martes, 14 de mayo de 2013

Desarrollar nuestra fe




Nuestra educación contemporánea nos adoctrina  en la glorificación de la duda y de hecho ha creado lo que casi se podría llamar una religión o una teología de la duda, en la cual para ser considerado inteligente hay que mostrar que se duda de todo, denigrar cínicamente todas las filosofías y los ideales espirituales heredados y en general todo lo que se haga por fe o simple buena voluntad.

Algunos dicen que la fe es algo que está o no está en las personas, que brota o que no brota. Pero observen ese estado de conciencia. Alguien puede no tener fé en absoluto,  pero también puede desear, sin fe y sin experiencia, obtenerla. Puede inclusive comprender intelectualmente que tal cosa es interesante, que puede valer la pena orientarse en esa dirección. Pues bien, cuando eso comienza a suceder es porque algo ya se está manifestando en esa dirección.

Quienes logran esa fe o esa experiencia trascendente, aunque no puedan definirla en términos precisos como no se puede definir el amor, reconocerán la necesidad de orientar a otros hacia el sentido, pero jamás tratarán de imponer su paisaje a quienes no lo reconozcan. (Silo-Sogyal Rimoché, 1994

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