Una Intención
evolutiva da lugar al nacimiento del tiempo y a la dirección
de este Universo. Energía, materia y vida, evolucionan
hacia formas cada vez más complejas. Cuando la materia
se comienza a mover, nutrir y reproducir, surge la vida. Y la materia viviente
genera un campo de energía al que tradicionalmente se
ha llamado “alma”. El alma, o doble energético,
actúa en el interior y alrededor de los centros vitales
de los seres animados.
Los seres vivos se reproducen y en ese acto pasa, a través de las células en fusión, el campo energético que configura un nuevo
ser totalmente independiente. Los cuerpos vivos necesitan de elementos sólidos, líquidos, gaseosos y radiantes,
para nutrirse y realizar sus funciones. Además, los dobles energéticos requieren sensaciones de distinto potencial para lograr su
desarrollo. Con la muerte se produce la disolución del cuerpo al tiempo que ocurre la separación y aniquilamiento del doble energético.
La evolución
constante de nuestro mundo ha producido al ser humano, también
en tránsito y cambio, en el que se incorpora (a diferencia
de las otras especies) la experiencia social capaz de modificarlo
aceleradamente. El ser humano llega a estar
en condiciones de salir de los dictámenes rigurosos de la
Naturaleza, inventándose, haciéndose
a sí mismo física y mentalmente. Y es en el
ser humano donde aparece un nuevo principio generado en el doble. Desde antiguo
a este nuevo principio se lo llamó “espíritu”.
El espíritu nace cuando el doble vuelve sobre sí
mismo, se hace consciente y forma un “centro”
de energía nueva.
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