Cuando
estamos cerca de una persona en tránsito de muerte, nos volvemos
dolorosamente concientes de la mortalidad, no sólo del enfermo sino que también
la nuestra. Caemos en cuenta de la fragilidad y la preciosidad de cada instante
y de cada ser y de ahí puede crecer una profunda
compasión hacia todos los seres humanos.
¿
Qué es la compasión? No es
solamente una sensación de lástima o interés por la persona
que sufre, ni es solamente un afecto sincero hacia la persona que tenemos
delante, ni solo un claro reconocimiento de sus necesidades y su dolor; es
también la determinación sostenida y práctica
de hacer todo lo que sea posible y necesario para contribuir a aliviar su
sufrimiento. La compasión no es autentica compasión si no es
activa.
La compasión
es mucho mas noble y grandiosa que la lástima. La lástima
tiene raíces en el miedo y en una sensación
de arrogancia y condescendencia, a veces incluso en una complacida sensación
de “me alegro de no ser yo”. Cuando nuestro
miedo toca el dolor de otro se convierte en lástima; cuando
nuestro amor toca el dolor de otro, se convierte en compasión.
Entrenarse en la compasión, pues, es saber que todos los seres humanos somos iguales y que sufrimos de
manera semejante y saber que no es uno
distinto de nadie ni superior a nadie. (Sogyal Rimpoché,1994)
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