“Es
difícil el arte de comunicar a una persona una difícil
noticia, acorde con la verdad, pero con toda humanidad.
¿Hay
que decirle a la persona que se esta muriendo? En general, salvo que el otro no
quiera enfrentarlo por ningún motivo, es conveniente decir la verdad, de la manera
mas serena, afectuosa y hábil posible. Decirle la verdad es lo mínimo
que merece ¿como podría prepararse para la muerte? ¿Cómo
podrá llevar las relaciones de su vida a una conclusión
verdadera? ¿Cómo podrá atender a los numerosos asuntos prácticos
que deben resolverse? ¿Cómo podrá ayudar a lo que quedarán atrás
y han de seguir viviendo después de su partida? “(Sogyal Rimpoché,
1994)
Así,
al comunicarle a la persona con afecto y sensibilidad que va a morir pronto, se
le da la oportunidad de prepararse y de encontrar sus propios poderes de
fortaleza y el sentido de su vida.
Desde
los puntos de vista ético y legal, todo ser humano
tiene derecho a saber qué pasa con su cuerpo y a
participar activamente en las decisiones que se tomen en cuanto a las opciones
de tratamiento, pronóstico, calidad de vida y
preferencias ante el evento de su muerte. Lo que sí, derecho a saber no implica la obligación
de saber. (Kubler-Ross, 1996)
El
ser humano tiene mecanismos tan maravillosos que cuando no está
preparado para recibir una noticia, aunque la escuche no la integra. Sólo
podrá escuchar de verdad aquello para lo cual está
listo...por lo tanto no hay mucho que temer. Si la persona no quiere o puede
saber la verdad...la va a negar hasta que esté preparado, aun cuando se la
digamos.
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