Muerte Natural
Muerte Natural
Repentina
“
Es la que sucede súbitamente sin un síntoma
previo, como en el caso de un infarto cardiaco, un derrame cerebral y muchas
enfermedades fulminantes.
El
impacto de la sorpresa, la duda de que si quien murió
había dado señales previas que hicieran
suponer que se encontraba enfermo o enferma y la preocupación
de si sufrió o no al morir y si se dio cuenta de que estaba
muriendo, son tres elementos que diferencian esta muerte de la natural
anticipada.
Aunque
en la mayoría de estos casos nada de lo que los familiares
hubieran hecho habría evitado la muerte, es común
que durante un tiempo se pregunten una y otra vez qué
habría pasado si “hubieran llegado más
temprano”, “ si le hubiera puesto más
atención al malestar que dijo tener, “si
lo hubiera obligado a ir donde el médico cuando se sentía
decaído”.
En estas muertes, al choque
inicial hay que añadir lo absurdo de tener que aceptar que quien ayer conversaba
tranquilamente sin ninguna queja, hoy está muerto y no volverá. A esto se suman otros elementos como la culpa y los autorreproches, que
no sólo se dirigen
contra el supuesto descuido médico sino también se ligan a un repaso minucioso y crítico de los últimos días de vida con quien murió. Un disgusto, una pelea, o lo contrario, un buen momento en la relación, cobran un destacado valor
para los que quedan. Las últimas palabras, afirmaciones y consejos son escrupulosamente repasados una
y otra vez. A estas reacciones puede unirse a la rabia, una sensación de injusticia o resentimiento
casi inconfesable hacia quien murió. Esto es común cuando, por ejemplo quien muere mantenía a sabiendas de sus efectos nocivos conductas como fumar, no vigilar la
dieta etc. La familia puede interpretar este descuido como un pseudoabandono
voluntario.
Nuestras
costumbres sociales obligan a no hablar mal de quien murió
ni sentir rabia hacia él; por esta razón
este tipo de pensamiento se esconde con vergüenza. El poder expresarlo
abiertamente produce un gran alivio si esto es seguido de un proceso de
reconciliación.” (Isa Fonnegra de Jarmillo,
2001)
Muerte natural
Anticipada
“ Es la que resulta de una
enfermedad fatal cuyo pronóstico es inmodificable. En este tipo de muerte hay ciertas variables a
tener en cuenta:
1.-
La Duración en el Tiempo:
Una
enfermedad de curso rápido o muy agresivo o que se
descubre en una fase muy avanzada no da tiempo a la familia para reorganizarse
luego del choque inicial del diagnóstico. Pero, por otro lado una
enfermedad muy prolongada exige en los familiares múltiples
adaptaciones que incluyen conceder espacios, replantear rutinas y/o abandonar
total o parcialmente el mundo previo
para poder cuidar al enfermo. Con frecuencia, estas circunstancias generan
ambivalencia entre la devoción y la dedicación
exclusivas al enfermo y la atención a las necesidades y fatigas
propias, junto con la sensación de pérdida
de libertad. También aparece a veces el deseo de
retirarse de la tarea con la consiguiente culpa.
2.-
La intensidad del dolor del paciente.
La
percepción de qué tanto le duele o sufre una
persona a lo largo de una enfermedad prolongada influye en el duelo posterior,
puede darse el sentimiento de querer la muerte del otro...”lo
mejor que puede pasar es que muera” con la consiguiente
complicación que tal deseo implica. También
puede dar pie a dudas y dilemas espirituales, si la familia se pregunta por qué
Dios es capaz de permitir que alguien bueno padezca una enfermedad tan
degradante.
3.-
Las decisiones médicas
Las
decisiones en torno a los tratamientos y al cuidado del paciente deben ser
revisadas con flexibilidad y replanteadas varias veces a través
el curso de la enfermedad. Todo este proceso puede implicar profundos dilemas éticos
que, mal resueltos, influyen negativamente en el duelo porque tienden a
culpabilizar a los que quedan de lo que se hizo o no hizo.
Conocer
verbalmente o por escrito las preferencias de la persona acerca de las
circunstancias en que le gustaría que se diera su muerte, y
discutirlas, previene muchos conflictos entre los médicos
y familiares.” (Isa Fonnegra de Jarmillo, 2001
Muerte Accidental
“Cuando
la muerte de un ser querido ocurre en circunstancias traumáticas,
el duelo presenta una notoria tendencia a complicarse. La categoría
de trauma es altamente subjetiva, pues para una persona la pérdida
de un ser querido como consecuencia de un un accidente de tránsito
puede ser traumática mientras que para otra no. Sin embargo, algunos
factores hacen que una muerte sea traumática y el duelo más
complicado:
qLo súbito,
sorpresivo y no anticipado de la muerte
qLa violencia, mutilación
o destrucción del cuerpo (Los duelos sin cadáver
suelen no resolverse nunca)
qSi la muerte fue determinada
por factores de azar que pudieron ser evitados
qLas muertes múltiples
qLa duda de qué sentiría al final, se dio cuenta o no, una ayuda pudiera haber evitado el
desenlace fatal.
qLa duda acerca de si quien murió sufrió o no (en el incendio, accidente etc), qué pensaría, Es importante tener en cuenta que cuando una persona sufre un accidente
grave, generalmente entra en choque y no tiene sensación de dolor.
Entre
menos esperable y más previsible sea una muerte, más
absurda e ilógica parecerá a los que familiares que
quedan y mas difícil será
la aceptación del hecho.
Suele
darse en estos casos que el doliente reconstruya obsesivamente los eventos y el
escenario en que sucedieron, buscando entender esa muerte y obtener elementos
de control sobre ella. También es característico
que se sobredimensionen los eventos de la relación inmediatamente anteriores a
la muerte, desatendiendo el valor de un vínculo con historia. Dichos
eventos, una discusión o pelea, el estar lejos de
la persona, una amenaza que se ignoró o una queja física
que se desoyó se salen de proporciones y generan culpas y
reproches. Todo esto unido a una gran necesidad de encontrarle un significado a
la muerte, un porqué.
Los seres humanos necesitamos
completar y cerrar los accidentes. Es posible ayudar a alguien, cuando se
sienta capaz, a conocer exactamente qué pudo haber pasado, aunque parezca macabro, alivia y a la larga
tranquiliza, ayuda a hacerse a la idea que sí murió y que no sobrevive amnésico quien sabe dónde.
Es
importante tener en cuenta aquí un fenómeno
muy común y no muy conocido “la culpa del sobreviviente”,
es la sensación de culpa por estar vivo asociada a la muerte de
alguien afectivamente importante que muere en una circunstancia en que el otro
se salva, es como un precio que hay que
pagar por estar vivo . En el caso de sobrevivientes es importante investigar
este aspecto que aunque parece ilógico, es común.”
(Isa Fonnegra de Jarmillo, 2001)
Suicidio
“ El suicidio hoy, estigmatiza
no sólo a la víctima sino a toda su familia.
La frecuencia de esta forma de muerte ha aumentado de manera preocupante en los
últimos años sobretodo entre los
adolescentes y la población escolar. Aquellos que consideran y rumian la idea de suicidarse y los que
lo intentan con o sin éxito, son vistos negativamente por la mayoría de la gente. Las actitudes hacia los suicidas van desde la lástima y la compasión, hasta implacables juicios
sobre su cobardía, su presumible problemática siquiátrica o su deslealtad o desobediencia a Dios. Al hacerlo subestimamos las
perjudiciales secuelas que pueden derivar de comentarios y explicaciones que
pecan de ligereza y desconocimiento. Es importante comprender al suicida, su
mundo y su conducta, antes que juzgarlo.
Verdaderamente
lo que llamamos suicidio es un desesperado intento de un individuo por salvarse
a sí mismo. Resulta paradójico pero para esa persona es
cierto. ¿De qué se salva? De algo que para él
es mucho peor que la muerte: el tormento interior, la locura, la crisis interna
que, ya sea reciente o antigua, él juzga en ese momento como
insoportable. El suicidio es de verdad la derrota de la esperanza.
Es
importante saber que el deseo de suicidarse no es constante: va y viene. Nadie
lo desea siempre, en todo momento y en un 100%. Cuando alguien toma la decisión
de hacerlo se da en un momento de total pérdida de lucidez, su campo de
conciencia se estrecha. Es lo que se denomina visión
de túnel: todo alrededor es oscuro y confuso, los estímulos
externos-la madre amorosa, la esposa, la novia suplicante, los hijos que lo
necesitan-se excluyen de la conciencia y sólo permanece una imagen fija:
la de la ventana, el revolver, el frasco de barbitúricos
o la soga, y una obsesión que dice “única
salida”. En un determinado episodio depresivo, la visión
de túnel cierra otras perspectivas.
Un
mito, muy divulgado, es aquel según el cual quien de verdad
desea suicidarse no lo dice, no lo deja notar, no lo anuncia. Esto tampoco es
cierto. Muchísimas personas que se quitaron la vida lo hablaron,
lo anunciaron y revelaron sus intenciones sutil y abiertamente. De manera que
todo indicio debe tomarse en serio.
Todo
ser humano tiene un límite de tolerancia a la
adversidad, si pierde la esperanza y pasa el límite se puede apretar el
gatillo. Existe una ecuación que determina el punto en el
cual la calidad de nuestra vida sería tan patéticamente
pobre para nosotros mismos que ya no desearíamos seguir viviendo.
Aunque
cuando alguien se suicida uno tiene la tendencia a encontrar culpables, la
experiencia ha demostrado que lo último que ocurre antes de la
muerte no es la causa sino el detonante. (Isa Fonnegra de Jarmillo, 2001
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