia intracorporal. El sujeto explica que no siente tensión en el sexo, apareciendo síntomas de impotencia. Supongamos otro caso, en el que una fuerte situación conflictiva, en lugar de integrarse o descargarse catárticamente, queda olvidada. Supongamos, por último, el caso de un estado depresivo continuo en el que el sujeto no experimenta tensiones que pueda corregir mediante relax o abreacciones catárticas.

Son los casos mencionados, y otros de mayor complejidad, los que invitan a encarar trabajos más difíciles conocidos como "transferencias".
           
Las transferencias tiene como objeto la integración de contenidos. No proceden como la catarsis, descargando tensiones hacia la periferia, sino trasladando cargas de unos contenidos a otros, a fin de equilibrar un sistema de ideación, una "escena" mental.

En realidad, la conciencia trabaja transfiriendo cargas de unos contenidos a otros, continuamente. Sucede, sin embargo, que por algún motivo ciertos contenidos quedan aislados produciendose disociaciones...
           
La vida humana, desde el punto de vista sicológico, debería ser una progresiva integración de contenidos. En ese sentido, la transferencia como técnica pretende que se cumpla el proceso normal, afectado por disociaciones accidentales.
           
Así como existen expresiones catárticas naturales, también existen operaciones transferenciales cumplidas durante los sueños, en los ensueños, en el ejercicio artístico, amoroso y religioso.
           
No estamos aquí definiendo a esas actividades por la transferencia, sino explicando que, en ellas, ocurren transferencias.
           
En el sueño paradojal (o sueño con imágenes) se producen transferencias (integraciones, ordenamientos de contenidos), pero además se reordenan en memoria los datos del día. También se alivian las tensiones y el cuerpo descansa. El sueño, pues, cumple con numerosas funciones, una de ellas es la transferencial.

Muchos fenómenos catárticos, al aliviar sobrecargas, permiten transferencias. A la inversa, fenómenos transferenciales liberan remanentes de sobrecargas que se expresan catárticamente. Si bien se trata de funciones distintas, actúan a menudo concomitantemente.
           
Ya se verá más adelante, que en los casos de excesiva tensión habrá que provocar descargas catárticas antes de comenzar un trabajo transferencial. También se comprenderá en qué circunstancia una abreacción será inoportuna porque despojará de carga a los contenidos que deseamos integrar.

I Tensiones y climas. Los impulsos y sus transformaciones.
            En autoconocimiento hicimos una primera distinción entre tensión y clima, explicando al segundo como una sensación global e indefinida. La tensión, en cambio, fue explicada en relación con músculos externos e internos y, a veces, con imágenes mentales. En aquella oportunidad se mencionaron climas de desamparo, violencia, soledad, injusticia, opresión, inseguridad, etcétera.
           
Así como al estudiar las técnicas de catarsis no se prestó atención a las tensiones situacionales, sino a las permanentes, al trabajar ahora con las técnicas transferenciales, se pondrá interés en los "climas fijados" (permanentes), que operan como trasfondo emotivo en la vida cotidiana, ocupando el campo central de la conciencia sólo en determinadas circunstancias.
           
Los climas tienen un carácter no puntual, sino difuso. A veces, carentes de imágenes visuales, resultan de sensaciones cenestésicas (sentidos internos), producidas por un desarreglo funcional, o un conjunto de impulsos de memoria, o de conciencia. Estos dos últimos, convertidos en imágenes cenestésicas, actúan sobre los centros vegetativo, sexual o emotivo, los que dan respuesta interna, provocando un nuevo conjunto de sensaciones (realimentación de impulsos). Al ser tomadas dichas sensaciones por cenestesia, llegan a conciencia difusamente (como en el caso de las sensaciones producidas por desarreglo funcional) y allí se traducen en otras imágenes (visuales, auditivas, etcétera.), propias de los sentidos externos.

De este modo, tanto un desajuste orgánico, como una sobrecarga sexual o emotiva, pueden convertirse en imágenes por ejemplo visuales, merced al fenómeno de traducción, pero siempre acompañadas de un clima emotivo difuso, propio de los impulsos del intracuerpo.
           
La traducción de impulsos cenestésicos en imágenes propias de los sentidos externos es mayor, a medida que desciende el nivel de conciencia. En efecto, aquellos impulsos cenestésicos que en vigilia llegan a conciencia sólo como climas difusos, en sueño profundo aparecen traducidos, ya que al bajar el nivel se desconectan del mundo externo los sentidos correspondientes, ampliándose el umbral de percepción de aquellos internos.
           
Veamos un ejemplo. Las sensaciones que en vigilia son interpretadas como "cosquilleo" por la mala posición de un brazo, en sueños pueden aparecer traducidas como hormigas que  caminan por el brazo. Estas imágenes servirán al durmiente para que corrija su posición sin despertar; pero, además, darán lugar a una larga cadena de asociaciones, resultando un argumento onírico más o menos complicado.
           
Un aumento en la acidez estomacal, puede traducirse en imágenes de incendio; un problema respiratorio, en el entierro del durmiente; una dificultad cardíaca, en un flechazo; el exceso de gases, en un vuelo en globo y una sobrecarga sexual, en imágenes visuales, auditivas y táctiles referidas al compañero o compañera sexual.
           
También los estímulos provenientes del mundo externo pueden ser deformados en el nivel de sueño, sin por ello traducirse de un sentido a otro. Por ejemplo: el timbre del teléfono será el sonido de campanas al viento; alguien que golpea la puerta será el  viejo zapatero de algún cuento y las sábanas enredadas en las piernas resultarán una ciénaga llena de impedimentos, pero con calidades táctiles similares a las del estímulo.

Hemos citado dos transformaciones de impulsos diferentes: una llamada "traducción" y otra "deformación".

Otro caso importante en la transformación de impulsos es el de "ausencia"; tal lo que sucede en las anestesias intracorporales, ausencia de miembros u órganos, o fallas en algún sentido externo, que son experimentadas como climas de "perdida de identidad", "desconexión con el mundo", etcétera. En los bajos niveles de conciencia, estas ausencias de estímulos pueden también compensarse con deformaciones o traducciones variadas, según las cadenas asociativas que  cumplan  con una mejor función para la economía síquica.

II. Percepción y representación. Cadenas asociativas.
            Cuando alguien percibe un objeto, lo reconoce, o bien advierte su novedad. Esto es posible debido a que a la entrada del impulso (que va a memoria y a conciencia), corresponde un veloz análisis en memoria. Este análisis resulta del cotejo entre los impulsos que llegan y los grabados anteriormente. Memoria entonces, entrega a conciencia una señal completa y conciencia "reconoce" al objeto.

Así como los impulsos que comienzan en sentidos (sensaciones) llegan a conciencia estructurados como percepciones, memoria entrega datos a conciencia que se estructuran como representaciones. El acuerdo entre percepción y representación, permite a  conciencia reconocer al estímulo, o desconocerlo según el caso.

Si la percepción de un objeto no tiene antecedentes, memoria entrega, de todos modos, datos incompletos que permiten a conciencia ubicar al objeto por similitud, contigüidad o contraste con respecto a franjas de objetos, o partes de otros objetos. En estos casos, el sujeto dirá que el nuevo objeto se parece a otros en tales y cuales características y que no podría tratarse de otro tipos de objetos, etcétera.

            A toda percepción corresponde una representación. Las representaciones se disparan en trenes de impulsos desde memoria. A los trenes de impulsos se los conoce como "cadenas asociativas", destacándose en conciencia aquellos primarios que tienen que ver directamente con el objeto propuesto. Pero actuando además otros que sirven a la dinámica de la conciencia. De otro modo, conciencia funcionaría sólo "fotográficamente", sonre la base del reconocimiento y desconocimiento de los impulsos que llegan a ella. En realidad, conciencia trabaja secuencialmente, y no con "fotografías" estáticas.

Supongamos, ahora, que memoria es excitada por impulsos que llegan desde sentidos internos (cenestésicos), al tiempo que están llegando impulsos del mundo externo (por sentidos externos). Memoria entregará los datos del caso a conciencia y resultarán los reconocimientos correspondientes. Está claro que si el sujeto, mientras actúa en el mundo, recibe desde su intracuerpo impulsos que corresponden a un desajuste vegetativo, obtendrá un reconocimiento del mundo relativamente "climatizado". Los ejemplos son claros: una persona con malestar hepático no ve con agrado un hermoso cuadro; una irritación visceral configura un mundo irritante; una contracción profunda contrae la percepción del mundo.
           
De este modo, numerosas cadenas asociativas que aparecen en conciencia son suscitadas por impulsos tanto externos como internos que llegan a memoria.

Hemos dicho que las asociaciones suelen darse por similitud, contigüidad y contraste.
Veamos los casos.
           
Si al decir: "montaña" asocio con "edificio", advierto que operó la similitud; si respondo "nieve", funcionó la contigüidad;  si digo "pozo", el contraste.
           
En la similitud, las representaciones actúan por lo parecido; en la contigüidad, por lo próximo, o lo que está o estuvo en contacto con el objeto propuesto; en el contraste, por lo que se opone a él.
Gracias a esas  vías asociativas, conciencia puede establecer relaciones de diferenciación, complementación y síntesis (aunque se requiere, para las operaciones más complejas, la puesta en marcha de los mecanismos de abstracción). Las relaciones mencionadas sirven tanto al trabajo racional como imaginario.
           
Si las cadenas  son  controladas, hablamos de "imágenes dirigidas" y si se trata de trenes de representaciones sin control, hablamos de "imágenes libres".
           
Al recordar ordenadamente los objetos de mi habitación, procedo por representación dirigida. Al divagar o dejar  que las asociaciones jueguen con soltura procedo por representación libre.

III. Asociaciones y niveles de  conciencia.
A medida que desciende el nivel de conciencia, la asociaciones dirigidas disminuyen y aumentan las libres. El cotejo racional de datos se entorpece y, en general, la atención ya no dirige las actividades de la conciencia. Por consiguiente, disminuye el sentido crítico y autocrítico.
           
Al caer el nivel, se bloquean los mecanismos de reversibilidad y, al subir, se desbloquean.
           
Son los mecanismos  de reversibilidad los que permiten a la conciencia dirigir las operaciones de un modo más o menos "voluntario".

Cuando la conciencia dirige operaciones hacia las fuentes de impulsos, opera la reversibilidad. Tal es el caso de rememorar (atención + memoria), distinto del simple recordar, en el que los impulsos llegan de memoria a conciencia sin trabajo atencional alguno.

Otro caso de reversibilidad es el de la apercepción (atención + percepción), distinto de la simple percepción en la que los datos llegan a conciencia sin que ésta se oriente hacia la fuente de estímulo.

            Las operaciones llamadas "racionales" son netamente vigílicas y, por ende, propias del trabajo de reversibilidad.
           
Las operaciones típicamente "irracionales" del nivel de sueño se imponen a la conciencia con todo el poder sugestivo de sus imágenes (ausencia de crítica), merced al bloqueo de la reversibilidad.

En el nivel intermedio de semi-sueño (en estado de fatiga, al despertar o al entrar en el sueño), se parcializan las actividades reversibles.
           
Existen otros casos de parcialización de la reversibilidad y son los que se manifiestan en los estados alterados de conciencia (fuerte sugestionabilidad, hipnosis, alucinación, etcétera.) aun cuando el nivel sea vigílico. Estas situaciones han llevado a no pocas confusiones a la Sicología clásica, al creer por ejemplo que la hipnosis era un especial estado de sueño; que las alucinaciones eran simples simulaciones, etcétera.

En el estado alterado de "conciencia emocionada", también se parcializan mecanismos de reversibilidad, a pesar de que otras operaciones continúan efectuándose de acuerdo a las solicitaciones de la actividad vigílica.

IV. Espacio de Representación.
            Al percibir visualmente un objeto se lo ve emplazado en un determinado punto del espacio. Pueden apreciarse su alto, su ancho y también su volumen. Por otra parte, que el cuerpo percibido está más cerca de nosotros que otros objetos, o a la inversa.
           
La percepción visual es muy  compleja. Todo objeto percibido tiene para nosotros color y extensión. Estas dos categorías son inseparables y forman una estructura.

Del mismo modo, en la representación visual no existe color sin extensión, ni a la inversa. Si se imagina un vidrio transparente, por ejemplo, y a través de él un determinado objeto, el "vidrio" (a pesar de su "transparencia") posee una cierta diafanidad o un tenue grisado que permite advertirlo como tal. Si, por otra parte, se imagina una mancha roja, a ésta se le puede dar tal amplitud  que no se advierten sus límites, o bien se la puede representar como una "mancha" muy pequeña. En los dos casos advertimos su extensión.
           
En la percepción, los cuerpos se desplazan o permanecen en un punto dado, independientemente de las operaciones mentales del observador. Lo mismo sucede con el color (mantienen su color o lo modifican con independencia). El observador o el objeto podrán cambiar su posición y las modificaciones habrán de producirse con exclusión de las actividades mentales. Desde luego que a  veces ocurren ilusiones y se toma el desplazamiento propio como si fuera del objeto, o a la inversa; pero eso no compromete al objeto en cuanto externo a la conciencia.

            No pasa igual en la representación. Color y extensión pueden ser modificados por las operaciones mentales. También puede hacerse variar la extensión, en cuanto "distancia", entre observador y objeto.

En casos excepcionales como el de las alucinaciones, la representación adquiere más vigor que la percepción, emplazándosela además en el espacio "externo", terminando por confundirse el objeto representado con una percepción externa.
           
Los objetos percibidos pueden diferenciarse de los representados, en primer lugar básicamente por su carácter independiente o dependiente de las operaciones mentales. En segundo lugar, por su diferente nitidez o vigor, aunque esto no es tan característico en determinados  casos.

            Al cerrar los párpados y representar un objeto que antes percibí, advierto que aquél aún sigue siendo "externo" a mí, inclusive aunque comprenda que depende de mis operaciones. El objeto es representado en un espacio parecido al de la percepción pero que desde luego no es el mismo. Distingo ambos espacios gracias al tacto interno de mis párpados y a la cenestesia que corresponde a mis operaciones de representación.
           
El objeto representado aparentemente en el espacio de percepción, crea esa ilusión por estar emplazado en la capa más externa del espacio de representación. Si emplazo el mismo objeto hacia el centro de la cabeza, noto que surge el límite con el espacio "externo", como traducción del límite táctil de mis párpados y de mi cenestesia en general.

El espacio de representación corresponde al de percepción en su tridimensionalidad. Merced  al espacio de representación, todas las imágenes pueden ser emplazadas  como objetos y, de acuerdo con la "profundidad" o "altura" en que se encuentran, podrán dispararse impulsos hacia los centros de respuesta correspondientes. Si, por ejemplo, imagino a mi mano desde "afuera" (como si la viera), moviéndose hacia un objeto, no por ello la mano se moverá realmente. Si, en cambio, siento a mi mano desde "adentro" desplazándose (imágenes kinestésicas), advierto cómo los músculos se ponen en marcha en la dirección propuesta. Es que he colocado la imagen correspondiente en el exacto nivel y profundidad del espacio de representación.

Las imágenes correspondientes a los sentidos externos (visuales, auditivas, olfatorias, gustativas y táctiles) no disparan la actividad del centro motriz sino que "trazan" el camino por el que se orientará la actividad del cuerpo, luego de que se ponga en marcha por la acción de las imágenes correspondientes a sentidos internos (cenestesia y kinestesia). Y todo eso ocurrirá, siempre que las imágenes de sentidos internos estén correctamente emplazadas en profundidad y altura, teniendo además la carga adecuada. Si se equivoca la profundidad, puede no haber respuesta. Si se equivoca la altura, puede responder otra parte del cuerpo; si las cargas no son adecuadas, la respuesta puede ser débil o excesiva.
           
El espacio de representación es la "pantalla", o el "monitor" en el que la conciencia puede advertir sus propias operaciones y dirigirlas con su mecanismo atencional, o bien, las operaciones pueden dispararse automáticamente desde allí sin la participación de la atención.
           
Los impulsos de sentidos externos e internos, los que provienen de memoria y los que surgen de las operaciones de la misma conciencia, terminan convertidos en imágenes que se emplazan en los distintos niveles de altura y profundidad en el espacio de representación.

Conociendo los fenómenos de transformación de impulsos (traducción, deformación y ausencia), se comprenderá la enorme posibilidad combinatoria de los fenómenos de conciencia y las vastísimas resultantes catárticas y transferenciales que corresponden a las cargas y a los contenidos que se desplazan en los distintos niveles del espacio de representación.

Ejercicio 1.
            El guía pide al sujeto que recuerde una escena agradable de su vida, solicitándole luego que diferencie entre las tensiones musculares y los climas emotivos que se suscitan. Posteriormente, el guía pide que se efectúen operaciones similares con recuerdos ingratos.

El sentido del ejercicio es el de distinguir entre tensiones y climas.

Ejercicio 2.
            El guía pide al sujeto que describa ordenadamente los objetos que aparecen al entrar a su casa, y luego, los de una habitación. Posteriormente, el guía pide al sujeto que asocie libremente y describa las imágenes que se le ocurren en la misma habitación, poniendo especial énfasis en la no racionalización de las operaciones.
           
El sentido del ejercicio es distinguir entre cadenas dirigidas y  cadenas libres. Debe advertirse que en las cadenas dirigidas el nivel tiende a ser vigílico y en las libres, de semi-sueño. Debe discutirse, además, el trabajo de reversibilidad en ambos casos.

Ejercicio 3.
El guía, que ha tomado nota de las  cadenas libres del ejercicio anterior, discute  con el sujeto las asociaciones por similitud, contigüidad y contraste.

Ejercicio 4.
            Tanto en este ejercicio, como en los siguientes, el sujeto deberá relatar en el momento, qué va ocurriendo.

            El guía pide al sujeto que se relaje profundamente y que partiendo de una imagen de sí mismo (en la que el sujeto se vea a sí mismo), comience a bajar hacia las profundidades, utilizando escaleras, ascensores, cuerdas, etcétera. Luego, le solicitara regresar al plano inicial y, desde allí, subir hacia las alturas. Finalmente, le sugerirá volver al plano medio inicial.
           
El sujeto habrá de destacar las racionalizaciones y dificultades  que aparecieron en sus cadenas libres, al desplazarse por las  distintas alturas del espacio de representación.

Ejercicio 5.
El guía pide al sujeto que, partiendo de la imagen de sí mismo, avance libremente en su paisaje. Luego pide que retome el camino que usó, hasta llegar al punto inicial.

El sujeto habrá de relatar las  dificultades en el "avance" y "retroceso" en las profundidades del espacio de representación.

Ejercicio 6.
            El guía pide al sujeto  que, partiendo de la imagen de sí mismo se contraiga cada vez más, enpequeñeciendose  con respecto a los otros objetos de su paisaje. Pide luego que vuelva a su tamaño inicial y que crezca cada vez más, para volver  finalmente, a su tamaño normal.
           
El sujeto habrá de relatar las dificultades de las contracciones y expansiones de  su espacio de representación.
           
Con esta serie de ejercicios, queda efectuada una primera aproximación a los trabajos con imágenes que se usarán en las transferencias.[1]  




[1] Para la mejor comprensión del trabajo con imágenes, ver Experiencias Guiadas, Silo, Editorial Plaza y Janes, Barcelona, 1989

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