“Se
dice que en el momento de la muerte hay dos cosas que cuentan : lo que hayamos
hecho en la vida y el estado mental en que nos hallemos entonces. Muchos creen
que si realmente somos capaces de efectuar un cambio de corazón
en el momento de la muerte, podemos influir decisivamente en nuestro futura
trascendencia.
Algunos maestros
creen y enseñan que el último pensamiento y emoción que tenemos
justo antes de morir ejerce un efecto sobre el futuro inmediato. Por eso se
insiste en que la calidad de la atmósfera que nos
rodea en el momento de la muerte es fundamental. Con nuestros amigos y
familiares hemos de hacer todo lo que podamos para inspirar emociones positivas
y sentimientos sagrados, como amor, compasión devoción
y todo lo que podamos ayudarles a liberarse de todo aferramiento, anhelo y
apego.
La
forma ideal de morir es haberse desprendido de todo, interna y externamente, de
modo que a la mente le quede el mínimo posible anhelo,
aferramiento y apego a que amarrarse en ese momento esencial. Así
pues antes de morir hemos de intentar liberarnos del apego a todas nuestras
posesiones, amigos y seres queridos.
Cualquier
estado mental dañino, toda contradicción, toda culpa, resentimiento o
deseo de venganza, incluso la menor añoranza de cualquier posesión constituyen un estorbo cuando llega el
momento de la muerte, hay que procurar llegar a éste sin apegos, ni
pensamientos negativos. Pero también es posible que el momento de
la muerte se constituya en la ultima opción de reconciliación,
de ahí que el trabajo que se haga, con ayuda de un buen
amigo en ese momento puede ser de muchísima utilidad para facilitar
el viaje y la trascendencia.”
En
todas las tradiciones religiosas y corrientes espirituales se sostiene que
morir en estado de oración es sumamente poderoso. Por
eso, cuando nos llegue el momento, relajémonos lo mas profundamente
posible, invoquemos de corazón
a nuestros guías y/o maestros. Intentemos sentir su presencia.
Pidamos por que todos nuestros actos negativos sean perdonados, pidamos por perdonar
y liberarnos de todos aquellos que tengamos atados. (Sogyal Rimpoché,
1994)
Figurémonos
el momento de la muerte como una extraña zona fronteriza de la mente,
una tierra de nadie en la que, se nos presenta la posibilidad de una libertad
ilimitada, una libertad que brota precisamente de la ausencia del cuerpo.
Liberarnos del cuerpo y dejarlo atrás de buena gana, incluso con
agradecimiento y alegría será
nuestra tarea....reconoceremos que nosotros no somos sólo
cuerpo....Tal como decía con humor Laura Rodriguez,
la diputada humanista que murió de cáncer
en 1992, “ yo no soy mis presas”.
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