miércoles, 15 de mayo de 2013

La paz interior


Se dice que en el momento de la muerte hay dos cosas que cuentan : lo que hayamos hecho en la vida y el estado mental en que nos hallemos entonces. Muchos creen que si realmente somos capaces de efectuar un cambio de corazón en el momento de la muerte, podemos influir decisivamente en nuestro futura trascendencia.


Algunos maestros creen y enseñan que el último pensamiento y emoción que tenemos justo antes de morir ejerce un efecto sobre el futuro inmediato. Por eso se insiste en que la calidad de la atmósfera que nos rodea en el momento de la muerte es fundamental. Con nuestros amigos y familiares hemos de hacer todo lo que podamos para inspirar emociones positivas y sentimientos sagrados, como amor, compasión devoción y todo lo que podamos ayudarles a liberarse de todo aferramiento, anhelo y apego.


La forma ideal de morir es haberse desprendido de todo, interna y externamente, de modo que a la mente le quede el mínimo posible anhelo, aferramiento y apego a que amarrarse en ese momento esencial. Así pues antes de morir hemos de intentar liberarnos del apego a todas nuestras posesiones, amigos y seres queridos.

Cualquier estado mental dañino, toda  contradicción, toda culpa, resentimiento o deseo de venganza, incluso la menor añoranza de cualquier posesión  constituyen un estorbo cuando llega el momento de la muerte, hay que procurar llegar a éste sin apegos, ni pensamientos negativos. Pero también es posible que el momento de la muerte se constituya en la ultima opción de reconciliación, de ahí que el trabajo que se haga, con ayuda de un buen amigo en ese momento puede ser de muchísima utilidad para facilitar el viaje y la trascendencia.

En todas las tradiciones religiosas y corrientes espirituales se sostiene que morir en estado de oración es sumamente poderoso. Por eso, cuando nos llegue el momento, relajémonos lo mas profundamente posible,  invoquemos de corazón a nuestros guías y/o maestros. Intentemos sentir su presencia. Pidamos por que todos nuestros actos negativos sean perdonados, pidamos por perdonar y liberarnos de todos aquellos que tengamos atados. (Sogyal Rimpoché, 1994)

Figurémonos el momento de la muerte como una extraña zona fronteriza de la mente, una tierra de nadie en la que, se nos presenta la posibilidad de una libertad ilimitada, una libertad que brota precisamente de la ausencia del cuerpo. Liberarnos del cuerpo y dejarlo atrás de buena gana, incluso con agradecimiento y alegría será nuestra tarea....reconoceremos que nosotros no somos sólo cuerpo....Tal como decía con humor Laura Rodriguez, la diputada humanista que murió de cáncer en 1992, yo no soy mis presas.



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