No
podemos ayudar a un moribundo sin reconocer como nos afecta y perturba su miedo
a morir, que hace aflorar nuestros mas incómodos temores. Ayudar a una
persona que una sabe que va a morir pronto es como tener delante un bruñido
espejo de la propia realidad.
Es
posible que estar en contacto con “los viajeros”
sea una manera muy eficaz de acelerar nuestro crecimiento como seres
humanos. Ser consientes de nuestros
propios temores acerca de la muerte nos ayudará ser consientes de los temores
del moribundo. Imaginemos profundamente lo que pueden ser esos temores, miedo a
un dolor cada vez mas fuerte, miedo a sufrir, miedo a la dependencia, miedo a
la separación de lo que amamos, miedo a perder el control...quizás
el mayor de todos sea el miedo al propio miedo, que se vuelve más
y más poderoso cuanto más
lo esquivamos.
Por
lo general, cuando una persona tiene miedo se siente aislada y sola, sin compañía.
Pero si alguien le hace compañía y le habla de sus propios
miedos, se da cuenta de que el miedo es universal y eso le quita el filo de
dolor personal. (Sogyal Rimpoché,
1994)
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