lunes, 13 de mayo de 2013

Procurando paz en el momento de la muerte




Asumiendo que en un caso muy favorable, se den cuenta por la respiración, el sudor frío, la mirada fija y otras señales de que la persona se está muriendo, pueden acercarse, tocarla suavemente, hablarle en voz baja y cariñosa y decirle lo que el corazón le indique. Especialmente mensajes reconciliatorios, de tranquilización, de despedida y de permiso para su partida. También se puede poner música relajante, leer algo religioso, rezar o realizar la ceremonia de asistencia que está en este estudio. No hay mucho que hacer más que estar y permitir que se vaya con amor.

Siempre que sea posible, ojalá las personas mueran en su casa, porque es el lugar donde probablemente la mayoría se encuentra mas cómoda. Pero si alguien debe morir en un hospital, un ser querido puede hacer mucho para contribuir a que esa muerte sea lo mas natural e inspiradora posible. Podemos llevar plantas, flores, fotos, dibujos hechos por hijos o nietos, quizás un cassete de música o, si es posible, comida preparada en casa.

Cuando una persona está muy próxima a la muerte, es mejor solicitar al personal del hospital que no la moleste con tanta frecuencia y que dejen de hacerle exámenes y análisis. Si la persona está en una unidad de cuidados intensivos, nada de esto es posible. Solo procuremos llegar a un acuerdo con el médico para que, llegado el momento, la puedan trasladar, si es posible, a una habitación particular y que dejen el cuerpo sin ser molestado durante el mayor tiempo posible. Hemos de dar a los muertos toda la ayuda que podamos en forma de silencio y paz para ayudarlos a iniciar su viaje mas allá de la muerte. Es importante que la mente del moribundo esté lo mas serena posible en los momentos anteriores a la muerte.

De las experiencias de casi muerte o del coma se ha visto que se tiene mucho mas conciencia de lo que ocurre alrededor de lo que mucho nos imaginamos. Por ello es siempre importante estar atento a lo que se dice o hace, es posible que aunque aparentemente el moribundo no nos escuche, si perciba mucho más de lo que parece.

Muchos aconsejan que los parientes y amigos afligidos no estén presentes junto al lecho del moribundo, para evitar que provoquen emociones perturbadoras en el momento de la muerte. Si posible, es mejor que amigos y parientes no manifiesten un excesivo pesar en ese instante, porque la conciencia del que va a morir es excepcionalmente vulnerable. La aflicción y la pena habrán de expresarse en etapas posteriores más oportunas.

Es aconsejable que toda persona haga lo posible por resolver el afecto y la aflicción con la persona moribunda antes de que llegue el momento de la muerte: lloren juntos, expresen su cariño y despídanse, pero intenten terminar este proceso antes de que llegue el instante real de la muerte.

El llanto es bueno y sanador, hace daño reprimirlo, ya que es necesario para el alivio pero es importante realizarlo en el momento oportunos. Hay otras formas de catarsis que son útiles al igual que el llanto para sacar la pena como son : el ejercicio, el sexo o la risa. (Sogyal Rimpoché, 1994)

No esperemos eso sí, demasiado de nosotros mismos, ni esperemos que nuestra ayuda va a producir resultados milagrosos en la persona que va a morir o que vamos a salvarla. Nos llevaríamos una decepción. Las personas mueren como han vivido, como ellas mismas.


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