Contáctese primero con
lo mejor de si y con sus guías
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Como
en todas las situaciones graves hay dos cosas que resultan útiles:
el sentido común y el sentido del humor.
Es
importante no tomarse los enojos de la persona moribunda como algo personal.
Cuando uno menos lo espera el moribundo puede convertirnos en blanco de sus
iras y reproches. No nos figuremos que esa rabia se dirige realmente contra
nosotros (tal cómo la mayoría de las rabias); si
comprendemos de qué profundidades de miedo y
aflicción surge, evitaremos reaccionar a ella de un modo que
pueda perjudicar la relación entre nosotros.
¿Cómo
se nos puede ocurrir que una persona que está a punto de morir no ha de
sentirse a veces triste, a veces aterrorizada, a veces enrabiada. Lo que busca
la persona que muere es que su entorno intente comprenderlo. De ahí
que es esencial que trasmitamos a la persona que todo lo que pueda sentir, su
rabia, frustración, es normal. La muerte saca a
la luz muchas emociones reprimidas: tristeza, culpa, e incluso envidia de
quienes aun están sanos
No
queramos ser demasiado sabios; no intentemos decir siempre algo profundo. No
tenemos que hacer nada para que las cosas mejoren. Y si experimentamos mucho
miedo y ansiedad y no sabemos qué hacer, digámoslo
sinceramente al moribundo y pidámosle ayuda. A veces ellos
saben mucho mejor que nosotros cómo se les puede ayudar y hemos
de saber recurrir a su sabiduría y permitir que nos
transmitan lo que saben.
No
nos inquietemos si nos parece que
nuestra ayuda hace muy poco efecto y que la persona no responde. No podemos
conocer los efectos más profundos de nuestra atención
y cuidados.
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