lunes, 13 de mayo de 2013

DISTINTOS TIPOS DE MUERTE


Muerte Natural
Muerte Natural Repentina
Es la que sucede súbitamente sin un síntoma previo, como en el caso de un infarto cardiaco, un derrame cerebral y muchas enfermedades fulminantes.

El impacto de la sorpresa, la duda de que si quien murió había dado señales previas que hicieran suponer que se encontraba enfermo o enferma y la preocupación de si sufrió o no al morir y si se dio cuenta de que estaba muriendo, son tres elementos que diferencian esta muerte de la natural anticipada.

Aunque en la mayoría de estos casos nada de lo que los familiares hubieran hecho habría evitado la muerte, es común que durante un tiempo se pregunten una y otra vez qué habría pasado si hubieran llegado más temprano, si le hubiera puesto más atención al malestar que dijo tener, si lo hubiera obligado a ir donde el médico cuando se sentía decaído.

En estas muertes, al choque inicial hay que añadir lo absurdo de tener que aceptar que quien ayer conversaba tranquilamente sin ninguna queja, hoy está muerto y no volverá. A esto se suman otros elementos como la culpa y los autorreproches, que no sólo se dirigen contra el supuesto descuido médico sino también se ligan a un repaso minucioso y crítico de los últimos días de vida con quien murió. Un disgusto, una pelea, o lo contrario, un buen momento en la relación, cobran un destacado valor para los que quedan. Las últimas palabras, afirmaciones y consejos son escrupulosamente repasados una y otra vez. A estas reacciones puede unirse a la rabia, una sensación de injusticia o resentimiento casi inconfesable hacia quien murió. Esto es común cuando, por ejemplo quien muere mantenía a sabiendas de sus efectos nocivos conductas como fumar, no vigilar la dieta etc. La familia puede interpretar este descuido como un pseudoabandono voluntario.

Nuestras costumbres sociales obligan a no hablar mal de quien murió ni sentir rabia hacia él; por esta razón este tipo de pensamiento se esconde con vergüenza. El poder expresarlo abiertamente produce un gran alivio si esto es seguido de un proceso de reconciliación. (Isa Fonnegra de Jarmillo, 2001)
Muerte natural Anticipada

Es la que resulta de una enfermedad fatal cuyo pronóstico es inmodificable. En este tipo de muerte hay ciertas variables a tener en cuenta:
1.- La Duración en el Tiempo:
Una enfermedad de curso rápido o muy agresivo o que se descubre en una fase muy avanzada no da tiempo a la familia para reorganizarse luego del choque inicial del diagnóstico. Pero, por otro lado una enfermedad muy prolongada exige en los familiares múltiples adaptaciones que incluyen conceder espacios, replantear rutinas y/o abandonar total o parcialmente el mundo  previo para poder cuidar al enfermo. Con frecuencia, estas circunstancias generan ambivalencia entre la devoción y la dedicación exclusivas al enfermo y la atención a las necesidades y fatigas propias, junto con la sensación de pérdida de libertad. También aparece a veces el deseo de retirarse de la tarea con la consiguiente culpa.

2.- La intensidad del dolor del paciente.
La percepción de qué tanto le duele o sufre una persona a lo largo de una enfermedad prolongada influye en el duelo posterior, puede darse el sentimiento de querer la muerte del otro...lo mejor que puede pasar es que muera con la consiguiente complicación que tal deseo implica. También puede dar pie a dudas y dilemas espirituales, si la familia se pregunta por qué Dios es capaz de permitir que alguien bueno padezca una enfermedad tan degradante.
3.- Las decisiones médicas
Las decisiones en torno a los tratamientos y al cuidado del paciente deben ser revisadas con flexibilidad y replanteadas varias veces a través el curso de la enfermedad. Todo este proceso puede implicar profundos dilemas éticos que, mal resueltos, influyen negativamente en el duelo porque tienden a culpabilizar a los que quedan de lo que se hizo o no hizo.
Conocer verbalmente o por escrito las preferencias de la persona acerca de las circunstancias en que le gustaría que se diera su muerte, y discutirlas, previene muchos conflictos entre los médicos y familiares. (Isa Fonnegra de Jarmillo, 2001

Muerte Accidental

Cuando la muerte de un ser querido ocurre en circunstancias traumáticas, el duelo presenta una notoria tendencia a complicarse. La categoría de trauma es altamente subjetiva, pues para una persona la pérdida de un ser querido como consecuencia de un un accidente de tránsito puede ser traumática mientras que para otra no. Sin embargo, algunos factores hacen que una muerte sea traumática y el duelo más complicado:
qLo súbito, sorpresivo y no anticipado de la muerte
qLa violencia, mutilación o destrucción del cuerpo (Los duelos sin cadáver suelen no resolverse nunca)
qSi la muerte fue determinada por factores de azar que pudieron ser evitados
qLas muertes múltiples

qLa duda de qué sentiría al final, se dio cuenta o no, una ayuda pudiera haber evitado el desenlace fatal.
qLa duda acerca de si quien murió sufrió o no (en el incendio, accidente etc), qué pensaría, Es importante tener en cuenta que cuando una persona sufre un accidente grave, generalmente entra en choque y no tiene sensación de dolor.

Entre menos esperable y más previsible sea una muerte, más absurda e ilógica parecerá a los que familiares que quedan y mas difícil será la aceptación del hecho.

Suele darse en estos casos que el doliente reconstruya obsesivamente los eventos y el escenario en que sucedieron, buscando entender esa muerte y obtener elementos de control sobre ella. También es característico que se sobredimensionen los eventos de la relación inmediatamente anteriores a la muerte, desatendiendo el valor de un vínculo con historia. Dichos eventos, una discusión o pelea, el estar lejos de la persona, una amenaza que se ignoró o una queja física que se desoyó se salen de proporciones y generan culpas y reproches. Todo esto unido a una gran necesidad de encontrarle un significado a la muerte, un porqué.


Los seres humanos necesitamos completar y cerrar los accidentes. Es posible ayudar a alguien, cuando se sienta capaz, a conocer exactamente qué pudo haber pasado, aunque parezca macabro, alivia y a la larga tranquiliza, ayuda a hacerse a la idea que sí murió y que no sobrevive amnésico quien sabe dónde.

Es importante tener en cuenta aquí un fenómeno muy común y no muy conocido la culpa del sobreviviente, es la sensación de culpa por estar vivo asociada a la muerte de alguien afectivamente importante que muere en una circunstancia en que el otro se salva, es como un  precio que hay que pagar por estar vivo . En el caso de sobrevivientes es importante investigar este aspecto que aunque parece ilógico, es común. (Isa Fonnegra de Jarmillo, 2001)
Suicidio
El suicidio hoy, estigmatiza no sólo a la víctima sino a toda su familia. La frecuencia de esta forma de muerte ha aumentado de manera preocupante en los últimos años sobretodo entre los adolescentes y la población escolar. Aquellos que consideran y rumian la idea de suicidarse y los que lo intentan con o sin éxito, son vistos negativamente por la mayoría de la gente. Las actitudes hacia los suicidas van desde la lástima y la compasión, hasta implacables juicios sobre su cobardía, su presumible problemática siquiátrica o su deslealtad o desobediencia a Dios. Al hacerlo subestimamos las perjudiciales secuelas que pueden derivar de comentarios y explicaciones que pecan de ligereza y desconocimiento. Es importante comprender al suicida, su mundo y su conducta, antes que juzgarlo.

Verdaderamente lo que llamamos suicidio es un desesperado intento de un individuo por salvarse a sí mismo. Resulta paradójico pero para esa persona es cierto. ¿De qué se salva? De algo que para él es mucho peor que la muerte: el tormento interior, la locura, la crisis interna que, ya sea reciente o antigua, él juzga en ese momento como insoportable. El suicidio es de verdad la derrota de la esperanza.

Es importante saber que el deseo de suicidarse no es constante: va y viene. Nadie lo desea siempre, en todo momento y en un 100%. Cuando alguien toma la decisión de hacerlo se da en un momento de total pérdida de lucidez, su campo de conciencia se estrecha. Es lo que se denomina visión de túnel: todo alrededor es oscuro y confuso, los estímulos externos-la madre amorosa, la esposa, la novia suplicante, los hijos que lo necesitan-se excluyen de la conciencia y sólo permanece una imagen fija: la de la ventana, el revolver, el frasco de barbitúricos o la soga, y una obsesión que dice “única salida. En un determinado episodio depresivo, la visión de túnel cierra otras perspectivas.

Un mito, muy divulgado, es aquel según el cual quien de verdad desea suicidarse no lo dice, no lo deja notar, no lo anuncia. Esto tampoco es cierto. Muchísimas personas que se quitaron la vida lo hablaron, lo anunciaron y revelaron sus intenciones sutil y abiertamente. De manera que todo indicio debe tomarse en serio.

Todo ser humano tiene un límite de tolerancia a la adversidad, si pierde la esperanza y pasa el límite se puede apretar el gatillo. Existe una ecuación que determina el punto en el cual la calidad de nuestra vida sería tan patéticamente pobre para nosotros mismos que ya no desearíamos seguir viviendo.

Aunque cuando alguien se suicida uno tiene la tendencia a encontrar culpables, la experiencia ha demostrado que lo último que ocurre antes de la muerte no es la causa sino el detonante. (Isa Fonnegra de Jarmillo, 2001

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