Siempre
que estemos con una persona que está a punto de morir, a decir
verdad esto vale para cualquier persona, insistamos en lo que ella ha logrado y
hecho bien. Ayudémosla a sentirse lo mas constructiva y satisfecha
posible respecto a su vida. Concentrémonos en sus virtudes y no en sus defectos.
A
veces las personas se aferran a la vida y temen soltarse y morir porque no han
llegado a la aceptación de lo que han sido y han
hecho. Cuando una persona muere albergando sentimientos de culpa o de enemistad
hacia otros, quienes le sobreviven sufren aún mas profundamente su aflicción.
¿Será
este momento demasiado tarde para curar el dolor del pasado?. El momento de la
muerte tiene tal grandeza, solemnidad e irrevocabilidad que puede inducir a las
personas a replantearse sus actitudes y a mostrarse mas receptivas y dispuestas
a perdonar aunque antes les resultara intolerable la idea. Aún
en el mismo límite de la vida es posible remediar los errores del
pasado.
Para
ayudar a la reconciliación, hemos de recordar las cosas
buenas que se ha hecho, perdonar a todas las personas de la vida y pedir perdón
a cuantos podamos haber hecho daño. Animemos a las personas a
hacer las paces con los familiares y amigos de quienes están
distanciados, y a limpiar su corazón, de modo que no le quede ni
rastro de odio ni el agravio mas leve”. (Sogyal Rimpoché,
1994)
Todas
las religiones, las corrientes espirituales y sicológicas
ponen en relieve el poder del perdón, y este poder nunca es más
necesario ni se siente más profundamente que cuando
alguien está muriendo. Al perdonar y ser perdonados, nos
preparamos de la manera más completa para la muerte del
cuerpo y para la posible trascendencia del alma.
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